Papaleo ratificó que vendió Papel Prensa bajo amenazas de Magnetto

Milva Benítez y Gerardo Aranguren
INFONews


La viuda de David Graiver dio su testimonio ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, que investiga su secuestro en el Circuito Camps en 1977. “Había que firmar, o mi hija y yo perdíamos la vida”, dijo. Memoria del horror y las presiones.


Por primera vez en un juicio oral y público, Lidia Papaleo, viuda de David Graiver, declaró ayer ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata sobre la apropiación de Papel Prensa SA, durante la última dictadura cívico-militar, por parte de Clarín, La Nación y La Razón. En el marco de la investigación por los delitos cometidos en el centro clandestino de detención Puesto Vasco, donde estuvo secuestrada entre marzo y abril de 1977, Papaleo relató las torturas y vejaciones de las que fue víctima durante ese mes que estuvo cautiva luego de que firmase la venta de la empresa papelera. Cuando finalizó la audiencia, la querella de la Secretaría de Derechos Humanos    de la Nación pidió que su testimonio, junto al de Rafael Ianover, quien la siguió, fueran remitidos al Juzgado Federal 10 en Capital Federal, donde Julián Ercolini instruye la causa por la apropiación de Papel Prensa.

Como lo hiciera ante Tiempo Argentino dos años atrás en el marco de la investigación por la apropiación de Papel Prensa, la mujer relató el encuentro que mantuvo con el CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto, en noviembre de 1976 en el diario La Nación. “En el edificio de La Nación, Magnetto me amenazó a mí y a mi hija. Recuerdo sus amenazas y la forma en que me miraba, una mirada que no voy a olvidar nunca”, declaró ayer la testigo en el juicio que se lleva adelante por delitos cometidos en el Circuito Camps. 

El presidente del TOF, Carlos Rozanski, le preguntó en qué consistieron esas amenazas. “Eran amenazas de muerte. Las amenazas eran que había que firmar o perdíamos la vida mi hija y yo. Que teníamos que vender Papel Prensa. No había opción de no vender”, contestó. 
Con el testimonio de la viuda de Graiver, comenzó ayer la etapa que ventila los hechos ocurridos en el centro clandestino Puesto Vasco, donde Papaleo permaneció secuestrada al igual que Rafael Ianover, quien también declaró ayer como ex vicepresidente y accionista de Papel Prensa antes de que la dictadura la cediera a Clarín, La Nación y La Razón (ver aparte). 

Papaleo ingresó cerca de las 10 al ex edificio de la AMIA en La Plata, donde funciona el TOF 1. Antes de atestiguar, se mostró aliviada de que esta vez su declaración fuera grabada y así evitar tener que revivir los momentos traumáticos que pasó en Puesto Vasco en otro juicio. Ante la consulta de los medios, Papaleo adelantó: “Durante mi declaración va a surgir cómo fue pensado todo este proceso por la parte civil.” 

Pasadas las 11, comenzó a contar la persecución y presiones que sufrió para vender las empresas de su marido luego de su muerte “en un accidente provocado” el 7 de agosto de 1976, mientras ella y su hija vivían en México. “Regresamos a la Argentina el 6 de septiembre y a partir de ahí recibimos amenazas personales y telefónicas donde nos decían que teníamos que vender Papel Prensa y las otras empresas a personas argentinas y que no fueran judías”, recordó. Quienes se lo advirtieron fueron Francisco Manrique, el ex ministro de Bienestar Social de Pedro Eugenio Aramburu, y el presidente de Papel Prensa, Martínez Segovia.

Mientras relataba estos hechos, Lidia se quebró. Fue en el momento en que recordó que su hija, María Sol Graiver, tenía apenas dos años cuando eran presionadas para que cediera su parte de las acciones de la empresa.  

A la noche del 2 de noviembre de 1976, en el diario La Nación, llegaron “muy asustados” por las amenazas, indicó. “Ingresamos a un lugar muy amplio, por un lado estaban los padres de David; Isidoro (Graiver) estaba en otro, y yo en otro”, explicó.

Luego de que pasara las acciones de Papel Prensa a Fapel SA, empresa que sólo las tuvo ocho días para después cederlas a Clarín, La Nación y La Razón, el entonces abogado de Clarín Bernardo Sofovich le aconsejó que se fuera del país “ese mismo día”. “Me dijo: ‘usted de acá se va al puerto, ni siquiera regrese a su casa’.”

Su declaración duró alrededor de dos horas. Buena parte de ese tiempo lo dedicó a detallar la apropiación de la empresa, pero cuando las preguntas la llevaron a revivir el mes que estuvo cautiva en Puesto Vasco, el tribunal hizo salir al público y a la prensa a pedido de la testigo. Cuando le preguntaron si quería que salieran los acusados, Lidia contestó que no, que ellos eran los que debían escuchar lo que iba a decir. Allí estaban Norberto Cozzani, uno de sus torturadores, junto al ex comisario Miguel Etchecolatz, el ex gobernador bonaerense Ibérico Saint Jean y su ministro de Gobierno Jaime Smart. “El día 9 de marzo de 1977 firmé el reconocimiento de que tengo la patria potestad sobre mi hija y que estaba de acuerdo con que se vendieran las acciones de Papel Prensa. Desaparezco cinco días después”, indicó.

Lidia fue secuestrada el 14 de marzo de 1977 y llevada Puesto Vasco. En esos días también fueron secuestrados sus suegros, y el hermano de Graiver. “Fui torturada desde el primer día”, señaló y, antes de que desalojaran la sala, aclaró: “Estoy dejando de lado todo el folklore de esto, es decir, quién me pegaba, quién me escupía, me torturaban con picana y me eyaculaban encima. Pero preferiría englobar esto en maltrato y quedar ahí.” Contó además que durante su cautiverio fue llevada a la jefatura de Policía de La Plata, donde estaban Ramón Camps y Cozzani, para que les entregara las acciones que tenía Graiver del diario La Opinión. Allí tuvo un careo con el también secuestrado Jacobo Timerman, dueño de ese diario, tras lo que Cozzani la llevó hasta la casa del abogado platense Julio Sager, quien guardaba las acciones. “En una oportunidad, durante una sesión, cuando la venda que me tapaba los ojos se corrió, alcancé a ver, presenciando mi tortura, al montonero Juan Gasparini, autor de un libro sobre mi marido”, relató. De Puesto Vasco fue llevada a otros centros clandestinos hasta que fue puesta a disposición del Poder Ejecutivo y juzgada por un Consejo de Guerra. El 24 de julio de 1982, durante Semana Santa, fue liberada. “Me amputaron seis años de vida y seis años de la vida de mi hija”, concluyó Papaleo emocionada.