Por Gabriel Oscar Turone para revisionistas.com.a r Existe en una estación de subterráneos de la ciudad de Buenos Aires, un inmenso mural compuesto por mayólicas que muestra la caravana infame de las tropas entrerrianas con rumbo al antiguo Fuerte, tras las acciones de la batalla de Caseros. Avanzan ante un público que lo celebra y lo escolta hasta el frontón de aquél. No hay rostros tristes; el autor de esa obra tampoco permitió que los hubiera. Esa estación, no por nada, recibe el nombre de “Urquiza”. Estos detalles, por cierto, no se condicen con la verdad histórica, pues finalizada la batalla en cuestión, y en los días subsiguientes a la misma, lo que primó en Buenos Aires fue una atroz carnicería y todo tipo de prohibiciones, acaso dignos rasgos de los que venían a “civilizar”. En vez de felicidad y encanto, sobraban en el pueblo las muestras de miedo y de terror.