Por José Pablo Feinmann para Pagina 12 Publicado el 6 de noviembre de 2011 En 1956, el filósofo vienés Günther Anders* inicia una correspondencia con el piloto arrepentido, loco, definitivamente extraviado, de Hiroshima. Porque hay otro: sólido, impasible, que disfruta los frutos de un triunfo de la patria, la destrucción como ofrenda extrema entregada a la nación y a sus habitantes. Nos ocuparemos del primero. Del pobre loco. Aunque no dejaremos de mencionar el ejemplo que ha dejado al mundo el otro: el que fue capaz de asumir un genocidio como la más brillante de todas sus medallas, como el más destellante presente que podía un soldado ofrecer, primero, a su Ejército, y segundo en paralelo, a su nación y a sus habitantes. Qué tanto, ¡había que ganar esa guerra!