Demandas contra Argentina

Emilio Meynet 
APAS

El proteccionismo es como un penal mal cobrado. Si nos favorece, aplaudimos y nos abrazamos. Si nos perjudica, insultamos al referí y nos colgamos del alambrado.

Una cosa es el pensamiento “veleta” del hincha de fútbol librado al ir y venir por donde su pasión lo lleva; y otra muy distinta es la hipocresía diplomática de las potencias. Unidos los del sur, las quejas del norte se disuelven en la mesa de negociación.

Viejas discusiones, si es que las hay por este rincón del mundo, esas que enfrentan a quienes creen en el proteccionismo económico, como una vía necesaria para el crecimiento del mercado interno y el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales; y los apóstoles del librecambio que a lo largo y a lo anchos del planeta, durante siglos, se dedicaron y dedican a hacer tribuna doctrinaria predicando una fórmula que una y otra vez llevó a la economía mundial al cataclismo.

Hoy son otras las personas difamadas en los diarios, y otros los apellidos vanagloriados por los periódicos de la “intelligentzia”, tomando prestada la famosa expresión de Arturo Jauretche. Pero el trasfondo siempre es el mismo. 

El “indeseable” o “polémico” puede ser Guillermo Moreno; ó Cristina Fernández, Juan Perón o un caudillo federal. 

Así, el héroe puede ser Mitre, su ministro Elizalde, Canning o la Unión Europea. Pero siempre, el que se erige como paladín del librecambismo posee cierto rasgo de hipocresía en su discurso, sabe de qué está hablando, sabe qué implica, conoce sus consecuencias nefastas, pero más conoce los beneficios que le brinda.

Una anécdota relatada por el ex presidente argentino Arturo Frondizi en su trabajo “Industria argentina y desarrollo nacional”, describe la hipocresía de esta antiquísima discusión: resulta que en 1897, después de haber ejercido la presidencia de Estados Unidos de América, el general Grant fue invitado a una reunión librecambista celebrada en la ciudad inglesa de Manchester. 

Luego que los oradores hubieron expuesto los argumentos ingleses en favor del librecambio y denunciando las barreras del proteccionismo -sobretodo el norteamericano- como nefastas para la libertad de comercio, el célebre huésped, invitado a tomar la palabra, contestó de esta manera:

“Señores: durante siglos Inglaterra ha usado el proteccionismo, lo ha llevado hasta sus extremos, y le ha dado resultados satisfactorios. No hay duda alguna que a este sistema le debe su actual poderío. Después de estos dos siglos, han creído conveniente adoptar el librecambio, por considerar que ya la protección no le puede dar nada. Pues bien, señores, mi conocimiento de mi patria me hace creer que dentro de doscientos, cuando Norteamérica haya obtenido del régimen protector todo lo que este pueda brindarle, adoptaremos firmemente el librecambio”.

Frondizi, en su trabajo, señala que no fueron necesarios doscientos años para que Estados Unidos, teniendo una decimoquinta parte de la población mundial y produzca la mitad de los artículos manufacturados del mundo; sin embargo, ni siquiera en ese momento, renunció definitivamente al proteccionismo. Simpre se sumó al grupo de los que protestan cada vez que un país de los que aún preserva una estructura económica semi-colonial, comienza a adoptar medidas proteccionistas.

Sin embargo, en este caso los pataleos no vinieron desde el norte del continente, sino del otro lado del océano: desde la Unión Europea. El responsable de Comercio del bloque, Karel de Gucht, dijo que las restricciones provocan un "daño real" a la economía. Las trabas "violan las normas, deben eliminarse", afirmó.

Las trabas a las importaciones en Argentina de las que habla de Gucht, establecidas por la Casa Rosada el año pasado, afectaron el comercio con Europa en 625 millones de dólares, según datos difundidos en los últimos días por el bloque continental en Bélgica.

La Unión Europea presentó una impugnación en Ginebra como el primer paso de un arbitraje que, si falla a favor de Bruselas, permitiría al bloque adoptar importantes represalias comerciales contra Argentina. 

La Comisión calcula que, durante 2012, la escalada de restricciones del país sudamericano afectarán a bienes por valor de 8.300 millones de euros, es decir, prácticamente, al 100 por ciento de las exportaciones europeas. Una represalia equivalente podría cerrar la puerta a exportaciones argentinas al mercado comunitario que en 2011 ascendieron a 10.700 millones de euros.

Las famosas trabas, que no son más que medidas proteccionistas que muchos de los países que componen la Unión Europea han adoptado en algún momento para fortalecerse -tal cual lo afirmara el general Grant- consisten en imponer a los productos foráneos un régimen de autorización previa y preinscripción que, desde el punto de vista de De Gucht, “dificulta” su comercialización. 

Además, la administración de Cristina Fernández exige a los importadores argentinos que compensen con exportaciones sus compras en el exterior, o que no transfieran al extranjero los ingresos de la venta. "Estas medidas", señala el departamento de De Gucht, "retrasan o bloquean las mercancías en la frontera y ocasionan pérdidas importantes para la industria de la UE y de todo el mundo".

Pero lamentablemente ninguno de los medios de comunicación que le dan protagonismo en sus notas a personajes como De Gucht, se encargan de repasar los números de los miles de millones de dólares que las empresas multinacionales de capitales europeos, fugan de la Argentina por orden de la casa matriz, para intentar llenar las arcas que en tiempos de “vacas flacas” en el “viejo continente”, no pueden llenar con las ventas del mercado local.

Vale recordar también que en el mes de marzo, un grupo de cuarenta países, motorizados por Estados Unidos, presentó quejas contra el proteccionismo argentino. Por lo tanto, no debe perderse de vista la posibilidad de que se trate de una acción coordinada contra la expansión económica de uno de los pilares del bloque sudamericano y caribeño, que se encuentra en pleno desarrollo de sus potencialidades.

En tres actividades durante esta semana, en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el canciller Héctor Timerman planteó críticas a las políticas proteccionistas llevadas adelante por los países desarrollados, en la misma medida en que ellos someten a “presiones injustificadas” a los países en desarrollo que ponen en práctica “legítimas políticas comerciales”.

Timerman se reunió en París con el director de la OMC, Pascal Lamy, y luego participó como invitado de la Reunión Anual del Consejo Ministerial de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que nuclea principalmente a países desarrollados y propaladores de las bondades de la libertad de comercio.

Paralelamente a los encuentros diplomáticos, Argentina impulsó una declaración junto a otros once países en la sede de la OMC, en Ginebra, en la que criticaron severamente a Estados Unidos por sus incumplimientos a los fallos del organismo, especialmente uno que favorece a Cuba. Aunque concretamente objetó la “falta de avances en el cumplimiento del compromiso de eliminar los subsidios a las exportaciones agrícolas previsto para 2013”, según lo convenido en el organismo.

Esta hipocresía de los apóstoles del librecambio, que mostrarían los países desarrollados al proteger sus economías en la misma medida en que reclaman apertura a las economías emergentes, fue también el eje del mensaje del canciller argentino en la OCDE. 

El funcionario enumeró las trabas que sufren los productos argentinos para ingresar a la Unión Europea o a Estados Unidos. Por ejemplo, se refirió a los aranceles que sufren productos como la manteca, la carne bovina, el ajo y el queso. Informó además que “los limones argentinos y la carne refrigerada no han sido capaces de entrar al mercado de Estados Unidos desde hace años”.

“Argentina destacó en su intervención que el 75 por ciento de los fallos incumplidos en los últimos 24 meses corresponden a Estados Unidos, poniendo de manifiesto la inconsistencia de sus denuncias con la conducta de ese país a la hora de implementar las normas de la OMC”, aseguró un comunicado de la Cancillería.

Sin embargo, hoy existe un soporte que ni Perón ni los caudillos federales, ni Hipólito Yrigoyen tuvieron cuando debieron soportar los avatares de los defensores de “la libertad de comercio”. Se trata de la unidad de criterio de los países de la región para denunciar esta hipocresía, este doble carácter del discurso, acomodado siempre a la conveniencia coyuntural del asunto sobre la mesa.

Los otros países intervinientes en el encuentro en Ginebra fueron Chile, Venezuela, Brasil, China, Uruguay, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, República Dominicana y Zimbawe. Lo que todos podrán acordar es que siempre que se reniega del proteccionismo, se lo hace poniendo el ojo en productos manufacturados, pero estos organismos tradicionales nunca le dan el mismo trato a productos agrícolas que constituyen una parte fundamental de los países aún en vías de un desarrollo.

Esta vez es distinto. Argentina y un grupo de once países son los que pusieron la firma y salieron a dar el contragolpe. La discusión es la misma, la histórica, la eterna. Pero el entorno cambia, la realidad es favorable para nuestra región, y los nervios extranjeros son comprensibles. Podemos concluir recordando a don Arturo Jauretche cuando afirmaba que toda la clave de nuestra historia está en este hecho, que permanentemente nuestra lucha no ha sido otra cosa que nuestra resistencia a subordinarnos.

“Nuestros ideólogos liberales, cualesquiera hayan sido sus fines íntimos y sus ilusiones patrióticas, todos han sido agente del comercio de aquella nación”, señalaba. Hacía referencia a Inglaterra, que durante el siglo XIX era la principal nación imperialista que presionaba sobre el suelo patrio. Sin embargo el “aquella nación” puede quedar allí como significante móvil, ya que ocupado por Inglaterra, la Unión Europea, Estados Unidos o la OMC, no modifica mucho la ecuación jauretchiana.