Vuelve el viejo Sur al moderno Partido Republicano

Harold Meyerson


Los candidatos republicanos pueden saludar desde Massachusetts y Wisconsin, pero Mitt Romney y Paul Ryan encabezan el partido político norteamericano más sureñizado desde los días de Jefferson Davis [presidente de la Confederación esclavista y secesionista que provocó la guerra civil entre 1861 y 1865]. En su hostilidad hacia las minorías, explotación del racismo, antipatía frente al gobierno y sospecha de la ciencia, el Partido Republicano de hoy representa las peores tradiciones de las aguas muertas más frías y húmedas del Sur.

Ningún otro partido ha dado un giro tal de 180º en la historia norteamericana. Fundado como partido del Norte antiesclavista y comprometido con la implicación profunda del gobierno en acicatear la economía (cesiones de terreno a universidades, la Homestead Act [ley de concesión de tierras para su cultivo de 1862], el ferrocarril transcontinental), el GOP [Grand Old Party, apelativo habitual del Partido Republicano] de hoy es la negación de los republicanos de Abraham Lincoln. Es casi enteramente blanco: un 92%, comparado con un 58% entre los demócratas. Y es desproporcionadamente sureño: un 49% de los republicanos vive en el sur, por comparación a un 39% de demócratas.

Las creencias del Sur blanco dominan el pensamiento republicano. Conforme se contrae la parte blanca de la población norteamericana y aumenta el número de latinos, los republicanos han hecho aprobar leyes draconianas contra la inmigración y se han opuesto a una legislación que permita a los inmigrantes llegados cuando eran niños conseguir un estatus legal. Explotan asimismo los resentimientos legales de un modo que no se había visto desde el anuncio de Willie Horton en 1988 [1]. Véase la campaña de anuncios de Romney que atacan falsamente al presidente Obama por liquidar a reforma del. “Con el plan de Obama, no tendría que trabajar ni que prepararse para un empleo”, proclama uno de esos anuncios. “Simplemente te mandan un cheque de asistencia social”. El plan de Obama, como han advertido los observadores de los medios informativos que comprueban los hechos, no supone nada semejante. El anuncio intenta resucitar claramente la clase de resentimiento hacia los afroamericanos que el GOP explotaba en aquellos días en que la asistencia social representaba un programa de envergadura. La campaña de Romney ha llegado evidentemente a la conclusión, puesto que toda su base de que votantes potenciales es blanca, de que debe motivar con estos recursos a los que entre ellos votan a veces, lo que explica porque están emitiendo más anuncios de estos que de cualquier otro tipo.

En la columna antigubernamental, el presupuesto diseñado por Ryan, que los republicanos de la Cámara adoptaron de modo entusiasta, recortaría desproporcionadamente los impuestos a los ricos y dejaría en la mitad la porción de gasto correspondiente a todos los programas internos, no de ayuda social. Diezmaría la educación, el transporte y la financiación de estudiantes universitarios e investigación científica. Llevaría al país a los niveles de desarrollo de los estados del Sur de antaño contrarios a los impuestos y a la inversión pública.

Los fantasmas de Dixie [nombre popular del viejo Sur]— del juicio de Scopes [en 1925 a un profesor que enseñaba la Teoría de la Evolución en Tennessee] y la falta de financiación de la educación pública — aparecen también en la premeditada resistencia de los republicanos a la ciencia y, de modo más amplio, al simple empirismo. ¿Calentamiento global? ¿Evolución? ¿Causas de la homosexualidad? ¿Cómo se hacen los niños? Búsquese una sólida conclusión científica y se encontrará un importante número de republicanos — aduciendo pseudociencia y fe — que se oponen a ella.

Lo que resulta notable no es que un número significativo de republicanos albergue estas creencias sino que estas creencias han acabado dominando el partido. Los políticos veteranos del GOP más pluralista que aún persistía hasta hace tan poco un lustro, entre ellos Orrin Hatch y el mismo Romney, han tenido que repudiar su pasado tan concienzudamente como los apparatchik comunistas durante la Revolución Cultural. ¿Un empirista? Yo no, tío.

Pero, ¿cómo ha sucedido que el Sur haya llegado al Norte en el Partido Republicano de hoy? El hecho de que Barack Obama sea nuestro primer presidente negro coincide con la transformación de los Estados Unidos de una nación de mayoría blanca en un país multirracial que ya no está destinado a mantener su hegemonía mundial. Acrecentado por una intratable recesión que tiene sus raíces en una crisis del capitalismo, este cambio de época ha convocado las sombras del resentimiento racial. En tanto en cuanto los republicanos puedan pintar al gobierno como servidor de esta Norteamérica no blanca en ascenso (precisamente el propósito de los anuncios de Romney), la antipatía del Sur hacia el gobierno puede encontrar un público receptivo en otras regiones.

Esta transformación del Partido Republicano se ha visto también espoleada por la sureñización de la economía. El sector dominante de la economía norteamericana ya no es de la manufactura sindicalizada del Noreste y el Medio Oeste, entre cuyos dirigentes se contaban moderados republicanos como George Romney [padre de Mitt], y a cuyos empleados blancos de clases trabajadora persuadían sus sindicatos para que respaldaran a candidatos demócratas. Por el contrario, la economía está dominada por una mezcla sectores de bajos ingresos, pequeño comercio no sindicalizado y servicios, y por las altas finanzas, que se han mostrado ferozmente opuestas a la regulación e imposición fiscal, y contentas de recoger y proteger sus ganancias en el extranjero a expensas de los trabajadores norteamericanos, y dispuestas a invertir con abundancia en un partido que sigue sus mandatos.

Ese partido es el que se reúne en Tampa esta semana. Detrás de toda esa retórica autojustificativa, nos queda un GOP cuyo credo existencial es: “Somos viejos, somos blancos y queremos que nos devuelvan nuestro país”. El resto, como dicen los sabios, es comentario.

Nota del t.:

[1] El anuncio comparaba la actitud sobre la delincuencia de los dos candidatos a las elecciones presidenciales de 1988, George H. Bush [padre] y Michael Dukakis, presentando desfavorablemente a Dukakis, gobernador de Massachusetts, presuntamente por conceder permisos de libertad de fin de semana a Willie Horton, condenado a cadena perpetua por el asesinato de un niño durante un atraco.  

Harold Meyerson, columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect, está considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta columnistas mas influyentes de Norteamérica. Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de Democratic Socialists of America y, según propia confesión, "uno de los dos socialistas que te puedes encontrar caminando por la capital de la nación" (el otro es Bernie Sanders, combativo y legendario senador por el estado de Vermont).

Traducción: Lucas Antón (Sin Permiso)