La coalición Wojtyla-Reagan (Parte III). Alianza católico-evangélica
El Acuerdo Fundante: Paulo VI-Michele Sindona |
En la coalición Estado Vaticano-gobierno estadunidense, había también identificaciones ideológicas y religiosas adicionales, profundas, de orden cultural al común anticomunismo militante. El conservadurismo en Estados Unidos se venía nutriendo –a la llegada de Ronald Reagan al poder y como parte del proceso aludido–, desde tres grandes vertientes: la doctrina de imponer límites al gobierno en la economía y lo político; reforzar la defensa militar del país y recuperar el liderazgo mundial indiscutible; así como preservar los “valores tradicionales”, muy vinculados a la religiosidad y la moral, disparadas por el tema del aborto y la criminalidad en ascenso. Ello cristalizó de manera concreta en la composición y conducción del gobierno de Ronald Reagan, agregando la alianza de evangélicos y católicos:
“Muy pocos católicos habían llegado a ocupar cargos de importancia en la administración [estadunidense], incluso bajo el mandato del único presidente católico de su historia, John F Kennedy. Esta tradición comenzó a quebrarse con Reagan, quien, habiendo conseguido la mayor parte del voto católico, nombró a miembros de esta confesión para los puestos más importantes de la política exterior: William Casey (director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA), Vernon Walters (embajador extraordinario del presidente), Alexander Haig (secretario de Estado, involucrado en el asesinato de Kennedy), Richard Allen y William Clark (asesores de seguridad). Reagan buscó, de manera abierta y encubierta a la vez, forjar unos vínculos estrechos con el papa y el Vaticano. ‘Quería que fuesen nuestros aliados’, explicaría años más tarde. De manera que, rompiendo con la tradición política de 200 años, estableció relaciones diplomáticas con el Vaticano” (1).
Es decir, en el tema religioso en Estados Unidos, a pesar de los grandes avances técnico-científicos, son muy tradicionalistas y conservadores, y el gobierno de Ronald Reagan marca un quiebre en ello. Más pronunciadamente se aprecia con los gobiernos de los Bush, en donde éstos asumen un carácter semiconfesional (más aún con el hijo que con el padre). Dado que los credos religiosos hacen presencia reiterada en los discursos (2), en el lenguaje cotidiano, en declaraciones a la prensa, etcétera, se vuelve un tema identificador en los gobiernos y personajes políticos, quienes convocan a la oración y establecen días del calendario para ello, especialmente los republicanos y mucho menos los demócratas (aunque Carter era pastor de la Iglesia Baptista). Es decir, en materia religiosa, en el tema de la relación gobierno-religión, el tiempo está detenido o se congeló en Estados Unidos:
“Muestra de ello es el Día Nacional de Oración, establecido por el Congreso en 1952 y fijado para el primer jueves de mayo por Ronald Reagan en 1988. El presidente George W Bush ha participado en él en los últimos años, haciendo gala de su recurso habitual a la oración: ‘Millones de estadunidenses buscan cada día orientación en la oración al Dios Todopoderoso; yo soy uno de ellos’”. Tampoco pierde la oportunidad de predicar su particular “guerra santa”: “Oramos por las tropas que defienden nuestra libertad contra nuestros enemigos resueltos de todo el globo […] En algunos de los países más avanzados del mundo, algunas personas han dejado de creer que el deseo de libertad es universal; algunos creen que ya no se puede distinguir entre lo correcto y lo equivocado: la Iglesia Católica refuta esa visión pesimista de la naturaleza humana y ofrece una visión de la libertad y de la dignidad humanas enraizadas en las mismas verdades que los fundadores de Estados Unidos”. Según Bush hijo, “el papa Juan Pablo II instauró una de las más grandes revoluciones libertarias que el mundo jamás haya conocido […] Es la conocida como ‘derecha cristiana’. Desde entonces se han multiplicado los lobbies adscritos a esta corriente, que cuenta con organizaciones como la Christian Coalition of America, Faith and Values Coalition, Family Research Council, cuya influencia en instancias sociales y políticas (incluso en el Congreso y en el gobierno) ha crecido exponencialmente” (3).
De tal manera, que la alianza anticomunista asumía esa condición esencial al nivel de la praxis política, pero había un conjunto de elementos de identidad profundos y una estrategia continental y trascontinental que la contextualizaba y que rebasaba con mucho a Juan Pablo II, pero en la que se insertó con convicción y militancia plena. Una alianza con contenidos religiosos a través del poder político y militar de Estados Unidos.
Por ello no es posible pensar en que la coalición estratégica fue esencialmente una alianza de conveniencia inmediata, como señala la tesis de Tighe P Flatley, académico de la Universidad de Rhode Island:
“Así, los dos líderes del mundo fueron capaces de trabajar en equipo no por necesidad, sino para beneficio mutuo. Era una alianza de conveniencia, con dos organizaciones que deseaban utilizar uno de otro el poder mundial y las influencias que tenían para promover sus propios objetivos políticos. En efecto, el presidente compartía la información con el papa respecto de la Guerra Fría, pero nunca íntimamente planeando o iniciando una política para llevar conjuntamente la reforma democrática en todo el mundo (4).
“Así, a la trípode para lavar dinero y canalizarlo a distintos objetivos que estuvo formada por Sindona-Calvi-Marcinkus, le siguió la integración de otra para desarrollar todo tipo de operaciones encubiertas, incluso de sabotaje, asesinatos y atentados terroristas dentro de la estrategia mayor red Stand Behind-Operación Gladio”, que fue la trípode de la CIA-Mafia Siciliana-Masonería P2; y para la operación política abierta que demandaba la coalición estratégica, desde una perspectiva de la extrema derecha anticomunista y aliada de perfil católica-evangélica, se conformó una más con el Opus Dei-papado de Roma-gobierno de Ronald Reagan. En los tres casos señalados, para actuar dentro y fuera de Italia, dentro y fuera de Europa Occidental y Oriental, incluso en América Latina y particularmente América Central. Pero no solamente, porque si alguna duda lejana quedara de todo lo afirmado antes, el escritor Eric Frattini (autor de obras como Secretos vaticanos, La santa alianza y Los espías del papa, entre otras), en una entrevista con El Gen Periodístico (periódico que aglutina un colectivo de periodistas de investigación en Argentina), a pregunta expresa respondió:
“Yo creo que la operación que más me llamó la atención fue la llamada Pez Volador. Ésta consistió en la intermediación de los servicios secretos vaticanos para conseguir misiles Exocet de fabricación francesa a los militares argentinos durante la contienda de las Malvinas, en 1982. Juan Pablo II tenía muy buenas relaciones con la Junta Militar y en especial con Leopoldo Galtieri. La entidad de Juan Pablo II, al mando de monseñor Luigi Poggi, consiguió intermediar en la adquisición de los misiles Exocet. Argentina pagó los misiles a una sociedad con sede en Panamá llamada Bellatrix. Conseguí un documento en el que el IOR [Instituto para las Obras de Religión] o el Banco Vaticano, declaraba tener el control de la sociedad Bellatrix de Panamá. El dinero de los misiles se utilizó después para financiar al Sindicato Solidaridad de Lech Walesa, con la autorización de la CIA. También me llamó la atención la operación Convento o Pasillo Vaticano, en donde el Vaticano, a través de organizaciones de la Santa Sede, ayudó a escapar a criminales de guerra nazis y croatas hacia Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay desde la Europa de Posguerra” (5).
Sin embargo, consideramos que lo fundamental en todo este proceso es que en la coalición estratégica entre Karol Wojtyla o Juan Pablo II con el presidente estadunidense Ronald Reagan (en su primero y segundo mandato), cupieron con roles menores, pero a la vez funcionales para dicha alianza, los más variados y, en muchos casos, los más siniestros personajes de la política nacional, regional o mundial. Y sin ser la causa esencial del derrumbe del “campo socialista” empezando por Polonia, sí jugó dicha alianza un papel central como fuerza ideológica, política y militar de carácter determinante, sin omitir que consideramos dicho derrumbe como producto de las graves deficiencias que a lo largo de las décadas fue mostrando hasta llegar al punto más álgido (la década de 1980) el modelo del “socialismo real”. Y la coalición aquí analizada actuó como fuerza de aceleración y explosión de dichas vulnerabilidades de carácter sistémico. Sin la enérgica y multifacética acción de dicha alianza, muy probablemente la inestabilidad y descomposición de las sociedades socialistas se habría prolongado y magnificado. Esta coalición, efectivamente como se ha dicho, ayudó a cambiar la historia, pero en nuestra apreciación, no en un sentido progresista, sino retrocediendo a espacios de tiempo previos.
Lo más avanzado habría sido la trasformación democrática del socialismo sin desechar sus enormes conquistas históricas, las cuales deglutió brutalmente la transición que esta coalición abrió hacia un capitalismo salvaje de corte liberal y sin contenciones.
Se trata de un episodio imprescindible en la comprensión del cambio histórico y de la dirección asumida por el mismo, del amplísimo abanico de fuerzas que se amalgamaron para impulsar dicha transformación de la realidad socio-política, ideológica, cultural y económica; y de los métodos, tácticas y estrategias usadas sin el menor escrúpulo para ello. Pero también de cómo las mafias trasnacionales pudieron llegar a tener una actuación tan amplia y diversificada, con tantos recursos empleados y a disposición al interior de una de las instituciones centrales en un Estado, producto y soporte de una de las tres organizaciones religiosas más importantes del mundo como la Iglesia Católica Romana, así como el papel histórico que sus máximos liderazgos jugaron en acontecimientos fundamentales de la política mundial contemporánea y de las problemáticas más agudas de nuestro tiempo.
Quedan los hechos, la memoria, la enseñanza y el obligado aprendizaje histórico para los eventos y procesos del presente, para darles dirección hacia el futuro.
Notas y fuentes de información:
(1) Sánchez Tello, Jorge, “Juan Pablo II y la Santa Alianza Ultraderechista con EUA”, 20 de noviembre de 2007, http://chiwulltun.blogspot.mx/2007/11/juan-pablo-ii-y-la-santa-alianza.html#.UgqRc1Z77IU
(2) Veamos lo que dicen otros autores europeos al respecto: “Ronald Reagan y su secretario de Estado, Gaspar Weinberger, estaban convencidos de que el Armagedón [el juicio final descrito en el Apocalipsis] tendría lugar durante su mandato”. Agregan: “En 1984 Ronald Reagan dijo textualmente: ‘No creo que el Señor que bendijo este país como no lo ha hecho con ningún otro, quiera que tengamos que negociar algún día porque seamos débiles’”. En otro punto del texto afirman, que cuanto más se acercaba la guerra contra Irak (la segunda, la de George W Bush) “con más frecuencia hablaba Bush de su fe […] ‘Dios nos ha llamado para defender nuestro país y conducir al mundo a la paz […]’”; continúan los autores: “Quizá Richard Land, un conocido líder protestante baptista, fue demasiado lejos cuando aseguró ante las cámaras que ‘hacer una guerra justa es un acto de amor cristiano al prójimo. Hay que castigar el mal y premiar el bien. Ha llegado la hora de la violencia’”. Luego nos dicen: “[…] para que el plan descrito en el Apocalipsis se cumpla, es preciso que el ‘pueblo elegido’ (Estados Unidos) reconquiste el ‘paraíso’ (la zona situada entre el Tigris y el Éufrates, hoy en poder del ‘eje del mal’ y que sea abatida la ‘gran prostituta’ de Babilonia, esto es, los regímenes iraquí e iraní [...] el 59 por ciento de los norteamericanos [sic] creen verdaderamente que los hechos descritos en el Apocalipsis van a producirse de un momento a otro”. Posteriormente afirman, refiriéndose a George W Bush: “[...] en esta cura espiritual (después de su acendrado alcoholismo) tuvo mucho que ver también el pastor protestante Billy Graham. Este personaje es una conocida estrella del firmamento televisivo estadunidense […] Pero Graham no es un telepredicador cualquiera. Su larga trayectoria como ‘asesor religioso’ de casi todos los presidentes norteamericanos [sic] desde Richard Nixon, lo avalan como uno de los más influyentes mentores secretos de George W Bush. Por lo visto, el carismático predicador acudía a menudo a rezar con la familia Bush. Al principio Bush hijo participaba con desgano […] hasta que acabó convertido en uno más de los 60 millones de norteamericanos [sic] que se consideran ‘cristianos renacidos’ o ‘resucitados’. Esta tendencia religiosa en Estados Unidos nace a causa de la acción combinada de los telepredicadores más famosos […] encabezados por Jerry Falwell, líder de la ‘mayoría moral’, Pat Robertson y el mencionado Billy Graham. Desde la década de 1960 se viene reavivando esta especie de nuevo cristianismo. La crisis de la cultura estadunidense que tuvo su comienzo con el impacto de Vietnam, la reacción contracultural y la decadencia generalizada crearon las condiciones necesarias para la aparición del movimiento de los ‘cristianos renacidos’. En la actualidad el 87 por ciento de los estadunidenses se consideran cristianos, y de éstos, tres de cada cuatro son ‘cristianos renacidos’ pertenecientes a distintas iglesias, cuyo común denominador es la creencia de que Dios ha influido decisivamente en algún momento de sus vidas”.
(3) “La derecha cristiana estadunidense contra la separación Iglesia-Estado”, 11 de junio, 2008, http://javzan.freehostia.com/asuntos/derechacristiana.htm
(4) “The Convenient Alliance: President Reagan and Pope John Paul II, Cold Warriors”, mayo, 2007, http://bit.ly/18cycdR
(5) “Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II eran muy aficionados a las conspiraciones”, http://genperiodistico.blogspot.mx/2009/03/pio-xii-pablo-vi-y-juan-pablo-ii-eran.html
*Licenciado en economía, especializado en economía internacional; maestro en finanzas y especialización en inteligencia para la seguridad nacional; miembro de la Red México-China de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México