El consenso del revés: los partidos políticos y el orden mundial
Por Mario Rapoport
para DiarioBAE
publicado en mayo de 2013
para DiarioBAE
publicado en mayo de 2013
Las transformaciones operadas en la Argentina por la dictadura militar desde 1976, tanto en la estructura económico–social como en los mecanismos de poder, reforzaron la inserción periférica del país en el mercado mundial y el sistema internacional y condicionaron la evolución del régimen constitucional, el sistema político y la política exterior, luego del advenimiento de la democracia hasta la profunda crisis de 2001–2002. Esto tuvo su reflejo en las corrientes dominantes en el pensamiento económico y en la política exterior a partir de la retirada de la dictadura, que proyectaron una visión en gran parte equivocada sobre las causas del autoritarismo militar, la inestabilidad institucional y la ruina del país.
Haciendo un balance de la guerra de Malvinas desde la perspectiva de las potencias hegemónicas, el historiador conservador inglés Paul Johnson afirmaba, en medio de la exaltación neoliberal de los años ’90, que era la victoria inglesa la que había ayudado a la vuelta a la democracia en la Argentina, olvidando la participación de los intereses transnacionales y de la operatoria de las grandes potencias en el golpe de Estado de 1976 y en el sustento al proyecto político-económico de la dictadura militar. En cambio, identificaba al régimen dictatorial argentino con el nacionalismo y la defensa de la soberanía argentina sobre las Malvinas. Johnson no era un historiador tan memorioso como Funes, el de Borges, y no recordaba que el primer campo experimental del neoliberalismo no habían sido ni la Gran Bretaña de Thatcher ni los Estados Unidos de Reagan sino el Chile de Pinochet y la Argentina de Videla. ¿De que tipo de nacionalismo nos habla Johnson, cuando gracias a aquella guerra la señora Margaret, la dama que no tuvo escrúpulos para hundir al “Belgrano” y destruir cientos de vidas sin ninguna razón, pudo ser reelegida con un discurso nacionalista triunfante después de haber devastado económicamente a su propio país.?
Para las producciones académicas locales predominantes por esa época, las causas del autoritarismo militar y de la crisis y “declinación” económica argentina serían el resultado de un presunto “aislacionismo”, cuando no, siguiendo a pie juntillas a Johnson, de un “desafío nacionalista”. Se soslayaba así el hecho de que la inserción internacional de la Argentina que se pretendía explicar con esos presupuestos devenía, por el contrario, de su estrecha y peculiar dependencia de las tendencias globalizadores impuestas por los grandes poderes mundiales en el escenario internacional. Tales interpretaciones eran además la consecuencia de una concepción que adjudicaba la génesis y desarrollo de la “declinación” argentina a la industrialización mercado internista cimentada desde la posguerra, contrastándola con la Argentina “abierta” de principios de siglo, la del modelo agroexportador y la “conexión especial” con la potencia dominante. Esta concepción, había sido una matriz del pensamiento conservador liberal argentino desde siempre y tenía un claro predominio en círculos del establishment económico, político y académico local en la década del ’80. Más allá de su escasa cientificidad, su revitalización emergía en realidad de la legitimación del propio proceso de desindustrialización y endeudamiento impuesto a partir de 1976 y constituía la base de las formulaciones históricas y teóricas que procuraban revisar la historia del país para justificar esas políticas. La drástica reconfiguración del escenario internacional que implicó el fin de la bipolaridad entre las dos superpotencias, desde la caída del muro de Berlín hasta el derrumbe de la Unión Soviética en 1991, en lo que se anunció como un “Nuevo Orden Mundial” y se afirmó en el llamado “Consenso de Washington”, dio un mayor respaldo a la plataforma en que se apoyaron los grandes cambios en la política económica y exterior locales operados en los años ’90.
Según lo plantea María Cecilia Míguez en su reciente libro Los partidos políticos y la política exterior argentina la aplicación del modelo neoliberal que culminó en el plan de convertibilidad de 1991, implicó un salto cualitativo, un verdadero punto de inflexión en la política exterior argentina, con la adopción de la política de “alineamiento automático” con los EE.UU. Esta nueva conducta política externa tuvo determinantes internacionales y propios. Se afianzó desde fines de 1990 con el envío de naves argentinas a la guerra del Golfo, en ruptura con las tradiciones de defensa del principio de no intervención; y con las negociaciones sobre la deuda externa a través de la aplicación del Plan Brady que acompañó a la ley de convertibilidad en 1991. Pero esos cambios no surgieron espontáneamente ni tuvieron un solo protagonista político, este es el principal mérito de su trabajo.
Cómo la autora lo señala claramente a lo largo de densas páginas, desde el retorno a la democracia en 1983 hasta el 2001 los dos partidos de origen popular, la UCR y el justicialismo no revirtieron la inserción internacional del país que estableció la última dictadura militar, y la política exterior terminó convirtiéndose, aún antes de la llegada de Menem al gobierno, en un instrumento esencial del modelo económico neoliberal que impuso aquella dictadura. Pero fue, sobre todo, a partir de 1987 en dos etapas sucesivas –la primera que Míguez denomina de génesis entre aquel año y 1991 y la segunda de despliegue, desde ese momento y el 2001, incluyendo el cambio constitucional de 1994 y el gobierno de la Alianza cuando el modelo entra definitivamente en crisis– que ambos partidos políticos, en el poder y en la oposición, consensuaron un mismo tipo de vínculos externos.
Con ese consenso que nace justamente hacia 1987 –como queda ampliamente demostrado– basado en las nuevas relaciones de fuerza internacionales y en los condicionamientos del FMI, se fueron dejando atrás definitivamente las políticas industrialistas y de defensa del interés nacional que, en su mayoría y de una forma u otra, expresaban el origen o instancias decisivas en la formación de esos partidos. Las bases internas de sustentación de los programas anteriores se habían debilitado profundamente merced al proceso dictatorial que abandonó el proceso de industrialización, reprimarizó la producción y hundió a la economía con un modelo de valorización financiera basado en la especulación, el endeudamiento externo y la subordinación del país en el marco internacional.
Los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina, revirtieron esta situación tanto del punto de vista económico como político. El desendeudamiento; el rechazo del ALCA; la prioridad que adquiere el proceso de integración regional, especialmente con la creación de la Unasur; el alejamiento de los dictados del FMI y el Banco Mundial; la transformación del esquema financiero predominante en otro productivo; la redistribución de ingresos a favor de los sectores más carenciados y la prioridad dada al esclarecimiento y juzgamiento de los crímenes de la dictadura, se enlazan con un nuevo concepto de autonomía en el orden internacional que se halla en la vereda opuesta del consenso de 1987. ¿Qué es lo que vemos entonces? La formación de un nuevo consenso de las fuerzas políticas derrotadas en el 2003, que replantean como programa la vuelta al pasado. El libro de Míguez constituye así un fuerte recordatorio para que la ciudadanía argentina no vuelva a padecer los estragos de un sistema basado en la dependencia económica, la subordinación política a los grandes poderes mundiales, y la injusticia social.