Última correspondencia entre San Martín y Rosas
Desde Boulogne, donde se había trasladado San Martín por
las revueltas en Francia, felicitaba a Rosas por el levantamiento del bloqueo:
Boulogne sur Mer, 2 de noviembre de 1848
Exmo. Sr. Capitán general D. Juan Manuel de Rosas.
Mi respetado general y amigo:
A pesar de la distancia que me separa de nuestra patria, usted me hará la
justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo á mi achacosa vejez.
Así es que he tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del
injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa;
esta satisfacción es tanto más completa cuanto el honor del país no ha tenido
nada que sufrir, y por el contrario, presenta á todos los nuevos Estados Americanos
un modelo que seguir. No vaya usted á creer por lo que dejo expuesto, el que
jamás he dudado que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna
concesión humillante presidiendo usted á sus destinos; por el contrario, más
bien he creído no tirase usted demasiado la cuerda de las negociaciones
seguidas cuando se trataba del honor nacional. Esta opinión demostrará á usted,
mi apreciable general, que al escribirle, lo hago con la franqueza de mi
carácter y la que merece el que yo he formado del de usted. Por tales
acontecimientos reciba usted y nuestra patria mis más sinceras enhorabuenas.
Para evitar el que mi familia volviese á presenciar las trágicas escenas que
desde la revolución de febrero se han sucedido en París, resolví transportarla
á este punto, y esperar en él, no el término de una revolución cuyas
consecuencias y duración no hay previsión humana capaz de calcular sus
resultados, no sólo en Francia, sino en el resto de la Europa; en su
consecuencia, mi resolución es el de ver si el gobierno que va á establecerse
según la nueva constitución de este país ofrece algunas garantías de orden para
regresar á mi retiro campestre, y en el caso contrario, es decir, el de una
guerra civil (que es lo más probable), pasar a Inglaterra, y desde este punto
tomar un partido definitivo.
En cuanto á la situación de este viejo continente, es menester no hacerse la
menor ilusión: la verdadera contienda que divide su población es puramente
social; en una palabra, la del que nada tiene, tratar de despojar al que posee;
calcule lo que arroja de sí un tal principio, infiltrado en la gran masa del
bajo pueblo, por las predicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles
de panfletos; si á estas ideas se agrega la miseria espantosa de millones de
proletarios, agravada en el día con la paralización de la industria, el retiro
de los capitales en vista de un porvenir incierto, la probabilidad de una
guerra civil por el choque de las ideas y partidos, y, en conclusión, de una
bancarrota nacional visto el déficit de cerca de 400 millones en este año, y
otros tantos en el entrante: éste es el verdadero estado de la Francia y casi
del resto de la Europa, con la excepción de Inglaterra, Rusia y Suecia, que
hasta el día siguen manteniendo su orden interior.
Un millar de agradecimientos, mi apreciable general, por la honrosa memoria que
hace usted de este viejo patriota en su mensaje último á la Legislatura de la
provincia; mi filosofía no llega al grado de ser indiferente á la aprobación de
mi conducta por los hombres de bien.
Esta es la última carta que será escrita de mi mano; atacado después de tres
años de cataratas, en el día apenas puedo ver lo que escribo, y lo hago con
indecible trabajo; me resta la esperanza de recuperar mi vista en el próximo
verano en que pienso hacerme hacer la operación á los ojos. Si los resultados
no corresponden á mis esperanzas, aun me resta el cuerpo de reserva, la
resignación y los cuidados y esmeros de mi familia.
Que goce usted la mejor salud, que el acierto presida en todo lo que emprenda,
son 4os votos de este su apasionado amigo y compatriota.
José de San Martín.
(Su correspondencia. Madrid. 1919.ps.159-161)
Como vemos en esta notable carta, San Martín no oculta su temor a Rosas, en
cuanto a que éste tire demasiado de la cuerda en la negociación. La aprobación
de San Martín le servia a Rosas de estímulo suficiente para mantenerse firme en
su proceder.
El ejemplo y la modestia.
Concluido del arreglo con Southern, Rosas contesta la carta
del Libertador:
Buenos Aires, marzo de 1849.
Exmo. Sr. D. José de San Martín.
Mi querido general y amigo:
Tengo sumo placer en contestar su muy estimada carta fecha 2 de noviembre
último. Aprecio intensamente las benévolas expresiones en cuanto a mi conducta
administrativa sobre el país en la intervención anglo francesa, en los asuntos
de esta República. La noble franqueza con que usted me emite sus opiniones da
un gran realce a la justicia que usted hace a mis sentimientos y procederes
públicos.
Nada he tenido más a pecho en este grave y delicado asunto de la intervención,
que salvar el honor y dignidad de las Repúblicas del Plata, y cuanto más
fuertes eran los enemigos que se presentaban a combatirlas, mayor ha sido mi
decisión y constancia para preservar ilesos aquellos queridos ídolos de todo
americano. Usted nos ha dejado el ejemplo de lo que vale esa decisión, y no he
hecho más que imitarlo.
Todos mis esfuerzos siempre serán dirigidos a sellar las diferencias existentes
con los poderes interventores de un modo tal, que nuestra honra y la independencia
de estos países, como de la América toda, queden enteramente salvos e
incólumes.
Agradezco sobremanera las apreciables felicitaciones que me dirige por el
levantamiento del bloqueo de estos puertos, por las fuerzas de los poderes
interventores. Este hecho, que ha tenido lugar por la presencia sola de nuestra
decidida constancia y por la abnegación con que todos nos hemos consagrado en
la defensa del país tan injustamente agredido, será perpetuamente glorioso. Ha
tenido lugar sin que por nuestra parte hayamos cedido un palmo de terreno.
Acepto complacido, pues, sus felicitaciones, y al retornárselas con
encarecimiento, me es satisfactorio persuadirme que usted se regocijará de un
resultado tan altamente honorífico para la República.
Siento que los últimos acontecimientos de que ha sido teatro la Francia hayan
turbado su sosiego doméstico y obligándolo a dejar su residencia de Paris por
otra más lejana, removiendo allí su apreciable familia, a esperar su desenlace.
Es verdad que éste no se presenta muy claro: tal es la magnitud de ellos y
tales las pasiones e intereses encontrados que compromete. Difícil es que lo
pueda alcanzar la previsión más reflexiva. En una revolución en que, como usted
dice muy bien, la contienda que se debate es sólo del que nada tiene contra el
que posee bienes de fortuna, donde los clubs, las logias y todo lo que ellas
saben crear de pernicioso y malo, tienen todo predominio, no es posible atinar
qué resultados traigan, y si la parte sensata y juiciosa triunfará al fin de sus
rapaces enemigos y cimentará el orden en medio de tanto elemento de desorden.
Quedo instruido de su determinación de pasar a Inglaterra, si se enciende una
guerra civil (muy probable) en Francia, para desde ese punto tomar un partido
definitivo, y deseo vivamente que ella le proporcione todo bien, seguridad y
tranquilidad personal.
Soy muy sensible a los agradecimientos que usted me dirige en su carta por la
memoria que he hecho de usted en el último mensaje a la Legislatura de la
Provincia; ¿cómo quiere usted que no lo hiciera, cuando aún viven entre
nosotros sus hechos heroicos, y cuando usted no ha cesado de engrandecerlos con
sus virtudes cívicas? Este acto de justicia ningún patriota puede negarlo (y
mengua fuera hacerlo) al ínclito vencedor de Chacabuco y Maipú. Buenos Aires y
su Legislatura misma me harían responsable de tan perjudicial olvido, si lo
hubiera tenido. En esta honrosa memoria sólo he llenado un deber que nada tiene
usted que agradecerme.
Mucha pena siento al saber que la apreciable carta que contesto, será la última
que usted me escribirá, por causa de su desgraciado estado de la vista; ¡ojalá
que sus esperanzas de recuperarla por medio de la operación que se propone,
tenga por feliz resultado su entero restablecimiento! Fervientemente ruego al
Todopoderoso que así sea y que recompense sus virtudes con este don especial.
Al menos, mi apreciable general, es consolante para mí saber que, en caso
desgraciado, no le faltará resignación. Ella y los cuidados de su digna familia
harán más soportables los desagrados de una posición mucho más penosa para
cualquier otro que no tenga la fortaleza de espíritu de usted.
Deseándole, pues, un pronto y seguro restablecimiento y todas las felicidades
posibles, tengo el mayor gusto, suscribiéndome, como siempre, su apasionado
amigo y compatriota.
Juan M. de Rosas.
(Su correspondencia. Madrid. 1919.ps.159-161)
Nótese en la carta, por un lado la admiración y respeto de Rosas hacia San
Martín, y por la modestia de sentirse un imitador: “Usted nos ha dejado el
ejemplo de lo que vale esa decisión, y no he hecho más que imitarlo”.
Un acto de justicia
En la siguiente misiva, San Martín le agradecía el nombramiento de su yerno
para secretario de la legación en París:
Boulogne sur Mer, .29 de noviembre de 1848.
Exmo. Sr. Capitán general D. Juan Manuel de Rosas.
Mi respetado general y amigo:
En principios de este mes tuve la satisfacción de escribir a usted
felicitándolo por el levantamiento del injusto bloqueo con que hostilizaban a
nuestra patria la Inglaterra y la Francia. Ahora lo verifico con otro motivo
puramente personal. En mediados del presente mes comunicaron desde París, mi
amigo el señor don Manuel de Sarratea y mi hijo político don Mariano Balcarce,
el nombramiento que ha tenido usted la bondad de hacer a este último como
oficial de la Legación Argentina en Francia, y que estoy seguro desempeñará con
honor. Esta nueva y no prevista prueba de amistad me demuestra cada día más, el
empeño de usted de contribuir a hacer más soportables los males de este viejo
patriota. Gracias; un millón de gracias, mi apreciable general, por todos sus
favores; ahora sólo me resta suplicarle que, en el estado de mi salud
quebrantada y privado de la vista, si las circunstancias me obligasen a
separarme de este país, visto su estado precario, corno igualmente el del resto
de la Europa, permita usted el que dicho mi hijo me acompañe, pues me sería
imposible hacerlo sin su auxilio.
Que goce usted de salud completa, como igualmente el resto de su familia, que
el acierto presida a todo cuanto emprenda, y que sea usted tan feliz como son
los votos de este su reconocido amigo y compatriota.
José de San Martín "
El nombramiento de Mariano Balcarce en la legación de Paris para asistir a
San Martín en su delicada situación, era considerada por Rosas “un acto de
justicia” hacia quien tanto había hecho por la Patria, y así se lo expresa con
sobriedad y respeto en la próxima carta:
Buenos Aires, marzo de 1849.
Exmo. Sr. General D. José de San Martín.
Mi respetable general y amigo:
He tenido el gusto de recibir su apreciable carta fecha 29 de noviembre último.
Nada me es tan placentero que recibir un testimonio de aprecio por mis actos
públicos, como los que usted se digna dirigirme en ella, refiriéndose a su muy
estimable del 2 del mismo, que por separado contesto. Agradecido a sus altas
felicitaciones, solo quiero detenerme a ocuparlo aquí del asunto particular que
lo motiva.
En el nombramiento que el Gobierno ha hecho en su hijo político para oficial de
la Legación Argentina en París, sólo ha sido guiado del íntimo deseo de
manifestarle a usted el vivo aprecio que hace de sus inmarcesibles servicios a
la patria, y los honorables antecedentes de su digno hijo. Si este acto de
justicia ha sido acogido por usted con tanto agradecimiento, para mí no ha sido
menor mi satisfacción el haber podido demostrarle el distinguido aprecio que de
usted hago, así como de su digna familia. Pero es bien entendido que en la
distinción hecha a don Mariano Balcarce, asignándole un puesto en la Legación
Argentina en París, no puede comprenderse la idea de separarle un apoyo con que
usted cuenta en su bien sensible situación, ni quitarle el auxilio de su
persona, que tanto lo requiere su interesante salud. Puede usted estar seguro
que si llegase el caso de tener usted que separarse de ese país, don Mariano
Balcarce lo acompañará, y desde ahora lo autorizo para que así lo haga,
bastando para ello que usted muestre esta carta al señor don Manuel de
Sarratea, ministro plenipotenciario en París.
Dejando así llenados sus deseos, sólo me resta expresarle mis vivos deseos por
el completo restablecimiento de su importante salud y que se persuada que soy y
seré siempre su afectísimo amigo y compatriota.
Juan Manuel de Rosas.
(San Martín. Su correspondencia. ps.153.156 - Ibídem.t.VI.p.238-241)
Convención Lepredour-Arana-Villademoros
En 1849, Rosas y Rosas habían negociado un nuevo convenio, que no variaban en
lo fundamental de “las bases Hod”, sujeto a la aprobación del gobierno francés.
En el tratamiento que se le dio en el parlamento francés, y fogoneado por los
agentes de Montevideo, abundaron los discursos guerreros de los chauvinistas
franceses, y pedían una nueva expedición armada en guerra abierta contra la
Confederación. Pero los franceses sabían donde le apretaban la botas, y
terminaron mandando una supuesta “negociación armada”, con apoyo de la flota y
tropas de desembarco, para el caso de que Rosas rechazara. Al frente de la
misión estaba el mismo Lepredour, para desilusión de los hombres de Montevideo.
Entretanto San Martín le ha escrito al Sr. Bineau, ministro de Obras Públicas,
el 23 de diciembre de 1849:
Mi querido señor:
Cuando tuve el honor de hacer vuestro conocimiento en la casa de Mme. Aguado,
estaba muy distante de creer que debía algún día escribiros sobre asuntos
políticos; pero la posición que hoy ocupáis, y una carta que el diario La
Presse acaba de reproducir el 22 de este mes, carta que habla escrito en 1845
al Sr. Dickson sobre la intervención unida de la Francia y la Inglaterra en los
negocios del Plata, y que se publicó sin mi consentimiento en esa época en los
diarios ingleses, me obligan a confirmaros su autenticidad, y a aseguraros
nuevamente que la opinión que entonces tenía no solamente es la misma aún, sino
que las actuales circunstancias en que la Francia se encuentra sola, empeñada
en la contienda, viene a darle una nueva consagración.
Estoy persuadido que esta cuestión es más grave que lo que se la supone
generalmente; y a los 11 años de guerra por la independencia americana, durante
los que he comandado en jefe los ejércitos de Chile, del Perú y las provincias
de la Confederación Argentina me han colocado en situación de poder apreciar
las dificultades enormes que ella presenta, y que son debidas a la posición
geográfica del país, al carácter de sus habitantes y a su inmensa distancia de
la Francia. Nada es imposible al poder francés y a la intrepidez de sus
soldados; mas antes de emprender los hombres políticos pesan las ventajas que
deben compensar los sacrificios que hacen.
No lo dudéis, os lo repito: las dificultades y los gastos serán inmensos, y una
vez comprometida en esta lucha, la Francia tendrá a honor el no retrogradar, y
no hay poder humano capaz de calcular su duración.
Os he manifestado francamente una opinión en cuya imparcialidad debéis tanto
más creer cuanto que establecido y propietario en Francia 20 años ha, y
contando acabar ahí mis días, las simpatías de mi corazón se hallan divididas
entre mi país natal y la Francia, mi segunda patria.
Os escribo desde mi cama en que me hallo rendido por crueles padecimientos que
me impiden tratar con toda la atención que habría querido un asunto tan serio y
tan grave.
Tengo el honor, señor, con la más profunda consideración.
Vuestro muy obsecuente servidor.
José de San Martín
(Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación. t.III.ps.237.238)
Esta carta, leída en reunión de gabinete francés, seguramente apaciguó lo
ánimos belicosos de los ministros.
Rosas no eludía la negociación diplomática, pero no estaba dispuesto a negociar
bajo amenaza, y cuando la misión llega al Plata, Lepredor justifica las tropas
para “desarmar a los extranjeros de Montevideo”.
El nuevo arreglo en nada diferiría con lo estipulado en 1849, y las bases Hood:
la soberanía argentina sobre el Paraná, la argentino-uruguaya sobre el Uruguay,
la retirada de las tropas argentinas auxiliares de oribe después del desarme de
lso extranjeros de Montevideo, el tratamiento a Oribe de presiente legal y al
de Montevideo autoridad de hecho. Nada había cambiado en lo esencial.
Al conocer la convención, Herrera y Obes le escribe a Lamas: “El
almirante debe venir al Cerrito a tratar con Cribelo lo relativo al Estado
Oriental. Si Ud. recuerda lo que pasó, cuando protesté el 9 de abril, verá con
toda claridad lo que eso importa. Rosas no ha querido reconocernos su no como
autoridad de hecho y con ello se ha conformado el almirante, pues que por nada
ha querido entenderse con nosotros”.
El 6 de julio, el mismo Herrera y Obes le escribe a Poucel: “El
contralmirante aún continúa en Buenos Aires, a pesar que el 18 del pasado firmó
con Rosas una convención ad-referendum fuera, completamente, de las
instrucciones escritas que se le dieron. Según parece, cuando venga, pasará al
Cerrito a hacer con D.Manuel Oribe otro tratado semejante al que celebró en
mayo del 49 y así tendremos mutatis mutandi los mismo que la vez pasada”….”El
contralmirante no es ni loco ni estúpido y sus honorables antecedentes
autorizan menos las suposiciones infamantes; es imposible, pues, dejar de creer
que en lo que está haciendo, no hace más que obedecer las ordenes de su
gobierno...” (Herrera y Obes. Correspondencia,t.III.ps.31.32 – Carta
del 26 de junio de 1850)
Herrera y Obes piensa seguir la resistencia, a la espera del milagro, y el 25 de
julio informa de nuevo a Lamas:
"Ante noche llegó el almirante con D. Antonino Reyes, titulado
encargado de negocios del Estado Oriental cerca del gobierno de Buenos Aires.
Este pasó inmediatamente para el Cerrito, adonde debe ir pasado mañana el Sr.
Lepredour. El objeto de esta ida, es, según el almirante, arreglar con D.
Manuel Oribe lo relativo a la evacuación del territorio por las tropas
argentinas. Nos lo ha dicho ayer en una visita muy larga y muy ceremoniosa que
nos ha hecho. Las tropas desembarcarán dentro de muy breves dias, pues nos ha
pedido la venia sin perjuicio de hacer la petición por escrito y del modo que
el gobierno se lo ha exigido. Estas no tomarán su posición de beligerantes
hasta no obtener la resolución del gobierno francés sobre el arreglo con Rosas;
pero servirán para dar apoyo al gobierno, siempre que sea necesario, para
mantener el orden y proteger a esta población. Repito a Vd. las mismas palabras
del almirante".
En cuanto a la negociación, lo único que nos dice nuestro corresponsal, es, que
lo convenido con Rosas, lejos de ser mejor es peor que lo pactado en la
anterior negociación que es una burla completa de la Francia; que la evacuación
del territorio está pactada para cuando el tratado sea ratificado, pero
debiendo quedar en el país igual número de tropas argentinas al de las fuerzas
francesas que haya desembarcado y marinos a bordo de los buques de guerra; que
a los 3 meses de ratificado el tratado, las tropas desembarcadas se volverán a
embarcar y se irán para Francia, y entonces evacuarán el territorio las tropas
argentinas que hayan quedado en él. Esta estipulación está basada en que siendo
la República Argentina garante de la independencia de este país, y hallándose
ella amenazada por la presencia de la tropa francesa, él no puede hacer
abandono de ese derecho y de ese deber. Siendo esto cierto, como no lo dudo, es
una buena lección dada al Brasil y que en boca de Rosas tiene más significado
que en la de ningún otro. En lo relativo a la presidencia, Rosas no ha querido
pactar nada, diciendo que eso era atribución del gobierno oriental, del mismo
modo que lo referente a la devolución de propiedades, amnistía, etc., etc. El
convencionar sobre esos puntos es el objeto de la ida del almirante al Cerrito.
En la convención, nosotros somos calificados de autoridad de hecho y D. Manuel
Oribe de presidente legal.
Yo lo único que puedo decir a Vd. es que atacado el almirante, en la
conversación de ayer, sobre ese punto, y viéndose sumamente estrechado, me
dijo: "Pero señor ministro, ¿es o no es un hecho que el general Oribe está
en posesión de todo el país, menos de esta ciudad? Si lo es, como no puede
negarse, lo es igualmente que él es la autoridad que lo representa; porque es
la única que tiene el poder y los medios de hacer cumplir los pactos de la
nación; y en tal caso, que la Francia, que no puede ni debe mezclarse en las
cuestiones internas del país, que no debe ver sino los hechos, debe entenderse
con D. Manuel Oribe, y tratar y convencionar con él, considerándole como debe considerarle,
para que haya consecuencias en sus actos y que lo que se pacte no lleve en sí
mismo un vicio insanable de, nulidad". ¡Calcule Vd. por esto lo que el
hombre habrá hecho! ... Después que haya concluido con Oribe el almirante
volverá a Buenos Aires, a dar la última mano al negociado” (Ob.cit.
t.III ps.65.67)
El 31 de agosto y el 13 de septiembre se estamparon al pie
de las respectivas convenciones, las firmas de Lepredour, Arana y
Villademoros.
El último adiós de San Martín
Fue en tales circunstancias que le fue entregada a Rosas la última carta que
San Martin le escribió antes de morir. Está datada el 6 de mayo de 1850, cuando
Rosas acababa de arreglar el acuerdo con Lepredour.
Boulogne, 6 de mayo de 1850.
Exmo. Sr. Gobernador y capitán general D. Juan Manuel de Rosas
Mi respetado general y amigo:
No es mi ánimo quitar á usted con una larga carta, el precioso tiempo que
emplea en beneficio de nuestra patria.
El objeto de ésta es el de tributar a usted mis más sinceros agradecimientos al
ver la constancia con que se empeña en honrar la memoria de este viejo amigo,
como lo acaba de verificar en su importante mensaje de 27 de diciembre pasado;
mensaje que por segunda vez me he hecho leer, y que como argentino me llena de
un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el
honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos,
efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se
habrán hallado.
Por tantos bienes realizados, yo felicito á usted muy sinceramente, como
igualmente á toda la Confederación Argentina.
Que goce usted de salud completa, y que al terminar su vida pública sea colmado
del justo reconocimiento de todo argentino, son los votos que hace y hará
siempre en favor dé usted su apasionado amigo y compatriota.
José de San Martín.
(San Martín.Su correspondencia. Ed.América. Madrid, 1919, p.166)
El debido homenaje
La respuesta de Rosas a San Martín está fechada la antevíspera de la muerte del
Libertador:
Buenos Aires, agosto 15 de 1850.
Señor general D. José de San Martín.
Mi querido amigo y respetado general:
Aunque mis ocupaciones son de un tamaño tal que están en suma desproporción con
el tiempo que puedo darles, no obstante, por largas que fuesen las cartas de
usted, cuanto más la del 6 de mayo próximo pasado, me daría siempre descanso y
estímulo para rehacer mis fuerzas en esta lucha de negocios siempre crecientes.
Si en el último mensaje, como en otros anteriores, he hecho el debido homenaje
a la memoria de usted, ha sido, entre otras consideraciones, porque me ha
cabido la suerte de consolidar la independencia que usted conquistó, y he
podido apreciar sus afanes por los míos.
Puesto que una multitud de objetos colocados en un cuadro, pueden sólo ser
abarcados desde la distancia, ya se habrá usted apercibido con más calma que
yo, del torrente de dificultades que debo atravesar para poner la patria en
salvo y colocarla en el camino limpio que debe seguir.
Mi último mensaje puede haber parecido minucioso, pero a mi ver, el edificio
social se ha desplomado en Europa porque sus hombres de Estado, elevados
siempre en las altas regiones de la política, no descienden a cuidar tantos
pequeños elementos que, abandonados en la oscuridad, carcomen la base del poder
más sólido. Usted sabe cuánta influencia ejercen las más pequeñas causas en las
grandes empresas.
No era, pues, de extrañar, ni justo, que recordando los méritos que han
contraído los gobernadores de las provincias y otros muchos individuos
subalternos nombrados en el mensaje, el nombre ilustre de usted no figurase en
primera línea, cuando su voto imponente acerca del resultado de la intervención
ha sido pesado en los consejos de los injustos interventores.
Sólo me resta devolver a usted, a nombre de la Confederación Argentina y mío,
las felicitaciones que nos dirige, deseando que el viejo soldado de la
independencia pueda vivir largos años en salud, para que veamos nuestra querida
patria independiente, tranquila, libre y feliz.
Estos son igualmente los deseos constantes de este su sincero amigo y
compatriota.
Juan M. de Rosas."
(San Martín.Su correspondencia. Ed.América. Madrid, 1919, p.167.168)