La sociedad Interamericana de Prensa es el arma mediática del imperio

Por Rodrigo Santillán Peralbo

La Sociedad Interamericana de Prensa –SIP- debería llamarse Sociedad Interamericana de Propietarios de Periódicos, Medios de Comunicación y Afines, y definir sus objetivos como una organización de empresarios de la comunicación social al servicio de los intereses de dominación neocolonial del imperio, y como poderosa arma mediática de colonización ideológica y control político de los pueblos, para impedir su insurgencia liberadora.

La SIP se ha erigido -cínicamente- como una entidad defensora de la libertad de expresión del pensamiento y de opinión y de la libertad de prensa, derechos irrenunciables, generalmente, pisoteados por los miembros de esa sociedad que imponen férreo control y censura a los periodistas. De allí que resulta sospechosa la defensa de la libertad de expresión cuando se comprende que esa defensa, es en realidad, la defensa del derecho de los dueños de los medios, para decir todo lo que se les ocurra en defensa de los intereses del imperio y de los intereses de las clases dominantes a las que se pertenecen, o a las que sirven a cambio de un plato de lentejas, o en gratitud por haber sido adoptados como hijos putativos de las oligarquías.
La famosa SIP fue y es un engendro de la Agencia Central de Inteligencia -CIA- de Estados Unidos para convertirla en una institución de reproducción ideológica del imperio, para utilizar a la prensa como instrumento o arma de dominación neocolonial y para defender los intereses económicos, sociales y culturales de las oligarquías latinoamericanas que “son dominantes hacia adentro y dominadas desde afuera” (la metrópoli imperial), según pensamiento del periodista uruguayo Eduardo Galeano.
Si se intenta comprender el pensamiento de personas e instituciones, siempre es indispensable referirse a sus orígenes y evolución, así se descubrirán los fines y objetivos de cada quien, los intereses ocultos, la ideología que adoptan; de dónde vienen y a quién sirven.
Los fundadores y dirigentes de la Sociedad Interamericana de Prensa que diseñaron las bases de su funcionamiento y la orientación ideológica marcadamente anticomunista, fueron los agentes de la CIA coronel Jules Dubois y Joshua Powers, y el funcionario del Departamento de Estado, Tom Wallace.
Originalmente la SIP fue fundada en Cuba en 1943, y nació bajo el auspicio del dictador Fulgencio Batista, que conforme con su estatuto inicial, agrupaba a periodistas de todas las tendencias, pero en una reunión en Nueva York a la que “ni siquiera pudo acceder el delegado comunista cubano Carlos Rafael Rodríguez, aunque era tesorero de la organización, los estatutos fueron cambiados y la institución fue secuestrada”, recordaba el periodista cubano Ernesto Vera, fundador de la Federación Latinoamericana de Periodistas -FELAP- .
En la conferencia de 1950 de la SIP, habida en New York, los agentes de la CIA Joshua Powers y Jules Dubois lograron expulsar a los periódicos de tendencia "comunista" de entre sus filas, decisión afín a la línea "pluralista" tan mentada por la organización, imponiéndose luego a Washington como sede de la organización.
El periodista Miguel Armoa Mariátegui, expresaba que los dueños de la SIP no han sido elegidos por ninguna elección democrática, pero el poder que ejercen supera a cualquier gobierno, pues sus mandatos no tienen plazo. Poseen el monopolio de la información, y de los medios de comunicación social, son el poder oculto detrás de las palabras impresas, las imágenes de televisión o los espectros radioeléctricos. Su poder roza la omnipotencia, donde las fronteras de los Estados no llegan, en la tierra de nadie, donde solo las mafias dominan.
Sostenía que aquellos personajes, llamados empresarios de medios, agrupados en su organización madre, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), entre los insólitos reclamos debatidos, se habló de la ambigua "necesidad" de penalizar internacionalmente a las autoridades que no tengan cuidado en sus expresiones sobre la prensa, pues se "puede crear un efecto amedrentador", que no facilita el ejercicio de la libertad de expresión. Es decir, el totalitarismo mediático, busca prohibir las críticas y la libertad de expresión de quienes quieran criticarlos. No se habló sin embargo de que la prensa tenga cuidado en sus expresiones para promover golpes de Estado, manipular o censurar informaciones.
“La SIP tiene razones para aborrecer las críticas a sus socios, y a su organización, pues tienen un sucio expediente demasiado groso”. A la luz de numerosos documentos, muchos de ellos desclasificados por la propia CIA, se conoce, sin lugar a equívocos, que esa Sociedad se convirtió en poderosa arma de la política imperial para América Latina y el Caribe. Así, en tanto reproductores de la ideología imperial, fueron instrumentos de la “Guerra Fría” para insultar, calumniar y agredir a la Unión Soviética y en uso del rabioso anticomunismo, propalar horrendos engaños y mentiras para convertir a los pueblos explotados por el capitalismo, en defensores de sus explotadores y en odiadores del socialismo-comunismo al que convirtieron en diablo repulsivo.
En la actualidad, el poder mediático ejercido por la SIP y sus socios, salvo pocas y valiosas excepciones, no pierde oportunidad para agredir, hasta con torpes burlas, a gobernantes calificados por el imperio como “peligrosos” e “indeseables” y así atacó y ataca, hasta denigrarlos, a los gobernantes del ALBA: Fidel y Raúl Castro de Cuba, Hugo Chávez Frías y hoy Nicolás Maduro de Venezuela, Daniel Ortega de Nicaragua, Evo Morales de Bolivia, al gobierno de los Kirchner de Argentina, así haya fallecido Ernesto, e inclusive a Rafael Correa Delgado de Ecuador, cuando adopta en su discurso, alguna posición antiimperialista o cuando se vuelve furibundo crítico de la “prensa corrupta”, de conformidad con el pensamiento de muchos críticos del sistema mediático a nivel mundial y regional.
Esa conceptualización negativa del Presidente ecuatoriano y de otros llamados progresista se debe a que el periodismo de estos tiempos adolece de muchos defectos: por temor o abulia no se investigan hechos fundamentales relacionados con toda clase de corruptelas, se banalizan la cultura y los hechos sociales, se prioriza la crónica roja, se mercantiliza la información, se difunden las deficiencias sociales de los pueblos, se exaltan valores-antivalores para desviar la atención de los pueblos sobre realidades, actos y omisiones de los gobernantes de turno o de las acciones del imperio contra la paz y derecho de los pueblos a su autodeterminación.
En el Informe McBride o Un Mundo Muchas Voces se sostenía, luego de profundos estudios científicos auspiciados por la UNESCO, que los medios de comunicación causaban muchos efectos negativos entre los pueblos de la tierra y, entre ellos, el ejercicio del poder mediático para hacer ver al mundo con ojos ajenos y para hacer escuchar los sonidos del mundo con oídos ajenos; porque esos medios sólo difunden informaciones y opiniones que sean de interés geopolítico del imperio y de las clases dominantes En otras palabras, las grandes empresas de la comunicación social agrupadas en la SIP, tienen la función de construir realidades y conceptos que sirvan a los objetivos imperiales y de los sectores dominantes a nivel nacional.
Así los pueblos son alienados para que paulatinamente pierdan su identidad, aculturados para permitir la penetración cultural del “american way life” o del famoso “American dream”, desnacionalizados para arrancar las raíces nacionales y deshumanizados con la pérdida de valores del humanismo universal, en beneficio de la creación de sociedades de consumo que terminan por cosificar al ser humano, expresaba el periodista y maestro ecuatoriano José Felix Silva, prematuramente fallecido.
El Informe Mc Bride, con razones irrefutables, inclusive provenientes del Concilio Vaticano II, proclamó que era necesario y es indispensable construir un Nuevo Orden Internacional de la Información y la Comunicación -NOIIC- que permita democratizar la propiedad de los medios de comunicación social, que posibilite establecer un real equilibrio en el flujo de la información y comunicación norte-sur, que devuelva la voz y el rostro a los pueblos de la tierra y los convierta en sujetos de la comunicación social a fin de que dejen de ser simples objetos de consumo de los mensajes insertados en todos los medios de comunicación social.
La humanidad necesita esos cambios, pero Estados Unidos y sus poderosos aliados amenazaron con retirar el apoyo económico a la UNESCO y por intermedio de la SIP y de las agencias transnacionales de prensa, de publicidad y propaganda, satanizaron el Informe Mc Bride que terminó de archivarse cuando se derrumbó la Unión Soviética.
En consecuencia, la humanidad perdió el acceso a una verdadera libertad de expresión del pensamiento, y el necesario equilibrio en el flujo de la información fue reemplazado desde siempre por el “libre flujo de la información” tan propagandizado por la SIP porque el imperio muy bien sabe que, el manejo y uso de la información y comunicación, es factor clave en el control de los pueblos en el mundo, y eficaz arma de penetración ideológica según modelos creados por los expertos en guerra sicológica de la CIA, del Pentágono, del Instituto Tavistok y del CFR. El fin es la neocolonización y dominación planetaria.
Las técnicas de la intoxicación mental de las masas son el entretenimiento superficial con la difusión masiva de los productos de la industria cultural que convierte a la verdadera cultura de los pueblos en basura, la depurada técnica de la desinformación, tergiversación y manipulación de los hechos que ocurren en la realidad, la imposición de valores-antivalores del capitalismo y lógica denigración de las luchas de los pueblos por su liberación nacional, según tesis de José Félix Silva.
Stella Calloni en su ensayo: Manipulación y mentiras mediáticas que analiza el triste papel de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y el terrorismo mediático patronal, sostiene que el manejo de la información como factor básico de control de los pueblos en el mundo es uno los más avanzados elementos de la contrainsurgencia trazada en las oficinas de inteligencia de Estados Unidos, como un modelo de “guerra psicológica”.

Desinformación y manipulación se entretejen un una antigua trama desde los tiempos del colonialismo y como un ejemplo está lo sucedido durante el nazismo en Europa. La estructura “goebeliana” del control de los medios para dominar a una sociedad como en la Alemania de Adolf Hitler, no fue un invento del nazismo. Fue heredado de los usos y necesidades de las imposiciones coloniales, -de esto tiene mucho que aprenderse de los servicios de inteligencia británicos en su pasado imperial- remozado por Joseph Goebbels y llevado a su máxima y terrorífica expresión por sus seguidores estadounidenses y, publicistas y propagandistas imperiales y sus alumnos criollos del Tercer Mundo.
El uso de la información como un arma de dominio y de guerras, que viene de colonialismos diversos y otros, se planteó prácticamente desde la misma creación de la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) en 1947, que un año después de su aparición operaba ya con más de mil 500 millones de dólares de presupuesto abierto, porque existía otra “caja” para operaciones secretas, espionaje y contraespionaje y acciones encubiertas (clandestinas), calculado en otro 800 millones. Todo esto en función de la “guerra fría” que abarcaría más de medio siglo.
De ese presupuesto, un 30 por ciento estaba dirigido a acciones encubiertas y en este caso a proyectos de medios de comunicación y propaganda. A eso hay que agregar una población “flotante” de agentes locales en diversos países donde trabajaban.
En el rubro destinado a propaganda se calculan millones de dólares anuales enviados para la producción de artículos, fotografías y reportajes dirigidos a influir en los medios con una capacidad “que sobrepase todos los mayores servicios de noticias de todo el mundo”
La CIA comenzó a filtrarse en el campo de los medios masivos inmediatamente después de su creación cuando salió de la Oficina de Servicios Estratégicos (Office of Strategic Service) después de la Segunda Guerra Mundial. En esos primeros tiempos, su acción prioritaria se dirigió a los países de Europa. Entre los subsidiados en aquellos años estuvo “la prestigiosa revista francesa “Paris Match”, por ejemplo.
Por esos tiempos eran violentas las campañas antisoviéticas que aparecían en todos los medios europeos e influían en el resto del mundo. De acuerdo al periodista Carl Berstein, el mayor esfuerzo de captación y formación de medios lo hizo el ex director de la CIA Allen Dulles en 1953.
Una cantidad de directores de medios fueron convocados por Dulles para unirse a la causa contra el comunismo global, iniciando la CIA cursos de entrenamiento periodístico para sus agentes, tratando de colocarlos en las más grandes organizaciones noticiosas.
También instaló la práctica de solicitar información a los corresponsales acreditados en zonas de interés para la CIA. Era y es común la reunión de estos periodistas con personal de la CIA. Se aseguraba que este tipo de contacto -que no sólo continúa hasta estos días, sino que se incrementó en forma notable con las Doctrinas de Seguridad Nacional y luego con las “seguridades hemisféricas- se dio con decenas de organizaciones periodísticas. Incluso en los años 50 la mayoría de periodistas estadounidenses que regresaban a su país tenían contactos con la CIA.
En las investigaciones realizadas por The New York Times en 1977, se constató al menos a 22 organizaciones periodísticas de Estados Unidos que habían tenido contacto con la CIA incluyendo las grandes empresas ABC y CBC. La revista TIME, LIFE y NEWSWEEK, el propio diario The New York Times, el diario The News Herald Tribune, United Press International (UPI), American Press International (APE). Otros periódicos como la Cadena Scripps - Howard y The Cristian Sciense Monitor, The Wall Street Journal y otros, incluyendo Fodor’s editora de guía para turistas. Hubo otros importantes como Business Internacional, Mc London Broadcasting Organization, Film Daily y muchos más.
Pero en todo ese entramado, Estados Unidos había ido construyendo una de sus más importantes organizaciones de control mundial de la prensa, que hoy está en su mayor esplendor, especialmente desde los años 80, y con el avance de la “globalización” en los 90, hasta manejar en estos tiempos- mediante las nuevas tecnologías- el 95 por ciento de las noticias que circulan por el mundo, desinformando, manipulando y ocultando la verdad, como otra forma de control.”
En la actualidad la SIP tiene más de setecientos grandes medios de comunicación social agremiados, más de 400 son de Estados Unidos y, lógicamente sus máximos dirigentes son estadounidenses o latinos comprobados como obsecuentes servidores del imperio o previamente aprobados por la CIA. Algunos organismos de la SIP como su "Instituto Prensa y Sociedad-IPyS" son financiados abiertamente por elementos del gobierno estadounidense como la NED, la National Endowment for Democracy, fondo del Departamento de Estado que ayuda a "consolidar la democracia", o más bien, a desestabilizar gobiernos legítimos, como se sabe.
La fuerza de la propaganda golpeadora de conciencias, la manipulación de la comunicación e información ha sido eficaz al presentar a los miembros de la SIP como supremos sacerdotes de la libertad de expresión, cuando en la realidad son expertos censores, coartadores y acaparadores de ese derecho fundamental que le ha sido arrebato a los pueblos.
¿De qué libertad de expresión o de prensa habla la SIP si ha defendido -por medio de sus más conspicuos miembros, a los más infames y crueles dictadores de nuestra América Latina como Bordaberry, Pinochet, Videla, Anastasio Somoza, golpista nicaragüense apoyado por Estados Unidos para eliminar al gran revolucionario Augusto César Sandino; Hugo Ballivián, dictador boliviano que impidió la asunción democrática de Víctor Paz Estensoro, líder del Movimiento Nacionalista Revolucionario; Rafael Leónidas Trujillo Molina en República Dominicana. Todos estos gobiernos de facto, y otros más, fueron saludados con honores por la SIP. También, se sumaron al fenomenal accionar mediático cuando en abril del 2002 intentaron derrocar a Chávez y luego trataron al último dictador hondureño, Roberto Micheletti, impuesto por un golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos, como la “nueva autoridad” o “el nuevo gobierno”? ¿De qué libertad de expresión habla la SIP si muchos de sus destacados miembros sirvieron a las dictaduras más sanguinarias que violaron todos los derechos humanos, que persiguieron, desaparecieron y mataron a decenas de periodistas y apoyaron la clausura de decenas de periódicos, revistas, radiodifusoras? ¿De qué libertad de expresión habla la SIP si la inmensa mayoría de medios de comunicación latinoamericanos apoyaron entusiastas al neoliberalismo privatizador, vendepatria y fabricante de las miserias de los pueblos?
La SIP es una organización que tiene todo el derecho a expresarse, de decir lo que desee sobre la prensa. Sin embargo, tenemos derecho nosotros a saber que esta asociación empresarial -a lo largo de su historia- se mantuvo en un silencio encubridor con aquellos regímenes sanguinarios, pero leales a los intereses de Estados Unidos, cuando en esos países se llegaron a producir las más desgraciadas y públicas violaciones de los derechos humanos o de la libertad de expresión. Hoy, con democracias instaladas en toda Latinoamérica, esta sociedad y la mayoría de sus miembros se encargan de atacar, agredir y expresarse con diatribas y calumnias en los grandes medios de prensa a los gobiernos que la Casa Blanca ha tildado de desafectos o peligrosos para los intereses geopolíticos del imperio.. ¿Deberían ser realmente valoradas sus palabras hoy en día?

Ángel Rodríguez Álvarez de la ANC-UTPBA decía que por definición, la función social de la prensa es informar de forma oportuna, veraz y objetiva, entonces la libertad de prensa debe medirse a partir del cumplimiento o no de ese principio, pero en realidad ese no es, como debía ser, el punto de referencia y todo gira acerca del “derecho” de los dueños para exponer sus puntos de vista, invariablemente en defensa de los intereses de la clase social a la que pertenecen”. Para reforzar sus posiciones crearon y sirvieron a la SIP que no está integrada por periodistas de línea, interesados en hacer valer sus derechos profesionales”.
Para defender la libertad de expresión del pensamiento como patrimonio de los empresarios de la comunicación social no sólo está la SIP, sino también otra organización descalificada moralmente. Se trata de Reporteros sin Fronteras (RSF) que es otro engendro del imperio, y que recibe “colaboraciones directas” de la CIA, la NED y la USAID, agencias federales norteamericanas dedicadas a financiar, con sumas millonarias, el diversionismo ideológico y la subversión contra gobiernos populares.

“Robert Ménard, con nada de periodista y mucho de millonario, por obra y gracia de sus imperiales mentores, es otro Jules Dubois, enfrascado en elaborar listas complacientes para hacer el juego sucio del Departamento de Estado y la Casa Blanca. Una de sus patrañas ha sido la justificación del asesinato del camarógrafo español José Couso, a manos de un tanque norteamericano en el corazón del Bagdad ocupado. La libertad para engañar y confundir es la que defienden la SIP y RSF, sostenía Ángel Rodríguez Álvarez.
El periodista e historiador argentino Gregorio Selser, en un análisis publicado el 1 de diciembre de 1974 en la revista Dinamis, de Buenos Aires, sostenía: “La SIP tendió a inmiscuirse cada vez más prepotente y altaneramente en los asuntos internos de los países del continente, como si la OEA o algún otro organismo supranacional hubiera delegado en ella la visión de velar los postulados de la libertad de prensa. [...] Obtenía de ese modo plusvalía al equívoco generalizado de que obraba en nombre de los periodistas del continente, cuando sólo era la expresión de los dueños de la prensa que en no pocos casos apenas si saben leer y escribir”
En el Ecuador se discutía una Ley de Comunicación patrocinada y engendrada por Correa y sus áulicos que, desde su primer proyecto fue rechazado, denigrado, advertido como claro atentado a la libertad de expresión y calificado como una Ley Mordaza por los sectores de oposición política de las derechas más recalcitrantes y, lógicamente, apoyado con fervor por la SIP. Está bien que los ecuatorianos se ocupen del problema y lo debaten con pasión e intensidad, pero que venga la SIP a santificar la libertad de expresión tantas veces pisoteada por esa organización y sus miembros, es una ofensa a la moral pública, a la inteligencia del periodista ecuatoriano y a la dignidad nacional. O que venga Gonzalo Marroquín, dueño junto a su hermano y primo, de los principales periódicos de Guatemala que apoyaron a las dictaduras, que callaron los crímenes de las dictaduras, que ocultaron el asesinato y desaparición de periodistas y que hoy funge como Presidente de esta entidad, a pontificar sobre la libertad de expresión y de prensa, o con su insultante solidaridad con los periodistas ecuatorianos, es una aberración mental y una grosera burla.
El periodista, escritor y diplomático colombiano Leopoldo Villar Borda sostenía que “todo en el oficio periodístico, desde los más pequeños dilemas sobre el tono o el enfoque de la redacción hasta decisiones sobre la selección y titulación de las noticias, la divulgación o eliminación de nombres, el respeto a las fuentes y a los protagonistas de los hechos, en fin, todo lo que debe resolver el periodista en el complejo proceso de elaboración y divulgación de las informaciones, tiene que ver con la ética. Y así como su tarea puede ser muy valiosa cuando informa bien y contribuye así con su integridad al debate público, aquella puede ser muy perjudicial cuando desinforma” y la desinformación es una técnica altamente desarrollada por la SIP y sus socios.
La Sociedad Interamericana de Prensa regula los contenidos de los medios e impone las líneas generales de las políticas de comunicación que deben regir el comportamiento de periódicos y periodistas. Entre sus principios está la defensa de la libertad de expresión del pensamiento y libertad de prensa así como la defensa de la democracia al estilo occidental y cristiano y, naturalmente, la defensa de los derechos humanos. En la realidad las grandes empresas de comunicación defienden la libertad de expresión del pensamiento y de prensa desde sus particulares intereses en los que confunden libertad de empresa con libertad de prensa y libertad de expresión del pensamiento como un derecho irrenunciable de los dueños y accionistas de las empresas, por tanto propiedad de ellos en exclusiva.
Así arrebataron a los pueblos el derecho a la libertad de expresión del pensamiento y a los mismos periodistas su derecho a opinar y expresar sus propios pensamientos sobre los hechos sociales, políticos, económicos y culturales que acaecen en la cotidianidad. Pregonaron que a los pueblos hay que informarles según las necesidades empresariales y no para que ejerzan el derecho a la información. Suelen repetir: Al pueblo hay que darle lo que pide, no lo que necesita. Pide sangre, accidentes, mortandades, catástrofes o entretenimientos, eso hay que darle, nunca lo que necesita: educación, cultura, ciencia, arte, conocimientos. En la era de la información es mejor mantener desinformadas a las masas. Estos son los principios rectores de las empresas de comunicación agrupadas en la SIP.
Tanto la famosa SIP como las empresas de comunicación social agrupadas en el sistema han recibido duras críticas de parte de algunos gobiernos de América Latina y el Caribe por la forma en que estos medios cubren sus fuentes, la imprecisión en datos y cifras, la banalización de las realidades, el modo en que presentan y registran los hechos; en ocasiones por la superficialidad de las opiniones del llamado periodismo de fondo. Es necesario reconocer que en diversas oportunidades, los medios y los periodistas han soportado las injustas apreciaciones y críticas de los gobernantes, en especial de aquellos que se creen únicos, irremplazables e infalibles, naturalmente sin entender la dinámica de los medios de comunicación social y sus políticas empresariales-editoriales que hacen del periodista un simple asalariado-proletario del gran capital que se mueve en un medio de comunicación social que vive por el cobro de la publicidad y propaganda de las grandes empresas productivas, especulativas, bancarias, financieras y de las transnacionales.

Fuente