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"Isis" diosa pagana en la antigüedad, Virgen María en la actualidad







Aquí podemos ver la evolución de la diosa Isis , de la egípcia, la romana y finalmente la actual

Para algunos investigadores, la forma lingüistica de Astoret/Astarot tiene sus raíces en la diosa acadia/babilónica Ishtar (de donde proviene el nombre de Ester; Est. 2:5-7). Ishtar era la diosa babilónica del amor (sexual) y la guerra, de la vida y la fertilidad; se asocia con el planeta Venus y con la constelación de Virgo, y por eso se dice de ella, que es la diosa “eterna y siempre virgen”.
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Semiramis y Tammuz
En la religión cananea Ashera, conocida también con el título de la “reina del cielo” se relacionaba con el dios “El”, con “Baal” y “Astarte”. El y Ashera son los dioses engendradores, de los cuales saldría Baal, dios del sol, la lluvia y la guerra. El era representado como un toro, pero Baal como un becerro. Esta “familia divina” estaba ligada a los ciclos solares y lunares, a las estaciones y a las cosechas.
Pero el culto a la “diosa madre” o “reina del cielo” puede ser trazado a la historia de la reina de Babel Semiramis y su ilegítimo hijo Tammuz, a quien hizo declarar dios y la re-encarnación de su esposo Nimrod (Gén. 10:8-12). La reina Semiramis creó todo un culto alrededor de su hijo-dios Tammuz y de ella misma.
Luego el culto a la “reina del cielo” evolucionó a la adoración de Ishtar, diosa asiro-babilónica (cuya homóloga era la sumeria Innana, también conocida como Ninnanna o “reina del cielo”), relacionada a la fertilidad, el amor erótico y la guerra. Ishtar, aunque tuvo relaciones con muchos dioses amantes, incluso Tammuz, mantenía su virginidad y por eso también se la llama “la siempre virgen”, posiblemente por su relación astral con Venus, como “la estrella de la mañana”, y la constelación de Virgo (Virgen).
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Tanto Ishtar (Babilonia), Innana (Sumeria), Afrodita (Grecia) y Venus (Roma) están ligadas al planeta Venus, la constelación de Virgo y al culto solar-lunar. Recordemos que el planeta Venus aparece como una estrella tanto al amanecer junto al sol como al atardecer junto a la luna, y de allí surge su adjetivo como “reina del cielo”.
Pero una diosa menos conocida, y no menos importante en el desarrollo histórico-religioso del culto a la “reina del cielo” y al “dios sol”, es Tanit. Ella, al igual que el resto de las figuras divinas maternales tuvo su origen en Mesopotamia (cuna de la idolatría mundial), y de allí pasó a Egipto y más tarde a algunas zonas de lo que hoy se conoce como España (Cartagena e Ibiza) y el antiguo reino de Cártago de donde se esparció por todas las costas del Mediterráneo. Tanit también se relacionaba con el culto al dios solar Baal. Los símbolos con los que se identifica a Tanit son la media luna, el disco solar (al igual que Isis), la paloma (luna), la granada (fertilidad), y el león (guerra).
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Y por último todo este desarrollo histórico-religioso nos lleva al culto a la diosa solar egipcia Isis, también llamada como sus predecesoras como la “diosa madre”, “madre de los dioses” y “diosa de las pirámides”. Su nombre egipcio era “Ast”, que se traduce como “trono”. El nombre Isis proviene del idioma griego.
Isis y Horus – María y Jesús
Isis es la hija de Ra dios egipcio del sol, diosa de la fertilidad, diosa de la maternidad, la gran diosa madre y la gran maga. El culto a Isis fue ampliamente propagado y aceptado en la Roma pre-cristiana.
Este culto a Isis, la diosa madre o reina de los cielos, tan popular en Roma, así como a Diana en Éfeso, pavimentaron el terreno, para que siglos después, bajo el imperio romano “cristiano”, el clero católico elaborara con acrobacia teológica sus dogmas marianos como la maternidad divina de María (Concilio de Éfeso año 431 d.C.), la virginidad perpetua de María (Concilio de Letrán, año 649 d.C.), la inmaculada concepción de María (en el Vaticano, año 1854 d.C.), y la ascensión de María (en el Vaticano, año 1950 d.C.).
Como hemos visto, la declaración hecha o forjada por el papa Pío IX junto con la curia católico-romana sobre la “inmaculada concepción de María”, en 1854, tiene su milenaria trayectoria que nos lleva de vuelta a la cuna de las religiones idolátricas del mundo: Babilonia.
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Este antiguo culto a la “diosa madre” y a la “reina del cielo” ha tenido gran influencia y expansión a través de los siglos y a todas las naciones, llegando aún a permear e influir profundamente a lo que hoy conocemos como el cristianismo católico romano y aún el ortodoxo-oriental. Y hemos visto la estrecha relación que hay entre este culto astral (Luna, Venus, Virgo) y el culto al dios sol, que en él se resume todo, como bien lo describió el apóstol Pablo en su carta a los romanos:
“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
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Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén” (Romanos 1:21-25).
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