Argentina: Hacia un nuevo país

Raúl Olmos
 CEO del Grupo Crónica y publisher de BAE Negocios


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El 7D marcará en nuestro país el comienzo de una nueva era. Marca el fin del más grande monopolio de ideas, información y formador de opinión que la República Argentina haya conocido. Pero vale la pena aclarar: no es el fin de Clarín, es el fin de ese monopolio capaz de agitar masas, de crear malestar y muchas cosas más que se pueden hacer con tanto poder. Insisto: no es el fin de Clarín. Es adecuarlo a ser un jugador más entre todos los que formamos el universo de la información, es garantizar de verdad que haya pluralidad de voces.

Estamos cansados de escuchar que “el que no opina como Clarín es oficialista”, que no es otra cosa que un golpe bajo para degradar a la competencia. ¿O no es acaso una forma de callar las voces de los que piensan distinto?


Los que dicen que se afecta la libertad de opinión (oligopolio encabezado por Clarín y seguido por La Nación y Perfil), ¿no son acaso los que sistemáticamente, y día a día, muestran una realidad pesimista, que han faltado el respeto a la investidura presidencial con una saña que no tiene precedente en la historia argentina, que transforman las buenas noticias en malas? ¿Qué más libertad de expresión necesitan? ¿No han tenido la libertad de decir todo –absolutamente todo– lo que han querido, aun faltando a la verdad?

Y lo van a poder seguir diciendo las veces que quieran. La señora Presidente ha resistido las críticas más acérrimas y más salvajes que se puedan dar a una persona y sobre todo a quien hoy representa a todos los argentinos, y las ha llevado con la frente en alto, con la dignidad que sólo los grandes tienen.

La Argentina no es un país fácil de gobernar, no lo fue desde sus comienzos. Así fue que San Martín –habiendo sido el héroe más grande de América– no pudo volver a Buenos Aires porque su presencia irritaba a los que tenían el poder en ese momento. Así como también Evita fue despreciada y difamada, a pesar de su generosidad y su entrega al pueblo. Hoy tenemos una luchadora incansable, que a muchos puede no gustarle su estilo, pero lo que no se puede dejar de reconocer es que lucha por un país mejor. Que no tiene miedo de enfrentarse a quien sea para que la Argentina crezca, ya sean los países del Primer Mundo que quieren trasladar sus problemas al nuestro; a los poderosos dentro del país que poco les importa la patria y ponen sus intereses corporativos por encima de los del conjunto.

En la Argentina que viene se va a caer el velo de la manipulación mediática, se van a conocer los verdaderos formadores de inflación. ¡Oh casualidad, son los grandes anunciantes de Clarín y sus seguidores, los millones de publicidad que sostienen esta ficción de país que fracasa! En este esquema los únicos que fracasan son los pequeños y medianos productores que reciben el 1% de lo que el pueblo paga por sus productos en las góndolas de las grandes cadenas de comercialización. ¿Cómo lo han podido sostener? Porque el monopolio informativo los protege y así se garantiza sumas millonarias en publicidad que los demás medios están vedados de acceder.

Un ejemplo concreto de este poder concentrado es la solicitud realizada por la AFERA (entidad que agrupa a los pequeños y medianos editores de diarios de todo el país) para ingresar a la Unión Industrial Argentina. Fue aceptada verbalmente por su presidente Ignacio De Mendiguren pero que, según sus dichos, “la gente de Clarín y sus seguidores no quieren aceptar el ingreso” porque ese espacio está sólo reservado a Clarín. Una vergüenza.
Se corre también el velo de los que, buscando una mejora para los trabajadores, intentan generar un espacio para sostener su poder político y económico, generando reclamos desmedidos, paritarias impagables para las pequeñas y medianas empresas que, indefensas, se arrodillan ante los más poderosos.

Se cae el velo, además, de las corporaciones judiciales, los carroñeros, que destruyen las empresas con juicios millonarios. Basta saber lo que pasa con los juicios en materia laboral. Por ejemplo, un trabajador con diez años de antigüedad recibe una indemnización equivalente a 170 meses de trabajo; vale decir, el trabajador se desempeñó durante diez años y por ser desvinculado se lo recompensa con 170 meses. ¿Eso es justicia? El monopolio no dice nada al respecto, quizás porque tiene “acuerdos” con esa corporación.

Esto no es distinto de lo que los grandes países han hecho para crecer armónicamente. Una política antimonopolio es la que nos garantiza la libre competencia, que los productores pequeños y medianos tengan un precio más justo por su esfuerzo, que puedan planificar, crecer, soñar y estar orgullosos de este país. Que tengamos confianza en nosotros mismos y en nuestra propia moneda porque es el símbolo de nuestra patria. Basta de que nos digan que está todo mal. Porque NO ESTÁ TODO MAL.

Rescatemos lo positivo, cambiemos lo negativo y juntos construiremos una patria para todos.