Sustitución de importaciones y desarrollo económico

Aldo Ferrer
Diario BAE

La debacle de la economía mundial de 1930 puso fin al período del “crecimiento hacia fuera” en la Argentina y en la mayor parte de América Latina. El deterioro de los mercados de productos primarios y el peso de la deuda pública externa y las inversiones extranjeras provocaron una severa y prolongada crisis de los pagos internacionales. Una de sus consecuencias fue la insuficiencia de divisas para mantener el nivel de importaciones de bienes finales, de capital e intermedios, prevalecientes antes del derrumbe de los mercados mundiales.


La nueva situación abrió posibilidades de producir internamente muchos de los bienes anteriormente importados, particularmente los de menor complejidad y densidad tecnológica. Esta posibilidad dio lugar a las políticas que, poco más tarde, se denominarían “industrialización sustitutiva de importaciones” (ISI). La perturbación de las corrientes comerciales durante la Segunda Guerra Mundial agravó la escasez de importaciones y profundizó la ISI. De manera generalizada, esas políticas lograron resultados importantes y pudieron reducir la dependencia de las importaciones.

La tendencia se reflejó en el coeficiente de importaciones, es decir, la relación importaciones/PBI. En la Argentina, el coeficiente cayó de alrededor del 30% en 1929 a 10% en 1950. Los componentes más dinámicos de la ISI fueron las industrias textil, mecánica liviana y alimentos elaborados.

La ISI, en términos de reducción del coeficiente de importaciones, concluyó alrededor de 1950. A partir de allí, fue imposible seguir bajando el coeficiente porque las importaciones que sustituían las nuevas fábricas eran compensadas por nuevas demandas de bienes de capital, intermedios y energía. Demandas generadas por el avance incesante de la tecnología y la transformación de las cadenas de valor. De allí surgió el convencimiento de que era necesario ampliar y profundizar la industrialización, incluyendo las industrias de base y de bienes de capital, lograr el autoabastecimiento energético e impulsar las exportaciones de bienes primarios y manufacturas. Fue la tesis central del desarrollismo.

En las nuevas condiciones, los avances de la ISI fueron acompañados por un aumento de las exportaciones y el incremento de las importaciones. Fue ésa la estrategia que siguieron los países emergentes de Asia más exitosos. Defendieron el mercado interno, promovieron la ISI, aumentaron las exportaciones y también sus importaciones, pero estas últimas, dentro de una matriz comparable a la de las economías avanzadas.

El comportamiento reciente de la economía argentina muestra algunos datos interesantes. Se está recuperando el tejido industrial y la ISI. Sin embargo, como sucede en las economías maduras, las importaciones también crecen. Desde la salida de la última crisis, las importaciones aumentaron casi el doble que el PBI.

Esta historia viene a cuento porque en el marco de los problemas actuales de la economía mundial se difunden las alarmas contra el proteccionismo de los mercados internos en algunos países, incluso el nuestro. La expresión ISI, heredada de los tiempos posteriores a la crisis del 30 y la guerra mundial, involucra, en el imaginario de los críticos, políticas para la reducción compulsiva de las importaciones. Como hemos visto, esto no se compadece con la situación argentina en que las importaciones han venido creciendo sostenidamente. No se está en presencia, por lo tanto, del cierre del mercado interno sino de la orientación del poder de compra externo para viabilizar el crecimiento de la producción y el empleo, la transformación productiva a niveles crecientes de valor agregado, ciencia y tecnología y consolidar los equilibrios macroeconómicos. Dicho esto, sin perjuicio de que los controles para orientar el contenido de las importaciones, para ser exitosos, tienen que sostenerse en condiciones sólidas de competitividad y equilibrios macroeconómicos.

Todos los países actualmente industrializados, al tiempo de su despegue, aplicaron fuertes políticas para defender el mercado interno, impulsar el cambio tecnológico, la industrialización y la proyección a los mercados mundiales. Entre los países que ahora se alarman por medidas comerciales recientes de la Argentina, figuran también países con una tradición ejemplar de protección de su mercado interno, preferencias a las empresas nacionales y políticas públicas de transformación productiva, como Japón, Corea y Taiwán. Ahora forman parte de los países que gozan de ventajas competitivas fundadas en la gestión del conocimiento y, naturalmente, promueven el librecambio en el resto del mundo.

Las críticas a las políticas defensoras del trabajo y la producción nacionales suelen fundarse en la supuesta intangibilidad de la libertad de comercio. En el mundo real, los países administran su comercio exterior con vistas a fortalecer su acceso al mercado mundial y, simultáneamente, defender el interno. En aquellos en que prevalece el Estado neoliberal, la apertura incondicional a la globalización ha desencadenado situaciones críticas, desindustrialización, aumento del desempleo y concentración del ingreso.

La viabilidad de las políticas de protección de la actividad económica, el empleo y la industrialización, no depende de la opinión de sus críticos sino de su eficacia para fortalecer los equilibrios macroeconómicos e impulsar el desarrollo. Es oportuno, por lo tanto, ubicar el actual debate en el contexto del desarrollo económico argentino y el ejercicio efectivo de la soberanía, para participar plenamente de la globalización del orden mundial, manteniendo el comando de nuestro propio destino.

En resumen, no hay que dar argumentos gratis a los críticos de las políticas de desarrollo del Estado nacional en un país en desarrollo, como el nuestro. Por lo tanto, en la formulación de la política de importaciones, no conviene referirse a la sustitución de importaciones sino a la política de desarrollo y expansión del comercio exterior.