Ese absurdo ‘sentido común’ norteamericano


Vincenzo Basile
Capitulo Cubano/Cubainformación


 El pasado 2 de julio, el periódico anticubano Martinoticias, publicaba un artículo titulado “La Isla donde se perdió el sentido común” y que reproducía, como casi siempre, otro artículo tomado del periódico norteamericano The Philadelphia Inquirer, en el que la columnista estadounidense Karen Heller cuenta sus sensaciones al enfrentarse con la realidad cubana.
Una reacción exagerada y un análisis simplista -y de corte típicamente neoliberal- quedan muy evidentes en los dos textos.
En primer lugar, la columnista, como todos los ‘optimistas liberales’, parece estar completamente desconectada de la realidad centroamericana y caribeña al afirmar: “Esta Isla es todo lo contrario del concepto de auge económico. Lo espantoso de Cuba es cuán cerca está geográficamente de Estados Unidos y tan distante a la vez en todos los demás sentidos, tanto que uno podría pensar que está en Sudán”. A pesar de eso, la comentarista debe afirmar que “La pobreza aquí parece ni de lejos tan aplastante como en, por ejemplo, Brasil y México, donde la brecha entre los que tienen todo y los que no tienen nada muestra pocas señales de moverse. Pocos cubanos parecen no tener nada
Pero lo que más asombra a la norteamericana parece ser que “no hay tráfico, muy pocas construcciones, excepto en los distritos históricos. Los edificios una vez hermosos están en decadencia. Nunca ha visitado un país donde se malgasta tanto la propiedad frente al mar”.
Las preguntas que surgen espontáneas, tras sólo esas pocas declaraciones, son: ¿Dónde ha viajado esa ciudadana estadounidense antes de ir a Cuba? ¿Cuál es su concepción de país desarrollado?
Como dicho, es evidente que la citada columnista parece estar desconectada de la realidad centroamericana y caribeña. Sería interesante saber, según su opinión, ya que Cuba se parece a Sudán, a que se parecen países como Haití, República Domenicana, Guatemala, El Salvador, y muchos otros. En ese sentido, es evidente que la columnista -como todo ilusionado liberal- sigue confundiendo los conceptos de crecimiento económico ydesarrollo social o, por lo menos, le otorga importancia fundamental al primero y se olvida del segundo. En su comentario, la ciudadana norteamericana admite por un momento la desigualdad social existente en países como México y Brasil, pero queda evidente que no es esto lo que importa, sino la manera de un país de seguir unos estándards internacionales para formar parte de ese absurdo ‘sentido común’ (que tanto común no es).

La columnista debería visitar y decirnos, por ejemplo, a qué país de África se parece Ciudad Juárez. Esa ciudad mexicana, cerca del confín con Estados Unidos, ha sido reconocida, hace unos años, como la más peligrosa del mundo debido a su elevada tasa de homicidios, recientemente superada por San Pedro Sula (Honduras). Pero claro, eso es irrelevante. Ciudad Juárez es una ciudad ‘globalizada’. Su población usa el iPhone. Tiene computadora e internet. Los detalles sociales son secundarios.
Ni hablar de lo que la viajera aventurera podría ver en Puerto Príncipe, Santo Domingo, Ciudad de México, Ciudad de Guatemala, San Salvador. La señora se quemaría tomando un Margarita expuesta al sol en un hotel de lujo de Cancún, mientras que millones de mexicanos estarían viviendo bajo el nivel de pobreza y muriéndose de hambre. Pero, a pesar de estos 'detalles', esa forma de México de acostumbrarse a sus ‘sentido común’ seguro le gustaría.
La periodista preferiría tal vez que el Malecón habanero se convirtiera en algo parecido, por ejemplo, al malecón de Rió de Janeiro: largas playas atractivas para adinerados visitantes ‘protegidos’ por inmensos rascacielos en todo el litoral, símbolos de la victoria de un progreso humano que no se puede detener, mientras que más allá de esos monstruos de piedra se encuentran millones de personas excluídas por todo eso, gente que con su “incapacidad de contribuir al desarrollo” amenaza todo eso y merece ser olvidada y borrada.
La actuación de los periodistas de martinoticias es conocida; ellos deben mentir, manipular y describir una realidad cubana fracasada, desoladora y en ruina. Pero, es desconcertante que aun existan pensamientos como el de la columnista. Ese optimismo liberal. Esa convicción que todo el mundo debería seguir los ‘modelos’ occidentales para unirse en la larga familia humana globalizada, en esa maravillosa fiesta llena de oportunidades. Ese conjunto de democracia representativa y libre mercado que parece representar la solución a los problemas del mundo. Todo eso es evidente que no funciona. Este absurdo optimismo desde hace mucho tiempo, en todo el mundo, ha chocado brutalmente con la realidad de los hechos aunque, como demuestra el texto, permanezcan quienes siguen confiando en el mercado y en una presumida e inculta convicción que su modelo debe ser el modelo universal.