Scioli y la peligrosa cornisa de la conspiración
Víctor Ego Ducrot
APAS
¿Está a tiempo de reparar los daños? Imposible saberlo, pero al menos tiene la oportunidad de hablar, aclarar las cosas y tratar de volver a parecer lo que siempre dijo ser, un buen gobernante. Porque lo de esta semana fue un papelón, simplemente se borró; o… ¿después de tirar la piedra escondió la mano? (*)
Por supuesto que toda la derecha, con el aparato mediático concentrado como mascarón de proa, se dedicó a resaltar la molestia manifestada por el titular del Senado provincial ante la foto futbolera entre Scioli y Moyano, días antes de la acometida camionera del miércoles. Pero lo importante del caso, y esa prensa no lo dijo, fue que el vicegobernador se hizo cargo de la gobernabilidad de la Provincia y de las necesidades de la población; una vez más, como cuando logró la media sanción de la Cámara Alta para el revalúo fiscal de las propiedades rurales, mientras los “amigos” de Scioli incurrían en el dislate de decir que ponía palos en la rueda.
Nadie más o menos informado sobre los avatares políticos de este país, y de esta provincia, puede creer que, cuando comenzó su licencia viajera, el gobernador no sabía lo que se avecinaba. Por eso, ese mismo miércoles por la noche, mientras Moyano llamaba a un paro general desde las pantallas del Grupo Clarín y su hijo Pablo movilizaba a sus queridos barrabravas, al grito de “vamos por ellos” -por el gobierno nacional, y eso se llama proclama de golpe de Estado y es un delito gravísimo-, el ministro de Planificación de la Nación, Julio De Vido decía desde la TV pública, “qué casualidad que Scioli esté de viaje”.
La patética presencia de un líder sindical llamando en forma intempestiva a una huelga general con movilizaciones callejeras desde los estudios de TN refleja una escena que habla por sí sola, que resume quiénes están en la jugada a todo o nada de Moyano, y por qué.
Una dirigencia sindical que comparte e intercambia roles con la patronal del sector, en negocios y negociados tejidos al calor de los años ‘90, los mismos que Moyano en algún punto enfrentó, aunque sólo en algún punto, porque fue con el neoliberalismo que él pudo acumular “aparato” y dinero, representa una forma de organización gremial que hace mucho abandonó su condición de tal para transformarse en una corporación, en una más de las que pretenden acabar con el gobierno de Cristina Fernández porque ella misma se proclamó enemiga del poder corporativo, lo que, en forma cotidiana, demuestra con sus acciones política y de Estado.
Entonces, es obvio y resultante de ese escenario, que los estudios del Grupo Clarín -el almirantazgo de la corporación mediática- hayan pasado a ser el hábitat natural de Moyano, como lo es de sus socios: de Mauricio Macri, con quien aspira a repartirse el negocio de la basura capitalina -a través de empresas camioneras a cuyos trabajadores a su vez “representa”-; Roberto Lavagna, el consultor preferido de los actores ocultos del poder financiero que conspira contra la política cambiaria del gobierno nacional; Alberto Fernández, empleado jerárquico de Repsol que se puso al frente de todas las operaciones contra la recuperación soberna de YPF; los dirigentes de la mesa de enlace patronal del campo, con quienes el Moyano productor de soja comparte intereses; y Daniel Scioli, la esperanza político electoral del diseño corporativo, tal cual lo demuestra el insistente pedido de que se asuma como tal, formulado por TV la semana previa al intento camionero por los operadores Eduardo van der Kooy y Julio Blanck.
Como todos los desestabilizadores y golpistas de la historia, en sus más diversas variantes y modalidades, los actores de la trama corporativa argentina cuentan con herramientas que apelan, en forma alternativa y/o simultánea, al consenso de la política y a la violencia de las armas o de las calles sublevadas: Moyano tiene a su cargo la segunda variante, tratando de provocar desabastecimientos y consiguiente clima de malestar social; ¿es Scioli la espada electoral de esa misma y única estrategia?
Está en él poner las cosas en claro. Hasta el jueves 21 de junio no lo hizo. A sus confusas declaraciones del día anterior sólo les faltó un apoyo a Moyano. El gobernador tiene que decidirse; son cada día más peligrosas las fotos futboleras con Macri y el jefe camionero; ya no bastan los discursos ambiguos.
(*) Nota publicada en la Agencia Periodística de Buenos Aires www.agepeba.org