Moyano y la bifurcación de sus senderos

Daniel Gonzalez Almandoz
APAS

Como en el cuento borgiano con laberintos que pretenden distraer al lector de la misión final del protagonista; la convocatoria a paro de camioneros en Argentina se presenta como el enmascaramiento de la nueva resistencia antikirchnerista. Decisiones y acciones de un dirigente que pasó de querer emular a Lula a instrumento de la oposición.

Como una reminiscencia del relato borgiano, la convocatoria a paro general de camioneros, con invitación “a todos los sectores que se sientan perjudicados”, realizada por el Secretario General de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano, aparece como la trama encubridora de la corporización de un nuevo antagonista al gobierno nacional.

Así como en “El Jardín de los senderos que se bifurcan” Jorge Luis Borges recurre a embarcar al lector en un recorrido por los laberintos de Ts’ui Pên con el objetivo que aquel no puede determinar, sino al final de la obra, la verdadera misión de Yu Tsun; la demanda de aumento del mínimo no imponible correspondiente al impuesto a las ganancias; y la eliminación del tope para las asignaciones familiares; son los recovecos para disimular la reconfiguración de la oposición en Argentina.

Algunas decisiones, y si se quiere, sobreactuaciones, son claves para entender esta afirmación, y sostener que tanto el bloqueo a las plantas de combustible como el llamado a paro y movilización no son demandas gremiales, sino una pretensión de medición de fuerza política.

Por un lado, es útil observar el hecho que la convocatoria se realizó como respuesta a la decisión de un gobierno que, manteniendo su voluntad de no reprimir los conflictos sociales, comprendió estar frente a un ilícito y denunció penalmente a los Secretarios General y Adjunto del gremio de Camioneros, Hugo y Pablo Moyano. La demanda es “por presuntas amenazas, coacción agravada y entorpecimiento de los servicios públicos”, tal como indicó el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo.

Es decir, inicialmente, el paro no se convocó para reclamar un derecho laboral, sino para construir una defensa corporativa sobre causas judiciales individuales. Esto fue indicado -incluso por Clarín- por el hecho de que “mientras daba una nota en el programa A dos Voces con fortísimas críticas al Gobierno, Moyano fue informado de la denuncia en su contra. Fue entonces que replicó ante las cámaras de TN: ‘Entonces, vamos a un paro nacional de camioneros con movilización a la Plaza de Mayo” el miércoles 27 de junio.

Por otro lado, es llamativo que la convocatoria, inicialmente enmarcada en un reclamo salarial -que desconoció el llamado a Conciliación Obligatoria- se confirmó en conferencia de prensa luego que entre trabajadores y patronal se acordó incrementar el salario del sector en un 25 por ciento.

Esto obligó a Moyano, en su necesidad de poseer un pretexto para la tensión, a recurrir al giro lingüístico para indicar que “los salarios pasan a segundo plano. Hemos hecho un acuerdo con el sector empresario pero no sirve absolutamente de nada si no se aumenta el mínimo imponible”. 

Es indudable que el Estado nacional debe, en el marco de sus políticas de proteger a los sectores populares, incrementar el mínimo no imponible, y que el reclamo por esto es legítimo y valedero. Pero también es cierto que esta petición, acompañada por adherentes y opositores, no alcanza para sostener un paro, en pleno cierre de paritarias de diversos sectores, en vigencia de los convenios colectivos, y a un año que este mismo gobierno aumentara ese mínimo.

Como indicó Clarín a través de una nota de Ismael Bermúdez, en 2001 lo que se pagaba “por impuesto a las ganancias era el 1,12 por ciento del salario y ahora trepa hasta el 7,62 por ciento”, lo cual muestra un crecimiento importante.

Sin embargo, este dato pierde impacto cuando se pone en relación con los datos de un estudio realizado por la consultora Mercer, difundida por el sitio IProfesional.com, y que indica que en el periodo 2001-2012, “la variación de los sueldos de los empleados sindicalizados fue del 651 por ciento, situándose como los grandes -e indiscutidos- ganadores del "modelo salarial K.”

No quedan dudas que Hugo Moyano fue un baluarte importantísimo para el sostenimiento del proyecto nacional propuesto por Néstor Kirchner y continuado por Cristina Fernández; y sobre todo para la recuperación del movimiento obrero y sus organizaciones, bastardeadas y castigadas duramente durante el periodo neoliberal, con la complacencia de gran parte de la dirigencia sindical de ese periodo.

Tal vez saberse poseedor de esa condición lo haya llevado hoy a abandonar el acompañamiento de un modelo que profundiza la transformación política, social y cultural sobre una nueva relación de fuerza; para optar por la acumulación de poder en el esquema de las viejas lógicas, con fuerte carácter personalista, incluso por encima de las decisiones colectivas como las emanadas de los cuerpos de delegados y las asambleas.

O por lo menos así se entiende al escucharlo decir: “soy el único responsable de lo que ocurre en la organización gremial, quien firma empezar o terminar un paro… todos los compañeros que hablan de las medidas de fuerza es porque yo los autorizo”.