Le esperan días aciagos a la UNASUR

Walter Moore
Nac&Pop


Así como a Karol Wojtyla (que se cambió el nombre por Juan Pablo 2º), lo designaron Papa para comenzar la destrucción de la Unión Soviética, pues conocía pormenorizadamente la situación política de Polonia, y es a partir de sus puertos desde donde comienza a desmembrarse el Imperio Comunista, es muy probable que la jugada del Imperio Global, de nombrar Papa a un cardenal argentino que conoce al dedillo la política nacional de su país, sea un recurso para atacar a la UNASUR desde adentro.

    No puede ser una casualidad que luego de desaparecer a Chávez en una operación en la cual el Imperio no es ajeno, coloquen a un Papa argentino, francamente opositor al gobierno de Cristina Kirchner, que hoy es la principal líder para el desarrollo de la Unión Suramericana.


    El método de cambiar algo para que todo sigua igual, tal como nombrar un presidente de los EEUU negro (que es un demócrata tan reaccionario como el republicano Bush), promover las revueltas en el norte de Africa y el Medio Oriente, desplegar su flota en el Pacífico y promover una OTAN económica, para controlar a las naciones europeas debilitadas y ruso-dependientes en energía, es parte de uno de los meticulosos planes mediante los cuales el Imperio logra conservar su poder.

    El Imperio, indefectiblemente repite las acciones que le resultan exitosas. Así intenta en Siria la misma jugada que le resultó exitosa para destruir al principal líder africano, al que no conforme con derrocarlo, lo asesinaron en su propio país, con más crueldad de la que usaron para asesinar a Sadam Husein. Están escalando en impudicia, pues ahora el Presidente de los Estados Unidos se vanagloria de haber asesinado a su ex socio, devenido en enemigo ideal.

    Este mismo método, de repetir jugadas exitosas, puede ser replicado de la movida papal en la década del 70. Entonces, después de encerrar al Vaticano en un cerco financiero (que terminó con banqueros colgados de un puente en Londres), asesinaron a Albino Luciani (Juan Pablo 1), a sólo 33 días de su coronación, pues estaban convencidos de que este Papa seguiría impulsando la Teología de la Liberación y la acción de los Curas del Tercer Mundo.

Lo reemplazaron por el polaco Wojtyla, con la urgencia de darle un golpe mortal a una URSS ya debilitada por la carrera armamentista, y destruir a la “subversión marxista”.

    El alemán Joseph Ratzinger (rebautizado como Benedicto XVI), no cumplió el rol que le dieron como ariete contra el Islam (los denostó y luego tuvo que ir a Turquía a disculparse), pero hasta para ellos es exagerado asesinar a Papa por medio, y encontraron una solución para poner en el trono de Pedro a alguien que les ayude a someter a una Suramérica cada vez menos dócil.

Así que jubilaron al Papa inepto y entronizaron al sucesor político de Wojtyla, un político hábil, tan enemigo del peronismo como lo fue Menem, para que intente desbaratar estas pretensiones libertarias de su “patio trasero”, sin olvidar que en América Latina viven la mayor cantidad de católicos del planeta.

    Buena jugada, pero los pueblos de la Unión Sudamericana no son los mismos que los que formaban el Bloque Socialista.

Los cantos de sirena de las “vidrieras rebosantes de productos del mundo capitalista” no mueven a nadie.

Así como Siria no es Libia, Sudamérica no es Rusia.

Pero el nombramiento de Bergoglio a cargo de ese Vaticano controlado por la OTAN, trae una peligrosa nube sobre nuestros países, tan pacíficos como preparados para encontrar ese destino de liberación.

Estamos lanzados al encuentro de un venturoso futuro, soñado por dos siglos, que tanto Kirchner como Chávez supieron construir, y que tenemos una Cristina particularmente bien dotada para proseguir.

Ahora debemos penetrar en lo que Bergoglio estuvo haciendo en los últimos tiempos para comprender los motivos que decidieron al Imperio a jubilar a un Papa para nombrarlo a él.

Esta jugada del Imperio nos obliga a reiterar nuestro compromiso con el futuro de una Sudamérica liberada, y a apoyar a la líder que puede dar esta batalla.

Mientras el Imperio rebusca en el fondo de la lata de traidores, para encontrar al Gorbachov argentino, que como el ruso post-soviético, no necesita ser un líder, sino un títere adecuado.

Eso sirvió en su momento, pero ahora Rusia tiene un líder que defiende los destinos de su nación, pero que ya no tiene el mismo poder que al terminar la Segunda Guerra Mundial, cuando se repartieron el mundo en dos pedazos, y la Argentina dio la nota discordante, con la Tercera Posición, desarrollada por Perón y Sukarno.

Nosotros todavía no pudimos completar la reconstrucción del país que fuera demolido durante cinco décadas, por el accionar de nuestros enemigos de afuera y los traidores de adentro.

Pensamos que el Imperio piensa que nuestro poder se ha incrementado, pues en 1955 les bastó usar a la Curia para armar el golpe que destituyó a Perón, y ahora necesitan a todo un Papa para atacarnos.

Esto debe quedar claro, no es ningún honor para la Argentina que este Papa haya nacido y ejercido aquí.

Por el contrario, es un dato claro, de que se nos viene encima una gran ofensiva por parte de un poder inescrupuloso, que no vacila en asesinar a los líderes que se le oponen, a formar ejércitos de mercenarios para invadir naciones que tienen recursos apetecidos, y doblegar gobiernos que tienen posiciones desfavorables a sus intereses.

La Argentina siempre fue un enemigo potencial para los dueños de los Estados Unidos, por eso nunca han descansado en sus ataques, y no tenemos otra posibilidad que resistir y fortalecernos.