El manejo de empresas por el sector público y por privados: “El Estado es mal administrador”


Andrés Asiain y Lorena Putero
Pagina12/Cash
Durante la última década, el Estado ha intervenido en forma creciente en el ámbito económico, llegando a administrar empresas de correos, agua, el sistema de jubilaciones y pensiones, líneas aéreas, hasta su reciente incursión en la producción de hidrocarburos. Estos hitos de una renovada presencia estatal en la economía nacional han generado cierto recelo en algunos sectores donde aún se encuentra arraigado el concepto que “el Estado es mal administrador”.

Este mito, alimentado por grandes corporaciones que temen que la intervención estatal limite su poder económico, cobró especial fuerza en Argentina durante los años ochenta. El déficit y el mal desempeño de las empresas de servicios públicos se debía a las bajas tarifas aplicadas para contener la inflación y la falta de inversiones de un Estado agobiado por las deudas heredadas del régimen militar. Sin embargo, fue presentado a la sociedad como una muestra de la ineficiencia de la administración pública, preparando el ambiente para su posterior privatización. Al final, la gestión privada no tuvo los resultados prometidos, ni en los noventa, donde primaban las elevadas tarifas y rentabilidades, ni en la primera década del nuevo siglo, cuando las tarifas fueron pesificadas y la rentabilidad, reducida. El mismo recorrido fue realizado por YPF, cuya experiencia de administración privada dejó reducidas reservas de gas natural y una insuficiente capacidad de refinación que obligan a importar combustibles por más de 9000 millones de dólares al año.
Casos de mala gestión privada no se dan sólo en Argentina. Vale mencionar las mundialmente conocidas quiebras de Enron, Lehman Brothers o la estafa a millones de ahorristas de todo el mundo realizada por calificadoras como Moody y S&P y la financiera Goldman Sachs, denunciadas por recomendarles a sus clientes invertir en productos financieros que en sus e-mails internos calificaban como “una mierda” (shit o crap, según figura en el Informe Levin-Coburn del senado norteamericano). También es instructivo recordar la estafa de Bernard Madoff. Este no era un empleado estatal, ni eran públicos los bancos denunciados por dibujar la tasa Libo.
A contramano del mito, existen numerosas experiencias de buenas gestiones administrativas por parte del Estado. Desde la agencia estatal norteamericana de Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), hasta la Beidahuang State Farms Bussines Trade Group o China Three Gorges Corporation, empresas estatales chinas que recorren el mundo invirtiendo en alimentos y energía, pasando por la petrolera brasileña Petrobras o la rusa Sinopec Group. En todos esos casos los Estados mantienen su presencia triunfante en el mundo de los negocios corporativos.
En Argentina también existen ejemplos de empresas exitosas administradas por el Estado, como el caso Invap Sociedad del Estado, dedicada al diseño y producción de artefactos en el área de la energía nuclear y la tecnología espacial, Fábrica Argentina de Aviones Brigadier San Martín recuperada luego de la mala gestión de Lockheed Martin, y Arsat, que durante el año 2013 planea poner en órbita el primer satélite de comunicaciones argentino y que lleva a cabo proyectos emblemáticos como la Televisión Digital Abierta.
Como señaló la Presidenta CFK al inaugurar las sesiones en el Congreso, “hay buenos administradores públicos y malos administradores públicos, y hay buenos y malos administradores privados, terminemos con esas reglas ridículas, o más que ridículas, interesadas, impuestas para que dejemos de pensar y para que dejemos de decidir por nosotros mismos”.