La derecha mediática y el odio hacia Hugo Chávez


Gorge Muracciole
Tiempo Argentino




El odio de la derecha mediática al líder bolivariano Hugo Chávez viene de larga data, desde que se sublevó el 4 de febrero de 1992 contra  el gobierno del social-demócrata Carlos Andrés Pérez que con un discurso progresista profundizó las políticas ajustistas y hambreadoras del Fondo Monetario Internacional  en Venezuela. Esa derrota militar, Chávez supo transformarla en triunfo político en las elecciones del 6 de diciembre de 1998, con el 56,44% de los votos y como candidato del Movimiento Quinta República (MVR). Entonces, de acuerdo con las encuestas, dos tercios de los venezolanos no creían en los partidos políticos como institución y a ellos les propuso refundar el Estado y acabar con las corruptelas. Una vez en la presidencia, su primer decreto consistió en la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. 


  Con su política de transformación que rompió la monotonía del discurso neoliberal único, que colonizaba las prácticas políticas en gran parte de la geografía de Latinoamérica, en soledad fue capaz de dar una batalla que se consideraba imposible  por la casta de políticos dóciles a la marea  neoliberal de los años noventa, o utópica para los progresistas que, aggiornados por la globalización cultural,  inventaban el centro-izquierda como forma de no inquietar a los  poderes corporativos, y colocaban en el lugar de los trastos viejos a la militancia de base, remplazándola por los operadores políticos y los lobbies con los medios de comunicación hegemónicos.

Chávez demostró al mundo globalizado que era posible marcar distancia de la hegemonía de los centros financieros internacionales y eso fue imperdonable para el establishment, las oligarquías nativas y las corporaciones mediáticas internacionales.

El odio hacia su figura se acrecentó con la llegada de Lula al poder en Brasil y Néstor Kirchner en Argentina, el triunfo del gobierno  multicultural de Evo Morales en Bolivia, la revolución ciudadana en Ecuador, y con el Pepe Mujica en Uruguay, haciéndose así posible la unidad sudamericana. Tras el boicot al ALCA, el nacimiento de la UNASUR se convirtió en una herramienta estratégica, que fortaleció la autonomía política  ante la colonizada OEA.

 Pero, ¿cuál ha sido el centro de las campañas que durante la última década y media  golpearon la figura y  las políticas de Hugo Chávez en la prensa hegemónica a escala planetaria? El resurgir del "populismo" en la América del Sur era su gran preocupación.

 Para la derecha de los países centrales y la sometida social-democracia europea, toda experiencia que se aleje de los cánones de la democracia formal es vista como una "anomalía pre-democrática". Desean democracias regidas por la ficción de la seudo división de poderes en las que en última instancia, más allá de los resultados electorales, los gobiernos terminan implementando los planes moldeados por los intereses de las corporaciones financieras.

En su eurocentrismo exacerbado, los mass media del viejo continente hicieron hincapié en los espontáneos y confrontativos  discursos del líder bolivariano, para cincelar  en base a una ponderación maliciosa de los rasgos más folklóricos de Hugo Chávez, "un personaje extravagante", al cual vaciaban de contenido, destacando las formas y no la sustancia de sus políticas autónomas de los centros de poder; tergiversando su ideario latinoamericanista, acusándolo de perseguir intereses hegemonistas, en una suerte de "colonialismo petrolero". Lo acusaban de estar anclado en el pasado al recrear los conceptos del Socialismo del Siglo Veintiuno, inquietos ante un líder de masas que en plena posmodernidad  afirmaba que era posible la transformación de las estructuras capitalistas.

No le perdonaron su estilo plebiscitario de gobierno  y  su ratificación a lo largo de 14 años,  en más de una docena de contiendas electorales, con recurrentes derrotas de sus aliados del liberalismo vernáculo  en el interior de la Venezuela Bolivariana.

El odio de la derecha mediática  llegó a su extremo en plena enfermedad del líder bolivariano, al falsear una foto que publicaron en portada de un supuesto Chávez entubado en  terapia intensiva que recorrió el mundo y como un búmeran informativo dejó al descubierto la falta de  ética de los adalides de la libertad de prensa occidentales, con el prestigioso diario El País a la cabeza.

Pero esa  campaña mediática en más de diez años no se ha detenido ni con el luctuoso límite de la muerte del  carismático Hugo Chávez ocurrida el martes 5 de marzo: el amarillismo mediático  y los trascendidos de las últimas semanas sobre su muerte prematura en Cuba, o el fantasmagórico "viaje secreto" desde la isla caribeña del cadáver de Chávez, instalando la versión el último viernes en el portal del diario ABC de España, que el féretro  paseado por las calles de Caracas, venerado por una multitud acongojada desde el hospital a la institución militar donde se lo veló,  se encontraba vacío. Esos despropósitos mediáticos son parte de la carroña informativa, perpetrada con el único objetivo de intoxicar a la opinión pública internacional, y crear un clima de sospecha sobre todo lo que rodeó la vida y la muerte del líder revolucionario.

Pero la realidad es de vez en cuando más fuerte que cualquier intento manipulador: hasta en una columna del diario El País, el columnista Juan Jesús Aznarez debió admitir mas allá de sus críticas que Hugo Rafael Chávez Frías "…fue un jefe brillante, imprevisible, contradictorio, errático, construido para la confrontación".