YPF y PDVSA: Petróleo e ideología

 Emilio Meynet
APAS

El papel de PDVSA como pivote regional, articulando con las demás petroleras estatales de la Nación Latinoamericana, simboliza los esfuerzos que el país caribeño realiza para consolidar la expansión económica del continente. Los detractores de siempre intentan desacreditar la confianza en la empresa venezolana. Los trabajadores, el actor con menos voz en el asunto, también tienen su historia.

El rumbo hacia la soberanía energética que el país comenzó a consolidar con la re-nacionalización de Yacimiento Petrolíferos Fiscales, una vieja gloria del Estado empresario argentino, se erige hoy como el punto sensible del debate político nacional. Aquí se entrecruzan difamaciones opositoras sobre los movimientos de la empresa, y las alianzas en construcción, con avances en términos de profundización real, y también algunos elogios que hubieran hecho bien en no existir.

Algunos medios, defensores del proyecto nacional, lamentablemente mostraron el ingreso del multimillonario mexicano Slim a la empresa como el de un inversor. En rigor de verdad, el magnate mexicano que amasó su fortuna -aproximadamente unos 57.000 millones de dólares- a partir de lucrar con la Salud, compró acciones a precios irrisorios para especular en el mercado financiero con la deuda impaga del Grupo Petersen de Eskenazi. No realizó inversiones productivas sino que, como los fondos buitres, compró barato para vender caro.

Pero el punto fuerte de esta historia, como de costumbre, lo marca el fortalecimiento de los lazos económicos y políticos entre los países de “Nuestra América”. Apelamos a la categoría martiniana, en este caso, entre dos empresas estatales dedicadas a la actividad hidrocarburífera.

Por supuesto que en la vereda contraria, la de los medios neo-conservadores, se intenta deslegitimar la firma de importantes convenios con PDVSA. Apelan a sinsentidos que se basan en una serie de prejuicios contra el presidente Hugo Chávez, y omiten que dicha empresa es una de las mayores proveedoras de combustibles de Latinoamérica con la que negocian desde Cuba hasta Estados Unidos; y cuyos intereses geopolíticos son complementarios con los de nuestro país.

Los roídos y mal pergeñados argumentos, suelen estar dirigidos a que la presencia venezolana espantaría a los inversionistas, a que los términos en los cuales se convoca a invertir no son los mejores, etcétera. Pero ninguna de estas presunciones se contrasta ni comprueba en hechos concretos. Son muchos los inversores con los que cuenta PDVSA. El diario de economía y negocios “El Mundo” marcó a principios de la semana pasada que la alza en la cotización de los bonos venezolanos se debió exclusivamente al interés de los inversores en los Pdvsa 2021, Pdvsa 2022 y Pdvsa 2027; y en el bono Soberano 2026, para el desarrollo de sus tareas en cualquiera de sus etapas. Incluso, desde el medio se hizo un llamado al empresariado nacional para que participe de las actividades en la Franja del Orinoco.

Pero quizás ni siquiera sea necesario remitirse a los números de las cotizaciones de los bonos para argumentar si los inversionistas confían o no en PDVSA. Además, para estos agoreros, nunca será ese el eje del debate sobre la articulación entre estos grandes monstruos. Alcanza únicamente con hacer una radiografía de uno de los más acérrimos adversarios de esta unión entre empresas hermanas.

El caso del señor Daniel G. Montamat, exsecretario de Energía de la Nación, exdirector de YPF S.E. y Gas del Estado, resulta emblemático. El periodista Federico Bernal en su nota titulada “¿Por qué conviene PDVSA a la República Argentina?”, publicada en el portalinfonews.com, afirma con ironía: “Su intachable currículum de eximio privatizador, su desempeño como testigo para una compañía estadounidense que denunció al Estado Nacional ante el CIADI y la opinión que le reserva al Estado (“fue mal empresario petrolero”, frase escrita por el autor en 1993, tres años después de haber abandonado la máxima dirección de YPF) lo convierten en máximo referente técnico del retorno a la desregulación hidrocarburífera y eléctrica”. 

Como era de esperar, para Montamat “PDVSA no es lo más conveniente para YPF” puesto que no “tiene capacidad financiera”. También señaló que la venezolana carece de experiencia en petróleo no convencional y que, por tal motivo, la Argentina debería “negociar con petroleras estadounidenses”. 

Sin embargo hay un par de datos esclarecedores de la realidad que gente como el Doctor Montamat prefiere omitir: la República Bolivariana de Venezuela es miembro fundador de la OPEP y ha sido el país que revitalizó, a partir de 2001, su función defensora de la industria petrolera de los países miembros, priorizando el interés doméstico por sobre el de las multinacionales privadas. Accionar que, por ejemplo, le costó el puesto y la vida al libio Muammar Al Gadafi, socio de Venezuela en dicho organismo.

El presidente de Perupetro, Aurelio Ochoa, en el marco de la firma de convenios entre la estatal peruana y PDVSA, agregó algunas variables de las ventajas en articular con dicha empresa para la expansión económica nacional. Señaló que Venezuela tiene una de las más grandes reservas mundiales de petróleo y supera a otros países de renombre en el sector como Arabia Saudita, precisando que la nación árabe tiene 280 mil millones de barriles de reservas y que Venezuela, incluyendo las reservas de la franja del Orinoco, supera los 300 mil millones de barriles. Argentina cuenta con 2.500 millones.

“En la producción de crudo, Venezuela llega a alrededor de tres millones de barriles diarios con potencial para producir alrededor de cuatro millones, mientras que Perú tiene solo medio millón de barriles de reservas y producimos un promedio de 69.000 barriles diarios”, remarcó Ochoa.

En este sentido, importa destacar el sustancial e inédito proceso de certificación de reservas ocurrido en Venezuela. A raíz de la eficiente e intensa labor de la petrolera estatal, el horizonte de reservas de crudo pasó de 99.377 millones de barriles (mb) en 2007; a 211.173 en 2009; y 297.571 el año pasado. Es decir, un incremento del 200 por ciento o la mayor incorporación de reservas comprobadas de crudo del mundo. Venezuela es, por esto mismo, la principal reserva de petróleo del planeta.

Además, existe otra razón fundamental que escapa a los números de las estadísticas, pero que refuerza la razón por la cual YPF necesita de PDVSA por sobre cualquier otra alianza: la cuestión ideológica.

En medio de las visiones simplistas acerca del futuro de YPF se encuentran miles de trabajadores que día a día ponen el cuerpo en función del crecimiento de la empresa. En 2007, el banquero Sebastián Eskenazi ingresó a la empresa sin poner un peso y con créditos internacionales, a costa de lo que iba a ganar con nuestros recursos naturales. Esto fue la entonces mal denominada “argentinización” de YPF.

Lamentablemente, en ese sencillo mecanismo por el cual Eskenazi compraba el 25 por ciento de una de las empresas más importantes de nuestro país sin poner un centavo, se priorizó el negocio financiero del grupo Petersen antes que la inversión productiva necesaria para lograr el autoabastecimiento. 

Por eso no es justo que los trabajadores pierdan un solo centavo de su poder adquisitivo por consecuencia del lucro y la falta de capacidad de las multinacionales y algunos “empresarios nacionales” que llevaron al desguace de la empresa durante tantos años. Sobre todo cuando las organizaciones sindicales venían denunciando esta situación desde hacía varios años.

Si bien muchos afirmarán que la cuestiones de inversión en la exploración y explotación del petróleo no tiene nada que ver con ideologías o proyecto políticos, habría que preguntarle a un empleado petrolero de la PDVSA de la Venezuela de Chávez, o recolectar un testimonio de algún viejo miembro de la familia Ypfiana de los tiempos de Perón, y comparar si sus recuerdos son los mismos que los de aquellos que debieron sufrir el vacío, el maltrato y la flexibilización laboral de la empresa privada.

Federico Bernal dirá que Venezuela es garantía de confianza, calidad y eficiencia en todos los segmentos y cadenas de la industria petrolera y gasífera, pero esencialmente, es garantía de más soberanía energética, tanto para nuestro país como para el Mercosur, piedra angular del modelo de desarrollo vigente desde 2003.

Si YPF necesita una mano, mejor que sea de una empresa que no se forja al calor de una guerra imperial y con el único fin de “ser eficiente” en la producción y la comercialización del producto para acumular más en menos tiempo, sino de una como PDVSA que tiene como fin el desarrollo social y la expansión económica nacional para buscar modos de vida más justos para todos los hombres y mujeres. Así alguna vez se pensó YPF.