¿En qué fallaron los economistas?

Paul Krugman
The New York Times

“Resulta tentador sostener que los fracasos económicos de los últimos años prueban que los economistas no tienen las respuestas”, escribe Krugman desde la concurrida asamblea anual de la asociación estadounidense de economistas. “Pero, la verdad es peor: en realidad, la economía estándar aportó buenas respuestas, pero los gobernantes –y muchísimos economistas, demasiados – prefirieron ignorar u olvidar lo que deberían haber sabido”. “Se suponía que a esta altura ya íbamos a estar hablando de reactivación. Si no sucede es, básicamente, porque triunfaron las ideas inadecuadas”.



Esta vez fue en San Diego. Como cada año, acaba de celebrarse la gigantesca asamblea de la American Economic Association (la asociación estadounidense de economistas), una especie de feria medieval que funciona como mercado de cuerpos (flamantes doctores en busca de empleo), de libros y de ideas. Y este año, como viene ocurriendo en las últimas ediciones, un tema dominó la discusión: la crisis económica actual.
No era lo que hace un tiempo se suponía. Si hubiésemos sondeado hace tres años a los economistas que se dan cita en este encuentro, la mayoría seguramente habría pronosticado que para este momento estaríamos hablando de cómo terminó la gran contracción de la economía y no de por qué todavía continúa.
¿Qué pasó, entonces? La respuesta, principalmente, es el triunfo de las malas ideas.
Resulta tentador sostener que los fracasos económicos de los últimos años prueban que los economistas no tienen las respuestas. Pero, la verdad es realmente peor: en realidad, la economía standard aportó buenas respuestas, pero los políticos –y demasiados economistas– eligieron olvidar o ignorar lo que deberían haber sabido.
La historia, en este punto, es bastante lineal. La crisis financiera condujo, a través de distintos canales, a una brusca caída del gasto privado: la inversión en vivienda se derrumbó cuando estalló la burbuja inmobiliaria; los consumidores comenzaron a ahorrar más cuando desapareció la riqueza ilusoria creada por la burbuja, pero permaneció la deuda hipotecaria. Y esta caída del gasto privado, inevitablemente, desembocó en una recesión mundial.
Porque una economía no es como un hogar . Una familia puede decidir gastar menos y tratar de ahorrar más. Pero en la economía en su conjunto, el gasto y el ahorro van de la mano: mi gasto es tu ingreso; tu gasto es mi ingreso. Si todos recortan el gasto al mismo tiempo, los ingresos van a bajar y el desempleo va a aumentar.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Un shock financiero más pequeño, como el desplome de las empresas puntocom a fines de los 90, puede ser soportado bajando las tasas de interés . Pero la crisis de 2008 fue mucho más profunda, y aun bajar las tasas a cero no fue suficiente.
En ese momento, los gobiernos tenían que intervenir, gastando para apoyar sus economías mientras el sector privado recuperaba el equilibrio. Y, hasta cierta medida, así ocurrió: el ingreso bajó fuertemente con la contracción económica, pero el gasto subió al extenderse programas como el seguro de desempleo y ponerse en marcha un estímulo económico temporario. Los déficits fiscales aumentaron, pero eso fue, en realidad, algo positivo , quizás la principal razón por la cual no se repitió totalmente la Gran Depresión.
Pero todo salió mal en 2010. La crisis de Grecia fue tomada, erróneamente, como una señal de que lo mejor sería que todos los gobiernos recortasen el gasto y los déficits de inmediato.
La austeridad estuvo a la orden del día , y muchos supuestos expertos que deberían haber actuado de manera diferente, aplaudieron el proceso, mientras que las advertencias de algunos economistas (pero no los suficientes) en el sentido de que la austeridad impediría la recuperación fueron ignoradas. Por ejemplo, el presidente del Banco Central Europeo dijo, muy seguro, que “la idea de que las medidas de austeridad podrían disparar la estanflación es un error”.
Bueno, alguien cometió un error, sin duda.
De los trabajos presentados en este encuentro, el más destacado quizá sea el de Olivier Blanchard y Daniel Leigh, del Fondo Monetario Internacional. Formalmente, elpaper representa las opiniones sólo de los autores, pero Blanchard, economista jefe del FMI, no es un investigador común, y el trabajo fue considerado como señal de que el Fondo ha hecho un importante replanteo de la política económica.
Porque la conclusión del paper es no sólo que la austeridad deprime la economía, sino que el efecto adverso es mucho mayor de lo que se creía. El vuelco prematuro hacia la austeridad, por lo visto, fue un error garrafal.
He leído algunos informes que describen al trabajo como un reconocimiento del FMI de que no sabe lo que está haciendo. Eso pierde de vista el meollo de la cuestión: al Fondo realmente le entusiasmaba menos la austeridad que a otros grandes actores. Si dice que se equivocó, también está diciendo que todos los demás (salvo aquellos economistas escépticos) se equivocaron aún más. Y que merece reconocimiento por estar dispuesto a replantear su posición a la luz de la evidencia.
La verdaderamente mala noticia es lo pocos que son los economistas que están haciendo lo mismo. Los líderes europeos, tras haber generado un nivel de padecimiento similar al de la Depresión en los países deudores sin restituir la confianza financiera, aún insisten en que la respuesta es más penuria aún . El actual gobierno británico, que destruyó una recuperación promisoria al apostar a la austeridad, se niega terminantemente a considerar la posibilidad de que cometió un error. Y en mi país, Estados Unidos, los republicanos insisten en que apelarán a una confrontación por el techo de la deuda –una práctica profundamente ilegítima en sí– para exigir reducciones del gasto que nos volverían a sumergir en la recesión.
La verdad es que acabamos de experimentar un fracaso colosal de la política económica... y demasiados de los responsables de ese fracaso conservan el poder y se rehúsan a aprender de la experiencia.