La situcacion en Siria, tres visiones sobre lo que pasa en este país de Medio Oriente
¿Qué pasa en Siria?
Dalia Gonzaléz Delgado
Qué pasa en Siria, y sobre todo, qué pasará en los próximos días, son
preocupaciones de gran parte de la comunidad internacional.
Los debates recientes en el Consejo de Seguridad de la ONU
fueron un avance, mostraron posiciones. Estados Unidos, la Unión Europea y la
Liga Árabe piden un cambio de régimen (palabra mágica solo utilizada,
curiosamente, para referirse a los países que no se someten al designio
imperial).
![]() Una de las ciudades donde más se han producido enfrentamientos armados es Homs, muy cercana a la frontera con el Líbano. |
El plan es el siguiente: establecer apresuradamente un
consejo de transición como único representante del pueblo sirio, sin considerar
si tiene verdadero apoyo dentro de ese país; introducir insurgentes armados
desde Estados vecinos; imponer sanciones; montar una campaña mediática para
denigrar cualquier esfuerzo sirio de reforma; tratar de instigar divisiones
dentro del ejército y de la elite; y el presidente Bashar al Assad terminará por
caer.
Quieren repetir el guion libio, pero el escenario es otro.
Esta vez, con una posición más firme, Rusia y China sí vetaron la resolución
contra Damasco. Además, en Siria hay un ejército muy fuerte y una población con
un sentimiento nacional muy arraigado.
Las manifestaciones populares que se iniciaron en ese país
se produjeron por problemas internos. Las estructuras de seguridad cometieron
excesos. El propio Gobierno lo ha reconocido y está tratando de enmendar sus
errores. Un ejemplo de esto es la amnistía para los presos. Pero
lamentablemente, como explica el investigador cubano Ernesto Gómez Abascal,
parte de la justa oposición fue secuestrada por intereses extranjeros.
¿Por qué Siria? Las guerras en Oriente Medio han
perseguido fines económicos, pero esta explicación por sí sola sería demasiado
simplista.
Para los analistas está claro que la imposición en Siria
de un poder servil a las potencias occidentales significaría una puñalada por la
espalda contra el movimiento popular de Líbano y contra la resistencia
palestina. Hasan Nasrallah, líder de Hezbollah (principal fuerza militar
libanesa que luchó contra la invasión de Israel en el 2006) lo denunció a
comienzos de diciembre: "Lo que quieren no son reformas políticas ni la lucha
contra la corrupción, sino un régimen de traición árabe que se entregue a
Estados Unidos e Israel".
Abascal coincide con esta opinión: "La guerra contra Siria
persigue claros objetivos políticos y geoestratégicos, pues este país, desde
hace tiempo, forma parte del eje antimperialista compuesto por Irán; el poder de
Hezbollah y las fuerzas patrióticas en Líbano".
"Quieren imponer en Damasco un gobierno títere para
después acometerla contra Líbano y finalmente, en condiciones de mayor
aislamiento regional, lanzarse contra Irán".
Un gobierno prooccidental en Siria debilitaría también la
influencia de Rusia, "que no podría continuar disponiendo de las facilidades que
ahora tiene su flota de guerra en el Puerto de Tartús, única base de atraque y
abastecimiento de sus barcos en el Mediterráneo", explica Abascal.
Ya es costumbre la injerencia de Estados Unidos y el
respaldo de la Alianza Atlántica, pero ¿y la Liga Árabe?
Primero es necesario personalizar. Esta organización está
en las manos de las seis monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG),
especialmente Arabia Saudita y Catar.
Ya la primera dijo que reconocería al autoproclamado
Consejo Nacional Sirio (CNS) como "representante oficial" del pueblo sirio,
según declaraciones del ministro de Exteriores saudí, príncipe Saud al-Faisal. Y
el rey Abdullah ha dejado muy claras sus intenciones: "Nada debilitaría más a
Irán que la pérdida de Siria".
Asimismo, en el periódico The Times del Reino Unido han
aparecido informaciones de que Arabia Saudita y Catar empezarán a financiar al
CNS, organización que, por cierto, nació en Turquía, único miembro islámico de
la OTAN. Desde las fronteras turcas, además, se han infiltrado grupos armados de
lo que califican como "Ejército Libre de Siria".
No nos engañemos, el eje OTAN/CCG + Israel no trata de
ayudar, pues la solución nunca puede ser una intervención extranjera; ni una
agresión armada, ni la aplicación de sanciones que en definitiva afectan al
pueblo sirio.
Los problemas de ese país los debe resolver su propio
pueblo. Incluso los opositores legítimos al Gobierno así lo reconocen. Kadri
Jamil, presidente del Partido de la Voluntad Popular, plantea que "la solución
es la formación de un Gobierno de unidad nacional, sin injerencias, con la
implicación de los partidos políticos existentes y los próximos a crearse. Pero
la participación del Consejo Nacional Sirio es imposible. Ellos no tienen
ninguna representación en el país. Está compuesto por extranjeros que nada
tienen que ver con nosotros".
"La oposición que está operando desde fuera no es
nacionalista. Responde a intereses occidentales que quieren influir en el país.
Las interferencias extranjeras no solucionarán los problemas internos".
Rusia como pantalla de humo; Cinismo en torno a Siria
Vijay Prashad
CounterPunc
Ensayadas declaraciones llenaron el último día de enero el viciado ambiente del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Nabil al-Arabi, de la Liga Árabe,
intercedió ante el Consejo para que se adoptara un proyecto de resolución sobre
Siria preparado por la delegación marroquí ante la ONU. El proyecto marroquí se
basa en el informe de la misión de observación de los derechos humanos enviada a
Siria por la Liga Árabe y en ella se pedía el inmediato cese de la violencia y
el comienzo del diálogo en Siria. “Intentamos evitar una intervención
extranjera”, dijo al-Arabi en el Consejo, “especialmente una intervención
militar”.
La misión de supervisión de la situación de los derechos humanos enviada por
la Liga había presentado un informe, que se puso sobre la mesa en el Consejo
pero que no se llegó a discutir (una omisión repetidamente mencionada por el
embajador de Siria Bashar Yaafari). Produce desasosiego leer el informe de la
Liga Árabe. Menciona los duros ataques del gobierno sirio contra los
manifestantes, pero plantea una serie de preguntas acerca de los métodos e
intenciones de estos últimos. El informe detalla la “colocación de bombas en
edificios, en trenes de transporte de fuel, en vehículos de transporte de gasoil
y atentados contra la policía”, llevados a cabo por grupos afiliados al Ejército
Sirio Libre. Dice de esta “entidad armada” que atacó tanto a las “fuerzas de
seguridad como a los ciudadanos sirios, haciendo que el gobierno respondiera con
mayor violencia”. El informe es muy suave en sus críticas hacia el gobierno, lo
cual resulta llamativo dado el carácter de los informes de los medios de
comunicación en otros lugares. El informe de la Liga señala que algunos miembros
de su misión (los saudíes y los jordanos) “rompieron el juramento que habían
hecho” e hicieron “un relato exagerado de los hechos” ante las autoridades de
sus respectivos países.
El líder de la misión de la Liga Árabe era el general Mohamed Ahmad al-Dabi,
un partidario incondicional del presidente de Sudán Omar al-Bashir. Aún quedan
preguntas sin respuesta acerca del papel jugado por el general al-Dabi en la
represión del levantamiento en Dar Massalit en febrero de 1999. ¿Por qué
eligieron a al-Dabi como jefe de la misión? Para los observadores que siguen de
cerca los acontecimientos del Golfo está claro que en el tiempo en que al-Dabi
fue embajador de Sudán en Qatar (1999-2004), intimó mucho con la familia
gobernante. Los qataríes están tratando de influir sobremanera en la región y
asumieron que al-Dabi iba a hacer lo que ellos quisieran. Pero volvió con un
informe que no fue en absoluto de su agrado.
Los qataríes han adoptado, en general, una posición hostil en la Liga Árabe.
En mayo del pasado año, la Liga Árabe rechazó al candidato presentado por Qatar,
Abdelrahman bin Hamad al-Attiya, a favor de al-Arabi como presidente de la
entidad. Esto fue una especie de venganza de muchos de los países que la
componen por el papel de los qataríes frente a la OTAN en el Consejo de
Seguridad de la ONU respecto a Libia. Sentado al lado de al-Arabi en el Consejo
de Seguridad de la ONU el 31 de enero estaba el ministro de asuntos exteriores
de Qatar, Hamad bien Yasim bin Yabr al-Thani, que se mostraba furioso por lo que
consideraba timidez de la Liga. Los esfuerzos de la Liga “han sido en vano”,
dijo, sugiriendo que había llegado ya el momento de algún tipo de
“intervención”. Los jordanos abandonaron la misión de observación de los
derechos humanos y el miembro saudí de la misión saudí en el consejo de la
Shura, el Dr. Ibrahim Suleiman, señaló: “No está bien que seamos testigos falsos
de lo que está sucediendo en Siria”. Los árabes del Golfo no querían que se
discutiera el informe de al-Dabi.
Los qataríes están ansiosos por instalar a sus aliados entre los Hermanos
Musulmanes en los puestos de poder en la región. Les han financiado
generosamente desde Túnez a Egipto. Les gustaría trasladar su influencia al
Mashreq contra su principal enemigo: Irán. Pero ahí los acontecimientos son más
complejos de lo que ellos querrían admitir. Les fue muy bien a la hora de
cargarse a Gadafi, a quien el G7, la OTAN y los árabes del Golfo odiaban por
igual. Pero es mucho más difícil emprenderla contra un país que tiene fronteras
con Israel.
El guardia fronterizo de Israel
Al-Arabi, de la Liga Árabe, no necesita preocuparse por la sanción de la
intervención por parte del Consejo de Seguridad. Porque tal opción no está sobre
la mesa. Los rusos, quemados por el ejemplo de la resolución 1973 de la ONU
sobre Libia, no están dispuestos a permitir una declaración abierta para la
OTAN. Ninguna otra potencia tiene capacidad para actuar con el tipo de fuerza
mostrado por la OTAN. El embajador ruso Vitali Churkin aprobó la misión de la
Liga Árabe como mecanismo para presionar al régimen para que entrara en un
diálogo político con la oposición. En medio de tanta violencia, señaló Churkin,
hablar de reformar las instituciones sirias es una “conversación teórica”.
¿Va Rusia a apoyar una condena de Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU
como sugiere la OTAN? Churkin declaró a los medios de Moscú que la resolución
marroquí “no estaba teniendo en cuenta lo más importante: una cláusula clara que
descarte la posibilidad de que la resolución pueda utilizarse para justificar
una intervención militar en los asuntos sirios desde el exterior”. En ausencia
de dicha cláusula “no permitiremos que se apruebe”. De esa forma llegamos a la
idea del veto ruso contra una acción internacional (es decir, de la OTAN) en
Siria [confirmada el pasado sábado].
Pero si los rusos están dispuestos a mantener esos principios, ¿por qué EEUU
no se muestra más agresivo sobre Siria? La secretaria de estado Hillary Clinton
señaló: “Siria está en una situación única que requiere un enfoque propio
adaptado a las circunstancias específicas que allí se dan. Y eso es exactamente
lo que la Liga Árabe ha propuesto: una vía para una transición política que
preserve la unidad y las instituciones sirias”. El 28 de febrero de 2011,
Clinton compareció ante el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU para
ofrecer la posición de EEUU sobre Libia: “Hemos visto a las fuerzas de seguridad
del Coronel Gadafi abrir fuego contra manifestantes pacíficos. Han utilizado
armas pesadas contra civiles desarmados. Han soltado a mercenarios y matones
para que ataquen a los manifestantes. A causa de sus acciones han perdido la
legitimidad para gobernar. Y el pueblo de Libia tiene las cosas claras: Es hora
de que Gadafi se vaya, ahora, sin más violencia ni retrasos”. ¿Por qué Clinton
no sustituye simplemente al coronel Gadafi por Al-Asad y a Libia por Siria?
Porque Clinton cree que el caso sirio es mucho más complejo. ¿Por qué Siria es
más “excepcional” que Libia?
El pasado mes, en Beirut, le hice justo esa pregunta a Fawwaz Trabulsi (autor
de A
History of Modern Lebanon, 2007), que está sacando un nuevo periódico de
nombre “Bidayat” y ha estado en contacto con varias corrientes dentro y
alrededor de Siria. Me dijo que el problema de Siria es su ubicación. La
Primavera Árabe ha transformado los acuerdos de seguridad cuidadosamente
pergeñados por Israel (con supervisión estadounidense). La caída de Mubarak en
Egipto cuestiona el tratado de paz de 1979, y eso plantea preguntas acerca de la
frontera suroccidental con Israel. La nueva energía del movimiento palestino
amenaza la estabilidad de Cisjordania, y a pesar de la política de
pacificación israelí mediante acuerdos y muros, se tiene la sensación de
que las fisuras políticas podrían abrirse en cualquier momento. Líbano e Israel
permanecen en situación inestable, con la frontera patrullada por una fuerza
pusilánime de las Naciones Unidas (la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en
Líbano -UNIFIL por sus siglas en inglés-, desplegada en 1978, aunque no tenga ya
estatus interino). Queda Siria, donde el régimen de Bashar al-Asad ha actuado
como leal guardia fronterizo de Israel. Israel no está dispuesto a ver un cambio
violento de régimen en Siria. Sencillamente, no hay ninguna alternativa creíble
o fiable a al-Asad. Ni Israel ni EEUU, por tanto, han tratado agresivamente de
eliminar del poder a al-Asad. Esa energía se reserva para el batir de tambores
de guerra contra Irán.
Zvi Bar escribe en el periódico israelí Haaretz que Washington y Tel
Aviv no desean una salida precipitada de al-Asad. “Le consideran una especie de
válvula de seguridad contra un ataque violento de Hizbollah contra Israel o
contra su toma física del poder en el Líbano. También manifestó su desacuerdo
con Irán tras la controvertida visita de Ahmadineyad al Líbano [en 2010]”. Un
miembro del gabinete israelí dijo al Washington Post: “Conocemos a Asad.
Conocíamos a su padre. Desde luego, nos gustaría tener una Siria democrática
como vecino. Pero, ¿pienso que es eso lo que va a suceder? No”. EEUU e Israel
están escondiéndose actualmente detrás de los rusos (y a algún nivel detrás de
los chinos) en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ninguno de ellos
tiene interés alguno en sacar a al-Asad del poder. Para ellos, Siria no debería
tener una solución a la libia sino a la yemení: que la violencia siga hirviendo
a fuego lento, que la oposición se agote, y que después se le permita a al-Asad
crear un sucesor solo de nombre que conserve intactos los alineamientos del
régimen pero que provea una nueva cara para Siria. Al igual que al “nuevo” Yemen
no se le va a permitir que suponga una amenaza para Arabia Saudí, a la “nueva”
Siria no se le va a permitir que desbarate los planes de Israel.
Vijay Prashad es profesor y director de Estudios Internacionales en el
Trinity College, Hartford, Ct. Esta primavera publicará dos libros:
Arab
Spring, Libyan Winter (AK Press) y
Uncle
Swami: Being South Asian in America (New Press). Es
también autor de Darker
Nations: A People’s History of the Third World (New Press),
con el que en 2009 ganó el premio Muzaffar Ahmed
Book.
_______________________________________________________________________________
Ingeniería de un ataque militar
Nazanín
Armanian
Público
En un cable secreto fechado el 13
de diciembre de 2006, el vicecanciller de Estados Unidos William Burns detallaba
la estrategia y las actuaciones encubiertas de su país para debilitar y derrocar
al presidente de Siria Bashar al-Assad. En el cable se proponía explotar la
inexperiencia del joven oftalmólogo, airear sus trapos sucios, incitar a los
kurdos, utilizar el recurso de “la amenaza islamista” y oportunidades como el
asesinato del Primer Ministro libanés Rafic Hariri, para acusarle del
terrorismo. Y todo sobre un caldo de cultivo propiciado por la propia dictadura
corrupta. Objetivo: eliminar el que es actualmente el último obstáculo para
el dominio total de la OTAN sobre el levante mediterráneo.
Las protestas cívicas democráticas están siendo utilizadas por el Pentágono
que temeroso de que la suma de las reformas ya iniciadas, el rechazo de la
población a la intervención extranjera y el ascenso de los fundamentalistas
islámicos (en un país multiconfesional) rebaje el nivel de las protestas, está
acelerando la operación fin de Assad, a pesar de que la oposición, fragmentada,
está lejos de ser una alternativa viable.
Turquía, brazo oriental de la OTAN y convertido en el centro del mando de
esta operación, amenaza a Damasco con cortar la electricidad que suministra al
país, y está reclutando, con la cooperación de Arabia Saudi y Catar, a cientos
de muyahidines, viejos mercenarios de las guerras de Afganistán, Chechenia y
Libia, registrados en la “base de datos” (Al-Qaeda, en árabe), de los señores de
la guerra que ya han dejado su carta de presentación en las protestas: detonar
coches-bombas que matan a decenas de personas, con la idea de provocar un
conflicto civil -al estilo de Líbano en los 80-, bajo el disfraz de una guerra
santa suní contra los herejes chiitas alauitas. De este modo, y una vez que
Washington se asegure de que Israel se quedará fuera del alcance de las
represalias de Assad, establecerá un corredor humanitario en la frontera
turca-siria, allanando el camino para el ataque final, que además podrá provocar
la división del país en cantones suníes, kurdos, alauitas y drusos.
Las tropas de Estados Unidos desplegadas en la frontera jordana-siria y la
base Incirlik de Turquía preparan la “zona de exclusión aérea”, a pesar de la
amenaza de los misiles rusos.
El doble veto de Moscú y Pekín a las sanciones del Consejo de Seguridad,
preludio de una intervención militar a la que se oponen, demuestra la
importancia de Siria en el tablero euroasiático. China necesita la paz para
vender sus productos y considera que el ataque a Siria desestabilizará toda la
región y es un paso más hacia la agresión a Irán, su proveedor de petróleo. Para
la Rusia de Putin, Damasco no solo es su único aliado árabe y su acceso al
Mediterráneo oriental, sino también el lugar donde puede demostrar su capacidad
de recuperar la influencia “soviética” en el escenario mundial tras perder
Libia. Aun así, el Kremlin puede dar una sorpresa: llevarse a Assad y su familia
a Rusia si a cambio Obama abandona la idea de integrar a Georgia en la OTAN.
Ambos ganarían: uno como un eficaz actor internacional y el otro se presentará
triunfante a las elecciones presidenciales… y el pueblo se libraría de una
guerra espantosa.
Escenario complejo que no descarta un golpe de Estado. El fundador del
Ejército de Liberación Siria, el coronel Husein Harmush exiliado en Turquía, ha
sido ejecutado después de que, según la prensa asiática, unos oficiales turcos,
tras drogarle, le entregasen a Damasco canjeado por varios militantes del PKK.
Otro militar, el general Habib Mahmud, Ministro de Defensa, “murió de infarto”
en 2011, y su compañero Ghazi Kanan ministro del Interior “se suicidó” en 2005.
La CIA y el MI6 mantienen los viejos contactos que establecieron con los
militares y los agentes del Mukhaberat sirio cuando luchaban juntos contra el
“terrorismo islámico”.
Los Hermanos Musulmanes, que gracias a EEUU, Turquía y la Liga Árabe y para
gran disgusto de Israel y las minorías religiosas que cada vez son más fuertes,
han rechazado la oferta de entrar en el gobierno. Siria ya es post Assad.
Incluso su protegido Hamás le ha abandonado, trasladando su sede a Catar. Hasta
se niega a organizar manifestaciones de apoyo en Gaza.
Dicen que Siria es un país de tamaño microscópico, pero de cósmica influencia
e impacto regional. Su inestabilidad afectará al Líbano, Jordania, Israel,
Palestina e Irán.
Una intervención imperialista causará miles de muertos, y un gobierno
instalado por las potencias extranjeras y gestionado por la ultraderecha
religiosa nunca será democrático ni independiente.
La suerte de la rebelión democrática siria, secuestrada y aplastada, ya se
decide en los oscuros sótanos y lleva camino de convertirse en un peligroso
conflicto internacional.