Argentina: los K ganan perdiendo… y ganando

José Steinsleger
La Jornada

     El peronismo continúa siendo un movimiento político a tal punto versátil, que nada de lo irracional, conjetural o racional le resulta ajeno. Épico, pragmático y reflexivo a la vez; especulativo, democrático o autoritario, el peronismo siempre ha sido encuentro de lo nacional y popular, y lugar de confrontación frente a las oligarquías que, si acaso merodeaban por sus pagos, terminaban invariablemente siendo pájaros de otro cantar.

La lucha de clases en Argentina (noción poco grata a un movimiento intrínsecamente policlasista), pasa por el peronismo. Idea que ciertas izquierdas ven con un ojo cerrado, y todas las derechas con ambos a la vez. Así, cuando en los comicios presidenciales de 2015, el peronismo vuelva a ser gobierno, más de la tercera parte de la historia argentina habrá girado en torno al planeta político descubierto por Juan Domingo Perón.
Lo apuntado cuadra con la cosecha de votos obtenidos en las recientes elecciones legislativas, por dos fuerzas que son agua y aceite al interior del mayor movimiento de masas de América Latina. Junto con sus respectivos aliados, los votos peronistas sumaron casi la mitad del padrón electoral. Y el resto, mucho menos de la mitad.
Con 32.5 por ciento de voto duro, el Frente para la Victoria (FpV), de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, retuvo la mayoría en ambas cámaras del Congreso, y volvió a refrendarse como primera fuerza política del país. Y con 14.7 de votos rejuntados, el Frente Renovador (FR), liderado por Sergio Massa, se convirtió en tercer agrupamiento nacional. No obstante, Massa ganó en la compleja provincia de Buenos Aires (43) estratégico bastión que congrega a 37 por ciento del electorado.
Como fuere, y a contramano del triunfalismo inflado del Partido Mediático Universal (que en Argentina representan el diario oligárquico La Nación y el grupo monopólico Clarín), el politólogo José Miguel Candia sugiere cautela. Porque los comicios de medio tiempo fueron justa y democráticamente pensados, para sacar tarjeta roja o amarilla en una gestión presidencial.
Ahora bien: la cosecha de votos del FpV y el FR provienen del peronismo. ¿Quién es quién, y qué intereses del pasado y el futuro se expresan en ambas fuerzas? Si los contenidos emancipadores de la hoja de ruta iniciada en 2003 por Néstor Kirchner y su esposa Cristina han sido ampliamente comentados, la del joven Massa se las trae.
Botones de muestra: en una de sus primeras ceremonias públicas, Néstor Kirchner ordenó al jefe del Ejército botar a la basura los óleos que en el Colegio Militar evocaban a los genocidas de la dictadura. Y en su campaña, Sergio Massa pidió quitar de un local partidario un cuadro del presidente fallecido. Por su lado, el UNICEF anda preocupado con las declaraciones de Massa. Dijo que si sorprendiera a su hijo fumando un porro de mariguana, lo cagaría a trompadas.
Con originalidad afín a la de sus pares derechistas del continente, Massa asegura que le sobran huevos en la vida, y que en el terreno político le gusta conducir a “gran velocidad por el terreno político sin mirar por el espejo retrovisor. Pintando a Massa de cuerpo entero, la periodista Marta Dillon le recuerda que el espejo retrovisor también “…es ese espacio chiquito donde tal vez podría avizorar que ninguna alianza es eterna, y que dar el volantazo de cambiar los dedos en V por el marketinero me gusta, podría en la próxima curva sacarlo del camino” (Página 12, Buenos Aires, 28/10/13).
Entre los peronistas, muchos son los que siempre fueron, anteayer no eran, ayer parecían, y pocos los que dejaron de serlo. Massa no viene del peronismo. Líder juvenil de la derecha liberal anteayer, jefe de gabinete de Cristina ayer, ventrílocuo de las fuerzas retrógradas hoy, el joven que el poder hegemónico mediático presenta como el Capriles argentino, parece estar convencido de que en 2015 ocupará la Casa Rosada.
El problema es que, históricamente, el peronismo se ha caracterizado por alzar o bajar el pulgar frente a los que se le acercaban para ver si algo pescaban. Anteayer, por la gravitación del líder máximo; ayer, con recursos no muy felices frente a los oportunistas, y hoy (primero Dios), con las fascinantes y nada románticas reglas de la ­democracia.
Obligado en más de una ocasión a solicitar indulgencia por su incapacidad para consultar la carta astral del peronismo, quien suscribe tampoco arrojará la toalla de buenas a primeras. De modo que pongámosle la firma: Massa nunca será presidente de los argentinos.
Por último, la noticia realmente importante: la Corte Suprema de­claró constitucional la Ley de Ser­vicios de Comunicación Audio­visual, aprobada en 2009 por el Congreso y frenada por la canalla mediática de La Nación Clarín. En fallo histórico, la Corte estimó que la paz colectiva de la libertad de expresión, exige una participación activa por parte del Estado.
Oportuno y simbólico homenaje en coincidencia con el tercer aniversario de la muerte de Kirchner, y 30 años de democracia en el país de Freud, Maradona y Gardel. Sólo falta que la presidenta se recupere de sus males, y vuelva a la lucha con las baterias recargadas