Rosalind Elsie Franklin (25/7 de 1920 - 16/4 de 1958) y la historia sucia del descubrimiento del ADN

Descubrimiento del ADN, una historia sucia que no acaba
Por Vicky Peláez
para Sputnik (Rusia)
Publicado el 31 de diciembre de 2014

La luz os es dada para el bien y para la malicia

— Dante Alighieri, Purgatorio
Rosalind Franklin
La noticia de que el magnate ruso Alisher Usmanov había comprado en la Casa de Subasta Christie en Nueva York la medalla del Premio Nobel del científico norteamericano James Watson por 4,76 millones de dólares para entregarla a su dueño que la había vendido, recorrió el mundo y estremeció la sensibilidad de la opinión pública.

Dijo Usmanov que "James Watson es uno de los más grandes biólogos en la historia de la humanidad y el Premio Nobel por el descubrimiento del ADN debe pertenecerle".
Sin embargo, si el multimillonario ruso, conocido en su país por sus numerosos gestos filantrópicos, hubiera sabido la verdadera historia del descubrimiento del ADN (Ácido Desoxirribonucleo) por la cual tres científicos: James Watson, Maurice Wilkins y Francis Crick recibieron en 1962 el Premio Nobel, de seguro no hubiera hecho este acto de generosidad.
Ya era la segunda vez en la historia del Premio Nobel que la medalla fue puesta en venta. La primera vez la hizo la familia del colega de Watson, Francis Crick que la vendió en 2004 por 2,27 millones de dólares. Lo curioso fue que después de vender su medalla James Watson declaró que estaba contento, "pues quería igualarme en precio con Crick pero logré superarlo". Quizás haya sido un grito de conciencia de Watson para deshacerse de lo que en realidad no le pertenecía o tal vez fue un simple negocio. ¿Quién sabe?
Para entender todo esto vale la pena remontarse a la historia del descubrimiento de ADN hace más de 61 años. Este recorrido también nos servirá para acordarnos de una de las científicas más brillantes de la historia e ignorada por la comunidad mundial que les otorgó el Premio Nobel a los que le robaron el descubrimiento y por el cual ella dio su vida al exponerse constantemente a los Rayos X.
Se trata de Rosalind Elsie Franklin que nació el 25 de julio de 1920 en Londres en la familia de un banquero judío y que desde los 15 años definió su vocación científica contra la voluntad de su padre eligiendo la carrera físico-química. Su espíritu y su vocación se expresan en lo que escribió a su padre en 1940 cuando tenía 20 años. Dice en su carta que "La ciencia y la vida ni pueden ni deben estar separadas. Para mí la ciencia da una explicación parcial de la vida. Tal como es se basa en los hechos, la experiencia y los experimentos. Estoy de acuerdo en que la fe es fundamental para tener éxito en la vida, pero no acepto tu definición de fe, la creencia de que hay vida tras la muerte. En mi opinión, lo único que necesita la fe es convencimiento de que esforzándonos en hacer lo mejor que podemos nos acercaremos al éxito, y que el éxito de nuestros propósitos, la mejora de la humanidad y del futuro, merece la pena de conseguirse".
A los 22 años terminó el Colegio Mayor Femenino de la Universidad de Cambridge y en 1946 obtuvo el doctorado especializándose en la técnica de Cristalografía de Rayos X, una técnica poco conocida. Posteriormente se trasladó a Paris al Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado donde perfeccionó la técnica de difracción de Rayos X. Al retornar a la Universidad de Londres, entró en el Laboratorio de King's College un lugar elitista donde a las científicas mujeres no les permitían tomar café en una de las salas reservada exclusivamente para los hombres.
Precisamente en este Laboratorio Rosalind se encontró con el norteamericano James D. Watson, el británico Francis Crick y el neozelandés Maurice Wilkins, científicos que no pasaban de los 25 años y que tenían poca experiencia en la investigación que estaba haciendo R. Franklin. Ella que gustaba trabajar independientemente estaba muy lejos de imaginar que todos sus pasos estaban secretamente observados por este grupo de científicos. Los tres eran como "aves de rapiña" utilizando todos los métodos para saber los avances de Rosalind que ya había logrado las imágenes del ADN especialmente en la famosa foto 51 donde mostraba que el ADN tenía la forma de doble hélice.
Maurice Wilkins logró obtener esta foto 51 sin conocimiento de Rosalind y la mostró a sus dos colegas. Como lo describió posteriormente el mismo James Watson en su libro "La Doble Hélice": "Al momento que vi la imagen que mostró Franklin, mi boca se abrió y mi pulso empezó a acelerarse. El ADN tenía el patrón repetitivo de bases nitrogenadas y era una estructura simétrica, lo que implicaba que la molécula estaba formada de dos cadenas que corrían en direcciones opuestas". También Watson y su grupo obtuvieron el informe confidencial que mandó Rosalind al evaluador Max Perutz. Resultó que mientras ella estaba preparando publicar su descubrimiento en la revista Nature, los tres "científicos" de la banda de "doble hélice", la adelantaron haciendo público "sus avances" sin nombrar para nada el estudio de Rosalind que utilizaron para anunciar su "descubrimiento".
En 1962, Watson, Wilkins y Crick recibieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina sin mencionar a Rosalind en sus discursos de aceptación. Rosalind Franklin había muerto en 1958 de cáncer debido a su exposición permanente a los Rayos X, cuatro años antes que la Academia Sueca reconociese la importancia del descubrimiento del ADN. Lo trágico de aquel Premio Nobel fue que lo recibieron las personas que le mostraron su desprecio a Rosalind durante su vida como científica y en especial Watson y que se aprovecharon de lo que no les pertenecía. Watson inclusive se dedicaba anteriormente a la observación de las aves y no tenía nada que ver con la Cristalografía. No se sabe hasta ahora la reacción de la científica a la publicación de sus colegas en 1953 sobre la doble hélice y la posterior gloria de los tres científicos. Pero tomando en cuenta su dedicación al trabajo podríamos deducir que siguió su rumbo profundizando la investigación.
Para conocer a Rosalind, había que mencionar su cumpleaños número 29 cuando todos la adulaban y entre ellos Watson y le preguntaron qué quería de regalo, ella respondió: "la suscripción a la revista Acta Cristalográfica". Tal era su sencillez y dedicación. Se sabe que en 1954 pasó a la Universidad de Birkbeck donde fue obligada a abandonar el trabajo sobre el ADN y comenzó a investigar sobre la estructura de los virus, logrando importantes resultados. Encontró, por ejemplo, que el material genético del virus mosaico del tabaco, un ARN, se enrosca en el interior del largo tuvo de proteínas que forma su cápsida. También este descubrimiento sobre ARN utilizó Watson en su discurso de aceptación del Premio Nobel, por supuesto sin mencionar a Rosalind.
Así habrá sido el destino de esta científica determinado de un lado, por su abnegada labor y del otro, por la ambición sin escrúpulos de sus colegas masculinos que se opusieron inclusive a la posibilidad de otorgarle el Premio Nobel póstumo, estaba entre ellos el famoso químico Premio Nobel Linus Pauling. Pero en la comunidad científica todos saben quién es quién. James Watson vendió además de su medalla su discurso de aceptación del Premio Nobel por 365 mil dólares y también una de sus clases maestras por 265,000. En 2007 tuvo que renunciar a su puesto de director del Laboratorio Cold Spring Harbor después de declarar que los afroamericanos tienen el coeficiente de inteligencia inferior a los blancos.
Dos años antes en una conferencia científica en la Universidad Berkeley anunció que "la gente gorda tiene más apetito sexual que el resto de las personas; que el sol está ligado con la actividad sexual y por eso las mujeres que usan bikini tienen más libido que las musulmanas por estar totalmente cubiertas". También argumentó que "el color de la piel está ligado a la apetencia sexual", argumentando que "mientras más oscura, más cachonda es la persona y por eso siempre decimos "Latin Lover" y nunca "English Lover", dijo este "científico" que alguna vez fue nombrado director del Proyecto Genoma Humano.
Así de irónica es la vida. Por algo escribió alguna vez Miguel de Cervantes que "la falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde".

Fuente: mundo.sputniknews.com

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Porque Rosalind Franklin
por Por Maia Numerosky
para Pagina 12
Publicado el 5 de julio de 2018

Rosalind Franklin fue una científica inglesa fundamental para el desarrollo de la genética, la biología y la medicina. Sin su labor sería imposible entender la estructura del ADN, la molécula que acarrea nuestra información genética. A pesar de eso, fue una figura muy olvidada y poco reconocida durante su vida.

Desde muy pequeña se decidió por la química, estudió en Cambridge y se doctoró a los 25 años gracias a sus estudios sobre la porosidad y permeabilidad del carbón, los cuales fueron muy útiles para predecir y maximizar su capacidad como combustibles y para la producción de aparatos como las máscaras de gas.

Sin embargo, hoy la conocemos fundamentalmente por haber sido quien produjo, en 1953, a través de difracción con rayos X, las imágenes más precisas hasta el momento de la molécula de ADN, permitiendo así desarrollar el modelo de doble hélice y brindándonos las más valiosas herramientas para entender la genética como nunca antes.

En aquel momento, a las docentes no se les permitía comer junto con sus colegas varones en la universidad ni permanecer en las salas de profesores, por lo que Rosalind tenía que almorzar sola o fuera del campus. Además, el área en que ella sobresalía, la cristalografía, era vista como una disciplina mecánica, “de servicio” hacia las grandes investigaciones que comandaban los jefes de laboratorio. No obstante, Rosalind se resistió y decidió trabajar a la par de ellos, insistiendo en el valor de su labor.

Los patrones de difracción del ADN que Rosalind produjo llegaron, sin su permiso, a las manos de James Watson y Francis Crick, quienes rápidamente -incluso sin estar seguros del modelo de doble hélice que habían producido- publicaron un artículo en la revista Nature que apenas la nombraba en una nota al pie, sin ofrecerle ningún tipo de reconocimiento. Ellos dos y Maurice Wilkins, quien trabajaba con ella, recibieron el Nobel en 1962.

Rosalind decidió mudarse a un laboratorio en el que la trataran mejor en 1953, donde siguió estudiando el ADN y trabajó sobre la estructura del ARN, además de dirigir investigaciones acerca de las estructuras de los virus del mosaico del tabaco y de la polio, produciendo avances nunca antes vistos. Falleció de un cáncer de ovario a los 37 años.

Cuando una lee la historia de Rosalind no puede evitar notar que, en aquel entonces, las mujeres eran valoradas como esposas, madres, objetos sexuales. En el ámbito de la ciencia, a lo sumo, como calculadoras mecánicas, proveedoras de datos para los “científicos de verdad”. Es decir, hacedoras. No investigadoras ni pensadoras con grandes ideas. Ellos eran quienes pisaban cabezas para ser los primeros en publicar los descubrimientos, aún a costa de no ser rigurosos en sus datos o de incumplir con la ética académica al utilizar mediciones obtenidas por otros sin citar a sus autores. Pero no solo eso, sino que en el libro que Watson escribió sobre la historia del descubrimiento del ADN, caricaturiza las características físicas de Franklin y de su personalidad (“poco femenina”, “malhumorada”, “incapaz de controlar sus emociones”) más que resaltar sus cualidades como científica. Rosalind cometió el pecado de ser un científico más, de no ser la mujer que se esperaba que fuera.

Al releer su biografía, una también comprende lo mucho que hemos avanzado las mujeres en los ámbitos académicos. Pero al mismo tiempo es imposible olvidarse cuánto nos falta: las llamadas ciencias “exactas y naturales” siguen siendo cosa de hombres, seguimos siendo la minoría en los directorios de los institutos de investigación y del CONICET; ser madres y científicas al mismo tiempo continúa siendo una proeza. Para revertir esas desigualdades es que las científicas feministas trabajamos y luchamos todos los días, y por eso es que la historia de Franklin es digna de ser leída.

Fuente: pagina12.com.ar

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El caso de Rosalind Franklin
Por Eduardo Angulo*
paraMujeres con ciencia (España)
Publicado el 9 de mayo de 2014

Hace algo más de 60 años, Watson y Crick publicaron el artículo en Nature con su propuesta de estructura para el ADN. En el último párrafo y entre otros, citaban a Rosalind Franklin y le agradecían sus resultados experimentales no publicados e ideas. Años más tarde, en el libro La doble hélice, crónica muy personal del descubrimiento de la estructura del ADN, James Watson escribió sobre ella que el mejor lugar para una feminista era el laboratorio de otra persona. Y todavía unos años más tarde, Francis Crick escribió que, en el King’s College de Londres, donde Rosalind Franklin trabajaba, había restricciones muy irritantes –no podía tomar café en la sala de profesores de la facultad porque estaba reservada para los hombres- pero solo eran trivialidades, o al menos así me lo parecían entonces. Ya ven, si me permiten la síntesis, Watson y Crick se referían a Rosalind Franklin como una “feminista que se quejaba de trivialidades”. Y, sin embargo, su propuesta de estructura del ADN se basaba en imágenes de esta molécula tomadas con la técnica de difracción de Rayos X y obtenidas por Rosalind Franklin, quizá, en aquella época, la única persona del mundo capaz de conseguirlas con una calidad tan extraordinaria. Y, de nuevo, años más tarde, tanto Watson, con reticencia y muchas dudas, como Crick, creo que más sincero y elegante, reconocieron la extraordinaria calidad como científica de Rosalind Franklin y su participación esencial e irremplazable en el descubrimiento de la estructura del ADN.



Rosalind Franklin
Rosalind Franklin


Rosalind Elsie Franklin nació el 25 de julio de 1920 en Londres, segunda de cinco hermanos, tres de ellos varones, en una familia judía que llevaba cuatro generaciones dedicada a la banca. Su educación más temprana, hasta los 18 años, la recibió en varios colegios de prestigio, incluyendo una estancia en Francia con un programa que incluía, además de costura y deporte, aula de debate y, sobre todo, física y química. Vuelve a casa y aprueba el examen de ingreso en el Colegio Newnham, en Cambridge, para estudiar ciencias experimentales y, en concreto, química. Su padre no acepta la decisión de Rosalind y le retira su asignación, pero una tía, hermana de su padre, corre con los gastos y le permite estudiar en el centro elegido. No pasó mucho tiempo sin que el padre aceptara la decisión de su hija y volviera a hacerse cargo de los gastos.
En 1941, se gradúa en química y física y, de inmediato, consigue una beca para iniciar su tesis doctoral pero un año después, en 1942 y en plena Guerra Mundial, pasa a la Asociación para la Utilización del Carbón y con sus investigaciones ayuda al esfuerzo de guerra. Hizo un trabajo importante en sus estudios sobre el carbón lo que le permitió, al acabar la guerra y en 1946, defender su tesis doctoral.
Fue una científica francesa refugiada en Inglaterra durante la guerra, Adrienne Weill, la que orientó su trabajo postdoctoral y, en 1947, la animó a ir a Francia, al Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado, en París. Era un grupo de investigación muy activo, a la última, dinámico y, sobre todo, abierto a las mujeres, a diferencia del anquilosado y masculino entorno que conocía en Inglaterra.
Allí, en París, aprendió la técnica de difracción de Rayos X en la que se convertiría en una experta a nivel mundial y aplicaría, pocos años más tarde, a la molécula del ADN. Además, amó Paris y los bistros, la comida en el campo, la cocina, las montañas, esquiar y acampar. Hizo amigos para toda la vida y, en 1951, vuelve a casa, a Inglaterra, y consigue una plaza en el King’s College de Londres. Allí, John Randall, el director del departamento, le encarga el estudio de la estructura del ADN.
Pero el King’s College era, dentro del panorama machista de la ciencia inglesa, el centro que parecía encargado de guardar las esencias. Las mujeres del personal del King’s College eran tratadas con respeto pero sabían, sin ninguna duda, que nunca alcanzarían el estatus de los hombres. Era el centro en el que se mantenía, con orgullo de casta, la “trivialidad”, según Crick, de no dejar entrar a las mujeres en la sala de profesores.
En su estancia en el King’s College, Rosalind Franklin mejoró el aparato para obtener imágenes con ADN, cambió el método y obtuvo fotografías, junto a su estudiante de doctorado Raymond Gosling, con una nitidez que nadie había conseguido antes. En noviembre de 1951 dio una charla para exponer sus resultados a sus colegas del King’s College. Entre el público estaban Watson y Crick, también interesados por la estructura del ADN, y que trabajaban en el Laboratorio Cavendish, en Cambridge, a unos 90 kilómetros al norte de Londres. Era Maurice Wilkins, compañero, aunque no se llevaban bien, de Rosalind Franklin en el King’s College, y también estudioso de la estructura del ADN y buen amigo de Watson y Crick, quien les había invitado. En aquel seminario, Watson y Crick empezaron a conocer el trabajo de Rosalind Franklin y a utilizar sus datos.



Fotografía número 51 del ADN
Fotografía número 51 del ADN


Fue también Wilkins quien, en los meses siguientes, fue enseñando a Watson y Crick imágenes de ADN tomadas por Rosalind Franklin, rara vez con su permiso y la mayor parte de las veces sin que ella lo supiera. En febrero de 1953, vieron tres imágenes y, entre ellas, la famosa fotografía número 51. Para entonces, Watson y Crick llevaban más de un año sin conseguir nada positivo. La número 51 la habían conseguido Franklin y Gosling en mayo de 1952 y, años después, Watson recordaba lo que sintió cuando la vio: En cuanto ví la foto quedé boquiabierto y se me aceleró el pulso. Por lo que se sabe, Rosalind Franklin nunca se enteró de que Watson había visto la fotografía.
Estas imágenes, más los datos de la charla de Rosalind Franklin de noviembre de 1951, más algunos datos más proporcionados por Wilkins, llevaron a Watson y Crick a su propuesta de la estructura del ADN y la publicaron en Nature en abril, solo un par de meses después de ver la número 51.
En el artículo, Watson y Crick mencionan a Rosalind Franklin, entre otras personas, y sin ninguna mención especial a sus datos y sus fotografías: …hemos sido estimulados por el conocimiento de la naturaleza general de resultados experimentales no publicados y las ideas de Wilkins, Franklin y sus colaboradores…. Así es de enigmático a veces el lenguaje científico, además de ser un ejemplo impagable de cómo subestimar el trabajo de otro.
En el mismo número de Nature, unas páginas más adelante, Rosalind Franklin y su doctorando Raymond Gosling, publicaron un artículo muy técnico sobre sus fotografías, con la famosa 51, y, demostrando su honradez científica, y personal, apoyando el modelo propuesto por Watson y Crick.
Hay quien ha propuesto que, para entonces, Rosalind Franklin había llegado a las mismas conclusiones que Watson y Crick, pero la rapidez de la publicación le impidió proponer su modelo. En 1951 había escrito que sus resultados sugerían una estructura helicoidal con 2, 3 o 4 cadenas y con los grupos fosfato hacia el exterior. Esto lo escribió 16 meses antes del famoso artículo de Watson y Crick.
Pero ya estaba cansada de sus discusiones con Wilkins, Watson y Crick y, en general, del ambiente del King’s College. Se traslada al Birbeck College, también en Londres, al laboratorio dirigido por John Bernal, donde permaneció hasta su muerte.
En este centro su carrera investigadora siguió adelante, con importantes trabajos sobre virus, en concreto, el del mosaico del tabaco y el de la polio que todavía citan los expertos. Pero en 1956 se siente mal durante un viaje por Estados Unidos y pronto se le diagnostica cáncer de ovario, quizá provocado por la excesiva exposición a radiaciones durante sus investigaciones con Rayos X. Todavía trabajó durante otros dos años, y después de tres operaciones quirúrgicas y quimioterapia, técnica que entonces estaba empezando a aplicarse, murió en Londres el 16 de abril de 1958, a los 37 años. Cuatro años después, en 1962, Watson, Crick y Wilkins recibían el Premio Nobel por sus estudios sobre la estructura del ADN. Ni Watson ni Crick mencionaron a Rosalind Franklin en sus discursos de aceptación.
Es curioso, pero son las tonterías que Watson hizo en los cincuenta y relató en los sesenta, las que crearon la admiración con que Rosalind Franklin es hoy recordada. Sus colegas del King’s College la consideraban demasiado “francesa”, o sea, liberal en sus costumbres, vestidos, intereses intelectuales y temperamento. Era directa y apasionada, le encantaba el debate, era seria y, a veces, dura y abrasiva. Wilkins, por ejemplo, la consideraba desagradable.
Watson, como siempre, fue el más cruel y en La doble hélice, su libro de memorias de aquella época, escribe párrafos que rozan el insulto: Estaba decidida a no destacar sus atributos femeninos. Aunque era de rasgos enérgicos, no carecía de atractivo, y habría podido resultar muy guapa si hubiera mostrado el menor interés por vestir bien. Pero no lo hacía. Nunca llevaba los labios pintados para resaltar el contraste con su cabello liso y negro, y, a sus 31 años, todos sus vestidos mostraban una imaginación propia de empollonas adolescentes inglesas. Quizá el párrafo, corto y directo, que mejor demostraba el problema de Watson en su trato con colegas científicas es aquel en que le aconseja a Wilkins que era evidente que, o Rosy se iba, o habría que ponerla en su sitio. Por cierto, nadie llamaba Rosy a Rosalind Franklin, solo Watson y Wilkins, y quizá Crick, y a sus espaldas.
El certificado de defunción de Rosalind Franklin dice: Una científica investigadora, soltera, hija de Ellis Arthur Franklin, un banquero. Nos vale como definición y como recuerdo.

Referencias

  1. Attar, N. 2013. Raymond Gosling: the man who crystallized genes. Genome Biology 14: 402.
  2. Braun, G., D. Tierney & H. Schmitzer. 2011. How Rosalind Franklin discovered the helical structure of DNA: Experiment in diffraction. Physics Teacher 49: 140-143.
  3. Crick, F. 1988. Que loco propósito. Tusquets Eds. Barcelona. 209 pp.
  4. Elkin, L.O. 2003. Rosalind Franklin and the double helix. Physics Today March: 42-48.
  5. Franklin, R.E. & R.G. Gosling. 1953. Molecular configuration in sodium thymonucleate. Nature 171: 740-741.
  6. Glynn, J. 2008. Rosalind Franklin: 50 years on. Notes & Records of The Royal Society 62: 253-255.
  7. Glynn, J. 2012. Remembering my sister Rosalind Franklin. The Lancet. 379: 1094-1095.
  8. Maddox, B. 2003. The double helix and the “wronged heroine”. Nature 421: 407-408.
  9. Olby, R. 1991. El camino a la doble hélice. Alianza Ed. Madrid. 694 pp.
  10. Rodrigues da Silva, M. 2010. As controversias a respeito da participaçao de Rosalind Franklin na construçao do modelo da dupla hélice. Scientae Studia 8: 69-92.
  11. Watson, J.D. 1978. La doble hélice. Plaza & Janés Eds. Barcelona. 256 pp.
  12. Watson, J.D. & F.H.C. Crick. 1953. A structure for deoxyribose nucleic acid. Nature 171: 737-738.

Sobre el autor

Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
Fuente: mujeresconciencia.com

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Recordando a Rosalind Franklin
Por Carolina Martínez Pulido*
para Mujeres con ciencia (España)
Publicado el 25 de abril de 2016
El feminismo será necesario hasta que la igualdad pueda ocupar su lugar.
Amelia Valcárcel
 El 25 de abril de 1953 la prestigiosa revista británica Nature publicaba el célebre artículo titulado Una estructura para el ácido desoxirribonucleico, firmado por James Watson y Francis Crick. Aunque sólo ocupaba una página, revolucionó el mundo de la ciencia de aquellos años porque describía la molécula que almacena y transmite la información hereditaria en todos los organismos vivos, desde las bacterias a los seres humanos.

A partir de esa fecha, los autores del trabajo alcanzaron gran popularidad y reconocimiento por parte de la comunidad científica. Tan es así que unos años más tarde, en 1962, fueron recompensados con el más valioso de los galardones, el Premio Nobel de Medicina y Fisiología. No obstante, pese a tan destacado éxito, el brillo del triunfo escondía una lamentable intrahistoria de engaños, enemistades, ambición, afán de protagonismo, y sobre todo, una apreciable dosis de misoginia y machismo.

En el artículo del 25 de abril no se reconoce que en este hecho singular jugó un papel decisivo Rosalind Franklin, notable científica cuya contribución permaneció injustamente en la sombra durante más de veinte años. Gracias a los esfuerzos de diversas historiadoras e historiadores de la ciencia hoy las cosas han cambiado, ahora la mayor parte de profesores y alumnos de bachillerato y universitarios, al igual que el público curioso en general, saben de la participación de esta estudiosa en uno de los avances más trascendentales de la ciencia del siglo XX. Pero la pregunta flota en el aire: ¿qué pasó para que se tardara tanto tiempo en reconocer el papel de Franklin?

Para despejar algunas de las sombras que enturbiaron aquellos acontecimientos, es imprescindible citar el célebre libro de James Watson La doble hélice que relata el gran descubrimiento. Como no podía ser menos, Rosalind Franklin está incluida, pero lo sorprendente es que se la describe de manera injusta y hasta cruel. Aparece representada como un personaje que no coincide en absoluto con la extraordinaria trabajadora científica que fue. Se realiza una descripción estereotipada de una mujer grotesca, poco atractiva, rígida, agresiva, altiva, inflexible, nada femenina y algo «marisabidilla».

En ningún momento de esta obra se hace justicia a las valiosas aportaciones de Franklin. Watson simplemente pretende resaltar dónde, según él, deben estar las mujeres con respecto a la ciencia: fuera de ella. El autor evidenció que su fama de arrogante y misógino no era injustificada.

Recordemos que en 1950, cuando los estudiosos comprendieron que averiguar la arquitectura del ADN resultaba primordial para la biología del momento, Rosalind Franklin era una joven y brillante físico-química, graduada y doctorada en Cambridge, que acababa de pasar tres años en Francia aprendiendo una compleja especialidad: el uso de la cristalografía de rayos X para determinar la estructura tridimensional de macromoléculas biológicas. Su excelente formación la colocaba entonces en una inmejorable posición para enfrentarse al ADN.

Franklin se incorporó King’s College de Londres formando parte de un proyecto de investigación para elucidar la molécula. Pronto logró obtener una foto clave, posteriormente considerada entre las más trascendentes conseguidas hasta la fecha, que reflejaba la estructura helicoidal de la molécula. Esta foto, a través de un compañero de laboratorio, Maurice Wilkins, llegó a manos de James Watson y Francis Crick, que lograron así completar su investigación y publicar el célebre y premiado modelo de doble hélice.

Tras la muerte de Franklin en 1958, su trabajo quedó, como sabemos, menospreciado y arrinconado durante largo tiempo. Cuando tuvo lugar la concesión del premio Nobel, los tres ganadores, Watson, Crick y Wilkins pronunciaron sendas conferencias, como es de rigor, pero no mencionaron a Rosalind Franklin. La opinión hoy dominante es que si Rosalind Franklin hubiese vivido probablemente podría haber compartido el premio Nobel por uno de los descubrimientos científicos más grandes del siglo XX.

Afortunadamente, a partir de la década de 1970 empezó a ver la luz un creciente número de publicaciones, hoy englobadas bajo el nombre de Estudios con perspectiva de género, que pusieron de manifiesto el claro sesgo androcéntrico presente en el discurso científico. Es precisamente en esta línea donde nos es tan grato recordar a la figura de Rosalind Franklin, y asimismo agradecer los innumerables esfuerzos realizados por quienes lucharon por sacarla a la luz.

*Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

Fuente: mujeresconciencia.com