12 de agosto de 1806. Reconquista de Buenos Aires

Por la Paz de Utrech firmada en 1713, España le permitió a Inglaterra introducir esclavos en sus colonias, por cada esclavo, los traficantes ingleses se comprometieron a pagar una contribución al Rey de España. Así la corona española quedaba asociada a los esclavistas británicos que hicieron del comercio de carne humana uno de los negocios más redituables.

El mismo tratado permitió a los ingleses la instalación de asientos en las colonias hispánicas y la distribución de mercaderías en navíos de permiso. Fue así como los ambiciosos comerciantes ingleses concretaron su intención de penetrar en las colonias españolas, ya sea con el comercio permitido o con el contrabando.

Durante el siglo XVIII, Francia e Inglaterra compitieron por los dominios de sus imperios, y con la mira en las preciadas colonias hispánicas, alternativamente, España jugó el papel de aliado menor de una de las dos potencias que se disputaban el control mundial.

Los gobiernos francés e inglés financiaban las tropelías de los piratas que asolaban los mares, con este mecanismo fueron construyendo su poderío estas naciones, que lograron en base al saqueo más descarado y a una industria que por aquellos años alcanzó niveles de importancia.

Con la independencia de los Estados Unidos de América, ayudado por Francia y España, Inglaterra perdió un mercado fundamental donde ubicar sus manufacturas y obtener las materias primas de su floreciente industria.

Se convirtió un asunto de crucial importancia para comerciantes e industriales ingleses, introducirse en las colonias españolas sin ningún tipo de impedimento. Junto con sus manufacturas, Inglaterra comenzó a exportar su teoría del librecambio, pues a esa altura su industria y su flota de mar no admitían competencia, Francia y España marcharon aliadas hasta la revolución popular desatada en la península por la invasión napoleónica.

La teoría del librecambio, no es otra cosa que un producto de exportación de una gran potencia que necesita expandirse y voltear fronteras para la introducción de sus mercancías, sin embargo aquellos países con voluntad nacional y deseosos de ser respetados, ponen obstáculos al indiscriminado ingreso de mercaderías importadas, que impiden el desarrollo industrial, así lo demostraron de sobra los Estados Unidos cuando en 1806 prohibieron la importación de un importante número de productos ingleses.

En 1803 estallaba la guerra entre Francia e Inglaterra, mientras España permaneció neutral en un principio, pero un año más tarde, el apresamiento de cuatro fragatas españolas, la obligaron a declarar la guerra a Inglaterra.

En octubre de 1805, Inglaterra obtiene el triunfo de Trafalgar, venciendo a las flotas de España y Francia quedando como única dominadora de los mares, pero poco tiempo después en Austerlitz, Napoleón consigue el triunfo pasando a tener el predominio sobre el continente europeo. Finalizaba 1806 cuando Napoleón firmó el decreto de bloqueo continental, así la situación de la industria inglesa se hacía crítica, necesitando imperiosamente nuevo mercados.

El 12 de octubre de 1805 se reunieron, el primer ministro inglés William Pitt, el primer Lord del Almirantazgo, vizconde de Melville y el capitán sir Home Popham, la junta dio lugar a un memorando donde se fijó el plan para la toma de Buenos Aires.

En enero de 1806 una expedición inglesa ocupó la colonia holandesa del Cabo de la Buena Esperanza al mando de David Baird, en la misma participó Popham quién convenció a Baird para que le permitiera concretar su aventura colonialista en el Río de la Plata.

Home Popham pensaba que la empresa sería muy fácil basándose en informes que le hacían llegar sus espías, por cierto que no consideraba el sentimiento del pueblo de Buenos Aires, que no quería cambiar de amo sino dejar de tenerlo, como afirmó Manuel Belgrano.

Uno de los aspectos todavía discutido por los historiadores está referido a la cuestión sobre la responsabilidad de la invasión, si recaía en una aventura de Popham o en el gobierno inglés. Nosotros creemos que lo segundo es lo correcto, pues si bien la oportunidad la decidió Popham, sin haber recibido una orden concreta, lo real es que ya existían planes de las máximas autoridades para agredir el Río de la Plata y porque la política inglesa dejaba librado a la voluntad de piratas y aventureros muchas de las tropelías coloniales.

Por otra parte, el júbilo mostrado por el gobierno inglés al recibir la noticia de la ocupación de Buenos Aires, evidenció que en ningún momento le resultó antipática tal empresa, lo que le disgustó en definitiva fue el resultado final de la expedición.

Popham fue criticado e incluso se lo obligó a regresar a Londres pagándose su propio pasaje, una vez que se conoció la noticia de la derrota de las armas británicas. En ningún momento, mientras el éxito parecía seguro se le ordenó dar marcha atrás en su intento. Para desgracia del oficial inglés, en 1806 murió Pitt, primer ministro del que era amigo.

Adherimos a lo señalado por Ernesto Palacio en el sentido que el objetivo de hacer recaer la responsabilidad en un subordinado era para salvar el prestigio de las armas inglesas, derrotas por un pueblo con voluntad patriótica y casi sin tropas regulares, a la vez que la actitud del gobierno inglés respondió a la ya tradicional política de la diplomacia británica de tirar la piedra y esconder la mano.

Popham sólo fue un producto de esa nación colonialista a la que le cabe toda la responsabilidad en este caso, como en muchos otros que se sucedieron, donde Gran Bretaña mostró su verdadera cara muy diferente a la que su diplomacia intentó imponer como abanderada de la Libertad. 

Primer intento

El 9 de junio de 1806 el vigía de Maldonado advertía al gobierno de Buenos Aires de la inquietante presencia de la escuadra inglesa muy cerca de las costas, ocho buques la componían.

El virrey Sobremonte no tomó medidas extraordinarias ante la proximidad de peligro, sólo atinó a mandar tropas a Montevideo, pues pensaba que ese podía ser el objetivo inglés. El 24 a la noche estando en el teatro debió abandonar presurosamente la función ante la noticia del inminente desembarco, se sumió en la incertidumbre más absoluta y optó por huir hacia Córdoba.

El 25 de junio los británicos, al mando de Beresford, desembarcaron en Quilmes. Sin resistencia, sólo con algunas escaramuzas, los invasores rinden la ciudad, ante la sorpresa y la indignación de la población.

El Tesoro Real de la ciudad que había salido junto con Sobremonte cayó en manos de los ingleses, estos prometieron que no saldría de Buenos Aires, pero por lo general los conquistadores no muestra mucha preocupación por cumplir sus promesas. El tesoro fue despachado rumbo a Londres, en la capital fue paseado como botín de guerra ante el júbilo del pueblo inglés que festejó su paso, hasta que fue depositado en el Banco de Inglaterra.

A las tres de la tarde del 27 de junio, Beresford tomó el Fuerte y al día siguiente ya hondeaba la bandera inglesa en la ciudad para vergüenza de sus habitantes.

El general inglés firmó una proclama donde daba seguridades sobre las siguientes cuestiones: administración de justicia, respeto de la propiedad privada, y la religión católica; y en forma muy especial aseguraba que el librecambio era el verdadero interés de la invasión. Beresford prometió el librecambio “al igual que las otras colonias inglesas”.

Popham escribió inmediatamente a funcionarios y comerciantes de su país para que iniciaran a la brevedad el comercio con la nueva colonia, gran cantidad de barcos zarparon rumbo a Buenos Aires repletos de manufacturas, las cuales deslumbraron a las clases acomodadas de Buenos Aires y Montevideo.

Impusieron la rebaja de impuestos, el de exportación de cueros en un 50%, los derechos de importación pasaron de un 34,50% a un 10%, se permitió la entrada de productos manufacturados que antes estaba prohibida y sólo se introducían por vía del contrabando.

La hipocresía del gobierno británico se evidenciaba en la carta del almirantazgo, que al conocer la noticia de la ocupación, expresó su “desaprobación a que una medida de tanta importancia hubiera sido adoptada sin la sanción del gobierno de su majestad” pero a la vez marcaba su “completa aprobación a la conducta juiciosa, capaz y animosa demostrada” por Popham y los que estuvieron a sus órdenes.

No entendemos la actitud de algunos historiadores argentinos que intentaron salvar la responsabilidad de la Corona Británica, ya vemos que el almirantazgo sólo cuestionaba asuntos meramente formales, mientras apoyaba el accionar de los agresores, a la que denominaba “conducta juiciosa”.

Los diarios londinenses no ocultaron su alegría ante la noticia de la ocupación de Buenos Aires, el Times en sucesivas ediciones informaba sobre la incorporación de la ciudad al Imperio, en sus páginas se podían leer cosas como esta: “Tal es la fertilidad del suelo, que Buenos Aires, en poco tiempo, será probablemente el granero de Sudamérica... “.

Por decreto del 7 de julio se ordenaba a los esclavos obedecer a sus amos, pues se había verificado que algunos de ellos pretendían liberarse. La medida resultaba coherente para una potencia esclavista.

La actitud de la población hacia los invasores fue muy diversa, mientras que algunos funcionarios coloniales aceptaron pasivamente la nueva situación e incluso hubo criollos que apoyaron a los invasores, la mayoría de la población participó de la Reconquista.

Ni bien ocuparon la ciudad, los británicos comenzaron una tarea de propaganda, crearon algunas logias masónicas, Estrella del Sur fue la más importante, y de la que participaron Saturnino Rodríguez Peña y Aniceto Padilla, quienes ayudaron a escapar a Beresford cuan se encontraba detenido en Lujan, a partir de ese momento ambos comenzaron a actuar a sueldo de los ingleses.

Invitados a jurar lealtad al nuevo rey concurrieron el clero en pleno, salvo algunas excepciones. El Cabildo también cumplió el ritual exigido, de igual forma respondieron los integrantes del Consulado, sin embargo fue notoria la ausencia del secretario del organismo, Manuel Moreno , quine prefiere huir a la Banda Oriental antes de jurar lealtad al rey inglés. La Audiencia se negó a concurrir a este vergonzoso acto.

Algunos jefes ingleses fueron invitados a alojarse en las casas de las familias distinguidas, no era extraño ver pasear a alguna jovencita de esa acomodadas familias del brazo de un oficial inglés. Otras familias adineradas optaron por irse a sus quintas en las afueras de la ciudad, esta no era su guerra ni su problema, sólo querían tranquilidad personal.

Pero la inmensa mayoría de la población, una vez pasada la sorpresa, se abocó a preparar la resistencia, la hostilidad de este sector hacia los invasores fue total, como ellos mismos le reconocieron luego.

Los pobladores comenzaron a trabajar a los británicos, particularmente a los católicos, obteniendo la deserción de algunos, esto causó preocupación en Beresford, al punto que el 19 de julio amenazó con la pena de muerte a quién indujera a la deserción entre la tropa ocupante. Algunos centinelas aparecieron muertos producto del accionar de la resistencia popular.

La opinión de Beresford no dejó dudas con respecto a la opinión de los habitantes de la ciudad: “...aunque el pueblo no desea soportar el yugo de España, menos aún quisiera soportar el de otra nación...”. Belgrano afirmó algo similar en su Autobiografía al recordar la entrevista con el general Craufurd durante la segunda invasión “Nosotros queríamos al Amo viejo, o ninguno”.

El general Gower declaró ante el tribunal que juzgó el comportamiento de los oficiales ingleses : ”...jamás habría podido creer que hubieran sido tan implacablemente hostiles como por cierto lo eran ... no creo que haya habido un solo hombre, realmente adicto a la causa británica en la América Española”.

Mientras que el teniente coronel Duff dijo “Estaba en medio de una ciudad donde todos eran enemigos, desde el hijo de la vieja España hasta el negro esclavo”. No podía causar sorpresa la oficial británico que los esclavos odiaran a sus compatriotas, los que cazaban a los humanos de raza negra en África para venderlos por el mundo.

Recuperados de la sorpresa inicial , españoles y criollos se dispusieron a rechazar al enemigo, con este claro fin, comenzaron a organizarse. Al mando de Pueyrredon, el paisanaje de las afueras de Buenos Aires se dispuso a enfrentar a los invasores, sin embargo el 1° de agosto son vencidos en Perdriel, obligándolos a dispersarse, pero sin recibir bajas de consideración.

Liniers se había traslado a Montevideo , el gobernador Ruiz Huidobro lo puso al mando de 900 hombres. Con este contingente desembarcó en el Tigre el 4 de agosto, a poco de andar se le unieron los combatientes de Pueyrredon , de todas partes concurrieron hombres para integrarse al ejército libertador, ya nadie quería aguantar ni un solo día más el yugo inglés. El 12 de agosto, las tropas estaban listas para el ataque final, se dividieron en dos columnas, una atacó por la calle que actualmente se llama Reconquista, y la otra por San Martín.

Los ingleses no resistieron el ataque demoledor y se vieron obligados a rendirse ante las pérdidas sufridas, las que ascienden a 300 hombres entre muertos y heridos. Luego de 46 días de ocupación, Buenos Aires fue recuperado por sus habitantes. Beresford fue apresado y enviado detenido a Luján.

El pueblo, activo participante de la Reconquista, decidió dos días después, en Cabildo Abierto, pronunciarse contra la actitud del virrey Sobremonte, nombrando a Liniers como jefe militar de la ciudad. Consecuentemente con el valor demostrado en el combate contra el enemigo y desconfiando de la actitud de ciertas autoridades, el pueblo de Buenos Aires actuó sin consultar a España, fueron estos los primeros pasos hacia la soberanía.

Dentro de ciudad ocupada, hombres y mujeres se habían organizado para echar a los agresores, cuando las tropas de Liniers atacaron, salieron a la luz y fueron un factor decisivo del triunfo. Ya no era posible decirles que el gobierno de sus destinos no era de sus incumbencia. 

Segunda Invasión

Rechazados en Buenos Aires, la escuadra inglesa esperó en el Río de la Plata para ser reforzada, a la vez bloqueaba el puerto de Montevideo.

El ejército inglés llegó a tener 12000 hombres, a principios de 1807 tomaron el puerto de Maldonado y de ahí atacaron Montevideo, obteniendo el control de la ciudad. Sobremonte que estaba en la Banda Oriental trató de oponer resistencia pero fue nuevamente derrotado, debiendo huir otra vez.

El 6 de septiembre de 1806, Liniers llamaba a todos los hombres aptos para la milicia, decisión por la que creó el primer ejército nacional.

El 3 de febrero de 1807 al ser ocupada Montevideo, el gobernador Ruiz Huidobro junto a otros oficiales fueron enviados a Inglaterra, Mientras tanto una nave española que logró evadir el bloqueo, llegó a Buenos Aires con la noticia de que el rey nombraba a Ruiz Huidobro como nuevo virrey, además ascendía a Liniers al cargo de brigadier de la Real Armada. La Audiencia se reunió y decidió nombrar a Liniers como virrey interino, pues el designado estaba detenido.

El Cabildo convocó a una junta de guerra donde destituyó a Sobremonte por “imperito en el arte de la guerra e indolente en clase de gobierno”. El 10 de febrero de 1807 se reunió un Congreso General de la Audiencia, el Cabildo, los obispos, el Consulado, los jefes militares y los vecinos principales para confirmar la medida y resolvió el arresto de Sobremonte.

Achmuty, el oficial inglés que se hizo cargo del gobierno de Montevideo, se convenció de la hostilidad de los criollos y españoles hacia los británicos, en carta al Ministro de Guerra le decía que “cada habitante es un enemigo”.

Pero la enemistad de los pueblos hacia los invasores no los hizo desistir de sus planes, y el 26 de febrero exigieron la rendición de Buenos Aires, recién el 2 de mayo el gobierno de la ciudad respondió negativamente a la soberbia de los ingleses que creían que esta vez estaban en condiciones de rendir a la belicosa ciudad.

Los comerciantes llegaron por bandadas a Montevideo con infinidad de productos, abrieron varios locales con la firme decisión de introducir sus mercancías en el Virreinato mediante el contrabando, alguno de esos productos lograron ingresar en Buenos Aires.

Como ya lo habían hecho en la otra margen del Río de la Plata con anterioridad, en la Banda Oriental los ingleses realizaron una activa tarea de propaganda con vistas a ganar adeptos, crearon un periódico que se editaba en inglés y castellano llamado la Estrella del Sur, el cuál funcionó entre el 23 de mayo y el 11 de julio.

Cuando se consideraron con el poderío suficiente decidieron el nuevo ataque contra Buenos Aires, el 28 de junio de 1807 desembarcaron en la ensenada de Barragán comenzando el avance hacia la ciudad. Unos días después las tropas al mando de Liniers le salieron al encuentro en los Corrales de Miserere, ahí el triunfo correspondió a los invasores.

Al llegar la noticia a la ciudad la tristeza invade los corazones por la derrota, sin embargo esto no impidió que se aceleraran los trabajos defensivos, se cavaron trincheras, se apostaron hombres en las azoteas, se patrullaban las calles, en fin, se tomaron todas las medidas necesarias para hacer frente al enemigo, Alzaga uno de los comerciantes españoles más adinerado, encabezó la organización de la resistencia.

Liniers regresó a la ciudad con algunos hombres que había conseguido reunir y se puso al frente de la defensa. El 5 de julio los ingleses atacaron al mando de John Whitelocke, al comienzo obtuvieron algunos triunfos parciales, logrando tomar el Retiro, pero al inglesar al casco urbano son recibidos con toda clase de proyectiles, inútil fue para los frustrados conquistadores intentar por segunda vez imponer su voluntad en la orgullosa Buenos Aires, la mitad del ejército sufrió bajas entre muertos, heridos y prisioneros.

El 7 de julio se firmó la capitulación, en la que los ingleses se comprometían a abandonar Buenos Aires y Montevideo. El 13 de julio los británicos abandonaron Buenos Aires y el 7 de septiembre, Montevideo.

Por segunda vez, la soberbia británica se había estrellado contra la voluntad patriótica de un pueblos con medios muy inferiores y sin ayuda de la Corona española. Inglaterra era una potencia y la absoluta dueña de los mares y había sido derrotada.

Mientras esto ocurría en el Río de la Plata , en Europa, Francia y España firmaron el tratado de Fontainebleu en el cuál se repartían Portugal, aliado y dependiente de Inglaterra.

El 19 de noviembre de 1807 las tropas francesas ingresaron en territorio portugués, luego de cruzar España. Los ingleses exigieron al regente de Portugal que se embarcara de inmediato hacia el Brasil. Casi simultáneamente que las tropas francesas ingresaban a Lisboa, los Braganza se embarcaron para cruzar el Atlántico.

 Consecuencias de las invasiones

Variados efectos trajo aparejado el doble intento de ocupación del Río de la Plata, una de las cuestiones más importante es este acontecimiento lo señaló Abelardo Ramos : “La primera manifestación de la guerra nacional en el Río de la Plata fue la reacción popular contra las invasiones inglesas en 1807. En esa lucha debe buscarse el origen de nuestro ejército que nació combatiendo a las tropas británicas.”.

Las necesidades de defender el Virreinato de los ataques enemigos y dada la ineficiencia mostrada para evitar la ocupación inglesa, se determinó nombrar a Liniers para que comenzara los trabajos de organización del ejército, el bando que se dio a conocer convocaba a los vecinos entre 16 y 50 años.

El ejército se organizó, agrupando a los vecinos de acuerdo a sus lugar de origen o raza. Fue así que se formaron los batallones de patricios, procedentes de Buenos Aires; los arribeños formado por los hombres del interior; el de pardos y morenos; a la vez que los españoles se agruparon en los cuerpos andaluces, catalanes, gallegos, vizcaínos y montañeses.

Estos regimientos tenían un sistema democrático, cada cuerpo elegía a sus jefes, quienes a la vez designaban a su plana mayor, de esta manera fue elegido Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios.

Los recursos para solventar los gastos requeridos para mantener a las tropas se obtuvieron mediante el aporte de los comerciantes porteños. En octubre de 1807 ya se contaba con un contingente de aproximadamente 8100 hombres, de los cuales unos 5100 eran criollos, casi todos eran voluntarios. Como puede observarse la relación de fuerzas era decididamente favorable a los criollos, quienes a partir de ese momento estuvieron armados, además contaban con una nueva forma de organización democrática que ni remotamente pudieron acceder anteriormente con siglos de dominación española. Un gran cambio comenzaba a operar en la sociedad colonial.

Las instituciones españolas habían demostrado su inutilidad para hacer frente a la agresión inglesa, y para peor el comportamiento de muchos de sus funcionarios habían huido a habían corrido a jurar lealtad al rey británico.

La Corona española tampoco había demostrado demasiado interés por el destino de sus colonias, según Saavedra, desde España se había contestado ante un requerimiento de refuerzo efectuado por Liniers, que se arreglara como pudiera.

La primera institución cuestionada por el pueblo porteño, fue el de la máxima autoridad, es decir al virrey. El 14 de agosto de 1806 se exigió al Cabildo Abierto la cesantía de Sobremonte y su reemplazo por Liniers, mientras que el 6 de febrero de 1807 el Cabildo presidido por Alzaga destituyó a virrey y determinó su encarcelamiento en la Banda Oriental.

Sólo la iniciativa de los vecinos hizo frente al invasor, la creación de ejército con un importante componente criollo y una acentuada participación en las decisiones del gobierno fueron una clara demostración del impulso que significó al pueblo asumir su propia defensa. El camino de la soberanía popular comenzó a transitarse por aquellos días, los criollos comprendieron en donde estaba la fuerza y que sólo podían confiar es sí mismos.

Moreno y las invasiones

Moreno ocupó su tiempo, durante las invasiones, redactando sus impresiones de los acontecimientos que se desarrollaron ante sus ojos, no quiso tener otra ocupación que esta, dejando como ya vimos su actividad profesional.

En su escrito reflejó el estupor de los habitantes de Buenos Aires ante la facilidad con que los ingleses lograron someterla, se preguntaba como era posible que 1600 soldados pudieron tomar una ciudad de 60000 almas, en apenas 48 horas.

Criticó severamente a los responsables de la seguridad, comenzando por el mismísimo virrey, cuya conducta mereció la reprobación unánime de los porteños.

A Sobremonte le criticó haberse negado a recibir refuerzos , con anterioridad a la invasión, alegando contar con tropas suficientes; remarcó la ineptitud del virrey al enviar las tropas más experimentadas a Montevideo, descuidando Buenos Aires. Moreno no escatimó calificativos para el huidizo virrey.

Pero sus críticas no terminaban en Sobremonte sino que se extendía a los oficiales españoles que tuvieron la misión de defender la ciudad : “La plaza tenía mil medios de defensa; y quinientos de los nuestros bastaban para acabar a los enemigos que habiendo ya pasado a esta orilla, habían tomado una posición donde no podían obrar absolutamente; pero teníamos la fortuna de que los oficiales de plana mayor eran tan militares como el marqués”.

Esta ironía para el marqués de Sobremonte y sus oficiales, no ocultaba que el cuestionamiento a los hombres también significaba poner en la picota al régimen es su conjunto. ¿Qué clase de dominio era el español que no podía dar la menor seguridad a sus súbditos? Contrastaba a simple vista, la firme decisión soberana del pueblo, con la cobardía y la ineptitud de los gobernantes, precisamente en momentos cruciales como lo fueron las invasiones.

El sentimiento de Moreno, como el del resto de los porteños quedó expresado en este párrafo: “Yo he visto en la plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro algunos, cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806, vi entrar 1560 hombres ingleses, que apoderándose de mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de esta ciudad”.

Como vemos, no dudaba en calificar de “infamia” el comportamiento de los gobernantes, y llamando, lisa y llanamente, de “entrega” a la toma de la ciudad. Para Moreno como para otros los ingleses se vieron favorecidos por el comportamiento de las autoridades españolas.

Entre los manuscritos de Moreno fueron encontrados, entre otros, un documento donde justificaba el reemplazo de Sobremonte, este documento posiblemente haya circulado en 1806 como anónimo, se desconoce si el mismo es el original o una copia, pero lo cierto es que Moreno aprobaba su contenido. Decía este escrito: ”Si a pesar de haber sido conquistada la Ciudad por otro, no se temiera nueva invasión de los Enemigos: es decir, si la Guerra hubiera acabado, ó los ingleses hubiesen salido tan escarmentados, que probablemente, no se pudiera recelar que les quedase ganas de volver, convengo, que sin embargo del descuido, y abandono con que Sobremonte miró a Buenos Aires, podía tolerarse volviese a ejercer el cargo de gobernador y Capitán General, porque en este caso no había que temer de parte de los enemigos externos. Más hallándose la ciudad amenazada de una nueva invasión, con el socorro que se sabe pidió el General Inglés al Cabo, o con el refuerzo, que es natural, le envíe de Londres el Ministerio Inglés en virtud del Parte que le dio, de haber tomado felizmente la Plaza con un puñado de hombres; y habiendo al fin salido, aunque deshonrados, siempre ventajosos con los caudales que el marqués les envió, y otros que ellos se tomaron; los cuales se dieron prisa de poner inmediatamente a salvo, no sería prudencia, ni acertado en estas circunstancias volver a confiar la defensa de la Plaza a un jefe, que la miró con tanta indiferencia la vez pasada. Se sabe que los oficios no se han creado en España para acomodar las personas, sino para que las personas sirvan y desempeñen los oficios”.

Hemos citado extensamente este documento para poner en evidencia el pensamiento de Moreno, que no por casualidad participó en el derrocamiento de los últimos tres virreyes del Río de la Plata.

No se limitó a cuestionar el sistema colonial sino que defendió la participación popular en los acontecimientos posteriores a las invasiones y que concluyeron con la destitución de Sobremonte y el ascenso de Liniers.

Por eso no resulta extraño que el citado escrito dijera: “En este conflicto se hace indispensable tomar algún partido. ¿Y cuál otro más oportuno, fácil y acertado se puede tomar, que el que eligió el Pueblo? Es a saber, confiar la custodia, y conservación de la Ciudad al que la supo librar de las manos del Enemigo”.

Más adelante puntualizaba : “Y que el peligro inminente, y la necesidad que aprieta no admite dilación, confiere mando, poder, y jurisdicción al que no la tiene, por cuanto entonces nos apartaron con razón de las reglas del derecho. Estas doctrinas aplicadas al caso presente hacer ver que el Público de Bs. As. no anduvo tan descaminado, cuando por haberlo desamparado el Marqués de Sobremonte, y dejándolo hecha presa del Inglés, piso los ojos en Dn. Santiago Liniers, para que lo libertase de tan grave opresión, y lo guardase, y defendiese en adelante”.

Esto fue una constante en Moreno, asumir la defensa de la soberanía popular por sobre las leyes que impedían su libre expresión.