Julio Sevares*. El ajedrez de las finanzas globales
Reportaje a cargo de Javier Lewkowicz
para Pagina 12
Nota publicada el 29 de diciembre de 2014
Nota publicada el 29 de diciembre de 2014
Hay varios argumentos para explicar la
actual influencia de las finanzas en la economía mundial. De cara a la crisis
de las hipotecas subprime, los liberales plantean que hubo “errores”, que falló
la regulación, porque la tecnología de la información va más rápido que los
organismos regulatorios. Un sector del progresismo abona esa idea. Otro grupo
se anota en el libreto de la izquierda, que explica que el problema es que la
presión de los capitalistas para sostener la tasa de ganancia del capitalismo
“real” empujó al mundo a la desigualdad de ingresos. Y que entonces los
trabajadores sólo pueden acceder a los bienes a través del endeudamiento, y que
esa burbuja, claro, estalla en algún momento. En el medio, la timba de los
commodities es mucho más lucrativa que la inversión en fierros. Escondidos
detrás de las explicaciones están “los actores”: directivos de corporaciones y
políticos norteamericanos y europeos que intercambian roles según el momento.
¿Cuáles son los vínculos de JP Morgan Chase, Bank of America, Wells Fargo,
Citigroup, Goldman Sachs y Morgan Stanley con el poder político? ¿Qué acciones
desplegaron para concretar su objetivo? ¿Qué modificaciones normativas hicieron
posible hablar de las calificadoras de riesgo, del mercado de commodities, de los
paraísos fiscales y de los bonus de los banqueros en el modo en el que se habla
en la actualidad? En su reciente libro, El poder en la globalización
financiera, el economista Julio Sevares enumera una serie de hitos en el camino
de la desregulación financiera.
El abandono del sistema de tipos de
cambios fijos (1973) abrió la posibilidad de especular con las monedas y generó
el mercado de los títulos que operan como seguros de cambio. En paralelo, los
organismos financieros internacionales presionaron alrededor de todo el mundo
para liberalizar los movimientos de capital. En 1980, Estados Unidos dictó la
ley de desregulación de instituciones de depósito y autorizó fusiones
bancarias, y en 1981 se aprobó la creación de entidades desreguladas que
comenzaron a funcionar como paraísos fiscales dentro del territorio
norteamericano, lo que generó una competencia hacia la desregulación que llegó
al extremo en las famosas plazas de los países caribeños. Ese mismo año se
redujeron impuestos a las ganancias financieras y se permitió la
“securitización” de las hipotecas. El combo multiplicó varias veces y en pocos
años el negocio financiero.
“La creación de nuevos y gigantescos
holdings bancarios diversificados aumentó la concentración del sector
financiero así como la complejidad de sus operaciones y la dificultad para
comprenderlas y regularlas. Los bancos ganaron capacidad de presión sobre los
estados. La nueva legislación transformó a Wall Street en un gigantesco casino
(...). En rigor, en algo más loco que un casino, porque en un casino usted
tiene que poner su propio dinero para hacer apuestas. Gracias a la
desregulación, compañías financieras como AIG (American International Group,
que debió ser rescatada por el Estado norteamericano en 2008) pueden apostar
miles de millones, si no billones, sin tener dinero para respaldar sus juegos
(...). Gracias a la era de la desregulación de Clinton, el mercado de derivados
es ahora cien veces más grande que el presupuesto federal y los cinco bancos
más grandes del país controlan más del 90 por ciento del negocio”, indica
Sevares, en función de las declaraciones de un analista de Wall Street.
–En su trabajo, usted resalta el rol
activo del Citibank en el proceso de desregulación financiera.
–Hay bastante registro de la acción de
lobby de ese tipo de agentes financieros. Tal vez el caso más notorio es el del
Citibank, uno de los bancos más creativos en desarrollar instrumentos para
ofrecer cuentas con alta liquidez que pagaban intereses, algo que estaba
prohibido en Estados Unidos en los `80. Eran acciones violatorias de la
normativa pero las autoridades regulatorias lo permitieron, a partir del lobby
de los senadores más liberales. Y más adelante, también el Citi fue pionero en
el desarrollo del holding, a través de fusión de las operaciones de banca
comercial y de inversión, que estaban prohibidas pero eran también toleradas
por las autoridades. De hecho, el Citigroup reunió a la banca comercial con
servicios de comercio de títulos y seguros y se formó dos años antes de la
aprobación de la nueva legislación. En el medio, la Fed le dio un permiso
temporario.
–La financierización, como toda gran
transformación económica en los países desarrollados, tuvo un efecto inmediato
en la periferia.
–Es tan así que la Argentina fue un país
pionero en la desregulación financiera. En los ’80, luego de los cambios
normativos de la dictadura, con Alfredo Martínez de Hoz en el Ministerio de
Economía, el mercado financiero argentino era más liberal que el de Estados
Unidos o Europa, una cosa increíble. Teníamos libre fijación de tasas de
interés, algo que en las economías desarrolladas todavía no existía. Yo destaco
dos procesos que a nivel global van definiendo el nuevo carácter del
capitalismo. Por un lado, la tasa de ganancia que cae por la crisis del
petróleo, lo que fomenta la búsqueda de rentabilidad financiera. Al tiempo que
los dólares de los países petroleros buscan ser reciclados, se genera una
enorme liquidez que se va montando sobre todas estas operaciones financieras. A
la vez, desaparece la convertibilidad en oro y con ella el sistema de tipo de
cambios fijos, con lo que las variables monetarias empiezan a tener grandes
variaciones. Ahí las empresas y los bancos tienen la necesidad de establecer
seguros de cambio y hacer contratos a futuro. Todo esto presiona para que haya
mercados con libre movimiento de capitales, y los países periféricos jugaron
ahí un rol fundamental como tomadores de crédito y fugadores de divisas,
bicicleta que terminó en las crisis de la deuda de fines de los ’80. El
consenso pro mercado nacía de arriba, desde Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Capítulo aparte merecen los commodities,
burbuja de la cual, cabe resaltar, se beneficiaron los países emergentes en
estos últimos años. Sevares explica que en el año 2000 se sancionó en Estados
Unidos la Commodity Futures Modernization Act. En el medio de esos cambios, el
titular de la Future Commodities Trading Commision, Brooksley Born, propuso que
su organismo participara de la regulación de los bancos en el negocio de los
derivados (contratos financieros en relación con la variación de precio de
commodities). Pero el ex secretario de la SEC, Arthur Levit Jr.; el secretario
del Tesoro de Clinton, Robert Rubin, y el titular de la Fed, Alan Greenspan, se
opusieron firmemente. El sucesor de Rubin, Larry Summers, también se opuso al
mayor control sobre derivados, al igual que el siguiente secretario del Tesoro
bajo el gobierno de George Bush, Han Paulson, hombre de Goldman Sachs.
Por su parte, los Credit Default Swaps
(CDS), que son seguros contra default, fueron creados en 1997, en momentos
previos a la crisis financiera asiática. “Los creó el banco de inversión JP
Morgan como seguros o pases contra default de instrumentos financieros, lo que dio
un impulso decisivo a la diversificación y expansión del mercado de derivados.
Muy pronto, los CDS no sólo se utilizaron como seguros sino que también se
titularizaron. El valor de la emisión de CDS superó al de los bonos asegurados,
algo así como un crédito hipotecario que vale más que la casa que lo respalda.
Se convirtieron en uno de los derivados más difundidos y peligrosos, como se
demostró en la crisis iniciada en 2007”, explica Sevares en su trabajo.
–¿Cuál es el rol de las nuevas
tecnologías de la información en este proceso?
–Si estás en el siglo XVIII podés mover
el capital si cargás el oro en un barco. En el siglo XIX los mercados ya
estaban vinculados, ahora es al instante. Pero la tecnología existe porque los
Estados lo han permitido. Entonces ahí radica la cuestión de fondo.
*Julio Sevares- Es economista. Doctor en Ciencias Sociales por la UBA. Profesor en las maestrías en Relaciones Económicas Internacionales y en Historia Económica y de las Políticas Económicas, ambas de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Miembro del Grupo de Trabajo sobre China, del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Fue editorialista jefe y columnista de economía del diario Clarín y actualmente colabora en diversos diarios y publicaciones. Es autor de artículos publicados en revistas profesionales y de libros compartidos con otros autores. Entre los propios se encuentran Por qué cayó la Argentina (Norma, 2002), El capitalismo criminal (Norma, 2003), El imperio de las finanzas (Norma, 2005), Historia de la deuda (Capital Intelectual, 2005), El estallido de la superburbuja (Capital Intelectual, 2009) y Por qué crecieron los países que crecieron (Edhasa, 2010).
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