José María Rosa

Por Sandro Olaza Pallero

Historiador, abogado, diplomático y catedrático, nació en Buenos Aires el 20 de agosto de 1906 y falleció en esa misma ciudad el 2 de julio de 1991. Dedicó su vida y su talento para hacer triunfar la verdad histórica, maestro insigne de varias generaciones de argentinos, quienes aprendieron de él a sentir el orgullo de un pasado heroico que es la única sustentación posible de nuestro porvenir como nación.

Era nieto del Dr. José María Rosa, ministro de Hacienda del general Julio A. Roca en su segunda Presidencia. Se doctoró en derecho en la Universidad de Buenos Aires y después fue catedrático en el Litoral, La Plata y Buenos Aires.

Fue un decidido militante de la causa nacional y popular en todos los terrenos.

Porque también desde la intelectualidad, nuestra Argentina –la cristiana, la hispana, la gaucha- fue acechada por dos corrientes supuestamente antagónicas, pero coincidentes en puntos fundamentales: el liberalismo y el marxismo con su particular visión de la historia. Rosa siguió los sabios consejos del Papa León XIII quien afirmó: “Es necesario que los hombres probos doctamente versados en esta clase de estudios apliquen sus aptitudes a escribir la historia con el propósito y la intención de mostrar lo cierto y lo justo”. 

En su primera obra “Interpretación religiosa de la Historia” destaca que: “La interpretación materialista de la Historia buscó en la Economía el espíritu de la sociedad. La racial en la Etnografía. Pero ni una ni otra explicaron satisfactoriamente el proceso histórico. Es que la sociedad era antes que nada un vínculo religioso, y no debía encontrarse en la Etnografía ni en la Economía, sino en la Historia de las religiones la clave del lenguaje ignorado en que se escribió la Historia...La nación es siempre un culto religioso. Un culto supone la dirección del misticismo social hacia un objeto, una idea o un hombre” (pp. 11-115).

Años más tarde en el libro “Conversaciones con José María Rosa”, su autor Pablo J. Hernández le pregunta a Rosa qué persona lo indujo a tomar posición por Juan Manuel de Rosas. Y el maestro le responde: “Otro que influyó mucho en mi rosismo fue el gobernador Iriondo, que había sido en su juventud secretario de don Bernardo de Irigoyen. Iriondo, como todos los hombres de otra generación, tenía el arte de conversar del que antes le hablaba. Después de comer, los jóvenes íbamos a su casa a tomar café. Oír sus recuerdos en tiempos de las revoluciones liberales de Luciano Leiva y Patricio Cullen contra su padre, sus anécdotas de don Bernardo, sus tiempos de ministro de Figueroa Alcorta, era un embeleso. Sobre todo cuando hablaba de don Bernardo y contaba que, como aspiraba a ser presidente de la República, no podía defender a Rosas. Yo soy muy rosista, pero antes que nada soy hernandista. En la intimidad se ponía chaleco colorado y divisa punzó. No pudo ser presidente porque Mitre se opuso porque no había renegado de lo que debía renegarse, como otros rosistas. Pero don Bernardo, pese a sus ambiciones, era demasiado íntegro para renegar de Rosas”. 

Destacó en el “El Revisionismo responde” la mala fe de la oligarquía en condenar a Rosas: “La oligarquía no condenó a Rosas por tirano, lo condenó por la defensa de la soberanía, y porque representó auténticamente a las clases populares”.

José María Rosa fue presidente del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas en 1951, al cual se acercó en 1941 y colaborador de la revista de dicha institución y de las publicaciones “Santo y seña”, “Mayoría”, “Patria Libre” y “Línea”. Tras la victoria de la Revolución Libertadora en 1955 y el fracaso del movimiento de los generales Valle y Tanco, al año siguiente debió asilarse en Uruguay y en España. Fue en el destierro que investigó en archivos y bibliotecas extranjeros y halló los documentos reveladores de la trama de acontecimientos decisivos de nuestra historia que traidores y falsarios nos escamoteaban. Ningún historiador con honestidad intelectual puede hoy negar que ignora los trabajos de Rosa, ni repetir impávido las versiones que antes recitaban los textos escolares y aparecían consagrados en los grandes diarios y en las academias.

En la Memoria del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas (Revista Nº 17, pp. 102-103) se hace una aclaración preliminar sobre la detención de Rosa y la persecución a esta entidad por parte de la llamada Revolución Libertadora: “Debe decirse que le fue prohibido al Instituto la realización de sus conferencias, que las pocas que pudieron llevarse a cabo fueron atentamente controladas por la policía y que en determinados momentos se tuvo la sensación, la certeza casi, de que la entidad podría ser intervenida o clausurada. Cabe mencionar aquí la prisión a todas luces injusta de que fue objeto el presidente, Dr. Rosa, y que –como se desprende de lo públicamente declarado con posterioridad por él, fue motivada exclusivamente por su posición personal en materia histórica…a partir de los últimos días del año 1955, las actividades del Instituto quedaran prácticamente reducidas a la sola atención del público y despacho de la correspondencia”.

En noviembre de 1972 formó parte de la comitiva que acompañó al general Juan Domingo Perón en su regreso a su patria. Tras la victoria electoral justicialista de 1973 fue nombrado embajador en Asunción del Paraguay y después en Atenas. Entre sus obras más destacadas se encuentran: “Interpretación religiosa de la Historia” (1936); “Defensa y pérdida de nuestra independencia económica” (1943); “ La misión García de 1815 ante Lord Strangford” (1951); “El cóndor ciego” (1952); “Nos los Representantes del Pueblo” (1955); “La caída de Rosas” (1958); “Del municipio indiano a la provincia argentina” (1958); “La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas” (1954); “Rivadavia y el imperialismo financiero” (1964) y su célebre “Historia Argentina” (1964-1980) en 13 volúmenes.

En la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas escribió entre otros artículos: “Don Bernardo de Irigoyen” (Nº 15-16); “Los heterodoxos argentinos: Pequeña biografía de Salvador María Del Carril” (Nº 15-16, este artículo fue escrito por él con el seudónimo de Martín Pincén) y “Rosas y la República Independiente de Río Grande (1836-1845)” (Nº 17). Dictó varias conferencias en esta institución como: “Aniversario de la suma del poder público” y “Los jefes del partido popular: Soler 1815-1820, Dorrego 1820-1828 y Rosas 1829-1852” (1950) y “¿Por qué fue condenado Rosas?” (1954).

En el sepelio de Rosa dijo José María Castiñeira de Dios, por ese entonces subsecretario de Cultura de la Nación: “Pudo decir que él no defendía a Rosas. Porque Rosas se defiende solo…Vivió el reconocimiento en vida. No importa si los grupúsculos académicos desoyeron la seriedad profunda de sus papeles. Lo escuchó el pueblo, y el pueblo lo supo y lo sabe intérprete real de la realidad histórica de nuestra tierra”. Entre otras personalidades de la cultura que brindaron su homenaje al insigne maestro se destacaron: Marcelo Sánchez Sorondo, Francisco Hipólito Uzal, Fermín Chávez, Cristina Minutolo de Orsi, Jorge Oscar Sulé y Jorge Ocón.

Fuentes:

-JOSE MARIA ROSA, Interpretación religiosa de la Historia, Buenos Aires, 1936.
-JOSE MARIA ROSA, El Revisionismo responde, Buenos Aires, 1964.
-PABLO J. HERNANDEZ, Conversaciones con José M. Rosa, Buenos Aires, 1978.
-Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 15-16, Buenos Aires, 1951.
-Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 17, Buenos Aires, 1958.