"Perón volvió al país diez años tarde"

Martin Piqué
para Tiempo Argentino 
publicado el 22 de septiembre de 2013

 El abogado Esteban Righi, el sociólogo Juan Carlos Torre y el ex gremialista Lorenzo Pepe se sientan a tomar un café en una mesita del edificio de Austria 2601. A pocos metros, en una mesa contigua, una estatua de Juan Perón sonríe y atrae a los curiosos. La figura del fundador del justicialismo, también sentado y con un moñito en el cuello, es uno de los símbolos del Instituto Nacional que lleva su nombre y que funciona en el inmueble lindero. Todas estas instalaciones están cargadas de historia. Hasta el golpe de 1955, en ese predio funcionaba la casa de los mayordomos del  Palacio Unzué, que por entonces era la residencia presidencial. El anfitrión en este lugar -lo prueban su hospitalidad y las órdenes que va dando a su alrededor- es Pepe. Ex diputado nacional, histórico secretario general de la Unión Ferroviaria, Pepe preside el Instituto Nacional Juan Domingo Perón.  Y ese apellido, tan significativo para la historia argentina, lo une a Righi y Torre. El primero, al igual que Pepe, es un reconocido  peronista que llegó a ser ministro del Interior de Héctor Cámpora y que, muchos años después, tras un exilio forzado por la Triple A, se desempeñó como Procurador General de la Nación. Torre, por el contrario, es un hombre de la academia. Dedicó toda su carrera a estudiar al peronismo, del que se convirtió en un reconocido especialista.

  Righi, Torre y Pepe recorren los vericuetos del Instituto Juan Perón hasta que, por pedido del anfitrión, se acomodan en los sillones de su oficina. Convocados por Tiempo Argentino, los tres aceptaron encontrarse un largo rato -dos horas y media- para reflexionar y debatir sobre un inminente aniversario: los 40 años de la elección del 23 de septiembre de 1973, en la que se impuso la fórmula Perón-Perón por el 62% para dar inicio a la tercera presidencia del líder del justicialismo. Aquel gobierno de Perón quedó trunco el 1º de julio de 1974, aunque la segunda de la fórmula, Isabel, su esposa, intentó completar el mandato. En esta entrevista, Righi, Torre y Pepe se animaron a discutir sobre todos los puntos que caracterizaron al tercer gobierno peronista: el Pacto Social, la violencia, el intento de institucionalizar un diálogo político con la oposición, los conflictos sindicales.


-¿Qué evaluación a 40 años de aquellos sucesos hacen de ese mandato de Perón? 

Righi: -No cabe duda que es una reivindicación histórica para el peronismo, que Perón tenía que ser presidente era claro, y la reflexión que se podría hacer, por cómo evolucionaron las cosas, es que Perón asume la tercera presidencia cuando ya no tiene una edad apropiada para hacerlo. Y valdría la pena reflexionar sobre esto, porque de alguna manera marca lo que significa la contumacia de la gente que impidió un regreso oportuno de Perón y que asumiera la presidencia con una edad apropiada. Eso determina que Perón llegue en un momento poco oportuno y que el proceso no sea todo lo deseable que debió haber sido
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Torre: -Yo comenzaría llamando la atención al carácter extraordinario que tuvo la vuelta de Perón a la presidencia. No hay ejemplos históricos similares, de ese mismo porte, que nos hablen de un líder político que vuelve a ocupar el poder después de tanto tiempo. Hay líderes políticos que vuelven después de un mandato, después de dos mandatos. Ésta es una persona que vuelve de la proscripción. Para una gran masa del pueblo argentino verlo a Perón otra vez en la presidencia fue tocar el cielo con las manos. Al final vino Perón, con su propio cuerpo, a tomar la posta de la historia que lo estaba esperando. Él intentó venir antes: tenemos la experiencia fallida del año 1964, y quizás otra hubiera sido la historia. 

Lorenzo Pepe: -Eso no se dio nunca ni en la historia interna de los argentinos ni menos tampoco en el resto de América Latina. El regreso de un jefe político, y jefe de un movimiento de las características del peronismo, un movimiento de masas, heterogéneo, con corrientes internas. Perón tenía el intimísimo deseo de volver. Yo estuve con él en el año 1966, durante su exilio. Tardó 6 años más para pegar la vuelta. Me invitó a tomar una copa. Perón era un tipo de una excelencia de formación en el contacto con el otro como nunca más vi en ningún momento de mi larga vida. Nunca vi un personaje que tuviera la capacidad de acercarse al otro prontamente, en minutos. De una enorme empatía. Cuando Perón levantó la copa, para brindar, dijo: “Por el regreso”. Perón tenía un enorme deseo por llegar. Biológicamente no le dio el tiempo, pero él no es el responsable. Plantear hoy, desde el antiperonismo, de que Perón vino viejo a la Argentina, es no querer asumir las propias cargas y las propias culpas. Ellos son los responsables de que Perón llegó cansado y herido en el ala. ¿Por qué? Porque ya venía con un infarto. Aunque eso se supo mucho después.

-Tras la asunción de Cámpora, por los conflictos que se habían desatado adentro del peronismo pero también en la sociedad, se empieza a pensar la forma para que Perón fuera efectivamente el presidente. Hasta sectores que habían sido antiperonistas decían “Perón es el que va a pacificar el país”.

Righi: -El anti-peronismo es el responsable de que en aquella época la regla haya sido el que ejerce mejor la violencia se queda con el poder. Así como en épocas posteriores la lucha por el poder pasa por el dinero, en esa época pasaba por las armas. Esa fue una realidad lamentable que vivió nuestro país. Cuando ven que el país se militariza y se convierte en un polvorín, piensan en Perón como la solución. ¿Qué quiere decir esto? “Nos tragamos el sapo de traerlo a Perón porque es nuestra única chance de pacificar el país”. La pretensión era, además, que Perón llevara adelante políticas que ellos pretendían imponerle…

-¿De ajuste?

Righi: -No sé si de ajuste en lo económico pero sí en todo caso que de alguna manera tuviera un comportamiento que no afectara intereses de grupos de poder. Cosa que fue complicada. Pero ése no fue el problema. El problema es que Perón llega a la presidencia y el país, efectivamente, no se pacifica. La lucha que se había dado en la sociedad argentina se vuelca al interior del peronismo. Y así como yo puedo entender a los que desde afuera del peronismo siguieron en una política obtusa de pretender imponerse por la violencia lo que no se puede entender es a los grupos peronistas que discuten el liderazgo de Perón con las armas. Yo, al igual que muchos peronistas, por la misma ambigüedad que el peronismo tiene, seguramente teníamos diferencias con algunas cosas que Perón hizo en su tercer gobierno. Yo las tengo.

-¿Cómo cuáles?

Righi: --Por ejemplo, la política de seguridad que yo defino desde el ministerio del Interior. Él, en cambio, define una política distinta. 

-Allí es cuándo renuncian los ocho diputados de la Juventud Peronista…

Righi: -Claro. Yo legítimamente tengo el derecho de oponerme. Pero tengo que irme a mi casa. Lo que no se puede hacer, dentro del peronismo, es discutir el liderazgo de Perón. La legitimidad para gobernar la tenía Perón. Si a mí me gusta lo que hace, colaboro; si no me gusta, me quedo en mi casa y me callo la boca. Lo que no puedo hacer es enfrentarlo. Sobre la violencia posterior hay que preguntarse esto: ¿qué esfuerzos hizo Perón para pacificar?

-¿Fue Perón responsable en la multiplicación de esa violencia? Porque todavía está vigente la discusión histórica sobre si la Triple A estuvo pensada por él mismo Righi: -No tengo ningún dato que me indique que Perón pueda tener ningún tipo de responsabilidad en la Triple A. Sí creo que hay peronistas que tienen responsabilidad en esa experiencia y en el gobierno de Isabel esto pasó. Y hay responsables. Gente que ejercía funciones públicas que yo creo que sí son responsables. Perón no.  Es decir, yo debo confesar que, en un marco de enfrentamiento fuerte con Isabel, pude vivir tranquilo y sin ningún problema en este país mientras Perón vivió. Cuando Perón se muere en julio, me tengo que ir poco tiempo después. 

Torre: -El regreso de Perón, y su tercer presidencia son inseparables de la resistencia peronista durante 18 años. Agregaría otra cosa: el regreso y la tercera presidencia de Perón tampoco son indisociables de la decisión de traerlo a Perón, por parte de grupos importantes del poder en la Argentina, para que pudiera en caja un país en vilo. Un país atravesado por conflictos y violencia. Perón en ese momento es una solución. Y cuando Perón viene, encarna ese papel que le fue asignado. El retrato político de Perón tiene tres pilares. Primero, enterrar el hacha del peronismo/antiperonismo: a su manera él lo entendió en el abrazo Perón-Balbín. Segundo, ordenar el conflicto social a través de un Pacto Social. Era algo tributario de la idea de la “concertación social” que él había visto en Europa. Y, finalmente, viene con esta idea de que el peronismo es lo que siempre fue: las veinte verdades del justicialismo, y alerta contra quienes copar el peronismo. Ése es el Perón político. Pero después está el Perón persona. Porque lo que va a venir no es sólo un político sino también una persona: es un hombre que está desvalido físicamente, y esa condición lo ha hecho dependiente de una “corte de los milagros” que lo rodea: López Rega e Isabel Perón. El otro día estaba leyendo una entrevista que le hacen en 1975 a Jorge Taiana padre. Allí, Taiana recuerda que Perón, ya con sus años, tenía un momento de lucidez por la mañana. Después del mediodía comenzaba a perder fuerza, vigor. En esa imagen, descripta por un médico, muestra el doble perfil de este personaje que al cabo de 18 años viene a la Argentina: es un personaje que viene con un mensaje “centrista”, por eso desde el no peronismo vieron con alivio su llegada. 

-En el movimiento obrero de aquella época había reclamos y fábricas tomadas. El Pacto Social viene a intentar decir que “la puja distributiva” había llegado hasta un lugar, que había que moderar los reclamos, pero los trabajadores, o un sector significativo. ¿Qué opinan? 

Righi: -En el momento en que el peronismo reasume en 1973 había una enorme cantidad de expectativas y reclamos insatisfechos, que tenían que ver con los trabajadores y con otros sectores. Hay que admitir que el pacto CGT-CGE, de alguna manera vinculado a la figura de (José Ber) Gelbard, en ese momento fue criticado por izquierda en el peronismo. Significaba un cambio brutal con respecto a lo que habíamos vivido. Era un progresivo desplazamiento de intereses hacia el sector de los trabajadores. Pero no fue reconocido por su importancia en términos de lo que significaba como cambio social. Lo mismo en la institucionalización del país. El país requería, después de tantos años de violencia, una institucionalidad  progresiva: no se podía pretender que la gente dejara sus reclamos de un día para otro. Lo que enfrenta la Argentina es una enorme cantidad de reclamos que requieren o un milagro, que no se podía lograr, o un proceso progresivo. Que significa, yo creo, llevar la idea institucional hasta sus últimas consecuencias. Y responder con la fórmula del Estado de Derecho en cada oportunidad, tragando sapos en términos de violencia. Si no se hacía eso, se caía en la represión. Y lo que se intenta, tanto a través del Pacto Social, como a través de una política de recuperación institucional progresiva, es tratar de pacificar el país de una manera más o menos perdurable. El otro camino era que uno de los sectores prevaleciera por la fuerza. Eso fue lo que vivió la Argentina, con la dictadura.

Torre: -El Pacto Social y la institucionalidad eran el fruto de un esfuerzo. Significaban introducir un principio de orden estatal que estuviera por encima de las facciones en pugna. Facciones sociales y políticas. Porque lo que estaba faltando en la Argentina de entonces era un principio de orden estatal. Un principio desde el cual se pueda gobernar. En general se concibe la gestión del poder como la expresión de una facción o de una clase: no es así. El poder es un lugar de síntesis. Y lo que viene a proponer Perón es una síntesis por arriba. La idea del Pacto Social es que los principales intereses tienen que conciliar. La gracia de Perón es que el camina sobre dos plataformas: si durante su primera época él podía ser visto como un hombre inclinado al corporativismo social, en esta segunda época, cuando él vuelve, ya es un hombre convencido de la necesidad de la institucionalidad democrática. Pero Perón, lo que va a hacer, es tratar de trabajar sobre estas dos ideas: sobre el acuerdo de las partes sociales y el acuerdo de los grupos políticos. ¿Y qué va a pasar? El Pacto Social va a ser agujerado casi progresivamente. No va a poder establecer un principio de disciplina. Es sugestivo y patético el último discurso de Perón, del 12 de junio de 1974: es un comentario amargado sobre el Pacto Social. Va a salir por última vez al balcón de la Casa Rosada, va a pedir el micrófono, y va a decir: “Señores, por qué, a dónde estamos yendo”. Y va a amenazar con su renuncia, y va a llegar a decir, ya amargado, porque Perón ya no es apenas una persona enferma, es una persona amargada, “si encuentran alguien que lo haga mejor, que venga”. 

Pepe: - Durante los dos primeros gobiernos de Perón, los argentinos tuvimos un país como para lanzarnos a la gran aventura del crecimiento.  Yo presidí la Unión Ferroviaria con 100 mil trabajadores. Y ahora hay 17 mil. En algún momento la sociedad tendrá que darse este debate y hacer el sinceramiento. Porque uno puede llegar al Pacto Social pero, ¿cómo es? Acordar solamente cediendo los más débiles: eso no. Los débiles tienen todo el derecho a protestar, a parar, a tomar sus lugares de trabajo. Es un poco complejo. 

-Quizás se le exige más al que es más grande. La sociedad quizá percibe que es el peronismo el que garantiza la gobernabilidad en todas las épocas.

Righi: -El peronismo es realmente complejo. ¿Tiene componentes corporativos? Sí, los tiene en sus genes, en su ADN. Ahora, fíjese que el Pacto Social se tradujo en un programa económico que fue enviado al Parlamento. Y yo lo firmé eso, lo firmé con Gelbard. De eso fui protagonista. No es que se impuso a través de mecanismos corporativos. El Parlamento votó el programa económico en el ’73, que nacía del pacto CGT-CGE.

-¿Y qué relación ven entre aquella convocatoria al Pacto Social con la actualidad?

Pepe: -No hay forma de Pacto Social con un movimiento obrero fracturado en cuatro pedazos. Es pensar algo imposible. Podrás acordar con un grupo de esos. Si ha habido un error desde el punto de vista estratégico del poder sindical ha sido que los propios dirigentes sindicales no hayan percibido que la fractura conspiraba contra sí mismos. 

Torre: -La experiencia del año 1973/1976 fue una experiencia extraordinaria pero que al final se resolvió en una gran decepción. Este hombre, al que se le había dado el timón de la nave, era un hombre bastante desvalido para entonces, y a su vez las expectativas cifradas en su persona superaron lo que él podía hacer. Fue una decepción porque Perón tenía un recurso que nadie tenía hasta ese entonces: la eficacia de su carisma. La eficacia de su voz de orden.

-Un liderazgo moral.

Torre: -Su liderazgo moral, efectivamente. En la Argentina de esa época, ese liderazgo moral, ese carisma, no fructificó, no logró echar raíces. Y los argentinos perdimos, la Argentina perdió, un recurso invalorable. ¿Qué es lo que va a ocurrir? Va a ocurrir que ese liderazgo superior, al no fructificar, va a dejar la cancha abierta para que se quiera resolver, para que se procuren resolver los conflictos de la sociedad, por otros mecanismos. El golpe de ’76 es un comentario sobre las falencias de ese recurso. El dilema, entonces, era: los problemas de la Argentina se van a resolver por las buenas (el liderazgo de Perón), o por las malas (que es la violencia y el Terrorismo de Estado). 

-Hay una variable que nadie mencionó, y es que todos los sectores del peronismo, aunque no lo dijeran públicamente, estaban sacando cuentas de qué pasaría cuándo Perón muriera…

Righi: -El peronismo es un movimiento cuya legitimación se genera a través de un liderazgo carismático. Es un problema. Y eso tiene algunas ventajas en materia de conducción, y algunas dificultades grandes, porque la pregunta que habría que hacerse es si el líder tiene algún deber y alguna responsabilidad con respecto a la sucesión que deja. Lo concreto es que la vicepresidenta fue Isabel. Yo diría, sin ánimo de abrir otra fuente de polémica, que el peronismo es más importante por lo que hizo que por lo que dijo. En lo bueno y en lo malo. Yo nunca creí que Perón fuera inmortal y que fuera infalible. Siempre pensé que era un ser humano. En todo caso el más grande líder que haya tenido la Argentina en la época que le tocó vivir. Pero puede haber cometido errores. Y uno de los errores fue cómo diseñó su sucesión. 

-¿Cuál es el principal legado del Perón del tercer mandato en esta Argentina de hoy?

Pepe: -Hay un mandato que Perón le dice a la Asamblea Legislativa el 1º de marzo de 1974, sesenta días antes de su muerte. Que es su mensaje sobre “la comunidad organizada”. Y es lo que está pendiente. La realización de lo enunciado allí por Perón.

Torre: -Perón buscaba encausar la vida política, sin encausamiento de la vida política es difícil hacer programas, hacer planes. Y ese encausamiento descansaba en algo muy simple: en que hay un gobierno y hay una oposición, y es necesario encontrar un punto de acuerdo. Cuando el gobierno se ve investido de una misión histórica, ya no hay gobierno y oposición. Hay la verdad frente a la mentira, hay el progreso frente al atraso, hay la justicia frente a la injusticia. Hay eso. Ése es el problema. Hay que bajarse de esos cortes para admitir el pluralismo político. Perón, en su última etapa, fue un artesano de forjar acuerdos.

Righi: -Si yo tuviera que buscar un legado de lo que significaron el ’73 y el ’74, y el regreso de Perón al gobierno, lo buscaría al margen del propio Perón. La Argentina aprendió allí que imponer las ideas por la violencia retarda los procesos pero, en todo caso, no los impide. Y lo que sí puede es empeorarlos pero nunca los mejora. 

Producción Franco Mizrahi y Gabriel Morini