¿Qué pasa con China y los países emergentes?

Aldo Ferrer
Diario BAE


La reciente desaceleración del crecimiento de la economía de China (desde tasas del orden de 10% anual en las últimas tres décadas, a menos de 8% el año pasado) coincide con la registrada en la de los otros BRICS (India, Rusia, Brasil y Sudáfrica) y en economías emergentes en otras latitudes, incluso en la Argentina. ¿Cuáles son las perspectivas del crecimiento de estos países a mediano y largo plazo?
Respecto de China, India y otros países asiáticos, conviene recordar que su crecimiento es el resultado de la existencia de fuertes Estados nacionales y de políticas públicas promotoras de la industrialización, capacitación de la fuerza de trabajo y asimilación de ciencia y tecnología en el tejido económico y social. Sobre estas bases se incorporaron cerca de dos mil millones de personas al mercado mundial, con un fuerte impacto en la oferta de manufacturas de bajos salarios, muy competitivas, y en la demanda de productos primarios. La industrialización generó cadenas de valor, de creciente sofisticación tecnológica, dentro de los países y en el espacio asiático, proyectadas al mercado mundial.
El aumento del empleo, con fuerte crecimiento de la productividad, permitió elevar, simultáneamente, los salarios reales, el ahorro y la inversión. La insuficiencia del consumo interno para sostener la necesaria expansión de la demanda agregada fue compensada con el superávit en el comercio con las economías industriales avanzadas y altas tasas de inversión.
En la actualidad, la crisis en las economías del Atlántico Norte debilita su demanda de importaciones y, consecuentemente, reduce el superávit de las economías emergentes. A su vez, el menor crecimiento de las plataformas exportadoras reduce la demanda de inversiones con ese destino y contribuye a la insuficiencia de la demanda agregada para sostener las altas tasas de desarrollo del pasado reciente. Radica aquí una de las causas que influye en las tendencias actuales a la desaceleración del crecimiento de China y otras economías emergentes. ¿Qué cabe ahora esperar?
No es previsible que los Estados Unidos y las antiguas economías avanzadas de la Unión Europea superen, a corto plazo, las políticas neoliberales que les impiden resolver la crisis y volver a crecer. Al mismo tiempo, se plantea en esos países la necesidad de resistir la desindustrialización y el desempleo provocados por la competencia de importaciones de manufacturas provenientes, principalmente, de China. Es probable, por lo tanto, que el acceso a los mercados de los países avanzados del Atlántico Norte no será, en el futuro, tan fluido como hasta ahora. Por lo tanto, en las economías emergentes de Asia la estrategia exportadora y de ampliación de la capacidad productiva con ese destino dejaría de dar los resultados expansivos del pasado.
En resumen, esos países deben impulsar la demanda interna para cerrar la brecha entre la demanda agregada y la oferta de bienes y servicios. Esto implica promover la redistribución progresiva del ingreso para aumentar el consumo y ampliar la oferta de bienes públicos en salud, educación, hábitat y medio ambiente. Para que el extraordinario proceso de transformación que han puesto en marcha conserve el dinamismo de la etapa anterior, los Estados desarrollistas de China y otras naciones emergentes deben replantear su estrategia de crecimiento. En cualquier caso, la transformación de la geografía económica mundial es irreversible y cabe esperar su profundización en el futuro.
En cuanto a las perspectivas de la demanda de alimentos y materias primas, seguirá gravitando la ampliación del mercado mundial por la incorporación de nuevos actores. En consecuencia, probablemente se mantenga sostenida en el futuro cercano. Pero, a mediano y largo plazo gravitarán los factores que reducen la participación de los productos primarios en el comercio mundial. Recuérdese que desde el inicio de la Revolución Industrial hasta la década de 1930 los productos primarios representaban dos tercios de las exportaciones mundiales y las manufacturas, un tercio. Después de la Segunda Guerra Mundial las proporciones se invirtieron. El aumento del ingreso y el nivel de vida de los centenares de millones de personas que se han incorporado al orden global restablecerá la vigencia de la Ley de Engel, según la cual la demanda de alimentos crece menos que la de manufacturas y servicios. Respecto de las materias primas y la energía, el progreso técnico seguirá disminuyendo la participación de esos insumos por unidad de producto final. Por lo tanto, en términos relativos respecto de la producción y comercio mundial de manufacturas, la producción primaria y sus términos de intercambio dejarían de gozar del dinamismo de los últimos lustros
Sea cual fuere el curso real de los acontecimientos en el orden mundial, el futuro económico de la Argentina descansa en los fundamentos que sustentan el desarrollo económico. Vale decir, la expansión del mercado interno en toda la extensión del territorio, la inclusión social, los espacios de rentabilidad para promover la inversión y la innovación, la industrialización, la incorporación de tecnología en la producción primaria y el equilibrio en el intercambio de manufacturas y servicios complejos. Ciencia, tecnología y educación son exigencias impostergables del desarrollo del país, sean cuales fueren las circunstancias externas. Metas que requieren sólidos equilibrios macroeconómicos y el pleno ejercicio de la soberanía.