El ejército egipcio y el ejército estadounidense. Amigos desde hace 30 años

 Philippe Leymarie
Le Monde diplomatique


A pesar de la matanza de una cincuentena de simpatizantes de los Hermanos Musulmanes perpetrada por los soldados el lunes en El Cairo, la ayuda económica estadounidense al ejército egipcio no se suspenderá ni se reducirá. «Consideramos que no sería bueno para nuestros intereses», declaró a la prensa el portavoz de la Casa Blanca. La proximidad entre los estados mayores de los ejércitos de ambos países, que se remonta a hace 30 años, no solo es económica. «Tenemos una relación lo bastante estrecha para que nos escuchen», acaba de reconocer el general Martin Dempsey, comandante supremo del ejército estadounidense…

Desde 1979, según el Servicio de Investigación del Congreso (CRS), Washington ha gastado 68.000 millones de dólares en concepto de ayuda militar bilateral (de la que Egipto es el segundo beneficiario del mundo después de Israel). Esta aportación anual –en la actualidad 1.300 millones- supone cuatro quintos de los gastos de equipamiento del ejército egipcio y casi un tercio del conjunto de su presupuesto, según el CRS.

La formación de oficiales egipcios en las escuelas estadounidenses es otro incentivo utilizado por Washington, explica La Tribune de Genève del 9 de julio: el hombre fuerte de El Cairo, el general Abdel Fattah al-Sissi, y el jefe del estado mayor del ejército, Sedki Sobhi, pasaron un año cada uno en la US Army War College. El periódico cita a Stephen Gerras, exprofesor del general al-Sissi, que señala que «los dos principales responsables militares de Egipto en este momento tienen lazos con el ejército estadounidense». En total todos los años se envía a un centenar de oficiales a diversas escuelas militares estadounidenses. Entre 2000 y 2009 enviaron a 1.150, es decir, que el 2,5% del cuerpo de oficiales egipcios pasó por dichas escuelas.

En principio, según la ley estadounidense, la ayuda no se puede conceder a un país víctima de un golpe de Estado o de un golpe reconocido como tal. En 2011 el Congreso adoptó una adición que exige que la ayuda militar a Egipto se condicione específicamente al respeto de los derechos humanos, dando al Departamento de Estado (en la época de Hillary Clinton) la posibilidad de demandar eventuales exoneraciones relacionadas con la «seguridad nacional de Estados Unidos».

Ni intención ni deseo

El senador Patrick Leahy (demócrata), presidente de la subcomisión encargada del control de la ayuda estadounidense al extranjero, que es partidario desde hace más de un año de suspender esa subvención, desea que se revise a la vista de los últimos sucesos. El criterio considerado prioritario por la subcomisión es el de la participación del ejército en el gobierno: los jefes militares habrían asegurado a sus interlocutores estadounidenses no tener «ni la intención ni el deseo», pero el senador Leahy quiere pruebas. «Mientras esperamos, añade, nuestro derecho está claro: la ayuda estadounidense se suspende cuando un gobierno elegido democráticamente es derrocado por un golpe de Estado o un decreto militar».

Es una de las razones por las que, desde el 1 de julio, la administración estadounidense evita cuidadosamente pronunciar el término «golpe de Estado»: tras declararse «profundamente inquieto», Washington ha exhortado al ejército egipcio a mostrar la «máxima contención» y desea que el poder se transmita «lo antes posible» a un gobierno civil.

Columna vertebral

Pero el gobierno estadounidense no ha exigido el regreso a su puesto de Mohamed Mursi, el primer presidente egipcio elegido democráticamente tras la «revolución» de 2011, con el que había llegado a una forma de compromiso. Es tan cierto que la embajadora estadounidense en El Cairo, Anne Patterson, acusada de apoyar al presidente procedente de los Hermanos Musulmanes, fue abucheada por los manifestantes de la plaza Tahrir. Al mismo tiempo los islamistas reprochan al presidente Obama haber dado «luz verde» al golpe de fuerza de los militares (1).

El gobierno estadounidense se encuentra frente a una elección tan delicada como en 2009 con la crisis política de Honduras: en principio habló de golpe de Estado pero rápidamente suavizó el término para evitar que se desencadenara automáticamente la suspensión de todas las ayudas.

La ayuda al ejército egipcio, vigente desde la firma de los Acuerdos de Camp David en 1978, en Washington no se considera un regalo, sino una forma de servir los intereses de EE.UU y los de su principal aliado en la región, Israel.

Se trata de consolidar la paz egipcia-israelí apoyando a un ejército que constituye la columna vertebral de la nación egipcia, un Estado clave del mundo árabe, el más prestigioso, el más poblado, pero también el más frágil: la desestabilización de Libia, la amenaza sudanesa en las aguas del Nilo, las tensiones en Gaza y en el Sinaí y además el frente político interno sacudido por sobresaltos desde enero de 2011. Accesoriamente, si se puede decir, un Egipto comprensivo con el punto de vista del mundo occidental se mostrará más «razonable» respecto a las garantías de seguridad a conceder a Israel o el libre acceso al Canal de Suez, paso estratégico sobre todo para las flotas estadounidenses.

Paridad militar


Pero los partidarios de la suspensión de la ayuda a Egipto, convencidos de que no cumple su función, señalan:

- Que no impidió el derrocamiento del mariscal Mubarak ni la instauración de un régimen interino neomilitar culpable de numerosos abusos durante ocho meses y posteriormente la elección de un presidente y de una asamblea de predominio islamista.

- Y que las dificultades a las que el ejército egipcio debe enfrentarse simultáneamente le incitan poco a intentar una aventura guerrera en dirección a Israel, aunque para los militares de El Cairo ese país continúe siendo un enemigo con el cual sueñan alcanzar la paridad militar (2), e incluso aunque a la opinión pública en general y a los Hermanos Musulmanes en particular les haga poca gracia la «asociación estratégica» con Israel establecida en la época del presidente Mubarak.

Su propio amo

Oficialmente Estados Unidos «no está alineado ni apoya a ningún partido político ni grupo egipcio en particular», como reiteró todavía a principios de julio el presidente de EE.UU. Barack Obama. Dados los desafíos estratégicos de la crisis egipcia, Estados Unidos optó por acomodarse superficialmente a la elección de Mohamed Mursi.

El secretario estadounidense de Defensa Leon Panetta se entrevistó con el nuevo presidente egipcio, elegido en julio de 2012, unos días después de su elección: «Estoy convencido de que el presidente Mursi es su propio amo, de que es presidente de todos los egipcios y de que realmente se ha comprometido a poner en marcha reformas democráticas aquí, en Egipto», declaró entonces el exdirector de la CIA.

En la primavera de 2012, la secretaria de Estado Hillary Clinton ratificó en el Congreso que «Egipto cumple sus obligaciones en los términos del tratado de paz con Israel», abriendo la vía a la reanudación de la ayuda militar estadounidense (la ayuda militar de 250 millones de dólares que en realidad nunca se cuestionó).

En febrero de 2013 Leon Panetta dio a entender a su homólogo egipcio que el apoyo militar no se cuestionaría con el fin de que el ejército egipcio se modernice y se dote de nuevas capacidades para «dirigir sus fuerzas a la consecución de objetivos comunes en materia de seguridad».

Y en mayo John Kerry, nuevo jefe del Departamento de Estado, aprobó la ayuda militar para el año 2013: ante los senadores defendió que esa ayuda anual es «la mejor inversión que Estados Unidos hace en la región».

Nuestra seguridad nacional

Es cierto que la mitad de la suma que entrega Washington debe gastarse obligatoeiamente en la compra de equipamiento estadounidense. Así el ejército egipcio, dependiente de Muscú durante mucho tiempo –en la época de la Unión Soviética- ahora tiene 777 tanques Abrams o 220 aviones de combate F-16 estadounidenses.

Israel, según varios medios de comunicación de ese país entre ellos la radio pública, habría presionado a Estados Unidos en los últimos días… para que no congele la ayuda militar a El Cairo porque entonces el ejército egipcio dispondría de menos medios para garantizar la seguridad en el Sinaí (donde se percibe un recrudecimiento de actividades de los movimiento islamistas radicales). Los responsables israelíes también expresaron temor a que la suspensión de la ayuda estadounidense pudiera poner en cuestión el tratado de paz israelí-egipcio firmado en 1979.

Es cierto que Israel, primer receptor de la ayuda militar estadounidense del mundo, tiene asegurada una ayuda anual de 3.000 millones de dólares y además próximamente se beneficiará de una financiación complementaria de casi 1.000 millones de dólares (947) para sus programas de defensa antimisiles y anticohetes (3): «cúpula de hierro» (Iron Dome), «honda de David» (David’s Sling) y «flecha» (Arrow) a partir del próximo año. Según el diputado estadounidense Steve Torthman, miembro del subcomité de Defensa en la Cámara de Representantes, ese gesto demuestra «la importancia vital de esos sistemas de defensa para nuestra seguridad nacional».

Notas:

(1) Corinne Lesnes, «L’embarras du président Barack Obama», Le Monde, 5 de julio de 2013.
(2) La cooperación estadounidense en materia militar con los países de la región vela cuidadosamente para mantener la ventaja del ejército israelí.
(3) Leer, de Laurent Checola y Edouard Pflimlin «Israël se replie derrière un bouclier antimissile», Le Monde diplomatique, junio de 2011