El sionismo y Clarín quieren imponer política y leyes argentinas

Emilio Marín
La Arena

Finalmente la Cámara de Diputados aprobó el Memorándum con Irán y la presidenta promulgó la ley. Sin embargo el sionismo local quiere obstaculizarla, como si Argentina fuera un barrio de Tel Aviv.

El 27 de enero Héctor Timerman informó la firma de un Memorándum de Entendimiento con Irán, para avanzar en el esclarecimiento de la causa AMIA.

Aquella se encuentra absolutamente paralizada desde hace casi 19 años, luego de groseras maniobras del gobierno de Carlos Menem a favor del encubrimiento, de los gobiernos de Estados Unidos e Israel para culpabilizar a Irán y de la justicia argentina, que con Juan José Galeano y los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, contaminaron esa causa a pedido del menemismo, el imperio y el sionismo.

Por eso la noticia dada por el canciller desde Adis Abeba y la confirmación de la presidenta Cristina Fernández fueron tomadas con buena predisposición por un amplio sector de la sociedad. Incluso la comunidad judía y los dirigentes de la AMIA y la DAIA se expresaron bien predispuestos al Acta, luego que se reunieran con Timerman y recibieran las explicaciones.

Lamentablemente ese panorama cambió rotundamente luego que Israel, por medio de su cancillería y la embajada en Buenos Aires, comenzara a cañonear el Memo. Dijeron que era una capitulación de la soberanía frente a Irán. Que se había claudicado a cambio de ventajas comerciales. La presidenta argentina hacía esto con tal de reemplazar a Hugo Chávez como referente de Irán en Latinoamérica. Que se pactaba con el Diablo. Y un largo y mal intencionado etcétera.

Con el pulgar bajado desde Tel Aviv por el ultra derechista Benjamin Netanyahu, la fuerza de tareas sionista en Buenos Aires se fijó como objetivo voltear el documento suscripto entre Timerman y Ali-Akbar Salehi. Las críticas a la presidenta argentina entraron de plano en la

provocación: habría capitulado ante el negador del Holocausto y todo por un barril de petróleo. Borger llegó a decir que así se preparaba el terreno para un "tercer atentado".

Esas bajezas pocas veces vista caracterizaron el debate parlamentario, en lo que hace a las intervenciones de los senadores y diputados de la oposición conservadora. Ernesto Sanz y Gerardo Morales en el Senado, el 21 de febrero, y Ricardo Gil Lavedra, Federico Pinedo, Patricia Bullrich, Felipe Solá y Elisa Carrió en Diputados, el 27, tuvieron ese rastrero nivel intelectual.

Los medios monopólicos sumaron odio y pólvora pero no ideas al debate.

Mariano Grondona calificó a CFK de ser "La conexión argentino-iraní, clandestina". Fernando Laborda tituló: "Un presidencialismo imperial condenado al aislamiento". Carlos Pagni, descalificó: "Cristina, una pieza en el ajedrez iraní". ¿A quién favorece el pacto con Irán?, se preguntó Ricardo Kirschbaum y su respuesta fue obvia.

Joaquín Morales Solá sostuvo: "la hábil diplomacia iraní se ocupará de que ese quinto y crucial miembro de la comisión sirva, en última instancia, a sus intereses. Tres a dos a favor de Irán. Es la primera vez, tal vez en la historia, que los acusados de un crimen serán también fiscales y jueces del crimen. Esa es la trampa en la que está cayendo el gobierno argentino". Clarín trató de desmerecer la votación en Diputados con este título: "Con fuerte rechazo opositor, aprobaron el pacto con Irán". Y acotó: "esta madrugada, Diputados votó la ley.

La sesión quedó teñida por una escandalosa maniobra K para reunir el quórum". Con lo de "escandalosa maniobra" buscaba impugnar la legalidad del trámite parlamentario, el debate y una votación que arrojó claras mayorías.

Un mes de discusión.

El editorial de ayer de "Gaceta Ganadera" (léase "La Nación) sigue la línea de descalificación del Memorándum y el gobierno nacional. Poco creativo su título: "La vergonzosa aprobación del acuerdo con Irán".

Allí se afirmó que "el oficialismo hizo prevalecer su mayoría en ambas cámaras del Congreso para imponer su propio criterio y hacer aprobar el perverso acuerdo, suscripto entre gallos y medianoche, luego de una larga negociación, que se mantuvo en secreto".

Las expresiones "entre gallos y medianoche" y negociación "en secreto", dan una idea falsa. Es obvio que cuando dos estados negocian asuntos delicados no lo hacen a los gritos y en la calle. Argentina e Irán deben haberse reunido unas cuantas veces desde que -en la última Asamblea General de la ONU-CFK dio cuenta de la iniciativa de su par iraní. Quizás hubo también otros acercamientos previos.

Pero desde ese momento, 25 de septiembre de 2012, hasta la firma del Memorándum, 27 de enero de 2013, se supo esas reuniones entre representantes de las dos cancillerías en Ginebra. Eso fue público y oficial.

Luego la presidenta informó por cadena nacional que enviaría al parlamento el Acta de 9 puntos para que todas las fuerzas con representación pudieran dar a conocer su opinión.

Y así fue. Timerman concurrió a las comisiones del Senado, antes de la sesión, y estuvo allí seis horas contestando preguntas y dando explicaciones. Y aunque Clarín y "La Nación" aseguraron que no repetiría la incursión en Diputados, fallaron pues el canciller también estuvo allí, siete horas.

Luego vino la discusión de los legisladores, en el recinto, con quórum, con sesiones que duraron 12 y 14 horas respectivamente en cada cámara, hasta que se llegó a votar. En Senadores, 37 por la afirmativa y 31 por la negativa, y en Diputados 131 contra 113.

Se podrá criticar que dos diputados del Frente para la Victoria, necesarios para asegurar el quórum, visto el bloqueo de la oposición, dejaran sus cargos provinciales en Tucumán y Chubut para reasumir en sus bancas. Pero lo más lamentable no fue eso sino el boicot de esa oposición que quiso frustrar la sesión con el lema de "el que da quórum vota por Irán". Autores de ese terrorismo ideológico: Federico Pinedo, el rabino Bergman y los popes de la AMIA y DAIA, Guillermo Borger y Julio Schlosser.

Estos representantes locales de Israel quisieron impedir el debate parlamentario. A la luz de lo escuchado desde las bancas opositoras surge clarísimo el motivo del boicot: no tenían argumentos.

"Irán no tuvo nada que ver".

El oficialismo dio sus explicaciones. Alegó que la causa del atentado terrorista de la AMIA, parada desde su inicio, o en todo caso desde 2006, luego de la intervención del fiscal Alberto Nisman. Galeano había instruido el expediente en forma sesgada y a pedido de la AMIA, DAIA, Israel, EE. UU. y sus servicios de inteligencia. Nisman siguió esa línea.

El Memorándum, en la medida que conforma una Comisión de la Verdad con cinco jueces neutrales, ni argentinos ni iraníes, y pauta interrogar a los cinco sospechosos iraníes en Teherán, con participación de la justicia de ambos países, puede ser una grieta en la parálisis.

Puede ser un paso limitado, un pasito, pero es mucho mejor que nada.

Si las pruebas con que cuentan Nisman y el juez Rodolfo Canicoba Corral fueran buenas, de lo que desconfía absolutamente este cronista, tales incriminaciones formuladas a los sospechosos los dejaría mal parados ante el mundo. Y podría avanzar la justicia, de regreso a sus despachos en Comodoro Py.

Claro que si esos elementos de prueba no existen o son vagos y contaminados por los servicios de inteligencia israelitas y estadounidenses, como lo están, podría ocurrir lo contrario: que los sospechosos persas se libren de la "circular roja" de Interpol. El mundo sabría que con ellos y su país se cometió por años una injusticia ex profeso.

¿Cuál de las dos desemboques es más factible? ¿Culpables o inocentes?

Sobre la intromisión norteamericana, Horacio Verbitsky recordó que en Wikileaks aparecía Nisman pidiendo disculpas al entonces embajador Earl Wayne por no haberle avisado que pensaba pedir el procesamiento de funcionarios del gobierno menemista ("Verdad y consecuencia", 17/2).

Raúl Kollman, también en Página/12, admitió: "habrá que ver la calidad de las evidencias, porque una parte de los datos -teléfonos en El Líbano, por ejemplo- proviene de los servicios de información de Israel y EE UU" ("El primer paso de un camino complicado", 28/2).

El periodista y escritor Juan Salinas, quien trabajó más de tres años contratado por la AMIA, apenas producido el atentado de 1994, planteó en una reciente entrevista con la Agencia Paco Urondo: "No hay ninguna prueba contra Irán". Es el autor de dos libros sobre el tema: "Amia, el Atentado" y "Narcos, banqueros y criminales".

Preguntado sobre la posible culpabilidad de los persas, contestó: "Los atentados, la embajada y la AMIA, no fueron cometidos por razones ideológicas y mucho menos religiosas sino por mejicaneadas en el lavado de dinero producto del narcotráfico y quizás también del tráfico de armas. Como esto es un delito infamante, en el que estaban involucrados los servicios secretos de muchos países, entre ellos también el de Israel, y banqueros también judíos, hizo que las investigaciones se desviaran desde un primer momento echándole la culpa a Irán que, a mi juicio, no tiene nada que ver. No hay ninguna prueba contra Irán, sólo cosas que claramente son falsificaciones".

Parece acercarse el momento de la verdad. De allí el griterío y patoteada ordenada desde Tel Aviv para impedir el incipiente diálogo argentino-iraní.