Bernardino Rivadavia y la logia unitaria

Que opinaban de Don Bernardino Rivadavia George Canning (W), Benjamín Disraeli (W) y el historiador canadiense H. S. Frens (W)

“Mr. Woodbine Parish:
...Más de una vez he observado en Mr. Rivadavia, una inclinación a reclamar como “derecho” lo que sólo puede propiamente solicitarse como “favor”...Mientras permaneció aquí, Míster Rivadavia estuvo en constante relación con establecimientos comerciales de este país, establecimientos muy respetables pero que, sin embargo, están integrados por personas profundamente interesadas en la gestión de sus asuntos comerciales. Deseo que no pierda oportunidad de convencer al Secretario de Hacienda, Mr. Manuel J. García de lo inconveniente que resulta que el gobierno de Buenos Aires ponga la gestión de sus asuntos, en manos de cualquier persona en semejante situación.Confío en que el Ministro que elija Míster Manuel García para residir en esta Corte, recibirá instrucciones para evitar tales relaciones. Es absolutamente necesario para el prestigio del Gobierno de Inglaterra, evitar toda comunicación que pueda influir, o que pueda suponer que influya, en las transacciones comerciales de la Metrópoli.....

(26 de septiembre de 1825. Carta de George Canning a Woodbine Parish. Fuentes: 1914. Professor Charles K. Webster en “Britain and the Independence of Latin America, 1812-1830: Select Documents from the Foreign Office”. “Gran Bretaña y la independencia de América Latina, 1812-1830”. “Carta de George Canning a Woodbine Parish de septiembre 26 de 1825”. Documento de la Cancillería británica 6/7. Páginas 181 y 182. Ediciones Kraft, 1914. Bs. As)
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Benjamín Disraeli debió conocer a Rivadavia en 1824-25 por la semenajanza entre el personaje "Popanilla" de Capitain Popanilla travel ( Londres, 1828 ) una de sus novelas fantásticas, y el Presidente de la Mining Rio Plata Association. Aquél parece la caricatura de este. Nadie, que yo sepa, ha advertido esta similitud ; las novelas ( del futuro Lord Beaconsfield se leen poco ; quienes lo hacen no han oído hablar jamás de Rivadavia, y quienes conocen a Rivadavia, ignoran a Disraeli. Popanilla es un salvaje que vive en Fantasía, isla paradisíaca del Mar del Sud donde el amor, el vino, el baile y las canciones constituyen la única ocupación. Un día encuentra en la playa unos libros de economía política, restos de un naufragio, y resuelve instruirse. Le toma mareo de erudición económica que le hace despreciar a los suyos por bárbaros. Como lee en Bentham que "lo bueno es lo útil", no encuentra "utilidad" en el amor, el vino o el baile. Se empeña en enseñar a los suyos la filosofía utilitaria y la economía política ; los reúne para convencerlos de talar los bosques milenarios de la isla para "descubrir la utilidad de la madera" matar los elefantes para exportar sus colmillos y hacerse relaciones comerciales con el exterior. Sus palabras entristecen y aburren a los suyos, pero un grupillo de jóvenes lo toma en serio y practica la "utilidad". Hasta que el rey de la isla resuelve cortar por lo sano echando al mar a Popanilla. Las olas lo llevan a Inglaterra (una Inglaterra imaginaria ) y desembarca en Londres ( un Londres fantasioso ) donde su figura rechoncha, tez bronceada y acento exótico mueven a la curiosidad. Unos malandrines que lo encuentran en el puerto resuelven sacarle provecho : lo bañan, perfuman, visten y calzan, presentándolo como "el Príncipe Popanilla, Ministro Plenipotenciario de la República de Fantasía". Le hacen reportajes, dibujos, cuadros y esculturas, donde es presentado en todas las posturas imaginables. Será "el mas elegante de los salvajes, y el mas salvaje de los elegantes". Le dan banquetes hasta embriagarlo, y hacen hablar de las enormes riquezas de su isla que sólo esperan el capital civilizador británico para ser útiles a la humanidad. Un secretario le escribe un libro con su retrato en la portada teniendo "los Andes con sus minerales maravillosos de fondo ( sic ). Acto seguido los aprovechados empresarios "forman grandes compañías para explotar las minas de Fantasía, colonizar los desiertos, industrializar las rocas de coral; de todas Popanilla es elegido Director; entre ellos un Banco "que ofrece halagadores dividendos". Lalocura cunde : todos se precipitan a comprar acciones en las compañías de Popanilla; la especulación enriquece a todo el mundo ; "los pobres pasan a ser ricos, y los ricos se retiran riquísimos de los negocios". Se prepara una expedición de 500 buques para llevar a Fantasía "máquinas, predicadores, tejidos, medias, periodistas, cantantes de ópera, ingenieros de minas, cajas de rapé, franelas, agricultores, ordeñadoras", en fin, lo necesario para civilizar la tierra salvaje y de paso extraer una gran ganancia. Popanilla la despide con un discurso donde dice pensamientos admirables : "La naturaleza no existe : la naturaleza es el arte, o el arte es la naturaleza. Lo más útil es lo más natural, porque la utilidad es todo. Una máquina de vapor es más natural que una montaña". La expedición no encuentra la fabulosa isla. Fantasía no existe : no existen las minas, los arrecifes de coral, los bancos de descuentos, las tierras fértiles. Todo estaba en la imaginación de Popanilla. Las compañías quiebran, la multitud se amotina, el ídolo se derrumba; cierran los bancos, todos vuelven a ser pobres, más pobres que antes. Popanilla es encarcelado y condenado a muerte. Por supuesto sus empresarios han desaparecido con el dinero de los accionistas. En el momento de ejecutarse la sentencia, surge un obstáculo legal: Popanilla ha sido reconocido como Ministro Plenipotenciario de Fantasía ( aunque jamás presentó carta de tal ) , y los diplomáticos están fuera de las leyes. Solamente puede expulsárselo ignominiosamente. Tal el Viaje del Capitán Popanilla donde Disraeli se burla de la fiebre de especulación en el Londres de 1824-25, que conoció de cerca por haber inflado como clerk los "prospectos" de las maravillosas riquezas sudamericanas. Ignoro si Rivadavia leyó alguna vez esa novela. No la tenía en su extensa biblioteca ; no tenía un solo libro de Disraeli (a lo menos no figura en el inventario) , como si el autor le despertase animosidad.


( Rivadavia y el Imperialismo financiero 2012. José María Rosa. Nota aclaratoria Paginas 145-146)

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“Rivadavia era incapaz de lealtad, honestidad o siquiera buenas maneras en sus relaciones con los hombres que lo rodeaban con quienes estaba obligado a llevar los negocios de la comunidad. Odiaba a los hombres que eran más notables o tenían más éxito que él. No encontraba nada demasiado maligno que decir sobre San Martín y Bolívar.”

(Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX. H.S.Ferns. p.178)
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Lo que José de San Martín pensaba de Bernardino Rivadavia a través de su correspondencia

Para descubrir una supuesta conspiración que tramarían los caudillos del interior y el General San Martín, Rivadavia soborno a uno de sus sirvientes para que le mantuviera informado sobre lo que pasaba en la chacra de Mendoza. Cuando El Libertador se entera de esto, despide al empleado infiel; por eso los espías rivadavianos empiezan a abrir su correspondencia en forma descarada.

Veamos lo que Don José escribe al respecto:

"Mi separación voluntaria del Perú parecía me ponía a cubierto de toda sospecha de ambicionar nada sobre las desunidas Provincias del Plata. Confinado en mi hacienda de Mendoza, y sin mas relaciones que con algunos de sus vecinos que venían a visitarme, nada de esto basto para tranquilizar la desconfiada administración de Buenos Aires; ella me cerco de espías; mi correspondencia era abierta con grosería; ..." Los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldado afortunado...en fin, yo vi claramente me era imposible vivir tranquilo en mi patria ínterin la exaltación de las pasiones no se calmase, y certidumbre fue  que me decidió pasar a Europa"..."los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldadito afortunado"...en fin, yo vi claramente me era imposible vivir tranquilamente en mi patria interin la exaltación  de las posiciones no se calmase, y certidumbre fue la que me decidió pasar a Europa"

(20 de octubre de 1827 a Bernardo de O´Higgins. Cfr. Museo Histórico Nacional San Martín-Su correspondencia pp 7-11. Fuente: Luis Roberto Altamira "San Martín. sus relaciones con don Bernardino Rivadavia, año 1950 Pag. 17 y 26)

También el chileno era objeto de espionaje por parte de los esbirros de este sujeto, veamos la epistola con la que le responde desde su hacienda de Montalván en la que pone en descubierto las intenciones de la logia unitaria:

"Ejerzan enhorabuena su rabia inquisitorial  en nuestras comunicaciones privadas  que ellos no encontraran otra materia mas que la misma firmeza y honradez que no han podido contradecir de nuestra vida pública. Hasta la evidencia se podria asegurar que las ocho o diez cartas que veo por su apreciable de 29 de septimbre del año pasado se han escamoteado, como las que he escrito a usted, paran en poder del hombre mas criminal que ha producido el pueblo argentino. Un enemigo tan feroz de los patriotas como Don Bernardino Rivadavia estaba deparado por los arcanos mas obscuros que el carbón, para humillarnos y para la degradación que en su desastrosa Administración ha dejado a un pueblo generoso, que fue la admiración y la baliza de la América del Sud. Este hombre despreciable no solamente ha ejercido su envidia y su encono en contra de usted; no quedaba satisfecha su rabia y urdiendo su guerra de zapa, quiso minarme en el retiro de ste desierto, donde por huir de ingratos, busco mi subsistencia y la de mi familia con el sudor de mi frente"

(16 de agosto de 1828 de O´Higgins a José de San Martín. Cfr. Museo Histórico Nacional San Martín-Su correspondencia pp 13-16. Fuente: Luis Roberto Altamira "San Martín. sus relaciones con don Bernardino Rivadavia, año 1950 Pag. 18)

En esta carta, estando Remedios, su esposa con una enfermedad terminal, como era en aquel entonces la tuberculosis; el escribe esta carta. Queda a consideración del lector si era sincero en sus afirmaciones, o como piensan muchos historiadores, necesitaba congraciarse con sus perseguidores para poder ir a Buenos Aires para acompañarla en sus últimos días de vida.

"... usted sabe que Rivadavia no es un amigo mio; a pesar de esto, solo picaros consumados no serán capaces de estar satisfechos con su administración, la mejor que se ha conocido en América"

(31 de julio de 1823 a Tomas Guido. Cfr Sobre la personalidad moral de san Martín p 10 Buenos Aires 1919 Fuente:  Fuente: Luis Roberto Altamira "San Martín. sus relaciones con don Bernardino Rivadavia, año 1950 Pag. 19)

He aquí la respuesta: 

"Ya habra usted sabido la renuncia de Rivadavia; su administración ha sido desastrosa, y solo ha contribuido a dividir los ánimos...Con un hombre como este al frente de la Administración, no creí necesario ofrecer mis servicios en la actual guerra con el Brasil, y por el  conocimiento en que estaba de que hubieran sido despreciados". 

(Cfr Museo Histórico Nacional, San Martín-su correspondencia, pp 7-11 Fuente: Luis Roberto Altamira "San Martín. sus relaciones con don Bernardino Rivadavia, año 1950 Pag. 19)

 Con referencia a la campaña en su contra a cargo de la prensa unitaria, especialmente a cargo de "El Centinela" de los hermanos Florencio y Juan de la Cruz Varela dice:

"Al señor D. Vicente Chilavert (en algunos textos, en internet, figura que esta carta fue enviada a Martiniano, su hermano, pero en los libros consultados figura que el destinatario fue Vicente) primer profesor de Economía Política de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Buenos Aires”, y dice:

Apreciable amigo:

Al contestar a la de Ud. del 10 de setiembre, permítame le tribute infinitas gracias por las noticias que me da de los favorables sucesos del Perú; ellos son para mí un consuelo que me hace más llevadera la separación de mi patria, separación que todas las distracciones que presenta la civilización europea no pueden hacerme soportable.

Todo cálculo en revolución es erróneo; los principios admitidos como acciones son por lo menos reducidos a problemas; las acciones virtuosas son tergiversadas y los desprendimiento más palpables son actos de miras secundarias; es que no puede formarse un plan seguro, y al hombre justo no le queda otro recurso, en medio de las convulsiones de los Estados, que proponerse como norte de su conducta obrar bien; la experiencia me ha demostrado que ésta es el ancla de esperanza en las tempestades políticas; nada de este exordio comprenderá Ud.; pero me explicaré.

A mi regreso del Perú (y no a mi retirada, como dice el Argos) yo no trepidé en adoptar un plan que al mismo tiempo que lisonjeaba mi inclinación, ponía a cubierto de toda duda mis deseos de gozar una vida tranquila, que diez años de revolución y guerra me hacían desear con anhelo; consiguiente a él establecí mi cuartel general en mi chacra de Mendoza, y para hacer más inexpugnable mi posición corté toda comunicación (excepto con mi familia); yo me proponía, en mi retrincheramiento, dedicarme a los encantos de una vida agricultora y a la educación de mi hija, pero ¡vanas esperanzas! en medio de estos planes lisonjeros, he aquí que el espantoso Centinela principia a hostilizarme; sus carnívoras falanges se destacan y bloquen mi pacífico retiro; entonces fue cuando se me manifestó una verdad que no había previsto a saber: que yo había figurado demasiado en la revolución para que me dejasen vivir en tranquilidad. Conocí que mi posición era falsa y que a la guerra de pluma que se me hacía, yo no podía oponer otra que esta misma arma, para mi desconocida; en lucha tan desigual me decidí a abandonar mi fortificación y adoptar otro sistema de operaciones. He aquí mi primer plan destruido.

He tenido el honor de atravesar en compañía de Ud. el borrascoso Atlántico; sin trepidar me entrego nuevamente a sus caprichos, creyendo que en sus insondables aguas se ahogarían las innobles pasiones de los enemigos de un viejo patriota; pero contra toda esperanza, el Argos de Buenos Aires se presenta sosteniendo los ataques de su conciliador hermano el Centinela y protegido de Eolo y de Neptuno atraviesa el océano, y en el mes de las tempestades arriba a este hemisferio con la declaración de una nueva guerra.

Aquí me tiene Ud., paisano, sin saber qué partido tomar. En mi retiro de Mendoza yo proponía una federación militar de provincias; vengo a Europa, y al mes de mi llegada un agente del gobierno de Buenos Aires en París (que sin duda alguna acude a los consejos privados del ministro francés) escribe que uno u otro americano residente en Londres, tratan de llevar (metido en el bolsillo) a un reyesito para con él formar un gobierno militar en América. He aquí, indicado al general San Martín…”.

“Que el acierto acompañe sus calendarios estadísticos financieros; que la salud sea completa, y la alegría y las fuerzas no lo abandonen, son los deseos de su compatriota”.

(1 de noviembre de 1825. Carta a Vicente Chilavert. Cfr. Museo Histórico Nacional, San Martín-su correspondencia, pp 147-149 Fuente: Luis Roberto Altamira "San Martín. sus relaciones con don Bernardino Rivadavia, año 1950 Pag. 20)
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En otra carta,  cuyo destinatario fue Juan Manuel de Rosas, recordando la campaña de "El Centinela" dice: 

"Separado voluntariamente de todo mando público el año 23, y retirado en mi chacra de Mendoza,  siguiendo por inclinación una vida retirada, creía que este sistema y más que todo mi vida pública en el espacio de diez años, me pondrían a cubierto con mis compatriotas de toda idea de ambición a ninguna especie de mando, pero me equivoqué en mi cálculo. A los dos meses de mi llegada a Mendoza, el gobierno que en aquella época, mandaba en Buenos Aires, no sólo me formó un bloqueo de espías, entre ellos a uno de mis sirvientes, sino que me hizo una guerra poco noble en los papeles públicos de su devoción, tratando al mismo tiempo de hacerme sospechoso a los demás gobiernos de las provincias. Por otra parte, los de la oposición, hombres a quienes en general no conocía ni aun de vista, hacían circular la absurda idea que mi regreso del Perú no tenía otro objeto que el de derribar a la administración de Buenos Aires y para corroborar esta idea mostraban (con una imprudencia poco común) cartas que ellos suponían yo les escribía. Lo que dejo expuesto me hizo conocer que mi posición era falsa y que, por desgracia mía, yo había figurado demasiado en la guerra de la independencia, para esperar gozar en mi patria, por entonces, la tranquilidad que tanto apetecía. En estas circunstancias, resolví venir a Europa, esperando que mi país ofreciese garantías de orden para regresar a él. La época la creí oportuna en el año 29, pero a mi llegada a Buenos Aires, me encontré con la guerra civil y preferí un nuevo ostracismo, a tomar ninguna parte en sus disensiones. Pero siempre con le esperanza de morir en su seno. Desde aquella época, seis años de males no interrumpidos, han deteriorado mi constitución, pero no mi moral ni los deseos de ser útil a nuestra patria. Me explicaré: He visto por los papeles públicos de ésta, el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país. Ignoro los resultados de esta medida; si son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano; pero en mis circunstancias y la de que no se fuese a creer que me supongo un hombre necesario, hacen, por un exceso de delicadeza que usted sabrá valorar, si usted me cree de alguna utilidad, que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que se me destine. Concluida la guerra, me retiraré a un rincón –esto es si mi país me ofrece seguridad y orden; de lo contrario, regresaré a Europa con el sentimiento de no poder dejar mis huesos en la patria que me vio nacer–. He aquí, general, el objeto de esta carta. En cualquiera de los dos casos –es decir, que mis servicios sean o no aceptados–, yo tendré siempre una completa satisfacción en que usted me crea sinceramente su apasionado servidor y compatriota, que besa su mano.
  José de San Martín

Respuesta de Rosas: 

Buenos Aires, enero 24 de 1839. Señor brigadier general Don José de San Martín.

Apreciable general y distinguido compatriota: Al leer su muy estimable de fecha 5 de agosto último, he tenido el mayor placer, considerando por todo su contexto los nobles y generosos sentimientos de que se halla usted animado por la libertad y gloria de nuestra patria. Mi satisfacción habría sido completa, si me hubiese sido posible excusar el recuerdo de los funestos sucesos que lo obligaron a retirarse de este país y que nos han privado, por tanto tiempo, de sus importantes servicios. Pero ¡quién sabe si esto mismo, desmintiendo la maledicencia de sus enemigos, ha mejorado su posición, para que sean más estimables los que haga a esta República en lo sucesivo!. Con efecto; el tiempo y los acontecimientos, considerados en su origen, relaciones y consecuencias, suelen ser la mejor antorcha contra las falsas ilusiones que producen la ignorancia, la preocupación y las pasiones. Felicito a usted por el acierto con que ha sabido hacer conocer la injusticia de sus perseguidores y le doy lleno de contento las más expresivas gracias por la noble y generosa oferta que se sirve hacerme de sus servicios a nuestra patria en la guerra contra los franceses. Pero aceptándola con el mayor gusto, como desde luego la acepto, para el caso que sean necesarios, debo manifestarle que por ahora, no tengo recelo de que suceda tal guerra, según lo espero por la mediación de la Inglaterra, y notorios perjuicios a las demás potencias neutrales y, por lo mismo, al paso que me sería grato que usted se restituyese a su patria, por tener el gusto de concluir en ella los últimos días de su vida, me sería muy sensible que se molestase en hacerlo, sufriendo las incomodidades y peligros de la navegación, por sólo el motivo de la guerra que, probablemente, no se verificará y mucho más, cuando concibo que, permaneciendo usted en Europa, podrá prestar en lo sucesivo a esta República, sus buenos servicios en Inglaterra o Francia. Al hacer a usted esta franca manifestación, sólo me propongo darle una prueba del alto aprecio que me merece la importancia de su persona, recordando lo mucho que debe a sus afanes y desvelos la independencia de esta República, como también las de Chile y Perú. Mas no exigiré a usted ninguna clase de sacrificio que le sea penoso, ni menos que se prive del placer que podrá tener en volver cuanto antes a ésta su patria, en donde su presencia nos sería muy grata a todos los patriotas federales. Los adjuntos cuadernos impresos, darán a usted una idea de los sucesos de este país de 1838. Que Dios conceda a usted la mejor salud y ventura, es el voto constante de su muy atento servidor y compatriota. Fdo. Juan M. de Rosas. 

Segunda carta de San Martín a Rosas: 

Grand Bourg, 7 leguas de París, 10 de julio de 1839. 
Respetable general y señor: Exmo. Sr. Capitán general D. Juan M. de Rosas. 

Es con una verdadera satisfacción que he recibido su apreciable del 24 de enero del corriente año; ella me hace más honor de lo que mis servicios merecen; de todos modos, la aprobación de éstos por los hombres de bien, es la recompensa más satisfactoria que uno puede recibir. Los impresos que usted ha tenido la bondad de remitirme me han puesto al corriente de las causas que han dado margen a nuestra desavenencia con el gobierno francés. Confieso a usted, apreciable general, que es menester no tener el menor sentimiento de justicia, para mirar con indiferencia un tal violento abuso del poder. Por otra parte, la conducta de los agentes de este gobierno, tanto en este país como en la Banda Oriental, no puede calificarse sino dándole el nombre de verdaderos revolucionarios. Ello no pertenece a un gobierno fuerte y civilizado; pero es que ni en la Cámara de los Pares, ni en la de Representantes, no ha habido un solo individuo que haya exigido del ministerio, la correspondencia que ha mediado con nuestro gobierno, para proceder de un modo tan violento como injusto. Esta conducta puede atribuirse a un orgullo nacional, cuando puede ejercerse impunemente contra un Estado débil o a la falta de experiencia en el gobierno representativo y a la ligereza proverbial de esta nación; pero lo que no puede concebir es el que haya americanos, que por un indigno espíritu de partido, se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición, peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer Me dice en su apreciable que mis servicios pueden ser de utilidad a nuestra patria en Europa; yo estoy pronto a rendírselos con la mayor satisfacción, pero, y faltaría a la confianza con que usted me honra, si no le manifestase, que destinado a las armas desde mis primeros años, ni mi educación, instrucción ni talentos no son propios para desempeñar una comisión de cuyo éxito puede depender la felicidad de nuestro país; si un sincero deseo del acierto y una buena voluntad fuesen suficientes para corresponder a tal confianza, usted puede contar con ambas cosas con toda seguridad; pero estos deseos son nulos si no los acompañan otras cualidades. Deseo a usted acierto en todo y una salud cumplida, igualmente el que me crea es sinceramente su afecto servidor y compatriota.
 Fdo. José de San Martín.

(Carta suscrita por el General San Martín el 5 de agosto de 1838 en Grand Bourg a Don Juan Manuel de Rosas. Cfr. Museo Histórico Nacional, San Martín-su correspondencia, pp 124-125)
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"“…Yo serví en el Ejército Español en la Península, desde la edad de 13 hasta 34 años, hasta el grado de Teniente Coronel de Caballería: una reunión de americanos de Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc. resolvieron regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha que calculábamos se había de empeñar.  Yo llegué a Buenos Aires a principios de 1812; fui recibido por la Junta Gubernativa de aquella época, por uno de los vocales con favor, y por los dos restantes con una desconfianza muy marcada: por otra parte, con muy pocas relaciones de familia en mi propio país, y sin otro apoyo que mis buenos deseos de serle útil, sufrí este contraste con constancia, hasta que las circunstancias me pusieron en situación de disipar toda prevención, y poder seguir sin trabas las vicisitudes de la guerra de la Independencia.  En el período de diez años de mi carrera pública en diferentes mandos y estados, la política que me propuse seguir fue invariable en dos solos puntos, y que la suerte y circunstancias más que el cálculo favorecieron mis miras, especialmente en la primera, a saber, la de no mezclarme en los partidos que alternativamente dominaron en aquella época en Buenos Aires, a lo que contribuyó mi ausencia de aquella capital por el espacio de nueve años.

El segundo punto fue el de mirar a todos los Estados Americanos en que las fuerzas de mi mando penetraron, como estados hermanos interesados todos en un santo y mismo fin. Consecuente con este justísimo principio mi primer paso era hacer declarar su independencia y crearles una fuerza militar propia que la asegurase.  He aquí, mi querido General, un corto análisis de mi vida pública seguida en América; yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndola puesto fin con la terminación de la guerra de la Independencia en el Perú, pero mi entrevista en Guayaquil con el General Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) que el solo obstáculo de su venida al Perú con el Ejército a su mando, no era otro que la presencia del General San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas de que yo disponía.

Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no solo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas en Colombia, la guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 23.  Pero este costoso sacrificio y el no pequeño de tener que guardar silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias), de los motivos que me obligaron a dar ese paso, son esfuerzos que ud. podrá calcular y que no está al alcance de todos poderlos apreciar. Ahora solo me resta para terminar mi exposición, decir a usted las razones que motivaron el ostracismo voluntario de mi patria.

De regreso de Lima fui a habitar una chacra que poseo en las inmediaciones de Mendoza; ni este absoluto retiro, ni el haber cortado con estudio todas mis antiguas relaciones, y sobre todo, la garantía que ofrecía mi conducta desprendida de toda facción o partido en el transcurso de mi carrera pública, no pudieron ponerme a cubierto de las desconfianzas del Gobierno que en esta época existía en Buenos Aires: sus papeles ministeriales me hicieron una guerra sostenida, exponiendo que un soldado afortunado se proponía someter a la República al régimen militar y sustituía este sistema al orden legal y libre.  Por otra parte, la oposición al gobierno se servía de mi nombre, y sin mi conocimiento y aprobación, manifestaba en sus periódicos, que yo era el solo hombre capaz de organizar el Estado y reunir las provincias que se hallaban en disidencia en la capital.  En estas circunstancias me convencí que, por desgracia mía, había figurado en la revolución más de lo que yo había deseado, lo que me impediría poder seguir entre los partidos una línea de conducta imparcial: en su consecuencia, y para disipar toda idea ambición ningún género de mando, me embarqué para Europa en donde permanecí hasta el año 29, que invitado tanto por el Gobierno como por varios amigos que me demostraban garantías de orden y tranquilidad que ofrecía el país, regresé a Buenos Aires.  Por desgracia mía, a mi arribo a esta ciudad me encontré con la revolución del General Lavalle, y sin desembarcar, regresé otra vez a Europa, prefiriendo este nuevo destierro a verme obligado a tomar parte en disensiones civiles.

A la edad de 71 años, una salud enteramente arruinada y casi ciego con la enfermedad de cataratas, esperaba, aunque contra todos mis deseos, terminar en este país una vida achacosa; pero los sucesos ocurridos desde Febrero han puesto en problema dónde iré a dejar mis huesos, aunque por mí personalmente no trepidaría permanecer en este país, pero no puedo exponer a mi familia a las vicisitudes y consecuencias de la revolución.

Será para mí una satisfacción entablar con ud. una correspondencia seguida; pero mi falta de vista me obliga a servirme de mano ajena lo que me contraria infinito, pues acostumbrado toda mi vida a escribir por mí mismo mi correspondencia particular, me cuesta un trabajo y dificultad increíble el dictar una carta por la falta de costumbre; así espero que ud. dispensará las incorrecciones que encuentre”…

(11 de septiembre de 1848 al Gral. Don Ramón Castillo, presidente del Perú. Cfr. Museo Histórico Nacional, San Martín-su correspondencia, pp 295-300).
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"Mucho tiempo ha que conozco la situación critica de usted, porque es el blanco en el que van a estrellarse todos los intereses; acaso se habría evitado mucho si usted hubiese marchado a Buenos Aires luego que llego a Cuyo, porque yo no puedo creer que una entrevista con Rivadavia dejase de disipar todas las nubes que levantan el calor de las pasiones, y que se ven mas negras a la distancia.

(1 de octubre de 1823 Carta del Gral Guido Cfr. Comisión Nacional del Centenario Documentos del Archivo de san Martín tVI pp. 476-480)
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La bajeza llevada a la enésima potencia

Dos veces intento El Libertador ir a Buenos Aires para entrevistarse con "el primer hombre civil de la Patria. La primera fue frustrada po los malones de las pampas y la otra por los unitarios en el mes de mayo de 1823;  por no poder viajar no pudo acompañar a su esposa en su lecho de muerte  ya que falleció el 12 de agosto. Los motivos: una partida de sujetos a los que Rivadavia ordeno lo asaltaran en el camino y lo llevaran engrillado a Buenos Aires (Altamira 1950 Pag. 24)

"Ignora usted por ventura que en el 23, cuando por ceder a las instancias de mi mujer de venir a Buenos aires, se apostaron partidas en el camino para prenderme como a un facineroso, lo que no realizaron por el piadoso aviso que se me dio por un individuo de la misma administración"

(27 de abril de 1827 Carta al Gral Guido Cfr Museo Historico Nacional San Martín Su correspondencia pp 172-174 Altamira 1950 p. 24)
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"...los  autores del movimiento del 1º son Rivadavia y sus satélites, y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han echo no solo al país, sino al resto de la América con su infernal conducta; si mi alma fuera tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión  para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario enseñarles la diferencia entre un hombre de bien y un malvado"

(13 de abril de 1830 Carta a O´Higgins Cfr. Museo Histórico Nacional San Martín Su correspondencia p. 19)
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Se de una manera positiva por mis agentes en Buenos Aires que a la llegada de V.E. a aquella capital será mandado juzgar por le gobierno en un consejo de guerra de oficiales generales por haber desobedecido sus órdenes en 1817 y 1820, realizando en cambio las gloriosas campañas de Chile y Perú. Para evitar este escándalo inaudito y en manifestación de mi gratitud y del pueblo que presido, por haberse negado V.E. tan patrióticamente en 1820 a concurrir a derramar sangre de hermanos con los cuerpos del Ejército de los Andes que se hallaban en la provincia de Cuyo, siento el honor de asegurar a V.E. que a su solo aviso estaré en la provincia en masa a esperar a V.E. en El desmochado para llevarlo en triunfo hasta la plaza de la Victoria”

(Carta de Estanislao Lopez. Cfr. Manuel de Olazábal, "Un mensaje de Santa Fe, en San Martín visto por sus contemporáneos (Copilación documental de José Luis Busaniche) p. 264 Buenos Aires, 1942 Fuente:   Altamira 1950  p. 25)