Selser, Perón, el coronel Jules Dubois y la Sociedad Interamericana de Prensa

Por Roberto Bardini

mural.jpg El cementerio nacional de Arlington ocupa 250 hectáreas con más de 300 mil lápidas de mármol blanco sobre césped bien cortado cerca del Río Potomac y del edificio del Pentágono. Ahí están enterrados soldados que murieron en todas las guerras en la que participó Estados Unidos, desde la independencia de la Corona Británica y la Guerra de Secesión hasta las ocupaciones de Afganistán e Irak, pasando por Corea y Vietnam.

También yacen en Arlington los restos algunos presidentes norteamericanos y de ciertos personajes que prestaron servicios distinguidos al país, como el coronel de inteligencia militar Jules Dubois, fallecido el 16 de agosto de 1966, a la edad de 56 años, en un hotel de Bogotá.

Casi desconocido por las nuevas generaciones de periodistas, Dubois fue retratado por el pintor mexicano Diego Rivera en el mural Gloriosa Victoria. La obra, que se conoció en México recién en 2007, fue donada por el artista a los trabajadores rusos y permaneció durante 50 años en una bodega del Museo Pushkin, de Moscú.

La pieza es una condena al golpe militar promovido en Guatemala por la CIA y la empresa bananera United Fruit en junio de 1954. En ella aparecen dibujados, además de Dubois, el presidente Dwight Eisenhower (como si fuera una bomba), el dictador guatemalteco Carlos Castillo Armas, el embajador norteamericano John Emil Peurifoy y el secretario de Estado John Foster Dulles, hermano mayor de Allen Welsh Dulles, ex presidente de la United Fruit y primer director civil de la CIA en 1953.

Fue precisamente John Foster Dulles, ex asesor legal de la compañía bananera y abogado de Prescott Bush –abuelo del presidente George W. Bush– quien calificó al derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz y la imposición de Castillo Armas como “una gloriosa victoria”. De ahí el título elegido por Diego Rivera para su mural. Tras el golpe, 12 mil personas fueron arrestadas, se disolvieron más de 500 sindicatos y dos mil dirigentes gremiales abandonaron el país.

En Miami también hay un edificio que lleva el nombre de Jules Dubois. Está ubicado en el número 1801 South West de la Tercera Avenida y alberga las instalaciones de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), fundada en La Habana en 1943, durante la dictadura del ex sargento convertido en general Fulgencio Batista.

¿A qué se debe el honor? Luego de ser instructor militar en Fort Leavenworth (Kansas), el coronel se metamorfoseó como reportero del Chicago Tribune y “refundó” a la organización en 1950 en Nueva York. Desde entonces la SIP dejó de ser un ámbito más o menos plural y se transformó en lo que es hasta hoy: un cartel de empresarios, dueños de periódicos, revistas, canales de televisión y emisoras de radio, muchos de los cuales dejaron de ser periodistas hace muchos años para convertirse en hombres de negocios.

El periodista e historiador argentino Gregorio Selser se ocupó durante años de este organismo empresarial. El 1 de diciembre de 1974 publicó en la revista Dinamis, de Buenos Aires, algo que parece redactado ayer: “La SIP tendió a inmiscuirse cada vez más prepotente y altaneramente en los asuntos internos de los países del continente, como si la OEA o algún otro organismo supranacional hubiera delegado en ella la visión de velar los postulados de la libertad de prensa. [...] Obtenía de ese modo plusvalía al equivoco generalizado de que obraba en nombre de los periodistas del continente, cuando sólo era la expresión de los dueños de la prensa que en no pocos casos apenas si saben leer y escribir”.

El tres veces presidente argentino Juan Perón también se refirió, 51 años atrás, a las “grandes cadenas de diarios, revistas y órganos publicitarios diversos, que responden a la tendencia occidental, dirigidos, manejados y financiados desde la Sociedad Interamericana de Prensa”:

“Los órganos independientes, que en pequeño número funcionan en algunos países, deben vivir muy aleatoriamente, desde que las grandes cadenas les hacen una guerra ruinosa de avisadores, hasta conseguir su ruina económica. El sistema es fácil, mediante los grandes órganos que realizan el boicot a las empresas comerciales y particulares, que avisan en los diarios de la «lista negra». Así se va consiguiendo una unanimidad para que todos los «órganos de opinión» respondan a la «voz del amo». A esto se le llama ahora «libertad de prensa».

“Si algún mandatario, en uso de su derecho que no se le niega a estos empresarios de la falsedad, se decide a tener sus propios órganos de opinión o tomar medidas en defensa de los intereses nacionales limitando la licencia y la procacidad de los «órganos encadenados», mediante una censura apropiada, entonces todas las agencias de noticias también encadenadas, comienzan a cursar despachos con «noticias» en los que se tendrá buen cuidado de decir que se trata de un «dictador» y que el régimen es «totalitario» o «antidemocrático» y a renglón seguido se comienza a hablar de una revolucion, mientras viaja el inefable Jules Dubois para anunciarla”.

Esto fue escrito por Perón en Los vendepatria, publicado en el exilio en 1957, y también parece redactado ayer.