El 1 de mayo de 1974. Perón y Montoneros

 Lo que no pudo ser
Por Horacio Verbitsky
publicado el 27 de abril de 2014

El jueves próximo será feriado en buena parte del mundo, por los 128 años transcurridos desde el comienzo de la revuelta obrera de 1886 que consiguió imponer la jornada laboral de ocho horas en Chicago. La reivindicación costó la vida a cuatro trabajadores de prensa y un carpintero, condenados sin las garantías del debido proceso y colgados al año siguiente en una ceremonia que José Martí describió con prosa barroca: “En danza horrible, murieron dando vueltas en el aire, embutidos en sayones blancos”. La conmemoración del Día del Trabajo, o de los trabajadores, o de San José Obrero según las distintas confesiones políticas recuerda aquellos episodios.


Pero el 1 de mayo connota también uno de los acontecimientos más dramáticos de la política argentina moderna: la inexcusable confrontación entre Juan Perón y su juventud maravillosa. Ese había sido el calificativo con que el ex presidente describió a la militancia política, social, sindical, universitaria y guerrillera que forzó la apertura de 1971 y las elecciones libres de 1973, en las cuales el fundador del Justicialismo volvió a la presidencia 18 años después de su derrocamiento por un golpe militar. Esta semana habrán transcurrido 40 años de aquel día en el que la mitad de la Plaza de Mayo se vació mientras Perón elogiaba como prudentes y sabios a los dirigentes sindicales y descalificaba como estúpidos e imberbes a los jóvenes.

El año anterior, al día siguiente de su regreso definitivo a la Argentina, ya había advertido “a los enemigos, embozados, encubiertos o disimulados” que “cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento”. Esa hora tocó el 24 de marzo de 1976 pero las víctimas se reclutaron en los dos bandos opuestos aquel 1 de mayo y el pueblo no fue escarmentador sino escarmentado, por obra de la nueva dictadura cívico-militar que abominaba de cualquier expresión plebeya. No está de más recordar que en la ESMA de la dictadura fueron asesinadas la fundadora de Montoneros, Norma Arrostito, pero también Norma Kennedy, que junto con López Rega organizó la emboscada del 20 de junio de 1973, punto inicial del desencuentro que no haría más que profundizarse hasta su trágico desenlace. Cuatro décadas después la atribución excluyente de culpas carece de sentido, igual que cualquier proyección de aquel escenario sobre el presente, por más que de tanto en tanto algún marginal sentencioso lo intente para estigmatizar a un adversario. Nadie estuvo a la altura de la responsabilidad histórica ni de sus propios antecedentes y todos contribuyeron a la tragedia. Ya viejo y enfermo, Perón no pudo controlar las fuerzas que había desatado en los años previos y en vez de apaciguar el conflicto lo incentivó. Tal vez por la cristalización ideologista de su pensamiento, en parte por su largo alejamiento del país, no supo calibrar el efecto de su brusco giro sobre una fuerza donde los más grandes no pasaban de los treinta años y se atragantaban con textos incomprensibles. Desde España estimuló aún sus operaciones más discutibles, pero cuando esa lucha culminó con su retorno triunfal la enfrentó con acritud. Quienes entonces formábamos parte de Montoneros podemos reivindicar el heroísmo y las convicciones en el empeño contra la dictadura y por una sociedad menos despiadada con los débiles, pero no defender la contestación precipitada que dimos al cambio de discurso y práctica de Perón. Esa respuesta fue al mismo tiempo prepotente e ingenua. La pretensión de imponerse por la capacidad de movilización frente al palco de Ezeiza tipifica esa política desatinada. La JP llegó con esa misma lógica a la sede de la CGT para el desfile del 31 de agosto de 1973 ante Perón. La idea era mostrar la superioridad numérica y organizativa ante la cual imaginaba que Perón se inclinaría. López Rega, Osinde, buena parte de las conducciones sindicales, inventaron un presunto intento de la Tendencia de matar a Perón el 20 de junio de 1973. Así encubrieron su propio dispositivo armado, el único que actuó aquel día. Pero el posterior atentado que acabó con la vida de José Rucci, el 25 de septiembre, le prestó a tal superchería visos de verosimilitud retrospectiva. No es la primera vez en la historia que una fuerza política termina por parecerse a la caricatura que de ella hace su oponente, en contra de sus propios intereses. Hacen falta mucho temple e inteligencia para no caer en esa trampa. El 1 de mayo de 1974 se escribió el último triste capítulo de esa historia sin salida. Pese a la prohibición de entrar a la plaza con carteles, las columnas de la Tendencia los ingresaron de contrabando y los desenrollaron una vez dentro del perímetro prohibido. Las consignas que se cantaron eran ofensivas hacia la esposa y vicepresidente de Perón, Isabel Martínez, y de crítica inflexible con su gobierno. Ante la insultante respuesta presidencial los militantes dieron media vuelta y emprendieron la retirada, mientras sus desorientados responsables trataban de contenerlos. Nada revela mejor la falta de conducción, la ausencia de análisis sobre las consecuencias de los propios actos. Los dirigentes de ese sector ni siquiera fueron capaces de prever que a Perón le quedaban sólo dos meses de vida y que aunque más no fuera por eso era aconsejable la prudencia. Por muchos que fueran (y eran muchísimos) sólo representaban al activismo, que demasiado a menudo se confunde con el pueblo. Seis semanas después, ante una convocatoria sorpresiva y sin organización previa, otra plaza mostró una composición muy diferente ante la cual Perón pronunció su despedida con una frase conmovedora: “Llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”, al que invistió como su único heredero. Otras tres semanas más tarde murió y entonces sí, ese pueblo, sin facciones ni activistas, se volcó a las calles a llorar aquello que por errores compartidos no pudo ser.

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Humanizar a Juan Domingo Perón
Por Hernan Brienza
para Tiempo Argentino
publicado el 4 de mayo de 2014

Después de 40 años, el revisionismo también debe animarse al histórico desencuentro entre el General y Montoneros en la Plaza.

Para aquellos que aman la historia reciente de nuestro país, esta semana se produjo uno de esos hechos que siempre alimentan la revisión constante de nuestro pasado. En Página 12, Horacio Verbitsky realizó una lúcida nota sobre los acontecimientos que habían ocurrido hace exactamente 40 años, el Primero de Mayo de 1974, en la Plaza de Mayo, cuando el conductor  del Movimiento Justicialista, Juan Domingo Perón, y la Organización Montoneros, sellaron su desencuentro final, rubricado, sobre todo, por la muerte del líder apenas dos meses después.

Mucha agua y mucha sangre corrió bajo el puente de las operaciones políticas sobre ese episodio. Desde las operaciones políticas de la derecha peronista que, amparada en el latiguillo "Perón echó a los Montoneros de la Plaza", realizaron cualquier tipo de tropelías políticas, morales y discursivas, sin olvidar tampoco el autocomplaciente "Perón no nos echó, nosotros decidimos irnos", se han tejido todo tipo de mitos respecto de ese "desencuentro" trágico y final.

La nota de Verbitsky, entonces, es una buena noticia porque ampara a muchos que desde hace más de una década hemos venido intentando revisitar los tópicos y lugares comunes de esa historia. Hasta ahora, los grandes lineamientos de lectura habían sido dos: la visión del Perón infalible, que combate a los "zurdos" y hace tronar el escarmiento contra los infiltrados y, por consiguiente, condena a Montoneros al Hades de la historia, o la visión de los "muchachitos heroicos" que ante la "traición" desembozada de su líder, decidieron enfrentarlo desde el lugar de la "pureza revolucionaria".  
Una mirada humana sobre los protagonistas de la historia, también nos humaniza a nosotros como observadores.
"Nadie estuvo a la altura de la responsabilidad histórica ni de sus propios antecedentes y todos contribuyeron a la tragedia –escribe el autor de Ezeiza y Robo para la Corona, entre tantos libros–. Ya viejo y enfermo, Perón no pudo controlar las fuerzas que había desatado en los años previos y en vez de apaciguar el conflicto lo incentivó. Tal vez por la cristalización ideologista de su pensamiento, en parte por su largo alejamiento del país, no supo calibrar el efecto de su brusco giro sobre una fuerza donde los más grandes no pasaban de los treinta años y se atragantaban con textos incomprensibles. Desde España estimuló aún sus operaciones más discutibles, pero cuando esa lucha culminó con su retorno triunfal la enfrentó con acritud.

Quienes entonces formábamos parte de Montoneros podemos reivindicar el heroísmo y las convicciones en el empeño contra la dictadura y por una sociedad menos despiadada con los débiles, pero no defender la contestación precipitada que dimos al cambio de discurso y práctica de Perón. Esa respuesta fue al mismo tiempo prepotente e ingenua  (…) Ante la insultante respuesta presidencial los militantes dieron media vuelta y emprendieron la retirada, mientras sus desorientados responsables trataban de contenerlos. Nada revela mejor la falta de conducción, la ausencia de análisis sobre las consecuencias de los propios actos. Los dirigentes de ese sector ni siquiera fueron capaces de prever que a Perón le quedaban sólo dos meses de vida y que aunque más no fuera por eso era aconsejable la prudencia. Por muchos que fueran (y eran muchísimos) sólo representaban al activismo, que demasiado a menudo se confunde con el pueblo."

Es más que interesante el análisis de Verbitsky, claro está, y sobre todo porque permite volver a administrar las piezas del tablero. Hace unos años, relaté en este mismo diario el encuentro secreto  que en el invierno europeo de 1973 –verano porteño–, Perón mantuvo con la cúpula de Montoneros. En ese cónclave, el viejo líder le ofreció a la "juventud guerrera" el Ministerio de Bienestar Social para continuar el trabajo iniciado por Eva Perón en la Fundación que había llevado su nombre durante la primera experiencia peronista. En su esquema de poder, Perón había analizado varias cuestiones: 
1) Debía comprometer a la juventud en el proceso democrático, 
2) El espacio de las políticas sociales podía ser acorde al ímpetu "revolucionario" de la muchachada, y 
3) Era necesario formar a la juventud en el manejo de la cosa pública para afrontar la inevitable renovación de cuadros y el trasvasamiento generacional que, según él creía, se avecinaba.

En esa reunión, los máximos dirigentes de Montoneros le contestaron negativamente a la propuesta de Perón y quizás, hoy es fácil decirlo, cometieron uno de sus principales errores políticos. Ellos le dijeron al viejo general que no querían comprometerse con un Estado capitalista sino que querían transformarlo, revolucionarlo, socializarlo. Perón comenzó a enterarse de qué iba la cosa y unas semanas más tarde, decidió darle el ministerio a un personaje menor como José López Rega, que desde ese lugar comenzó a construir un poder que se acrecentó día a día.

Sin dudas, esa reunión es el primer antecedente del desencuentro entre Perón y Montoneros y, seguramente, ese no rotundo volvería a sonar una y otra vez en la cabeza del conductor del Movimiento. Ezeiza, claramente, fue el segundo capítulo de ese drama. Mucho se ha dicho sobre la masacre de ese 20 de junio de 1973. Pero nadie ha dicho que la principal víctima de operación política fue el propio Perón. ¿Alguien en su sano juicio puede pensar que, después de estar 18 años ausente de su patria, un líder político puede regalar la apoteótica imagen de ser recibido por tres millones de personas para llevar adelante una jugarreta interna? Es impensable, excepto que el fanatismo nuble la razón de quien se anima a sugerir esa hipótesis.

El tercer punto en cuestión es el asesinato de José Ignacio Rucci. Atribuido a una facción no peronista de Montoneros para marcarle la cancha a su propia conducción, ese crimen –tal como lo califiqué en una nota del diario Crítica de 2008– es una de las aberraciones más grandes de la historia política de aquellos años. "Cortarle las piernas" a Perón, como el propio líder lo describió, fue apuntar también contra el célebre Pacto Social que estaba dando buenos resultados hacia ese cuarto trimestre de ese convulsionado año 1973.

Al primero de mayo de 1974, Perón y Montoneros llegan con las relaciones fracturadas. Desde la plaza, los militantes de la "orga" insultan a Estela Martínez, al "Brujo" José López Rega, al propio Perón lo tratan de cornudo, cuestionan el Pacto Social y la formación del Gabinete de ministros. Perón, enojado, estalla y los acusa de "estúpidos" e "imberbes". Las palabras de Perón son de una precisión quirúrgica. No los trata de traidores e infiltrados –aunque utiliza unos párrafos después esos términos– sino de inexpertos, de ser poco inteligentes. Y, quizás hoy, sea pertinente decir que es posible que Perón tuviera razón en esa categorización. No parece haber sido el razonado análisis de la correlación de fuerzas lo que llevó a los líderes de Montoneros al enfrentamiento con el General sino la desatada soberbia de la inexperiencia política.

Prueba de que Perón no rompió con Montoneros ni los echó de Plaza de Mayo es el relato, contado por el propio Oscar Alende, de lo que sucedió cuando el presidente volvió del balcón. El bisonte se le acerca y le reprocha: "Pero, General, ¿qué pasó con la juventud? Se le fue la mano." Perón lo mira y le responde: "Bueno, de vez en cuando hay que darles un tirón de orejas a los jóvenes, pero no es nada."  Y lo mira a López Rega y le dice: "Ojo con tocar a los muchachos. No quiero que ocurra absolutamente nada y usted es el responsable." De inmediato, cita a Carlos "El Chango" Funes y le ordena que organice una reunión con la cúpula de Montoneros. Me consta, por entrevistas personales, que esa reunión estaba pactada para el 1 de julio. Como se sabe, esa reunión no pudo realizarse por la muerte del mismo General.

Una acertada mirada sobre los sucesos de 1974 nos debe ayudar, también, a mirar el presente. Los errores cometidos por la izquierda peronista –el sectarismo, el encapsulamiento, el alejamiento del sentido común de las mayorías– tienen que alumbrar hoy cualquier tipo de lecturas sobre el presente. Y, además, permite hacer una crítica a la izquierda peronista y mirar con una mayor comprensión del "Perón que regresa" sin ser atacado ni acusado de fascista por muchos de quienes vivieron esa época.

Por último, me gustaría proponer un juego imposible y digno de un "imberbe" como quien escribe: ¿Qué pensarían hoy los sectores no peronistas del kirchnerismo si, supongamos, una facción de un sindicato que corre por izquierda al gobierno asesinara a la mano derecha de Cristina Fernández de Kirchner? ¿Qué pasaría si en una manifestación esos mismos sectores, con gorritas verdes, imaginemos, se dedican a insultar la memoria de Néstor Kirchner e insultan permanentemente a la presidenta disputándole la conducción del actual momento histórico? La extrapolación no tiene sentido, claro. Y no es más que un juego perverso. Pero sirve para comprender un poco más el lugar de Perón en aquellos turbulentos años. Un Perón que tenía cerca de 80 años. Pensemos también en esa dimensión humana para juzgarlo. Ochenta años. Cualquiera que tiene un padre o un abuelo de esa edad sabe lo que eso significa. Imaginen a su padre o a su abuelo, con todas las falencias, deficiencias físicas, volitivas, emocionales, psicológicas y mentales, en el lugar de Perón. Una mirada humana sobre los protagonistas de la historia, también nos humaniza a nosotros como observadores. Y nos hace más "sabios" y más "prudentes", digo, por utilizar las palabras de Perón en aquel discurso del 1 de mayo de 1974.

Fuente


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La Visión desde Montoneros.
Por Fernando Vaca Narvaja
para El Peronista N°3 
publicado el 4 de mayo de 1974


"El 1º de mayo de 1974 es una fecha muy importante, clave para entender muchas cosas que ocurrieron después. Creo que nosotros fuimos a ese acto conscientes de que la relación con Perón estaba rota y de que debíamos evitar un enfrentamiento civil. Cuando sale Isabel y lo anuncia a López Rega, la gente empieza a gritar: "No queremos carnaval, asamblea popular". Además se generó un hecho político inédito en la historia: no conozco a ningún líder de la envergadura de Perón al que se le vaciara la mitad de la Plaza. A punto tal que cuando habla Perón nosotros estábamos justo al lado de lo que era el Comando de Organización (CdeO) y empezamos a recibir los primeros palazos y piedras e hicimos como una especie de grupo de contención. Nosotros, que veníamos bien estructurados, logramos contener el primer hostigamiento. Cuando Perón dice "imberbes, estúpidos", la gente se nos va, se empieza a retirar. Nosotros teníamos un carnecito color rojo o rosado, que era de los jefes de columnas, y tengo que empezar a mostrarlo para poder ponerme a la cabeza, porque ya estábamos con la mitad de la Plaza vacía, para volver a asumir el mando de nuestra gente. Cuando estábamos bajando por Callao hacia el Bajo, hago parar la columna para que los compañeros vean la dimensión de los que nos estábamos yendo, que era impresionante. Y al mirar hacia arriba veo a la gente de los balcones de Callao y Alvear contenta, sonriendo. Digo: "Si estos tipos están contentos, es porque está todo mal". Bueno, nos fuimos muy precavidos porque de hecho teníamos una emboscada en la Facultad de Derecho, que era donde estaba el punto de concentración de todas las columnas del interior. Cosa que era efectivamente así, y eso lo paró Perón. Luego, hablando con Oscar Alende, nos cuenta que después de que Perón concluye su discurso y entra a la Casa de Gobierno, Alende le dice: "Pero, General, ¿qué pasó con la juventud?". "Bueno -le dice Perón-, de vez en cuando hay que darles un tirón de orejas a los jóvenes, pero no es nada." Y lo agarra a López Rega y le dice: "No quiero que ocurra absolutamente nada y usted es el responsable". Si Perón no le hubiese dicho eso a López Rega, nos esperaba una masacre... se repetía en la Facultad de Derecho la masacre de Ezeiza. Yo creo que Perón no conocía los movimientos de López Rega, pero sí podía conocer la tendencia de lo que estaba haciendo López Rega. Y si lo conocía no lo quiso ver, lo intuía pero no lo quería ver. Esto no significa que López Rega no hubiera tenido autonomía para determinadas cosas. Perón siempre se movía en la conducción sobre hechos producidos, concretos. No es que especulara en eso. Y tenía una gran facilidad política y una capacidad como para conducirse sobre los hechos. Entonces, creo que debe haber sobrestimado su propia capacidad para manejar la situación, porque de hecho los acontecimientos se le fueron de las manos."


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El discurso de Perón

HABLA PERON: "...Compañeros: hoy, hace veintiún años que en este mismo balcón, y con un día luminoso como el de hoy, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles... No me equivoqué, ni en la apreciación de los días que venían, ni en la calidad de la organización sindical, que a través de veinte años... pese a esos estúpidos que gritan...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, general, está lleno de gorilas el gobierno popular! - ¡Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical!

HABLA PERON "...Decía que a través de estos veintiún años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que durante veinte años lucharon...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, general, está lleno de gorilas el gobierno popular!

HABLA PERON: "...Por eso compañeros, quiero que esta primera reunión del Día del Trabajador sea para rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica, y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya sonado el escarmiento...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Rucci traidor, saludos a Vandor! - ¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, general, está lleno de gorilas el gobierno popular! - ¡Montoneros, Montoneros, Montoneros!

HABLA PERON: "...Compañeros, nos hemos reunido nueve años en esta misma plaza, y en esta misma plaza hemos estado todos de acuerdo en la lucha que hemos realizado por las reivindicaciones del pueblo argentino. Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conforme de todo lo que hemos hecho...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Si este no es el pueblo, el pueblo donde está! - ¡Conformes, conformes, conformes, general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar!

(En este momento comienzan a retirarse las columnas de Montoneros y Juventud Peronista)

HABLA PERON: "...Compañeros, anhelamos que nuestro movimiento sepa ponerse a tono con el momento que vivimos. La clase trabajadora argentina, como columna vertebral de nuestro movimiento, es la que ha de llevar adelante los estandartes de nuestra lucha. Por eso compañeros, esta reunión, en esta plaza, como en los buenos tiempos debe afirmar decisión absoluta para que en el futuro cada uno ocupe el lugar que corresponde en la lucha que, si los malvados no cejan, hemos de hacer...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Conformes, conformes, conformes, general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar! - ¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va! (continúan retirándose las columnas)

HABLA PERON: "...Compañeros, deseo que antes de terminar estas palabras lleven a toda la clase trabajadora argentina el agradecimiento del gobierno por haber sostenido un pacto social que será salvador para toda la República...


CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Conformes, conformes, conformes, general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar!  - ¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!

HABLA PERON: "Compañeros, tras ese agradecimiento y esa gratitud puedo asegurarles que los días venideros serán para la reconstrucción nacional y la liberación de la nación y del pueblo argentino. Repito compañeros, que será para la reconstrucción del país y en esa tarea está empeñado el gobierno a fondo. Será también para la liberación, no solamente del colonialismo que viene azotando a la República a través de tantos años, sino también de estos infiltrados que trabajan de adentro, y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera, sin contar que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va! (Continúan retirándose las columnas)

HABLA PERON: "Finalmente compañeros, deseo que continúen con nuestros artistas que también son hombres de trabajo; que los escuchen y los sigan con alegría, con esa alegría de que nos hablaba Eva Perón, a través del apotegma de que en este país los niños han de aprender a reír desde su infancia...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va! (Continúan retirándose las columnas)

HABLA PERON: "Queremos un pueblo sano, satisfecho, alegre, sin odios, sin divisiones inútiles, inoperantes e intrascendentes. Queremos partidos políticos que discutan entre sí las grandes decisiones...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va! (Continúan retirándose las columnas)

HABLA PERON: "No quiero terminar sin antes agradecer la cooperación que le llega al gobierno de parte de todos los partidos políticos argentinos...

CANTICOS EN RESPUESTA: ¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va! (Continúan retirándose las columnas)

HABLA PERON: "Para finalizar compañeros, les deseo la mayor fortuna, y espero poder verlos de nuevo en esta plaza el 17 de Octubre..."


Finalizado el discurso se producen algunos disturbios entre miembros de sectores sindicales y de la derecha peronista (acicateados y envalentonados por las palabras de Perón) y algunos miembros de los sectores de la Juventud Peronista y Montoneros que se retiraban.