La ejecución de Riego

Por Eduardo Montagut
para Nueva Tribuna (España)
Publicado el 5 de noviembre de 2017

Personaje convertido en mito del liberalismo por ser quien encabezó con su pronunciamiento en Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820 el proceso que llevó al establecimiento del Trienio Liberal, y también por la forma en la que sería ejecutado.

El 7 de noviembre de 1823 fue ejecutado Rafael del Riego, personaje convertido en mito del liberalismo por ser quien encabezó con su pronunciamiento en Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820 el proceso que llevó al establecimiento del Trienio Liberal, y también por la forma en la que sería ejecutado.

Riego había marchado a Cádiz con las Cortes para organizar la resistencia frente a los Cien Mil Hijos de San Luis, comandados por el duque de Angulema, llegados para restaurar el absolutismo en España. Recordemos que en este proceso estaba, además, el hecho de la votación sobre la incapacidad del rey Fernando VII. Riego era el jefe del III Cuerpo de Ejército y planteó batalla a los franceses, siendo derrotado en la batalla de Jódar, además de ser herido. Intentó huir, pero fue traicionado y hecho prisionero en La Carolina, a mediados del mes de septiembre de 1823.

Fue trasladado a Madrid. El final de su vida fue relatado por Pi i Margall, al que seguimos en parte. A finales de octubre estaba en la Cárcel de Corte, hoy Ministerio de Asuntos Exteriores. Fue sometido a un proceso siguiendo lo dispuesto en un decreto de primero de octubre que condenaba a muerte a los diputados que había votado la incapacidad y destitución del rey en junio. El fiscal pidió la pena de horca y desmembración del cadáver. La cabeza tendría que estar en Cabezas de San Juan, y distintos pedazos de su cuerpo en Sevilla, la isla del León en Cádiz, y Madrid, es decir, en los señalados sitios del liberalismo español. Pero la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, el tribunal que le juzgó, consideró excesiva la petición fiscal y le condenó a morir en la horca con confiscación de bienes.

El 5 de noviembre entró en capilla, y según el político republicano, le hicieron creer que si pedía perdón por escrito se le conmutaría la pena capital. Riego estaba en una situación física y anímica deplorable y redactó un documento en este sentido. Destacamos el siguiente párrafo:

“ (…) Asimismo publico el sentimiento que me asiste por la parte que he tenido en el sistema llamado constitucional, en la revolución y en sus fatales consecuencias; por todo lo cual, así como he pedido y pido perdón a Dios de todos mis crímenes, igualmente imploro la clemencia de mi santa religión, de mi Rey, y de todos los pueblos é individuos de la Nación a quienes haya ofendido en vida, honra y hacienda, suplicando, como suplico, a la Iglesia, al Trono y a todos los españoles, que no se acuerden tanto de mis excesos como de esta exposición sucinta y verdadera, que por las circunstancias aún no corresponde a mis deseos, con los cuales solicito por último los auxilios de la caridad española para mi alma.”

La ejecución de Riego fue especialmente ominosa porque sería arrastrado en un serón, sufriendo el escarnio público, hasta el patíbulo que se levantó en la Plaza de la Cebada. El proceso comenzó a las diez de la mañana. Salió de la Real Cárcel por la calle del Verdugo, siguiendo por la de la Concepción Jerónima. Rodeando el serón se encontraban los hermanos de la Paz y la Caridad. Al parecer, Riego llevaba un gorro negro y fue llorando durante el camino, besando una estampa que portaba. Las calles del recorrido estaban abarrotadas de gente, según nos cuenta Pérez Galdós en El Terror en 1824, uno de los Episodios Nacionales. Fue ahorcado y luego decapitado.

Pi i Margall consideró que todo este proceso debía ser considerado como infame por todo lo que hicieron sus verdugos, y que Riego no merecía el suplico que padeció, pero también fue crítico con el general, al considerar que no mereció la notoriedad que alcanzaría, salvo por el hecho del pronunciamiento. Su ejecución le había convertido en un “héroe legendario”, como decíamos al principio, símbolo de la libertad frente al absolutismo, pero había muerto sin “valor ni grandeza”. No cabe duda que el político y pensador republicano federal fue duro con todos.

Riego fue rehabilitado oficialmente por un real decreto de la Reina Gobernadora María Cristina el 31 de octubre de 1835.

Fuente: Nueva Tribuna