Horacio González: “Están destruyendo el lenguaje político de una nación”

Publicado el 1 de agosto de 2016
Quemar las Naves (Radio Sur) entrevistó al sociólogo y ensayista Horacio González que analizó al gobierno de Cambiemos y la etapa política actual, tanto a nivel interno como mundial.

- El 24 de marzo el presidente recibió a Obama. Bicentenario de la independencia y el invitado fue el rey emérito de España. Aniversario de la Noche de los Bastones Largos y la visita es del presidente de México, Peña Nieto. Cortazar decía que las casualidades no existen y que las consideramos así porque es algo que nos da cierto temor, porque no sabemos. ¿Lo pensamos como una casualidad o como una provocación?
– Puede ser también la posibilidad de una sobreactuación. La forma vertiginosa en que el gobierno está planteando sus deseos profundos -no se si decir su programa-, una pulsión incontenible que sale del hecho asombroso de que una capa de personas con historiales no tradicionales para la política argentina, de todos los rubros que uno puede imaginar, han tomado el gobierno de una manera también más o menos sorprendente, quizás con algo de casualidad cortazariana. Y la forma en que están dirigiendo la política exterior del país y produciendo sus símbolos de gobierno es rápida y casi aturulada. Evidentemente aprendieron de las frases como “los jueces hablan a través de las sentencias”, “una imagen dice más que mil palabras”, todas discutibles. Y lo hacen con cierto fervor y producen hechos que serán juzgados con dureza. No tan lejos de esta época.
Son actitudes que han elegido. La presencia de Obama tuvo un costado humillante evidente y grandes sectores de la sociedad argentina lo recibieron como una figura extraña, una figura del alto capitalismo con una historia singular. Lo del Rey de España creo que fue más allá. En una frasecita dicha casi al pasar implicaba casi una revisión completa de la historia argentina. Y con Peña Nieto no está solamente el problema del asesinato de los estudiantes, es también la historia que tiene el gobierno de México y el PRI con el movimiento estudiantil. No hay que olvidar Tatlelolco.
Hay una fórmula del gobierno de Macri que es invertir los modos en que la historia argentina ha procesado sus dilemas. Y han inventado estas fórmulas. Comenzaron con “combatir la grieta” que es un concepto más bien fantasmagórico que no pertenece al lenguaje político y no permite entenderse. No digo que no haya que inventar palabras, digo que las palabras a ser inventadas no son estas.
En términos generales veo al gobierno como un intento muy apresurado, salvaje y con mucha crueldad para reformular todos los aspectos sindicales de la vida política argentina, las fórmulas diversas que hay en la Argentina de sindicalización, seguro social, protocolos de paritarias y sustituyen por otros protocolos. Aplicados o no con astucia, de forma enérgica o teniendo que retroceder al día siguiente un poquito, significan la construcción de un país diferente. Que se seguirá llamando Argentina y probablemente tendrá la misma frontera, la misma territorialidad, pero tendrá otro régimen económico, otro sistema de gobierno, quizás otra Constitución, quizás otra forma de constituir lo popular, de una forma atomizada, individualista, consumista. Y buscar algún resquicio en la política mundial, complejísima y bastante poco claramente definible como son las formas de violencia en el mundo, para asociarse a poderes más constituidos: complejos militares, tecnológicos y semiológicos y servicios de información de todo tipo que hoy los representa Estados Unidos. Y también otras alianzas menores a esta, pero a su servicio como la Alianza del Pacífico. Y tanteos torpes en Europa. No le sale muy bien porque no es fácil sentarse con Merkel o Hollande, pero en realidad le ofrecen la disolución de todo lo que huela a sur: Mercosur, Parlasur, Unasur.
Para la política que estamos acostumbrados a hacer estamos respondiendole con nuestras fórmulas habituales que creo que no alcanzan para este nuevo fenómeno tan áspero, implacable y decidio a reformular los cimientos últimos que constituyeron la política y la forma del conflicto hasta ahora.
- Por un lado hay un avance del discurso político de Cambiemos en temas económicos o de política exterior y en el mismo discurso se discute por ejemplo, la cantidad de desaparecidos, con todo el peso que tiene en nuestro país ese tema. ¿Tiene más para avanzar o estamos viendo lo que se preveía al principio de la gestión respecto de los intereses las grandes mayorías?
– No recuerdo si llegué a pensar que iban a traspasar tantos límites no escritos de la política argentina. Por ejemplo, el número de desaparecidos. No es un número, es una voluntad social que se ha construido. Es una cuestión ética que no tiene correlato en cantidades. Eso es una característica del gobierno, lo llama poner las cifras en orden, o sincerar, o despojar el país de mitos. Esa frase uno puede compartirla en muchos sentidos, sobre todo cuando el mito aparezca como una mala comprensión de una realidad compleja.
Lo que llamamos mito en el sentido más encumbrado es siempre una fórmula de acción, una forma de interpretar los hechos y exigirle más a los hechos y a uno mismo como intérprete de los hechos. Por lo tanto es una manera de conversar, de establecer acuerdos sociales, de escribir la historia porque es un artificio válido de la investigación. No es algo para sincerar como si se sincerara una familia un conjunto de mentiras arrastradas a lo largo de los años. En realidad en eso se equivoca muy profundamente y lo hace de forma totalmente calculada. Tecnópolis parece un aparato de diversiones y de esparcimiento popular inocente, incluso tiene un nombre de fantasía como Disneylandia, sin embargo es un campo de pruebas de la nueva relación que establece el Estado con la población y con el consumo cultural. Son todas novedades que hay que analizar con precisión.
De repente poner ese número en Tecnópolis significa decir “aflojamos la tensión con Lopérfido, que dijo esa cifra -que fue una cifra provisoria que dijo el Nunca Más- y la volvemos a poner como una llave secreta que está siempre trabajando, escarbando en la cerradura de la historia argentina”. Me acuerdo de un cuento “La llave de cristal”, que ponía la llave en la cerradura y la llave se deshacía. Acá la llave está deshecha de entrada, pero parece que en manos de Lombardi o de Macri, es una llave muy oxidada que quiere seguir funcionando para abrir los cofres de la historia y ponerla bajo sus pies.
En las fuerzas que se oponen a esto, que son difusas y que tienen sus centro en la rememoración de las fechas del kirchnerismo o del peronismo para ser más amplios, todo eso también hay que reverlo. Hay que tomar de ahí todo lo que se mantenga dignamente en pie -realizaciones, personas, grupos- y disponerlos a lo largo de una pregunta frentista, de un frente social muy amplio que está por hacerse, para discutir con esta fuerza neocapitalista -le podemos decir neoliberal, pero no se si el término alcanza-. Ya no hay la vieja división legalidad / ilegalidad que permite condenar a muchos funcionarios del kirchnerismo por haber entrado en variantes de la ilegalidad en su acción de gobierno. Hay una postlegalidad que permite que, por ejemplo, tengan los papeles en Panamá y todas las relaciones posibles con el capitalismo inmaterial, invisible que es el que gobierna el mundo, en una forma de petróleo y terror. No existe así en la Argentina, pero el modo en que están haciendo política mundial, desconociendo el modo de vincularse que tuvo el país durante el gobierno anterior, con Latinoamérica, o con Rusia o más calma con China.
La política mundial tan devastadora de la actualidad -que tarde o temprano va a afectar de manera oscura a la Argentina- es totalmente ignorada por el gobierno con sus pequeñas operaciones de capturar tal ficha que estaba jugando alrededor de la órbita kirchnerista hace unos años y la ponen en tal o cual programa de radio. Todo eso también forma parte de decisiones de personas que no discuten qué destino tienen pero sí discuten en cuanto a operaciones de muy baja calidad política y muy coercitivas con los trabajadores
La estructura del miedo que tiene el gobierno como forma operatoria y una suerte de Estado policial o prepolicial que en Jujuy, por ejemplo, se manifiesta con bastante nitidez con el encarcelamiento ilegal de Milagro Sala. Pero después, en la conducción del Estado tienen conductas que se asemejan a las de un grupo de psicólogos de algún organismo represivo. Utilizan técnicas de ese tipo al despedir y reincorporar, lo que produce una estructura pavorosa que disciplina el trabajo de una manera desconocida para la Argentina. Por supuesto estuvo el Terror de Estado, esto no es eso, pero hay fórmulas de gobierno basadas en la imposición del miedo como figura retórica y como forma de diálogo ente patrón y empleado. Están construyendo un tipo de relación social en Argentina sumamente trituradora de cualquier tipo de relación grupal, interpersonal. En suma, están destruyendo el lenguaje político y las vetas críticas del lenguaje político de una nación y su historia.