Si Bergoglio se convirtió en Francisco, ¿en quién se convertirá Trump? ¿O acaso Hillary fue menos sagaz que Lisa Simpsons?

Víctor Ego Ducrot *

Porque se supone que sabe acerca de las diferencias entre la búsqueda de los votos y la posibilidad de gobernar, diferencia que, lamentablemente, pasó a ser patética ley en las degradadas prácticas políticas post Guerra Fría para el mundo en general y post dictaduras para los argentinos y latinoamericanos. Por empezar, ni sueña con cumplir la promesa de gravar con un 45 por ciento a las importaciones de China, pues en ese país radica la masa mayoritaria de los títulos de la sideral deuda estadounidense. Y respecto de la segunda pregunta del título, recordad que hace exactamente 16 años, Lisa, la de la famosa tira Los Simpsons, llegaba a la presidencia y encontró un país en quiebra, así dejado por su predecesor, un tal Donald Trump.
Si Bergoglio se convirtió en Francisco, ¿en quién se convertirá Trump? ¿O acaso Hillary fue menos sagaz que Lisa Simpsons?


Trump es muy hábil a la hora de incitar el miedo. Si uno observa a los que apoyan a Trump, son en su mayoría blancos de medios o bajos ingresos, poco educados. Curiosamente entre esos grupos las tasas de mortalidad son altas. Muchos sienten que no hay nada para ellos (…). No hay nada como el movimiento de supremacía blanca en otros países. Creen que el movimiento feminista les ha quitado su rol en las familias patriarcales. De ahí creo que viene tanto fanatismo por las armas. Tienen que tener armas para demostrarse que son hombres reales (…). Me sorprendió la irrelevancia de los hechos (no tanto la retórica). Ya no importa cuáles son ciertos y cuáles son falsos. La verdad es irrelevante. Trump es un maestro en eso (…). En las grandes democracias las decisiones están siendo tomadas por una pequeña elite económica. Su interés no es salvar la especie. Su interés es la maximización de sus beneficios (…). Esos son algunos de los párrafos de la entrevista que el científico y militante de izquierdas estadounidense Noam Chomsky le concediese a la revista Le Monde Diplomatique y fuera publicada una semana antes de las elecciones de ayer.

Siempre brillante, el lingüista emérito del MIT – uno de los centros académicos de punta en el planeta todo – sin embargo parece dejarse llevar por el horror que provoca entre los progresistas de su país el ascenso de personajes como Trump –por cierto y atención argentinos y argentinas, que un Tinelli a la recontraenésima potencia, pero miren que por aquí hace falta muchos menos, si hasta con un Macri de la tele basta -, pues lo comparan con la llegada del fascismo en la pasada década del ’30, como si visto el mundo a partir de nuestros países dominados, el “fascismo” de la Casa Blanca no gobernase desde hace décadas, precisamente con la irrupción de Estados Unidos en tanto vocación de potencia, a partir de comienzos del siglo XX, a veces vestido de republicano, otras teñido por el azul de los demócratas.

Sí acierta Chomsky cuando alude a la poca relevancia que tienen las fronteras entre la verdad y la no verdad, que puede ser mentira, mito, fantasía o ficción, aguas confusas y borgianas por cierto. Vean ustedes lo que recordó este martes el diario La Nación: “Como saben, heredamos un déficit en el presupuesto del presidente Trump”, dice Lisa Simpsons durante el capítulo “Bart to the future” que se vio por primera vez el 19 de marzo de 2000. El capítulo relata un viaje al futuro que hace Bart, luego de conocer a un chaman en un casino indio. Allí se ve que Lisa se convirtió en presidenta de Estados Unidos. En una reunión en el Salón Oval, Lisa habla con Milhouse y otros miembros de su gabinete. Da cuenta del déficit que reciben de la gestión anterior, la de Trump, y le pregunta a sus asesores qué tan grave es la situación. “Estamos en quiebra”, sentencia Milhouse y, ante la sorpresa de Lisa, agrega: “Le recuerdo que la anterior administración decidió invertir en nuestros niños. Gran equivocación”.

Es probable que las preocupaciones de Chomsky y los atributos de pitonisas que demostraron poseer aquellos guionistas simpsonianos, con un toque de influencia por parte de la maquinaria mediática concentrada y global; todo ello explique esa suerte de tilinguería tan cara a “los progres” de nuestro país, kirchnersitas y antikerchneristas por cierto y en la misma bolsa, que se pasaron las últimas semanas deseando que Hillary fuese la ganadora del más grande reality de la política mundial.

Otra vez, y van cuántas, que así como para nuestros “progres” la CIA es un monstruo siempre fronteras afueras, también son incapaces de entender una vieja enseñanza de la comunicación como política o de la política como comunicación, que dice: si no entendéis bien lo que sucede sostened lo contario respecto de los que sostienen vuestros enemigos; es decir: ¿por qué no os preguntáis acerca del tanto entusiasmo de toda la derecha vernácula y global (y sus medios) por una victoria que no fue, la de Hillary Clinton?

La mayoría de quienes siguen de cerca el tablero estadounidense y sus resonancias globales recuerdan las propuestas de Trump: acabar con “lagunas” de evasión impositiva, introducir recortes fiscales para las familias y reducir cargas para las empresas. Pretende crear 25 millones de puestos de trabajo y reformar los acuerdos comerciales que considera “defectuosos”, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). El futuro del dólar estadounidense tampoco está claro. Expertos sostienen que la moneda podría experimentar una caída. Según explica Scott Petruska, asesor principal de SVB Financial Group, la sexta entidad financiera más precisa a la hora de dar pronósticos de cotizaciones, los mercados de divisas “no están posicionados para la victoria de Trump, por lo cual puede haber ventas de dólares y compras de divisas seguras movidas por el pánico”. Es probable que las políticas iniciadas por Obama experimenten cambios drásticos. En ese sentido el republicano ya se ha pronunciado en contra de la reforma sanitaria del presidente saliente, conocida como Obamacare, que por otra parte fue un estrepitoso fracaso, de la misma forma que lo fueron los programas de empleo y lucha contra la pobreza de los demócratas. Dijo que quiere deportar a más de 11 millones de indocumentados, la mayoría de ellos mexicanos e impedir la entrada al país a los musulmanes. Se ha comprometido a ejecutar cambios directos en la situación que se vive actualmente en el conflicto sirio y planea intensificar la lucha contra el Estado Islámico. Ha repetido en numerosas ocasiones que podría llevarse bien con Vladímir Putin y que quiere gravar fuertemente ciertas importaciones de China.

¿Suena preocupante no? ¿Suena a fascismo no? ¿Y lo de Hillary y los demócratas, qué? ¿O acaso es olvidable la pertenencia de la señora Clinton a lo más reaccionario y belicista de la corporación política, el establishment que le dicen, asociada al complejo militar industrial y mediático?

Respecto de esa última facción, la mediática, sólo basta añadir que la victoria de Trump revitaliza la idea de que las campañas de prensa y sucedáneos no son palabra de dios, ni mucho menos, y que sus posibilidades de éxito y su capacidad de generar convicciones son inversamente proporcionales a la acción de los actores sociales tangibles o a la de agentes que saben cómo pararse sobre los lábiles intersticios de los universos mediáticos.

En ese desparramo de filtros y operadores quedan involucradas las encuestadoras y las grandes cadenas de periódicos y TV; quizá tan solo el diario The New York Times tuvo capacidad de reacción, aunque más no fuese a último momento: el medio que funge de “órgano oficial demócrata” había arrancado el seguimiento del escrutinio dándole a Trump un menesteroso 10 por ciento de posibilidades de victoria; a primera hora de la noche lo elevó a más del 60 por ciento y un par de horas antes de que los resultados quedasen clavados en la historia ya hablaba de más de un 96 por ciento a favor del magnate de jopo y peluquín.

En fin, sólo alrededor del 50 por ciento de los estadounidenses que figuran en el padrón la dieron la victoria indirecta a Trump, porque en realidad votaron por quienes conforman el colegio electoral que decide, y habrá que esperar para ver qué sucede.

Difícilmente el nuevo presidente pueda convertir en realidad sus bravuconadas, las que por otra parte no implicaron nunca amenazas mucho mayores que aquellas que la historia reciente constató en Hillary Clinton; y a no olvidarse que se trata de un fulano que llegó como un malestar en la cultura de la derecha mundial – hecho saludable de por sí – y que tal cual lo hizo el cardenal Jorge Bergoglio que se convirtió en Francisco, es probable que Trump mute a “presidente de Estados Unidos”, por supuesto y en sí mismo, nuevo mal para la humanidad.

Y cierro. Bergoglio mutó porque una cosa resulta estar en la cúpula de la Iglesia local y otra muy distinta es ser Papa – dicen que putea a Macri pero le manda flores a María Eugenia Vidal; y es amigo “del Evita” y del dirigente “papal” Juan Grabois, pero también de Gabriela Michetti, – y para colmo primer papa jesuita. Mientras, Trump ganó con el ancho de espadas, y no sólo a Hillary sino a Lisa Simpson, quien seguramente tiene muchos más seguidores que aquella, la dama de hierro de Arkansas y Nueva York.

(*) Doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor. Director de AgePeBA.