La hora del Estado palestino ha llegado

Nurit Peled-Elhanan*
Público.es [x]

Nosotros, israelíes y palestinos, quienes luchamos por vivir en este sitio en condiciones de igualdad y libertad, reconocemos que no hay más tiempo que perder.

Cuando una generación tras otra de niños palestinos crece como ciudadanos privados de sus derechos bajo un régimen que no los respeta y los priva de libertad y esperanza; mientras una generación tras otra de niños israelíes es educada para pensar que son los dueños de casa en esta tierra, ciegos ante el sufrimiento de los demás y ante sus derechos, es evidente que el cambio debe producirse ahora. Ahora, antes de que se produzca otra muerte innecesaria, otra pérdida y mayor dolor. Desgraciadamente, creo que fallamos una y otra vez para aclarar esta urgencia a nuestros amigos en la comunidad internacional, sin la que no podremos producir el cambio que ansiamos.


Muchos países manifiestan, sin embargo, su apoyo para acabar con la ocupación y establecer un Estado palestino junto a Israel, pero no existe un abismo insoportable entre esas declaraciones y la realidad en el terreno.

El verano pasado, fallecieron en Gaza más de 2.000 seres humanos, la mayoría de los cuales eran civiles que no participaron en las hostilidades. Decenas de familias fallecieron cuando sus casas fueron bombardeadas y diezmadas por Israel.

En Israel fallecieron 67 soldados y cinco civiles. Según las estimaciones de las Naciones Unidas fueron destruidos unos 18.000 hogares en Gaza y unas 100.000 personas no han regresado a sus hogares. La población civil en Israel ha sufrido repetidos ataques con morteros, cohetes y misiles desde la franja de Gaza durante este mismo período. Pero Israel no sólo bombardeó a un enemigo alienígena, sino también a una población cuyos aspectos de vida se encuentran regidos por el control o la supervisión israelí. La destrucción y la muerte intolerable condujeron de alguna forma a la formulación de promesas de pared a pared para prestar ayuda humanitaria importante y necesaria, pero esto no conduce indefectiblemente a un cambio político que traiga consigo la independencia para los palestinos en Gaza y Cisjordania en un futuro visible.

En ausencia de una transformación política semejante, los palestinos continuarían sufriendo daño permanente en sus derechos humanos, y las reparaciones en la realidad de la vida cotidiana de palestinos e israelíes serán meras reparaciones cosméticas.

La libertad de tránsito de los palestinos continuará siendo limitada y la división entre Gaza y Cisjordania será mantenida, los prisioneros administrativos palestinos continuarán siendo mantenidos en prisión sin juicio en Israel y los niños palestinos continuarán siendo arrestados y juzgados para ser interrogados por personal militar conforme a la legislación militar. Las familias palestinas continuarán viviendo bajo el temor de ser expulsados de sus tierras o la demolición de sus viviendas, las tierras palestinas continuarán siendo tierra de nadie y los asentamientos israelíes continuarán siendo construidos sobre esas tierras manteniendo una violación flagrante de la cuarta Convención de Ginebra.

Los ciudadanos israelíes continuarán viajando libremente por carreteras separadas mientras que los ciudadanos palestinos tendrán que conformarse con transitar por caminos asignados por el ejército israelí. Los niños israelíes continuarán creciendo mientras aprenden a odiar a sus vecinos y borrar todo signo de humanidad cuando se convierten en soldados del ejército cuya principal función es mantener la ocupación. El racismo seguirá predominando en este lugar, pisoteando la dignidad humana y privando su libertad, y como resultado de ello todos nos iremos al diablo.

El actual Gobierno de Israel demuestra una y otra vez que no está interesado en modificar el statu quo, y que seguiría utilizando su poder para mantener el control en los territorios ocupados y sobre la población palestina. El Gobierno opina que también la última ronda de negociaciones con el corretaje estadounidense, celebrado el año pasado, no ha sido sino una manera de estirar el tiempo y ganar un poco de apoyo internacional. Las reuniones en las cuales se debatieron las negociaciones no interrumpieron las construcciones en los asentamientos y el puño militar en los territorios palestinos sigue siendo tan fuerte como siempre.

No podemos continuar esperando en silencio hasta que el Gobierno de Israel se despierte y se percate de que está conduciendo a todos al desastre, al igual que es prohibitivo que la comunidad internacional, quien brega por el bien de los dos pueblos que viven en esta región, permita que el Gobierno israelí continúe con su causa de modo imperturbable. Mientras continúe la ocupación, mientras los palestinos no puedan gozar de soberanía en su propio país, sus derechos humanos continuarán siendo violados.

La ayuda humanitaria y el tratamiento específico para atender la violación de los derechos humanos son de primordial importancia. Si podemos de alguna forma remediar tal injusticia es nuestra obligación adoptar el compromiso para frenarla. Pero estas no son medidas suficientes. De hecho, si no van acompañadas de otras concretas para cambiar el statu quo político, existe la probabilidad de que caigan en la trampa de mejorar el mecanismo inhibidor en vez de oponerse al mismo.

Por lo tanto, el reconocimiento del Estado palestino por parte de Suecia es un importante paso adelante. Al manifestarlo, también reconoce que los palestinos tienen derechos similares a los de los israelíes. Esto no significa que se ha llegado al final de la ocupación, pero sí que sin mantenerse negociaciones no se podrá finalizar el conflicto entre los pueblos.

Este es un primer paso necesario para lograr un avance que conduzca hacia un futuro de justicia e igualdad para ambos pueblos. Este avance puede ser aún más importante e influyente si se suman a Suecia y al Parlamento británico más organismos de la Comunidad Europea. Todos aquellos quienes realmente se consideran amigos de Israel y de los derechos humanos deben ser también amigos del pueblo palestino y reconocer su Estado junto al de Israel.

Ojalá se cumpla.

*Profesora de Lenguas y Educación en la Universidad Hebrea de Jerusalén y merecedora del Premio Sajarov en el año 2001