Jerusalén, la capital del apartheid, espera el levantamiento

Gideon Levy
 Haaretz

Detenciones en masa, colonos violentos, expulsión y desposesión… Con estos ingredientes así como con la gran cantidad de palestinos que viven en Jerusalén, nadie debería haberse sorprendido con el ataque terrorista de hace unas semanas.


El ataque de terror en Jerusalén el miércoles por la noche no debería haber cogido por sorpresa a nadie. Después de todo, dos naciones viven en la Pretoria del Estado de Israel. A diferencia de las otras zonas ocupadas, se supone que hay una cierta igualdad entre los dos pueblos: tarjetas de identidad azules disponibles para todos, la libertad de circulación, impuesto sobre la propiedad a favor del municipio, el seguro nacional… (a los israelíes se les da todo) Pero Jerusalén es una ciudad engullida por las mentiras. Se ha convertido en la capital israelí de apartheid.

Con la excepción de Hebrón, en ningún otro lugar la separación de los palestinos es tan descarada. Y ahora la bota israelí está pisando, aún con más dureza en la capital, por lo que la resistencia en los ghettos se esta intensificando Allí malviven los maltratados, los oprimidos, los abandonados y los pobres llenos, de sentimientos de odio e intenciones de venganza.

El levantamiento está en camino. Cuando la próxima ola de terror estalle en callejones de Jerusalén Este, los israelíes aparentarán estar sorprendidos y furiosos. Sin embargo hay que decir la verdad: a pesar del escandaloso incidente del miércoles, los palestinos están resultando ser una de las naciones más tolerantes de la historia. Ante las detenciones masivas, la violencia de los colonos, las privaciónes, las expulsiónes, el abandono, y el masivo desposeimiento, permanecen en silencio, a excepción de la reciente protesta de las piedras.

No hay autoengaño sobre el hecho de que la ciudad no sufra. La capital es una unidad sólo ante sus propios ojos; la “ciudad unida” es una de las más divididas en el universo. La supuesta igualdad es una broma y la justicia allí esta pisoteada. El libre acceso a los lugares sagrados es sólo una prerrogativa para los judíos (y también para los musulmanes ancianos) y el derecho del retorno está reservado solo para los Judíos.

Un residente palestino de Jerusalén se encuentra en mayor peligro de ser linchado que un Judio en París. Pero aquí no hay nadie para detener el infierno. A diferencia del Judío parisino, el palestino puede ser expulsado de Jerusalén. También puede ser detenido con aterradora facilidad. Después de que Mohammed Abu Khdeir, de 16 años de edad, fuera quemado hasta la muerte, que desató una ola de protestas, Israel arrestó a 760 palestinos en la ciudad, entre ellos 260 son niños.

Como siempre, la respuesta a todos los problemas es la mano cada vez más dura. El primer ministro ya ha ordenado que se refuercen las fuerzas de seguridad, utilizando el único lenguaje que la gente de su gobierno conoce. Y cuando la resistencia, de forma natural, se vuelve más violenta, levantan las manos y dicen: “Mira cómo están destruyendo el sistema de tren ligero que construimos para ellos.”

Jerusalén podría haber sido diferente. Si Israel hubiera ejercido la justicia y la igualdad podría haberse convertido en un modelo de ciudad; las personas que se incorporaron deberían haber luchado por ello. En los peores días de la Intifada, se originó relativamente poco de terror  en la ciudad, a pesar de que sus residentes podían viajar libremente.

Ahora los palestinos son los mismos palestinos pero, el encierro, el toque de queda y el bloqueo son diferentes. El resultado es que debería haber menos terror en Jerusalén, pero la realidad refuta la teoría de que un asedio impide el terror. ¿Por qué? Porque muchos residentes de la capital realmente hace largo tiempo que se mantienen en sus casas porque quieren ser israelíes, pero el gobierno de Israel está impidiendo que lo hagan. Unidos, unidos, sí, pero sin árabes.

Los arrestos masivos en Jerusalén que apenas tuvieron relevancia alguna en Israel, la invasión de los barrios árabes por parte de los colonos con el apoyo del gobierno y de los tribunales, la negligencia criminal a la cual se somete la ciudad… Todo esto tendrá un costo.

¿Hasta cuándo van a ver a sus hijos asustados al salir de sus casas por miedo a ser atacado por vándalos en la calle? ¿ Hasta cuándo van a ver a sus hijos detenidos por cada piedra que vuela? ¿Cuándo? ¿ Hasta cuándo van a soportar el abandono en sus barrios?

¿Cuánto tiempo pasara para que den su consentimiento a su expulsión tácita de la ciudad? Entre 1967 y 2013, Israel revocó el estatus de residencia de 14.309 palestinos en Jerusalén, con pretensiones extrañas que no son aplicables a cualquiera de sus residentes judíos. ¿Esto no es apartheid?

Y luego el terror explotará. En respuesta, los drones surcan los cielos del campamento de refugiados Shoafat, se cometerán asesinatos en las calles de Azariyeh y asesinatos selectivos en Beit Hanina; otro muro de separación se construirá entre las dos partes de la ciudad sólo con el objetivo de permanecer en el lado seguro. Con un alcalde nacionalista, una fuerza policial violenta y un gobierno encabezado por Benjamin Netanyahu, nada será más cierto que esto.