...mercenarios, criminales, sicarios y matones a sueldo Made in Colombia: Exportaciones no tradicionales

Renan Vega Cantor

El filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones, el profesor compendios, etc. El delincuente produce delitos. Fijémonos un poco más de cerca en la conexión que existe entre esta última rama de producción y el conjunto de la sociedad, y ello nos ayudará a sobreponernos a muchos prejuicios”. 
Carlos Marx, “Elogio del crimen”
Los teóricos y políticos neoliberales no se cansan de repetir que las exportaciones son la fuente de enriquecimiento y prosperidad de un país y, en medio de la fiebre librecambista que se ha impuesto en Colombia, proclaman la consigna “exportar o morir”.

En nuestro medio, los ideólogos neoliberales sostienen que los Tratados de Libre Comercio abren mercados que nos permitirán acceder a 1.500 millones de consumidores en el mundo, para que a estos lleguen lo que denominan “exportaciones no tradicionales”. Con este término, en apariencia sofisticado, se quiere dar a entender que Colombia, aparte de carbón, petróleo, minerales, algo de café y palma aceitera, va a vender en el exterior frutas tropicales, tales como maracuyá, uchuvas, pitayas, entre otras, además de arepas, confecciones indígenas y sombreros vueltiaos. 

Los políticos y economistas neoliberales de este país nos pintan un futuro idílico tras la firma de 14 Tratados de Libre Comercio en los dos últimos años y nos dicen, sin sonrojarse, que en poco tiempo veremos a nuestras exportaciones no tradicionales inundar los mercados de Nueva York, Paris, Londres, Seúl y otras metrópolis del mundo entero. Agregan que los productos nacionales competirán de tú a tú con los géneros de las primeras potencias industriales y, a la larga, en buena lid los derrotaran, por aquello de que “Colombia es pasión” y somos los “mejores emprendedores del mundo”. Concluyen que nuestras exportaciones no tradicionales se impondrán porque el Estado y las clases dominantes se han sabido posicionar en el ámbito de la competitividad internacional y, de acuerdo a la lógica del libre comercio, nosotros saldremos ganando, según lo dicen los manuales neoliberales, porque nos hemos atrevido a abrir en forma incondicional nuestra economía a la inversión extranjera. 

Aún mejor, los teóricos de las exportaciones no tradicionales nos tenían reservada una sorpresa, porque nunca nos dijeron que de este país emergerían productos no convencionales que ya nos identifican y nos dan distinción en el plano mundial: mercenarios, criminales, sicarios y matones a sueldo Made in Colombia. Todas estas nuevas mercancías tienen marca registrada y ofrecen garantías de la alta calidad, debidamente certificada, que las vuelve competitivas y les augura un futuro prometedor.

En este sentido, no puede considerarse como una simple casualidad que en el mismo momento en que florecen los TLC entre Colombia y el resto del mundo –de pronto en poco tiempo el gobierno de Juan Manuel Santos firme tratados similares con Marte, Júpiter, Venus y otros planetas de nuestra galaxia- se disparen, nunca el termino fue tan literal, las nuevas exportaciones no tradicionales. Dos son las mercancías más apetecidas en el mercado mundial de la muerte, que se ofertan desde Colombia: los mercenarios y los narcoparamilitares.

En cuanto a los mercenarios, sus destinos son muy variados. A los Emiratos Árabes Unidos se han ido unos 1000 militares a vender su capacidad de matar, este es el saber-hacer que exhiben con orgullo, puesto que la propaganda indica que han sido entrenados por tropas especiales de Israel, de los Estados Unidos y el Reino Unido. No debe extrañar que hasta los mismos titulares de prensa en Colombia indiquen que “decenas de colombianos hacen parte de nuevas fuerzas paramilitares en Emiratos Árabes”, las cuales han sido organizadas por la compañía Blackwater, la misma que se ha distinguido por sus crímenes en Irak[1]

Esta exportación no tradicional también ha encontrado otros lucrativos mercados. Al respecto es bueno recordar que de las fuerzas armadas de España forman parte 2.600 colombianos, de los cuales ya han muerto varios en Afganistán, como parte del contingente de tropas de ocupación europea que saquean ese territorio. También se encuentran colombianos en el Ejército de los Los Estados Unidos, y algunos de ellos murieron durante la invasión a Irak. De igual manera, miembros del ejército colombiano y de la policia participan en formación militar en Paraguay, Honduras y otros países. Esta mercancía no tradicional ha sido promocionada desde las más altas esferas del gobierno colombiano actual, porque Juan Manuel Santos afirmó a propósito de la supuesta incorporación de Colombia a la OTAN, que “nuestro Ejército está en la mejor posición para poder distinguirse también a nivel internacional. Ya lo estamos haciendo en muchos frentes”. Por supuesto, lo que se exporta es la capacidad de matar y hacer daño, una “cualidad” que los militares colombianos han sofisticado durante nuestra guerra interna de más de medio siglo, y se acaba de rubricar con la aprobación del fuero militar, el cual autoriza a las tropas a asesinar civiles cuando se presuma que forman parte de los grupos insurgentes. Es esa “sofisticación” la que ofrecen Santos y compañía como rasgo distintivo de las fuerzas armadas de Colombia en el mercado mundial de la muerte.

Una segunda exportación no tradicional es la de narcoparamilitares y sicarios, sector de la economía en el que Colombia puede ofrecer una tenebrosa experiencia y notables antecedentes, en vista de que aquí se ha desarrollado una escuela con un carácter emprendedor inimitable en los últimos 50 años. Durante este período, una generación tras otra, se ha ido transmitiendo un "ethos" empresarial, en el que sobresale un acendrado anticomunismo y una incondicional defensa del “mundo libre” y de la sacrosanta propiedad privada. Por ello, no sorprende que paramilitares colombianos estén incursionando, con un éxito rutilante, en México, Venezuela, Honduras, Argentina, España y otros lugares del mundo tan distantes como Tailandia. 

Son múltiples y variadas las actividades que pueden realizar los narcoparamilitares colombianos como ejemplo de la destreza y polivalencia de esta mercancía no tradicional. En efecto, pueden actuar como guardaespaldas de grandes millonarios, de políticos locales o de banqueros; se desempeñan con gran destreza como asaltantes y atracadores a pequeña y a gran escala; tienen competencias excepcionales como sicarios a sueldo para matar a todo aquel que se les ordene; pueden lavar dinero y evadir el fisco de cualquier país con más elegancia que los más finos y excelsos futbolistas y gambeteadores del mundo; poseen habilidades especiales en la formación de redes esclavistas de tráfico de hombres y mujeres, para proveer a las maquilas y al mercado sexual; pero, sobre todo, son excepcionales emprendedores, puesto que crean negocios casi de la nada y en cualquier lugar, al organizar bandas de narcotraficantes, tanto de menudeo local, como de expendio transnacional. 

Como no se puede exaltar esta mercancía no tradicional sin suministrar pruebas de su eficiencia y eficacia, resulta aleccionador presentar dos ejemplos recientes, que muestran la polivalencia de nuestro nuevo renglón exportador, tan apetecido por el capitalismo contemporáneo. En primer lugar, lo referido al tráfico de otros colombianos, que han sido esclavizados, como lo reporta una reciente información de prensa:
Los integrantes de una red internacional de explotación laboral, desarticulada esta semana en Argentina, y que tenía a más de 200 colombianos esclavizados, son investigados también por su presunta participación en actividades de lavado de dinero y narcotráfico. Ricardo Echegaray, director de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) —organización que lideró los 72 allanamientos simultáneos con los que fue desmantelada la banda— afirmó que la plataforma desarrollada para actividades ilícitas no se circunscribía exclusivamente a la trata de personas: “Pensamos que podía terminar en maniobras de lavado de dinero y tráfico de drogas”. El funcionario explicó que, por ahora, se sabe que la organización estaba encabezada por dos colombianos (uno de ellos conocido como El Contador) que reclutaban a sus compatriotas, los introducían en Argentina “aparentemente engañados” y en el país contraían una deuda por el pasaje[2].
En segundo lugar, la formación de emprendimientos en el tráfico de drogas es otra destacada 
actividad que desarrolla nuestra nueva mercancía de exportación, como se evidencia en la ciudad de Rosario, Argentina. Esta ciudad, según lo registra una crónica de prensa, se “colombianiza” en forma acelerada:
“Estamos en medio de una guerra narco”. Así describe su día a día Carmen, una vecina del barrio de Flores, en la ciudad de Rosario, 300 kilómetros al norte de la capital argentina, donde dos bandas se enfrentan a sangre y fuego por el control del negocio de las drogas. Cien muertos ha dejado esta guerra en lo corrido del año, varios detenidos —incluidos miembros de la fuerza policial— y la preocupación constante por una espiral de violencia que pareciera no tener un fin próximo.
Detrás, un negocio que mueve más de 2.000 millones de pesos argentinos cada año 720.000 millones de pesos colombianos) y una red de 400 quioscos que distribuyen la droga en toda la ciudad, con aparente complicidad política, según investigaciones realizadas por funcionarios del gobierno nacional.
Fuentes policiales señalan también la incidencia de narcos colombianos en este entramado. No son acusaciones vacuas. Tal como lo han detectado organismos de inteligencia, Rosario es la ciudad desde donde varios narcotraficantes colombianos organizan la distribución de droga hacia y desde Argentina. 
Investigadores de la policía afirman que serían miembros de la Oficina de Envigado, principalmente, los que estarían detrás del negocio en Argentina, aunque expertos consultados sostienen que en Rosario confluyen capos de distintos carteles colombianos. (…)
Las autoridades argentinas han encontrado pistas de narcotraficantes colombianos que se ocupan del reclutamiento de organizaciones criminales locales. En el caso de Rosario, las investigaciones muestran un proceso de búsqueda e instalación de una red local confiable que asegure nuevos mercados y nuevas rutas para el tráfico de drogas (…). Así, afirman los investigadores, sin necesidad de trasladar toda la organización, los narcos colombianos reclutan y forman la mano de obra local”[3].

Información empírica como la antes citada es necesaria para demostrar con hechos reales, que vayan más allá de la pura especulación teórica, las ventajas comparativas de nuestras nuevas y competitivas exportaciones no tradicionales. Pero esto no debe hacernos olvidar el carácter de nuestras instituciones, la verdadera explicación de fondo sobre la vitalidad de nuestra nueva e indiscutible vocación exportadora en el terreno de la muerte y el crimen. En ese ámbito, las clases dominantes y el Estado colombiano pueden mostrar un comportamiento sinigual, en la que la contramarca de Israel goza de gran reconocimiento y admiración.

Esto fue ratificado por el mismo Juan Manuel Santos en su reciente visita a sus cofrades sionistas -donde, para más señas, firmó otro Tratado de Libre Comercio- cuando señaló que "podemos aprender mucho de vosotros y hay áreas en las que podemos trabajar juntos, y por supuesto está nuestra lucha contra el terrorismo, también eso es algo en lo que podemos compartir experiencias"[4]

A lo que replicó el criminal de guerra Benjamin Netanyahu: "Como Israel, también Colombia es una democracia que lucha contra el terrorismo, nos alegrará poder ayudar con la experiencia que hemos acumulado durante años"[5]. En medio de esta bazofia seudodiplomática, en la que en apariencia se está hablando de comercio, una cosa queda clara: si algo emparenta a Israel y a Colombia es la formación de escuadrones paramilitares, porque fueron instructores de aquelpaís los que adiestraron a los sicarios criollos a comienzos de la década de 1980 en el Magdalena Medio, luego de lo cual esos grupos de asesinos han masacrado a miles de colombianos y ahora venden sus servicios en el mercado mundial de exportaciones no tradicionales. En eso, como lo dicen Santos y Netanyahu, sí que se ha acumulado enorme experiencia y los dos países pueden aprender mutuamente de su historia paramilitar.

Para concluir, es necesario explicar la importancia teórica de las exportaciones no tradicionales. Al respecto, los puristas de la economía, que la conciben como una disciplina científica de tipo positivo y no normativo, pueden pensar que nuestra apreciación sobre esas exportaciones es exagerada. Pero no hay tal, porque simplemente hay que considerar la diversidad económica de las exportaciones en el capitalismo contemporáneo. Para algunos países exportar futbolistas es uno de sus principales renglones económicos (Uruguay o Argentina) y para otros exportar mujeres como empleadas del servicio doméstico o trabajadoras sexuales se ha convertido en su principal fuente de divisas (Filipinas, por ejemplo). En el mismo sentido, nuevos países se vinculan a la división internacional del trabajo de la muerte y el crimen, como lo está haciendo con grandes méritos Colombia, hasta el punto que la exportación de mercenarios y narcoparamilitares está en camino de constituirse en uno de nuestros principales renglones económicos, porque este país cuenta con innegables ventajas comparativas e incluso ventajas absolutas, por su dilatada experiencia de medio siglo en el “arte” de torturar, matar y desaparecer colombianos pobres y/o pensantes.

Esta posición privilegiada de una fuerza de trabajo calificada en materia criminal no es producto del azar ni de la improvisación, sino un resultado de un largo y concienzudo esfuerzo de formación de capital humano, que se remite a 1962, cuando las clases dominantes de Colombia y su Estado, contando con el asesoramiento de expertos de los Estados Unidos, dieron comienzo a la formación de grupos paramilitares para enfrentar el descontento campesino en Colombia. Desde entonces, esas clases dominantes y el Estado se han esforzado en fomentar y proteger este nuevo renglón de la economía, hoy tan importante en el comercio mundial y con un prometedor futuro, por la necesidad de preservar los intereses del capital privado, asediado por terroristas y fundamentalistas de todo tipo, que como se sabe es el nombre que se le ha colocado a cualquier tipo de protesta social y de lucha anticapitalista.

Por su hubiera dudas sobre la justificación teórica de las exportaciones no tradicionales de Colombia y su relación con la importancia del crimen como un pujante sector de la economía, nada mejor que evocar lo dicho por Carlos Marx en su célebre artículo “Elogio del crimen”. Allí se enfatiza el papel central que juega el delito en la dinámica de la acumulación de capital porque “el delincuente rompe la monotonía y el aplomo cotidiano de la vida burguesa” y “la preserva así del estancamiento y provoca esa tensión y ese desasosiego sin los que hasta el acicate de la competencia se embotaría. Impulsa con ello las fuerzas productivas”. Esto es posible en la medida en que “el crimen descarga al mercado de trabajo de una parte de la superpoblación sobrante, reduciendo así la competencia entre los trabajadores y poniendo coto hasta cierto punto a la baja del salario, y, al mismo tiempo, la lucha contra la delincuencia absorbe a otra parte de la misma población”. “Por todas estas razones”, concluye Marx, “el delincuente actúa como una de esas ‘compensaciones’ naturales que contribuyen a restablecer el equilibrio adecuado y abren toda una perspectiva de ramas "útiles" de trabajo”
Y Marx también nos recuerda los múltiples mecanismos económicos que pone en marcha la 
delincuencia y contribuyen en forma directa a la acumulación de capital:
Podríamos poner de relieve hasta en sus últimos detalles el modo como el delincuente influye en el desarrollo de la productividad. Los cerrajeros jamás habrían podido alcanzar su actual perfección si no hubiese ladrones. Y la fabricación de billetes de banco no habría llegado nunca a su actual refinamiento a no ser por los falsificadores de moneda. El microscopio no habría encontrado acceso a los negocios comerciales corrientes (véase Babbage) si no le hubiera abierto el camino el fraude comercial. Y la química práctica debiera estarle tan agradecida a las adulteraciones de mercancías y al intento de descubrirlas como al honrado celo por aumentar la productividad.
El delito, con los nuevos recursos que cada día se descubren para atentar contra la propiedad, obliga a descubrir a cada paso nuevos medios de defensa y se revela, así, tan productivo como las huelgas, en lo tocante a la invención de máquinas.
Esto es aplicable, por supuesto, a esta fase de expansión mundial del capitalismo, porque 
“abandonando ahora el campo del delito privado, ¿acaso, sin los delitos nacionales, habría llegado a crearse nunca el mercado mundial? Más aún, ¿existirían siquiera naciones?”

NOTAS:

1. http://www.caracol.com.co/noticias/internacional/decenas-de-colombianos-hacen-parte-de-nuevas-fuerzasparamilitares-en-emiratos-arabes/20110516/nota/1472683.aspx.
2.Nicolás Cuellar Ramírez, Rosario la capital narco argentina, en http://m.elespectador.com/noticias/ elmundo/ articulo-428003-rosario-capital-narco-argentina
3. Ibíd.
4.http://www.lahora.com.ec/index.php/noticias/show/1101519876/1/Santos_ofrece_a_Netanyahu_%22todo_el_apoyo%22_de_Colombia_para_resolver_conflicto.html
5. Ibíd.
6. Todas las citas de Marx provienen del artículo Elogio del crimen, disponible en http://hueders.wordpress.com/2010/03/22/karl-marx-elogio-del-crimen/