Para la polémica: "Un patriota que no fue"

Julio Fernández Baraibar


Un cartel acaba de aparecer pegado en las paredes de Buenos Aires.  


afiche1
Tiene una gran fotografia del ex presidente Raul Alfonsin y un texto que dice: Hubo uno que no fue. 
El transeunte intrigado por la propuesta se acerca al afiche y lee …




Un cartel acaba de aparecer pegado en las paredes de Buenos Aires. Tiene una gran fotografía del ex presidente Raúl Alfonsín y un texto que dice: “Hubo uno que no fue”. El transeúnte intrigado por la propuesta se acerca al afiche y lee en letras más pequeñas: “En 1982 partió a Malvinas un avión militar con los principales dirigentes de todo el arco político para apoyar la guerra”.

Y esto es todo.

Así como un reloj parado da dos veces al día la hora con exactitud, este cartel encierra una verdad. Raúl Alfonsín no fue a las Islas Malvinas, junto con el Secretario General de la CGT, Saúl Ubaldini y muchos otros dirigentes políticos que concurrieron a manifestar el ejercicio de nuestra soberanía territorial sobre la región. El motivo de su ausencia fue que Raúl Alfonsín se había convertido en la cabeza visible y pública de la campaña de desmalvinización proinglesa lanzada al día siguiente del 2 de abril. El ex presidente fue quien pronunció la célebre definición de la gesta malvinera como “el carro atmosférico de la dictadura”. Fue él quien en el medio del conflicto, cuando los torpedos ingleses habían hundido el Belgrano y nuestros soldados se aprestaban a recibir la task force salió a pedir el reemplazo del dictador Galtieri por el de Arturo Umberto Illia, el presidente de la proscripción de Perón y del pedido a la dictadura brasileña de que no dejase salir del aeropuerto del Galeao al mismo Perón en su intento de retornar al país.

Hasta ese momento el radicalismo había sido un dócil colaborador de la dictadura cívico militar. Centenares de afiliados radicales ocupaban, sin que nadie más que el General Luciano Benjamín Menéndez los hubiera elegido, los cargos de intendentes en diversas comunas cordobesas. Se han hecho públicas, por el propio interesado, los elogios que el general Videla despertaba en el presidente del Comité Nacional radical, Ricardo Balbín. Fue tan sólo en el momento en que esa dictadura antinacional y asesina tomó la decisión de reconquistar nuestros territorios usurpados cuando Alfonsín y su partido descubrieron los vicios de la misma. Y el futuro presidente de una Argentina derrotada en el campo de batalla se convirtió en la figura rampante de la tradicional anglofilia que había forjado a lo largo de más de cien años la cabeza de la intelectualidad liberal democratista, a la que Alfonsín expresaba como nadie.

Y ¿a qué se debe entonces que 30 años después un grupo de radicales se anime a exhibir el derrotismo y la capitulación de su jefe ya fallecido? Me atrevo a dar un esbozo de respuesta.

Creo que las ambivalencias manifestadas por gran parte de los comunicadores afines al gobierno respecto a la gesta de Malvinas, la confusión entre las cuestiones de la legitimidad de la guerra y la ilegitimidad de las violaciones a los derechos humanos, es lo que ha envalentonado a este grupo de radicales que no duda en rescatar lo que fuera una de las más horribles agachadas de Raúl Alfonsín: la del día en que decidió no reconocer la reconquista de nuestras islas de manos del inglés. Ese gesto signó su presidencia y lo condujo a su triste y solitario final.

La democracia argentina, alguna vez hay que decirlo, no fue la consecuencia de una lucha del pueblo argentino -aún cuando luchó y resistió a la dictadura- sino de una derrota de la soberanía nacional por parte de una potencia imperialista. Fue ese el sino trágico de nuestra democracia y sólo la acción del pueblo en 2001 logró recomenzar la historia. Ni Alfonsín lo entendió entonces, ni los radicales lo han entendido ahora.

Y exponen así a su líder extinto en el momento más ominoso de su capitulación.


El correo-e del autor es
Buenos Aires, 7 de abril de 2012