Remedios del Valle, la Madre de la Patria

 Por Carlos Balmaceda

María Remedios del Valle perdió a su marido en la batalla. Después, a un hijo, y más tarde, a otro del corazón. 



Cuando decimos perdió en la batalla no imagine el lector un telegrama o el oficial que llega a su puerta para anunciarle que la patria agradece el sacrificio de tres de sus mejores hombres, sino que los vio caer porque estaba allí, con la cara tiznada de pólvora, empuñando un mosquetón, disparando a los invasores de su tierra. 

María Remedios del Valle es negra. Es decir, una mujer que, por ley, ha sido declarada libre por la Asamblea del Año XIII, pero por la fuerza de la costumbre seguirá siendo a los ojos del mundo la servidumbre que va y viene silenciosa por la casa del señor. 

Pero María Remedios del Valle no acepta ese destino. Esposa y madre, parte con los suyos a guerrear y después de perderlos, seguir batallando. 

Siete veces estará en capilla, que es como le llaman a la espera por el fusilamiento. Siete veces, y alguna vez hasta afrontará la inminencia del pelotón que le apunta con los índices sobre el gatillo mientras vendan sus ojos. 

Nueve días estará tendida después de recibir una tormenta de latigazos, y, con la espalda desgarrada, solo cubrirá sus hombros, mirará con fiereza al verdugo y se hará de coraje para escapar. 

A solo tres años del 25 de mayo, la negra María atenderá soldados, enfrentará invasores, enterrará paisanos, cocinará para la tropa, y cuando haga falta estará literalmente al pie del cañón.  

Lamadrid la llama “La Madre de la Patria”. Combatió en Huaqui, fue parte del ejército que se retiró del Alto Perú, y cuando el general Belgrano ordenó quemar todo y dejar tierra arrasada en Jujuy, fue una con todo ese pueblo en éxodo. 

Habrá restañado más de una herida y dado más de un responso a los caídos en Vilcapugio y Ayohuma, pero se desquitará en Salta y Tucumán, las batallas por las que Belgrano pasa a la historia. 

El general la nombra capitana, y con ese grado será prendida después de Ayohuma. Pezuela, Ramírez y Tacón, oficiales realistas mandan azotarla, como ya se ha dicho, nueve días seguidos. Pero María escapa y entonces oficia de correo atravesando territorio enemigo. 

Cuando vuelva a Buenos Aires, las medallas recibidas serán las seis heridas que porta con orgullo en su cuerpo. Después de trámites engorrosos, le otorgan el beneficio de un retiro militar respetándole el grado, pero dejan de pagárselo a los pocos años. 

El 23 octubre de 1826, Manuel Rico se presenta a las autoridades con este pedido, en el que les recuerda “la Capitana patriota María de los Remedios (…), quien por alimentar a los jefes, oficiales y tropas que se hallaban prisioneros por los realistas, por conservarlos, aliviarlos y aun proporcionarles la fuga a muchos, fue sentenciada por los caudillos enemigos Pezuela, Ramírez y Tacón, a ser azotada públicamente durante nueve días, ha estado siete veces en capilla, quien por su arrojo, denuedo y resolución con las armas en la mano, y sin ellas, ha recibido seis heridas de bala, todas graves (…) quien ha perdido en campaña disputando la salvación de su patria su hijo propio, otro adoptivo y su esposo (…) quien mientras fue útil logró verse enrolada en el Estado Mayor del Ejército Auxiliar del Perú como capitana; con sueldo (…) y demás consideraciones (…) ya no es útil y ha quedado abandonada sin subsistencia, sin amparo y mendigando. La que representa ha hecho toda la campaña del Alto Perú; ella tiene un derecho a la gratitud argentina, y es ahora que lo reclama por su infelicidad”.

Casi dos años después le concederán el derecho por el que varios patriotas claman al cielo, pero será Rosas quien la incorpore a la plana mayor inactiva (es decir, como retirada), con el grado de sargento mayor. En gratitud, la parda cambiará su nombre por el de Mercedes Rosas. 

En su momento, algunas diputadas presentarán un proyecto para levantarle un monumento. 

Ya es hora de construirlo, fusil en mano, atendiendo a un caído o escapando como correo entre las balas. De la manera que se la represente, por mujer, por patriota, por ser parte del África que tramó esta nación en el Río de la Plata y desde allí partió a liberar América, María Remedios del Valle merece erigirse en ejemplo esculpido sobre el bronce.  

Por ahora, el billete no está nada mal.