El pensamiento político de José de San Martín*

Por el Lic. Mario Codoni
para Revista Universitaria
Publicado el 13 de septiembre de 2017

“…buscaban construir una nación con España, si era posible, y sin España de todos modos…” 

(Jorge Abelardo Ramos)

Al momento de analizar la famosa polémica sobre los modos de producción en América Latina, entre Rodolfo Puiggros y André Gunder Frank, con fines no solamente académicos sino por las consecuencias políticas que tiene la resultante de esta discusión, se llega a la siguiente conclusión: “Lo esencial de esta polémica no está centrado, aunque lo tiene, en su aspecto académico o teórico sino en la posibilidad de entender cómo se fue formando a partir de la conquista y colonización un sistema capitalista que ponía en evidencia una psicología capitalista-rentística en sus clases más poderosas, combinada con un salvajismo casi inhumano en la obtención del beneficio expropiado a sus clases trabajadoras; sea a través de la mita, el yanaconazgo, el pongo boliviano, etc; o en su momento, con salarios de hambre o salarios nunca pagados” . 

Esta situación en América Latina a la que hace referencia el texto, era sostenida desde España por las clases sociales dominantes que detentaban el poder del Estado, a partir de una forma de gobierno monárquico-absolutista. Sin embargo, cabe aclarar que a diferencia de Francia o Inglaterra, que habían ingresado a la Modernidad a partir del desarrollo del capitalismo industrial y cuyas clases dominantes eran sus respectivas burguesías, en España el poder era detentado por la nobleza vinculada a la propiedad de la tierra, el alto clero y la monarquía. Fue justamente este el motivo del atraso histórico de España y la psicología rentística, no re-inversora, no burguesa, heredada en nuestro continente por las clases sociales vinculadas a los puertos más importantes de la época.

La conquista y colonización puso en manos de la monarquía española metales preciosos en cantidades exorbitantes, los cuales, lejos de ser utilizados para la acumulación capitalista y el desarrollo de las fuerzas productivas, cayeron en las “manos muertas” de la nobleza, el alto clero y la monarquía. Como dice Abelardo Ramos, en una síntesis genial: “Los metales preciosos bañados en la sangre de Atahualpa fueron inyectados en las arterias esclerosadas de una sociedad agonizante”. Y, produjeron la ruina de la industria española al mismo tiempo que aceleraron su crisis. Estos metales fueron utilizados por la monarquía para la importación de telas finas y demás mercancías industriales provenientes de los talleres y fábricas inglesas, francesas, italianas y holandesas fortaleciendo el crecimiento industrial de estos países en detrimento de la industria española. Así, lo plantea Manuel Colmeiro en su “Historia de la Economía Política en España”: “Apenas desembarcaban aquellos tesoros  en Sevilla, cuando desaparecían el oro y la plata del reino, mientras que Francia, Inglaterra, Holanda e Italia, y en general las naciones aficionadas a la industria, sin poseer cerros como el Potosí, sangraban a España con sus telares, imán de los metales preciosos” . Todo esto con las previsibles consecuencias sociales reflejadas en una situación de miseria generalizada del pueblo español y, su consecuente atraso. Se imponía la necesidad de llevar adelante una política burguesa, es decir, desarrollar la industria, educación común, preparación de técnicos, investigación científica, etc. Todas tareas que se estaban llevando adelante en las naciones europeas más avanzadas. Sin embargo, la debilidad de la burguesía española frente a la monarquía y sus aliados planteaba una relación de fuerza adversa a esta política.

Tal era la situación de España, cuando San Martin, que residía allí desde los 6 años, aparece en la escena histórica como parte de una generación revolucionaria que dejará un legado político fundamental para las generaciones actuales, en la medida en que logremos comprender su pensamiento y su causa.

Damos esta explicación acerca de la situación política, económica y social de España porque es fundamental para entender el pensamiento político de San Martin y la filiación histórica del proceso revolucionario del cual participó. Algunos autores, inspirados  en Mitre, padre de la historiografía oficial de la Argentina, plantean que dicha revolución fue producto de la influencia del constitucionalismo norteamericano, del librecambismo inglés, o de las ideas de la revolución  francesa; pero nunca  señalan, salvo honrosas excepciones, como Alberdi, su filiación hispanoamericana. Parece ser, que somos incapaces de pensar y actuar en términos revolucionarios conforme a los problemas que nos plantea nuestra propia realidad. Es, en términos jauretcheanos, la discriminación al revés. 

DE CÓMO UN CORRENTINO ENFRENTÓ 
NAPOLEÓN

José de San Martin nació en Yapeyú, Corrientes, en 1778. Tres años después, su familia, encabezada por el capitán Juan de San Martín, se trasladó a Buenos Aires. Allí, el niño José Francisco, estudió las primeras letras. En 1784 la familia San Martín viajó a España, donde el futuro libertador prosiguió sus estudios primarios en la Escuela de Temporalidades de Málaga, que era una escuela pública. Al igual que sus hermanos, ingresó en las filas del Ejercito del Rey. Tenía 11 años. Fue en 1789. En Francia se vivía la hora final del antiguo régimen y ésta resonaba en toda Europa. 

En la España atrasada, el ejército fue la caja de resonancia de las contradicciones insuperables de una sociedad que se debatía entre la decadencia de la monarquía semi-feudal y la impotencia de la burguesía española para asumir las tareas históricas propias de la modernidad que realizaban por métodos revolucionarios sus congéneres francés.

Entre los militares se difundió la ideología liberal anti-absolutista. San Martín se encontraba bajo el mando de Francisco Solano, quien también había nacido en América, y era al mismo tiempo maestro y espejo del capitán San Martín. Era éste, capitán general de Andalucía y gobernador político y militar de Cádiz. En casa del gobernador, el capitán de Yapeyú se había relacionado con el arte, con la política, con las ideas y con la masonería. Ambos eran, naturalmente, contrarios al oscurantismo y admiraban los ideales luminosos y modernos de la Revolución Francesa. Pero la ocupación de España y la masacre llevada a cabo por los ejércitos napoleónicos sobre el pueblo español, que resistía dicha ocupación, los habían convencido de que debía declarase con urgencia una guerra contra Francia.    

La invasión napoleónica fue el fulminante  que hizo estallar el ruinoso edificio borbónico. Mientras la nobleza se arrodillaba ante el invasor, el valeroso pueblo español y los oficiales del ejército recibían a las tropas francesas con la espada en la mano; la crisis del imperio de Bonaparte comenzó con la encendida resistencia española. 

Comprender la revolución peninsular en curso entre 1808 y 1810 es fundamental para la inteligencia de las revoluciones hispanoamericanas, pues las segundas son las consecuencias del fracaso de la primera. Si la España en armas luchaba en nombre de Frenando VII, en realidad pugnaba no sólo contra una potencia extranjera, sino contra el mismo absolutismo, que se había humillado ante Napoleón y le cerraba el paso a la modernización de la Nación hispanocriolla.  
San Martín participa de ésta guerra que era, al mismo tiempo, de independencia hispanoamericana y contra el régimen monárquico absolutista. Vale decir, nacional y democrática. En el combate de Bailén, donde el futuro libertador fue condecorado, las fuerzas de la resistencia española le asestan un duro golpe a los franceses. Como respuesta, Napoleón reforzó el contingente militar invasor con 300.000 hombres que aplastaron toda resistencia.

Desde ese momento los destinos de la infortunada metrópoli dependían de su aliado inglés, quien si bien apoyaba la lucha contra Bonaparte, el que bloqueaba la posibilidad de ingreso de su mercancía industrial al continente europeo, impedía toda tentativa revolucionaria.

Es el peor momento de la insurrección nacional. Entonces, el distinguido militar de origen suramericano retorna a su continente natal, donde las Juntas populares han desplazado a los funcionarios del Rey, con el propósito de proseguir la lucha contra el absolutismo retardatario.   

Antes de partir hacia América, San Martín pasa por Londres, donde años antes, Francisco Miranda había fundado (1802) la Gran Reunión Americana. Una sociedad secreta que fue cuna de los solemnes juramentos de defensa de la causa emancipadora de figuras tales como Bolívar, O’ Higgins, Manuel Moreno, y el propio San Martín. 

La Logia de Lautaro, establecida ya en 1811, en el municipio andaluz, fue el punto de confluencia de muchos de estos grandes patriotas y resultaba ser una suerte de filial de la ya mencionada Gran Reunión Americana.  La masonería fue el partido secreto de la burguesía en ascenso, que libraba su acción en las altas esferas de las naciones feudales declinantes, ganando para su causa a los nobles más evolucionados de su tiempo. De ahí, que los principales revolucionarios americanos utilizaran ésta forma clandestina de organización en logias para conspirar en términos revolucionarios, ya que su cohabitación con los realistas los obligaba a mantener su accionar en el más profundo de los secretos.

Al ingresar a la organización realizaban el siguiente juramento: “Jamás reconoceré por gobierno legítimo de mi patria, sino a aquél que sea elegido por la libre y espontánea voluntad del pueblo”. 

Luego de su paso por Londres, parte hacia América a continuar la lucha que estaba fracasando en la metrópoli. 

SAN MARTÍN Y EL PLAN DE EMANCIPACIÓN 
CONTINENTAL

El hecho de que San Martín decidiera retornar a su continente natal es explicado por Mitre y su descendencia historiográfica de la siguiente forma:”Entonces, volvió los ojos hacia la América del Sur, cuya independencia había presagiado y cuya revolución seguía con interés y comprendiendo que aún tendría muchos esfuerzos que hacer para triunfar definitivamente, se decidió a regresar a la lejana patria a la que siempre amó como a la verdadera madre para ofrecerle su espada y consagrarle la vida”. Dejando de lado la pesada prosa de Mitre, su explicación (o la falta de ésta) no deja de ser frívola. Para él la Revolución de Mayo es producto de la influencia de las ideas norteamericanas, inglesas y francesas, esencialmente portuaria y anti-española, cuyo ideólogo sería Belgrano, un liberal del tipo de Rivadavia, y quien la exporta a Chile y Perú, un profesional militar sin pensamiento político llamado San Martín. Esto le permitió trazar una línea histórica en la cual el continuador de la revolución de Mayo sería Rivadavia; “El más grande hombre civil que jamás pisó nuestra tierra”, y al mismo tiempo, el antecesor de la política llevada adelante por el propio Mitre. Las tergiversaciones del Mitre historiador son las justificaciones del Mitre político. 

En realidad, como ya hemos visto, San Martín se consideraba a sí mismo como un hispanoamericano que relacionaba al régimen absolutista con la causa de las injusticias y del atraso de su pueblo. Por éste motivo, se vinculó con los elementos más revolucionarios del pueblo español que luchaban contra el absolutismo y, luego de la invasión napoleónica, por la independencia nacional. 

Fracasada la revolución en España, decide continuar con la misma lucha en América, y solamente cuando Fernando VII retorna al trono español, y aplasta a los revolucionarios en la metrópoli, se decide a plantear la independencia. Contrariamente a la visón mitrista, San Martín encabezará en el Río de la Plata el “Partido Hispanoamericano”, contra el localismo porteño de los Rivadavia.

Con Bolívar, será San Martín el más notable luchador por la confederación de Estados en las guerras por la independencia. Bajo su presión directa, el 9 de julio de 1816 las Provincias Unidas del Río de la Plata, reunidas en congreso general en la ciudad de Tucumán, proclaman la independencia del Rey de España y de “toda otra dominación extranjera”. Firman el acta de la independencia de las “Provincias Unidas de Suramérica” y adhiere a la tesis de Belgrano sobre la necesidad de coronar a un descendiente de incas para mantener la unidad del antiguo dominio hispánico. En su fugaz visita a Montevideo, años después de su renuncia a su poder en el Perú, San Martín le dijo a Pueyrredón que Bolívar, tanto como él, aspiraban a lo mismo: independencia y unidad hispanoamericanas.    

Llega a las provincias unidas del Río de la Plata en 1812, cuando el gobierno estaba dominado por Rivadavia, heredero político del saavedrismo y enemigo irreconciliable del morenismo y de toda tendencia nacional y popular integradora. Las autoridades le reconocen el grado de Teniente coronel del ejército y aceptan su proyecto de crear un cuerpo militar de elite: el Regimiento de Granaderos a Caballo. Del mismo seno de la logia se conforma el regimiento de granaderos a caballo, participe de todas las grandes batallas de liberación americana, y formadora de impecables jefes militares moldeados por el arquetipo de la figura del General. No sólo eran conocedores en profundidad de las cuestiones propias de una arraigada formación militar sino que, San Martín se encargo uno por uno de nutrirlos de una fuerte conciencia moral, humana y nacional. La institución disuelta por Rivadavia luego de la batalla de Ituzaingó, en 1827, fue refundada en 1903 durante el gobierno del general Roca y prevalece aun habiendo sido participe inclusive de la gesta de Malvinas.

Crea, junto a Alvear y sus compañeros de viaje, la Logia Lautaro y estuvo políticamente cerca del jefe del partido morenista, Don Bernardo de Monteagudo, que exteriorizó políticamente a la Logia como la renacida Sociedad Patriótica.  
En octubre de aquel año, la Logia y la Sociedad, apoyadas por las tropas al mando de San Martín derrocan al triunvirato de inspiración rivadaviana e instalan un nuevo gobierno que convoca a la Asamblea constituyente de 1813. Luego de librar el combate de San Lorenzo es alejado de Buenos Aires por su primo Alvear, de inclinación anglófila, lo que produjo diferencias entre ambos ya que San Martin lejos de tener simpatía por la corona británica, ponía a los ingleses en una segunda línea de enemigos, a pesar de utilizar su apoyo circunstancial para llevar adelante la campaña continental. 

Es designado en reemplazo del general Belgrano en el mando del ejército del Alto Perú. En la película “Belgrano”, estrenada en el 2010, se reproduce un diálogo entre el protagonista y San Martín en el cual el segundo le explica al primero su intención de llevar adelante el plan de liberación continental cruzando con un ejército la cordillera de Los Andes por Cuyo, para liberar Chile y de allí ir por mar a Perú, para terminar con el ejército realista más poderoso establecido en Lima. Y eso hizo.  
Conforme a éste plan, San Martín fue nombrado gobernador de Cuyo y se instaló en Mendoza donde nació su única hija y formó al pie de la cordillera, merced al esfuerzo popular cuyano, el célebre Ejército de Los Andes, que no tardó en cubrirse de gloria en los campos de batalla de Chile y Perú. 

El plan continental sanmartiniano fue comparado por Rodolfo Terragno con el plan de un escocés llamado Maitland, para expandir al imperio británico en tierras latinoamericanas a partir de la expulsión de los españoles. Sin decirlo explícitamente, éste autor deja entrever la posibilidad de que San Martín fuera un agente inglés. Veamos la comparación que realiza Terragno: 

El mismo Terragno, luego de haber vendido muchos libros a partir del escándalo que generaba la posibilidad implícita de San Martín como un agente inglés, que dejaba entrever en su obra, respondió a la acusación que se le hizo en éste sentido de la siguiente forma: “Yo siempre luché contra esa idea de San Martín como un agente inglés. Es una visión muy torpe. En mi libro he señalado que San Martín ha sido calificado de agente inglés desde 1812” pero “ni en los partes de Comodoro Bowles, ni en el resto de la abundante documentación que durante años examiné en el Public Record Office, de Londres, hallé prueba alguna  de esa subordinación. De haberlo hecho habría actuado como lo hice al descubrir el Plan Maitland. No tengo, como historiador, prejuicio alguno.”     

Sin embargo, lo que no explica Terragno en su defensa es justamente lo esencial que parece ser invisible a los ojos de este autor. San Martin, según Terragno, tomó contacto con este plan, pero lo utilizó para objetivos diametralmente opuestos a las pretensiones de la Corona Británica. Estos pretendían expandir el imperio británico echando a los españoles de estas tierras, mientras que San Martin, que como ya señalamos ponía a los ingleses en una segunda línea de enemigos, pretendía emancipar a las colonias españolas y sostener su unidad para defender la revolución liberal anti absolutista que había fracasado en la metrópoli. Es por esto que su ejército se componía de patriotas argentinos al momento de cruzar la Cordillera de los Andes y del otro lado lo esperaban otros patriotas, quienes se mezclaron en su ejército fundiéndose en un abrazo fraterno y continuaron juntos su campaña hacia el Perú, para finalmente terminar con el último reducto del absolutismo monárquico en la región. En el caso de Maitland, esta campaña debía ser financiada por la Corona Británica y los componentes de su ejército serian mercenarios a sueldo de ésta.

San Martin, durante su gobernación en Cuyo, lejos de solicitar al organismo internacional de crédito de la época, la Corona Británica, financiamiento para liberar Suramérica, industrializo la provincia y la democratizo con el objetivo, no solamente de darle a los cuyanos una forma de vida más justa, sino para producir los elementos necesarios para armar, vestir y equipar al ejército emancipador. 

Tal era la claridad política del revolucionario San Martin, que entendía que era imposible independizarse con el financiamiento de nuestros posibles dominadores extranjeros. Se autofinanció a partir de su obra de gobierno en cuyo y eso le dio la autonomía necesaria para la liberación. Qué lejos se encuentra este San Martín del que plantea Mitre o del que nos enseñan de forma aburrida y repetitiva todos los años en el sistema educativo argentino. 

ESTAMOS EN LA INMORTAL PROVINCIA DE CUYO Y TODO SE HACE” 

El gobierno de San Martin en Cuyo se complica por el hostigamiento de la fracción alvearista del gobierno porteño, que veía en él la continuación de la política continental de Mariano Moreno y desconfiaba de sus relaciones con Artigas y Güemes. Alvear intenta desplazarlo, pero un movimiento popular lo sostiene en el poder, convirtiéndolo en el primer gobernador cuyano elegido popularmente y que no dependía de Buenos Aires.  Luego apoya a Pueyrredón, con la condición de que Buenos Aires colabore con Artigas en la lucha contra Portugal y proporcione recursos para el ejército de Los Andes. Pero el directorio traiciona a Artigas y retiene para sí la renta aduanera, descargando de este modo todo el esfuerzo de la independencia sobre las espaldas del interior.

Para solventar el ejército, el general no precisa de banqueros foráneos: encuentra los recursos en el ahorro provincial. Aplica un régimen tributario firme: grava a los capitalistas, a los comerciantes exportadores, a los terratenientes, establece contribuciones extraordinarias, etc. 

Los comerciantes de vinos y agua ardientes, el gremio de carreteros, el clero revolucionario y los españoles simpatizantes de la independencia donan dinero, pertrechos o ganado. Los arrieros transportan gratuitamente los animales. Las damas entregan sus joyas y las monjas de la Compañía de María bordan la bandera inmortal.   

El Estado Sanmartiniano es industrial y minero: catea las minas de cobre y plomo, explota el salitre necesario para la fabricación de pólvora, extrae azufre y plata de Uspallata. Se estimula la producción industrial. San Martin planifica la economía: se realizan obras de ingeniería que amplían y sanean los canales de riego y se extienden las áreas cultivables. Mejora las comunicaciones, creando una ruta directa al norte argentino. Florecen las curtiembres, los tejidos y la talabartería. Crece la producción alimenticia. Mendoza es un taller incansable.

Surge una autentica industria textil. Cientos de mujeres tejen ponchos y mantas, y cosen uniformes y ropas. Todos participan. Mendoza vive una atmosfera épica. Sus 13.000 habitantes verán fascinados a un disciplinado ejército de más de 5000 hombres recorrer sus rutas polvorientas. Los niños se incorporan como tambores del ejército. Los indios pehuenches colaboran con San Martín. Más de 700 operarios trabajan noche y día en la maestranza y el parque de artillería que dirigía Fray Luis Beltrán, experto en matemática y física; en el batan de Tejeda; y en la fábrica de pólvora y explosivos conducida por Álvarez Condarco.

Al frente de esta enorme tarea está un político militar criollo, vástago del liberalismo revolucionario de la desdichada España, que ha consagrado su espada a la independencia del nuevo mundo, desvinculado de los intereses de los ganaderos y comerciantes de Buenos Aires, y que “se levanta a las 4 de la mañana para pasar la jornada recorriendo talleres, supervisando preparativos o instruyendo personalmente a sus hombres”. 

Se distrae leyendo (posee 800 libros), tocando la guitarra, pintando acuarelas o participando en bailes en los que sus oficiales de color alternan y se mezclan con las señoritas de la clase principal. Pasea por la alameda con su mujer y bebe café con churros en invierno y helados en verano.

Sin embargo debe continuar. La cordillera de los andes aguarda. Por la calle de cañada (hoy Ituzaingó) los soldados juraron la bandera de los andes. Se aproximan aquellos días prodigiosos, en los que un puñado de pueblos pastores y artesanos, tomaron las armas y se cubrirán de gloria en los campos de América.

Sobre la gobernación de San Martín en Cuyo, y en honor a la brevedad, nos gustaría profundizar dos asuntos: la industrialización y explotación minera y las obras de ingeniería para expandir las áreas cultivables en la provincia.

Para industrializar Cuyo, se hizo necesario explotar la minería, pero no en los términos en los que hoy algunos funcionarios que responden a los intereses de las mineras multinacionales (como la Barrik) nos proponen, ni tampoco siguiendo el consejo de algunas ONGs ambientalistas y otros distraídos que niegan toda posibilidad de explotación de este recurso (pero les encanta usar celular y andar en auto). La explotación minera sanmartiniana fue llevada adelante y planificada por el Estado, permitiendo de esta manera que la renta proveniente de esta actividad quedara en la provincia fortaleciendo, al mismo tiempo, el ciclo industrialista. Esto no ocurre en la actualidad donde la explotación es llevada adelante por empresas mineras imperialistas, que dejan unos cuantos salarios durante algunos años y solo el 3% de regalías para los Estados provinciales. 

Tiene plena vigencia la propuesta sanmartiniana de explotación minera planificada por el Estado, que puede ser actualizada siguiendo el modelo de explotación petrolera al estilo de YPF luego de su nacionalización en el año 2012. Vale decir, sería necesario crear una sociedad anónima donde el Estado Provincial tenga la mayoría accionaria que le permita fijar el rumbo estratégico de dicha empresa pero que al mismo tiempo pueda recibir aportes del sector privado en términos de recursos económicos y de tecnología de punta para desarrollar la minería con la mayor eficacia posible y cuidado del medio ambiente.

También, sigue siendo necesario ampliar las áreas cultivables en la provincia, al mismo tiempo que diversificar lo que se produce en esas tierras. Según un estudio reciente del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) llamado Plan Tecnológico Regional, sólo el 3% de la superficie total de Mendoza y San Juan se encuentran cultivadas, y dentro de este porcentaje, en la provincia de Mendoza solo el 7% se riega por goteo, el resto se realiza a través de riego por inundación. Algunas cifras indican que a través de este sistema de riego (por inundación) el 25% del recurso hídrico se pierde por evaporación y otro porcentaje enorme por filtración y rotura de conductos. 

Sería necesario, para expandir las áreas cultivadas en la provincia lograr más eficacia en la utilización del agua para riego fomentando con crédito barato la utilización de riego por goteo y, realizando las obras públicas pertinentes, impermeabilizar todos los canales de riego con tubos de PVC que impiden tanto la evaporación como la filtración. El actual sistema de riego beneficia a unos pocos en detrimento de la mayoría de los mendocinos, y ha sido sostenido sin modificaciones por los sucesivos gobiernos de supuesto corte democrático, que solamente lo han sido en términos formales en la medida en que no han llevado adelante obras de gobierno que democraticen el acceso por parte de las mayorías a los bienes y servicios, ya que, como dice Jorge Abelardo Ramos; “Trabajo esforzado y capital productivo, estarán en la base del carácter de sus hombres y mujeres (de cuyo) y en el vigor del capitalismo agrario que fue su resultado. Pero la política del agua fue manipulada por las clases privilegiadas para reservarse a si mismas la parte del león en la distribución del ingreso”.

EL LOCALISMO PORTEÑO ANGLÓFILO 
SE DESENTIENDE DE LA CAMPAÑA 
DE EMANCIPACIÓN

San Martín se encuentra en Perú, pronto a iniciar la batalla contra el último y más poderoso ejército realista de la región. Numerosos hombres de distintas partes de Suramérica le ofrecen su colaboración para concretar la misión emancipadora. Sin embargo, necesita recursos financieros para armar y equipar a su ejército, sin los cuales se le hacía imposible dar la batalla. Es en este momento cuando volvió sus ojos hacia el sur y mandó al comandante Antonio Gutiérrez de la Fuente a Buenos Aires para pedir auxilio financiero. El joven comandante, que contaba con la confianza del general libertador tenía 24 años. En su camino a Buenos Aires los pueblos salían a la calle a mostrar su afecto por la causa libertadora, numerosas provincias argentinas le ofrecieron su apoyo. Pero el gobierno de Buenos Aires que se encontraba en manos del anglófilo Rivadavia denegó su apoyo. Rivadavia tenía asuntos más urgentes que resolver para los cuales necesitaba los recursos.

Estos asuntos eran por ejemplo: la fundación de la Escuela de Declamación y Acción Dramática, la creación de la Academia de Medicina y Ciencias Exactas que debería formar una colección de “geología y aves del país” y la fundación de la Escuela de Partos que debería estudiar “las partes huesosas que constituyen la pelvis; el estudio del útero, el feto y sus dependencias”. Dramática era la política porteña de desprecio hacia el resto de los suramericanos. Encerrada sobre si misma solo le interesaba el comercio con Inglaterra y creía, en palabras del propio San Martín “improvisar en estas tierras la civilización europea solamente a través de decretos que engrosaban el Archivo Oficial”.      

Frente a esta situación, San Martín busca reunirse con Bolívar en el famoso encuentro de Guayaquil. En dicha entrevista solo habría podido solicitar un auxilio de Bolívar si él mismo hubiera estado en condiciones de contar con el grueso de un ejército para enfrentar a los realistas. Pero los recursos de San Martín solo le permitían servir de auxilio al ejército bolivariano. Entonces el General se ofreció para ponerse al servicio del otro gran libertador: Bolívar en un gesto de grandeza y compromiso con la causa que dejaba de lado todo tipo de ego personal. Bolívar no acepta, quizás porque lo consideraba humillante y tenía una alta estima por la figura de Don José.

San Martín deja la escena peruana a Bolívar y le entrega el mando de su propio ejército. Reúne al congreso peruano y renuncia al poder ante la asamblea. Ya había caído Artigas, ahora era el turno de San Martín. 

Bolívar pone al mando de su ejército a un general de 29 años de edad: José Antonio de Sucre y enfrenta al ejército español en las montañas de Ayacucho. Lo acompaña el intrépido general José María Córdoba quien alzando su sombrero blanco en la punta de su espada electriza a sus hombres lanzándose al combate con el grito de: “¡División!, ¡De frente!, ¡Armas a discreción y a paso de vencedores!”.

Córdoba tenía 25 años, el general Miller contaba con 29, Isidoro Suarez 34 y el venezolano Silva con 32, todos ellos eran generales del ejército que dio la batalla en Ayacucho y finalmente vencieron.

Este curso busca satisfacer, en el orden de las ideas, los mismos propósitos buscados por San Martín y Bolívar por medio de las armas. “Cada generación es llamada por las voces de un destino, quizás a la actual le corresponda acometer y coronar la vasta empresa sanmartiniana y bolivariana con las ideas y las fuerzas del siglo” XXI.       

¿SE AUTO-CONDENÓ DELIBERADAMENTE 
AL SILENCIO Y AL OSTRACISMO?

Bartolomé Mitre, el único “prócer” que dejó un diario para que custodiara su posteridad (Diario La Nación, Tribuna de Doctrina), plantea en su obra “Historia de San Martín y de la emancipación suramericana” lo siguiente respecto al retiro de San Martín de las provincias unidas del sur: “Abdico conscientemente al mando supremo en medio de la plenitud de su gloria, sino de su poder, sin debilidad, sin cansancio y sin enojo, cuando comprendió que su tarea había terminado. Se condenó deliberadamente al ostracismo y al silencio en homenaje a sus principios morales y a su causa”. Sin embargo, esta es una nueva tergiversación del Mitre historiador.

Después de Guayaquil, retirado de la vía pública y residiendo en Mendoza, denuncia varias veces en cartas a sus amigos que tiene conocimiento que su correspondencia es revisada y que se encuentra en permanente vigilancia. Con su esposa enferma proyecta viajar a Buenos Aires y Estanislao López le escribe: “Se de una manera positiva, por mis agentes en Buenos Aires, que a la llegada de V.E. a aquella capital, será mandado juzgar por el gobierno en un Consejo de Guerra de oficiales generales, por haber desobedecido sus ordenes de 1819 haciendo la gloriosa campaña de Chile, no invadir Santa Fe, y la expedición libertadora del Perú. Para evitar ese escándalo inaudito y en manifestación de mi gratitud y de la del pueblo que presido, por haberse negado V.E. tan patrióticamente en 1820 a concurrir a derramar sangre de hermanos… siento el honor de asegurar que a un solo aviso estaré con mi provincia en masa a esperar a V.E. en el Desmochado para llevarlo en triunfo hasta la plaza de la victoria”.

Como se ve en lo que hemos citado anteriormente, el General no solamente estaba vigilado por el gobierno porteño, que lo veía como una amenaza, sino que tenían pretensiones de juzgarlo por su famosa “desobediencia”, que no fue otra cosa que negarse a reprimir a los caudillos federales que se habían levantado contra la Constitución unitaria de 1819. Por este motivo San Martín se vio obligado a alejarse de estas tierras. Contrariamente a lo que dice Mitre no se condenó al ostracismo, sino que lo condenaron sus enemigos porteños que eran al mismo tiempo enemigos de la revolución que encabezaba el General. 

Mitre decide obviar el conflicto de San Martín porque no puede admitir que la campaña del libertador se realizo sin el apoyo de Buenos Aires y, fundamentalmente contra la opinión de su prócer favorito, a la sazón su antecesor político, Bernardino Rivadavia.  

A pesar del ofrecimiento de Estanislao López, que deja entrever la posibilidad de que el General encabezara una revolución contra Buenos Aires, el General parte hacia Europa en compañía de su hija a pesar de la oposición de su suegra. Mientras tanto Bernardino Rivadavia se hace del gobierno de Buenos Aires, inicia la deuda externa de la Argentina con el empréstito de la Baring Brothers (que se terminó de pagar en 1904), para lo cual también sanciona la ley de Enfiteusis que ponía como garantía de ese préstamo a las tierras más fértiles de nuestro país, pretende otorgar a una minera inglesa los derecho de explotación de las minas de Famatina, lo que le vale un enfrentamiento con el caudillo riojano Facundo Quiroga; entrega la Banda Oriental a los portugueses aliados a Inglaterra luego de haber ganado la guerra y finalmente es derrocado por este escándalo.

Cuando concluye la presidencia de Rivadavia, San Martín retorna al país pero su llegada coincide con el asesinato de Dorrego y un golpe de Estado dado por los antiguos enemigos del General. Cruza el Atlántico y ya no podrá volver nunca.

Sin embargo, es falso que se condenara al silencio. Seguirá luchando desde Europa por su patria suramericana amenazada por las potencias inglesas y francesas que bloquean el rio de la plata. San Martín desarrolla una campaña a favor de nuestro país contra la agresión colonialista y envía el sable de la independencia a don Juan Manuel de Rosas a quien, a pesar de sostener diferencias políticas, le reconoció su resistencia en la heroica Vuelta de Obligado. 

La ley de Aduanas de Rosas que protegía la industria nacional, similar a la de Artigas, trajo como consecuencia el bloqueo anglo-francés y la batalla de la Vuelta de Obligado. En ambos casos San Martín ofreció sus servicios a Rosas y en una carta le decía criticando a los unitarios que venían en los buques ingleses y franceses: “Pero lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Podríamos decir lo mismo que el General respecto a los caranchos argentinos que frente al conflicto con los buitres, que no es otra cosa que una violación a la soberanía por otros medios, plantean que hay que pagar para tener buena relación con el primer mundo.

Finalmente, el 17 de agosto de 1850, luego de un ligero almuerzo y de hacerse leer los diarios, murió el revolucionario en cuestión. 

A modo de síntesis, podemos decir que la revolución iniciada en 1808 en España y continuada en el Rio de la Plata en 1810, era de carácter liberal anti-absolutista e hispanoamericana. Los Mariano Moreno, Monteagudo, Belgrano, San Martín, no planteaban la independencia sino la modernización de la Nación hispanocriolla (Igualdad de derechos entre las colonias y la metrópoli, soberanía popular y nacional, industrialización, proteccionismo, abolición de la esclavitud, democracia política, etc). Vale decir, las tareas nacionales, democráticas, liberales y burguesas que se encontraban pendientes por las razones anteriormente explicadas.

La grandeza de la obra sanmartiniana no pudo ser negada o borrada de la historia de los argentinos ni de los latinoamericanos, pero sí recortada, distorsionada, al punto tal de transformar la figura de San Martín en una poco atractiva para que no fuera un arquetipo de las futuras generaciones. Esto garantizaba, quizás, que nadie volviera a levantar estas banderas.

Tal vez el ejemplo más claro de esto sea que los argentinos festejen el día del padre en honor a un viudo norteamericano que peleó una guerra civil ajena, que nada tiene que ver con nosotros, en lugar de hacerlo el 24 de agosto que fue el día en que San Martín fue padre de Merceditas.

La historia es una preocupación por el presente. En una sociedad donde abundan los arquetipos frívolos como los Tinelli, las Mirtha Legrand, los Lanata, etc. Se torna fundamental recuperar en toda su magnitud y profundidad la figura del gran General. Ya que puede proporcionarnos el arquetipo que necesitan las generaciones actuales para ser lo que hace un tiempo atrás debimos ser.

*Documento de cátedra del curso «Pensamiento Político Argentina en Latinoamérica», elaborado para el núcleo temático II «América Latina: independencia sin unidad» 1810 — 1825.