El 16 de agosto de 2012 se produce la "Masacre de Marikana" en Sud Africa


Marikana, una masacre “accidental”

David Ramos y Helena Santos
Diagonal [x]
Publicada el 16 de agosto de 2015

El 16 de agosto de 2012 fueron asesinados 34 trabajadores
 en la mina de Lonmin
. / DAVID RAMOS Y HELENA SANTOS
El 16 de agosto de 2012, en una de las minas situadas en la pequeña localidad de Marikana y explotada por la empresa británica Lonmin, la policía sudafricana mató a 34 mineros en huelga, hirió de bala a otros 70 y detuvo a 270, que fueron posteriormente torturados. Diecisiete de los asesinatos fueron cometidos en la conocida como Escena I, un cerro en una tierra comunitaria, fuera de la mina. En ella la policía disparó indiscriminadamente contra el grupo de mineros previamente encapsulados entre alambre de espino. Los trabajadores, en ese momento, caminaban de vuelta a sus hogares en espera de una resolución negociada del conflicto. Los restantes 17 murieron en la conocida como Escena II, alejada 500 metros del primer escenario, adonde habían acudido a refugiarse tras el primer ataque de la policía. Estos asesinatos fueron cometidos 15 minutos después de la primera matanza. Varios mineros supervivientes y las autopsias realizadas a los cadáveres con posterioridad revelaron que la mayoría de estas personas fueron perseguidas y ejecutadas a sangre fría.

La huelga había comenzado el 9 de agosto, cuando un grupo de mineros autoorganizados y que rechazaban la intermediación del Sindicato Nacional de Mineros (NUM por sus siglas en inglés), aliado del Gobierno y de Lonmin, visitó las oficinas de ésta con la intención de negociar directamente con sus representantes una subida de salario hasta los 12.500 rands (950 euros aproximadamente). Entre aquel 9 de agosto y el día 15 murieron otras diez personas, entre ellas seis mineros, dos guardias de seguridad de la mina –también negros, también pobres– y dos policías. El día 16, antes de la masacre, se desplegaron en Marikana 650 policías con 4.000 unidades de munición y cuatro caravanas mortuorias con una capacidad para 16 cuerpos. El personal sanitario, en cambio, llegó una hora tarde.
A pesar de estas evidencias, la Policía y el Gobierno defendieron que los agentes actuaron en defensa propia. Las imágenes de la masacre dieron la vuelta al mundo. Dentro del país, Marikana se convirtió en un símbolo y rememoró los peores momentos de la represión durante el régimen del apartheid, del que el Congreso Nacional Africano (ANC) prometió liberar a su pueblo a partir del Gobierno de Nelson Mandela.
Como respuesta, el Gobierno creó en septiembre de 2012 una comisión de investigación sobre la muerte de las 44 personas. Ésta ha acompañado a los sudafricanos durante estos tres últimos años, revelando el lado más oscuro de una democracia conquistada tras décadas de sangre y lágrimas, también negras y pobres. Su informe final, después de tres meses en manos del presidente, Jacob Zuma, fue hecho público el pasado día 25 de junio.
En estos casi tres años las comunidades alrededor de Marikana han estado acompañadas de sus condiciones históricas de pobreza, falta de vivienda digna, electricidad y agua potable, compartidas por la mayoría de las localidades mineras del país, así como de la represión y acoso por parte de la policía y otros actores. Durante los dos primeros años de la comisión diversos líderes sindicales, comunitarios y testigos clave fueron asesinados; algunos pequeños asentamientos, como Nkaneng, fueron militarizados y crecieron rápidamente las amenazas de perder el trabajo o de sufrir “accidentes” en la mina.
Sin embargo, a pesar de esta violencia, la lucha de los trabajadores del sector minero del platino, principal recurso mineral del país, ha crecido de forma inesperada en estos años. Tras seis semanas de huelga, en septiembre de 2012 los trabajadores de Marikana firmaron un acuerdo con Lonmin por el que se aumentaron sus salarios entre un 11% y un 22%. Esta noticia se propagó rápidamente por otras comunidades mineras del sector del platino y en enero de 2014 los empleados de las empresas Impala Platinum Holdings, Anglo American Platinum y Lonmin fueron juntos a una nueva huelga que duró cinco meses y con la que consiguieron una subida progresiva del salario mínimo de 5.000 a 8.000 rands en los tres años siguientes. La Asociación de Mineros y Trabajadores de la Construcción (AMCU), un nuevo sindicato que intentó tener un papel mediador durante la huelga, se convirtió, al mismo tiempo, en el sindicato mayoritario en el sector.

Muchos errores y ninguna responsabilidad

Acorde con el trabajo de una comisión llena de mentiras, falsos testigos y obstaculizaciones a la investigación por parte de la policía y las instituciones públicas involucradas, el informe final concluye poco y ofende mucho, especialmente a los familiares de las víctimas, a quienes se negó la posibilidad de tener voz en las sesiones de la comisión aunque se permitió que estuvieran presentes en ellas para escuchar.
En sus más de 600 páginas no se desvela quiénes mataron a cada una de las 44 personas, no hay responsables, no hay justicia y no hay recomendaciones sobre la necesidad de reparación para las víctimas y sus familiares. Se afirma que la policía pudo “haber creído razonablemente” que su vida estaba en peligro en la primera escena y que no se puede decir mucho de lo que ocurrió en la segunda escena. La verdad se diluye entre el reconocimiento de “fallos de dirección y control”, “esfuerzos insuficientes” para evitar los hechos y la recomendación de “investigaciones adicionales”. Lonmin no hizo todo lo necesario para evitar los hechos violentos, AMCU y NUM tampoco, la policía cometió numerosos errores y la masacre no fue sino un “trágico incidente”. El informe, además, recomienda distintas medidas procedimentales para mejorar el manejo de futuras situaciones similares. ¿Es esto todo lo que valen 44 vidas?
Pero en Sudáfrica la vida de los negros pobres vale muy poco. Como recordaba en una entrevista en 2013 S’bu Zikode, fundador y presidente del movimiento social Abahlali baseMjondolo, “todos los días hay Marikanas en Sudáfrica”. En un país marcado por la desigualdad y la pobreza de la mayoría de su población, el acoso y la violencia hacia estas comunidades empobrecidas por parte tanto de la policía como de pandillas es una realidad cotidiana. En algunos casos, ambos actores, con la complicidad de las autoridades locales, actúan conjuntamente. Esta represión se legitima socialmente mediante una criminalización de las víctimas y organizaciones de base, identificadas así como grupos de problemáticos, enemigos del gobierno o criminales. Susan Shabangu, ministra de Recursos Minerales en 2012 e involucrada en las decisiones que llevaron a la matanza de Marikana, animó en 2008 a la policía sudafricana con las siguientes palabras: “Matad a esos bastardos [las personas identificadas como criminales] si os amenazan a vosotros o a la comunidad. No debéis preocuparos por las regulaciones. Ésa es mi responsabilidad […]. No quiero disparos de advertencia. Tenéis una bala y tiene que ser una bala mortal”.
De este mismo modo, unos días antes de hacer público el informe, Jacob Zuma declaró que “los mineros de Marikana recibieron disparos después de haber matado a personas”, legitimando así la masacre. Cyril Ramaphosa, líder sindicalista minero durante el apartheid, uno de los héroes de la lucha por la liberación y una de las personas más ricas y con mayor influencia política en el país, es hoy vicepresidente de Sudáfrica y del ANC. Durante la huelga, como accionista y miembro del consejo de dirección de Lonmin, exigió “una respuesta simultánea” a la policía ante lo que, en una comunicación privada con la dirección de la empresa minera, definió como “no un conflicto laboral, sino un acto criminal”.
Sin embargo, a la verdad oficial del informe de la comisión de investigación de la masacre de Marikana se opone la verdad histórica y política. La de los supervivientes, los familiares y parte de la sociedad, que no puede creer que nadie sea responsable. La verdad es un campo de batalla, y en él los familiares de los mineros asesinados afirman sin ambages que los responsables de la muerte de sus seres queridos, lo reconozcan o no, son Lonmin, el Estado y la Policía sudafricana. Así lo expresaron en una declaración conjunta después de la clausura de las sesiones de la comisión, en septiembre de 2014.
Los mineros fueron masacrados para evitar una ola de protestas en todo el país y para proteger los intereses empresariales nacionales e internacionales. Mientras, la vida de los mineros vale muy poco, apenas los cinco rands de cada bala utilizada en Marikana.

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Masacre de mineros en Sudáfrica - La burguesía lanza sus policías y sindicatos contra la clase obrera
Corriente Comunista Internacional [x]

Masacre de mineros en Sudáfrica

La burguesía lanza sus policías y sindicatos contra la clase obrera

Abandonados en Marikana un año después de la masacre minera
Varias cruces recuerdan a los fallecidos en la masacreJ
El 16 de agosto, en las minas de Marikana, al noroeste de Johannesburgo,  34 personas cayeron bajo las balas de la policía sudafricana y dejó heridas a otras 78. Inmediatamente, las imágenes insoportables de ejecuciones sumarias dieron la vuelta al mundo. Pero, como siempre, la burguesía y sus medios de comunicación, nublan la naturaleza de clase de esta huelga, reduciéndolo a la sórdida guerra que se está llevando a cabo entre los dos principales sindicatos del sector minero, y jugando la vieja carta del “demonio del apartheid”.

Sudáfrica no se ha escapado de la crisis mundial

A pesar de la inversión de varios cientos de miles de millones de euros para apoyar la economía, el crecimiento es lento y el desempleo masivo ([1]). El país ha basado parte de su riqueza en la exportación de productos minerales como cromo, oro, platino y diamante. Sin embargo, este sector, que representa aproximadamente el 10 % del PIB nacional, 15 % de las exportaciones y más de 800 mil empleos, sufrió una fuerte recesión en 2011. La cotización del platino, del cual Sudáfrica posee el 80 % de reservas del mundo, se derrumba desde el comienzo del año.
Las condiciones de vida y de trabajo de los mineros, ya de por sí particularmente penosas, se han deteriorad brutalmente o: pagados con salarios miserables, alojados en barrios de tugurios, sumergidos a menudo 9 horas en el fondo de las minas sobrecalentadas y asfixiantes, son ahora los que sufren los despidos, los paros de producción y el desempleo. Sudáfrica ha sido así el escenario de muchas huelgas. En febrero, la mina de platino más grande del mundo, operada por Impala Platinum, ya había sido paralizada seis meses por una huelga.

La masacre de Marikana, una trampa tendida por los sindicatos

Es en este contexto que el 10 de agosto 3000 mineros en Marikana decidieron parar el trabajo para reclamar salarios decentes: “Somos  explotados, ni el gobierno ni los sindicatos han llegado en nuestra ayuda [...] Las empresas mineras hacen dinero gracias a nuestro trabajo y  nos pagan casi nada. No podemos darnos  una vida digna. Vivimos como animales a causa de los salarios de miseria” ([2]). Los mineros inmediatamente comenzaron una huelga salvaje y sobre la cual se montan dos sindicatos, la Unión Nacional de Mineros (NUM) y el Sindicato de la Asociación de Mineros y de la Construcción (AMCU), que se van a enfrentar violentamente para defender sus recíprocos intereses encerrando a los obreros en la trampa del enfrentamiento con la policía.
El NUM es un sindicato completamente corrupto y subordinado al poder del Presidente Jacob Zuma. El compromiso abierto de este sindicato y su apoyo sistemático al partido en el poder, el Congreso Nacional Africano (CNA), ha terminado por desacreditarlo ante los ojos de muchos trabajadores. Esta pérdida de crédito ha llevado a la creación de un sindicato dentro de sus propias filas de discurso más radical: el AMCU.
Pero al igual que el NUM, el AMCU no se preocupa tampoco por los mineros: después de una campaña de reclutamiento físicamente muy agresiva, el sindicato aprovechó la huelga para permitir que sus grupos de choque pelearan con los del  NUM. Resultado: diez muertos y varios heridos entre los mineros. Pero, más allá de la guerra de territorio, estos altercados intersindicales tienen como resultado el aplastar la huelga en la sangre y dan un ejemplo para frenar la dinámica de la lucha de los trabajadores.
En efecto, después de varios días de enfrentamiento, Frans Baleni, Secretario general del NUM, hizo una buena jugada al llamar al ejército: “Hacemos un llamamiento para el despliegue de emergencia de las fuerzas especiales o de las fuerzas armadas de Sudáfrica antes de que la situación esté fuera de control” ([3])... ¿y por qué no un ataque aéreo sobre la mina, señor Baleni? Pero la trampa ya estaba tendida a los trabajadores. Al día siguiente, el Gobierno envió miles de policías, vehículos blindados y dos helicópteros (!) para “restablecer el orden”, ¡el orden burgués, por supuesto!
Según varios testimonios que, dada la reputación de las fuerzas de represión sudafricanas, son probablemente auténticos, la policía tomó su tiempo para provocar a los mineros disparando sobre ellos con balas de goma y cañones de agua, lanzando gas lacrimógeno y granadas incapacitantes bajo el falso pretexto de que los huelguistas tenían armas de fuego.
El 16 de agosto, por supuesto, vista la fatiga y excitación alimentadas por  los “representantes sindicales” que habían –feliz coincidencia de circunstancias– desaparecido repentinamente, algunos mineros irritados se atrevieron  a “cargar” (sic) contra los policías con palos. ¿Cómo? ¿La chusma vil “carga” contra las fuerzas del orden? ¡Qué insolencia! ¿Pero que podrían hacer miles de policías con sus armas de fuego, sus chalecos antibalas, sus vehículos blindados, sus cañones de agua, granadas y sus helicópteros frente a una horda de 34 salvajes  que “cargan” con palos

Disparar al montón... “para proteger sus vidas” ([4]).

Y esto da como resultado las imágenes absolutamente repugnantes, insoportables y monstruosas que conocemos. Pero, si la clase obrera no puede sino expresar su indignación ante tal barbarie, debe comprender que  la difusión de estas imágenes también tenían por objetivo mistificar subrayando que  los trabajadores de los países “verdaderamente democráticos” tienen la oportunidad “libremente” de marchar detrás de sus banderas sindicales. También es una advertencia implícita arrojada frente a todos aquellos que en el mundo  se atreven a dirigirse contra la pobreza y el sistema que la genera.

La burguesía trata de desnaturalizar el movimiento

Inmediatamente después de la masacre, se alzaron voces por todo el mundo para denunciar el “demonio del apartheid” y multiplicar las declaraciones formales. La burguesía  ahora quiere dar al movimiento una dimensión mistificadora desplazando el cuestionamiento hacia cuestiones étnicas y nacionalistas. Julius Malenna, expulsado del CNA en abril, se trasladó regularmente a Marikana para denunciar a las empresas extranjeras, reclamar la nacionalización de las minas y la expulsión de “grandes terratenientes blancos”.
Haciendo gala de la hipocresía más grosera, el Presidente Jacob Zuma declaró a la prensa: “tenemos que revelar la verdad sobre lo que ocurrió aquí, por eso he decidido establecer una Comisión de investigación para descubrir las verdaderas causas de este incidente”. La verdad es ésta: la burguesía intenta engañar a la clase trabajadora para ocultar la lucha de las clases bajo los mantos mistificadores de la lucha de las razas. Pero ese engaño es un poco insulso: ¿no fue un gobierno  “negro” el que respondió a la convocatoria de un sindicato “negro” desplegando su policía? ¿No es acaso un gobierno “negro” el que ha hecho todo esfuerzo legislativo para mantener a los mineros en indignas condiciones de vida? ¿No es un gobierno “negro” el que emplea a oficiales de la época del apartheid y vota las leyes que autorizan a “disparar a matar”? Y este gobierno “negro”, ¿no ha salido de las filas del CNA, el Partido liderado por Nelson Mandela, célebre en el mundo entero como el campeón de la democracia y la tolerancia?

La huelga se extiende

En la noche del 19 al 20 de agosto, esperando sacar ventaja, la dirección de Lonmin, una empresa que opera la mina, ordena a los “3000 empleados en huelga ilegal de regresar al trabajo para el lunes 20 de agosto, de lo contrario se enfrentarán a un posible despido” ([5]). Pero la ira y las condiciones de vida de los mineros son tales que dirigieron una negativa explícita a la dirección, prefiriendo exponerse a los despidos: “¿Es que despedirán también a los que están en el hospital y la morgue? De todos modos, es mejor que nos pongan a la puerta porque aquí se sufre. No van a cambiar nuestras vidas. Lonmin se burla de nuestro bienestar, hasta ahora se han negado a hablar con nosotros, nos enviaron a la policía a matarnos” ([6]). Mientras que Lonmin debía recular rápidamente, el 22 de agosto la huelga se extendía, con las mismas reivindicaciones, a varias minas operadas por Royal Bafokeng Platinum y Amplats.
En el momento en que escribimos estas líneas, es todavía imposible saber si las huelgas resbalaron hacia un terreno de conflictos interraciales o continuaron expandiéndose. Pero, lo que mostró explícitamente la masacre de Marikana es la violencia de un Estado democrático. Negros o blancos, los gobiernos están dispuestos a  todas las masacres contra la clase obrera.
El Genérico, agosto 2012

[1]) La tasa de desempleo ascendió oficialmente a 35.4 % al final del año 2011.
[2]) Citado en Le Monde del 16 de agosto de 2012.
[3]) Comunicado del NUM del 13 de agosto de 2012.
[4]) Declaración de la policía después de la masacre.
[5]) Comunicado de Lonmin el domingo,19 de agosto de 2012.
[6]) Citado por  www.jeuneafrique.com, 19 de agosto de 2012.