El 30 de julio de 1811, en Chihuahua, México, el Padre Miguel Hidalgo y Costilla, fue fusilado

 Miguel Landro Lamoreaux

El 30 de julio de 1811, en Chihuahua, México, luego de ser enjuiciado y degradado de su carácter sacerdotal, el Padre Miguel Hidalgo y Costilla, de ideas liberales y en estrecho contacto con las miserias del pueblo, fue fusilado.

La cabeza del Cura Hidalgo, iniciador de la Guerra de Independencia de México, junto con la de Allende, Aldama y Jiménez, fueron llevadas a Guanajuato y, encerradas en jaulas de hierro, colgadas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en donde permanecieron hasta la consumación de la Independencia en 1921.

Resultado de imagen para Mural de Miguel Hidalgo en el Palacio de Gobierno de Guadalajara.
Hoy sus restos reposan en la Columna de la Independencia (el Ángel de la Independencia) en el Paseo de la Reforma de la ciudad de México, en donde arde perennemente una lámpara votiva que recuerda el sacrificio de aquellos que dieron sus vidas por la Independencia de su Patria.

Iniciador de la Guerra de Independencia.

Nació en la hacienda de Corralejo, jurisdicción de Pénjamo, Guanajuato.
Estudió en el Colegio de San Nicolás en Valladolid (Morelia) donde llegó a impartir cursos y a ser rector.

Se ordenó sacerdote en 1778.

Sirvió en varios curatos antes de ser destinado a Dolores.

De ideas liberales y en estrecho contacto con las miserias del pueblo, mantuvo relaciones con las personalidades liberales del centro de la República.

En febrero de 1810, Hidalgo viajó junto con el capitán Ignacio Allende a Querétaro para conocer el plan revolucionario del doctor Manuel Iturriaga, donde se unieron a la conspiración.

Al ser denunciada el 10 de septiembre del mismo año, puestos sobre aviso el 15 de ese mes, Hidalgo y Allende decidieron iniciar la lucha.

Prendieron a las autoridades de Dolores y liberaron a los presos, después de replicar las campanas de la iglesia e invitar a la multitud a unirse a la lucha.

Acompañado por 800 hombres salió y tomó San Miguel el Grande donde se le unieron nuevos contingentes con los que tomó Celaya y Guanajuato; ésta última después de una sangrienta batalla que culminó con el asalto de la Alhóndiga de Granaditas.

El obispo de Michoacán, Abad y Queipo, lo excomulgó, pero huyó ante el avance de Hidalgo hacia Valladolid, cuyas filas se habían engrosado de manera sorprendente.

 Tomó la ciudad pacíficamente.

Reorganizó su ejército, marchó hacia México y logró la victoria de Monte de las Cruces sobre el ejército realista mandado por Torcuato Trujillo.

Así quedó abierto el camino a la capital, sin embargo, Hidalgo decidió retirarse a Querétaro y en Aculco fue completamente derrotado.

Enterado de que las tropas insurgentes habían tomado Guadalajara, decidió refugiarse ahí. Estableció un gobierno, dictó leyes que abolían la esclavitud y el tributo indígena.

Confió en su gran ejército y cuando tuvo que enfrentar a las tropas realistas en la batalla de Puente de Calderón en las afueras de la ciudad el 17 de enero de 1811 fue derrotado.

Los insurgentes decidieron partir rumbo al norte y en el camino destituyeron a Hidalgo de sus cargos militares.

En las Norias de Baján, fueron traicionados, capturados por los realistas y conducidos a Chihuahua.

Ahí fue procesado a partir del 7 de mayo, y fusilado el 30 de julio de 1811.