Eustaquio Frías*

Por  Juan Carlos Castagnino
para lagazeta.com.ar

Antedecedentes

Juan Manuel de Rosas era inflexible con los traidores, ladrones, hipócritas y charlatanes, pero tolerante con los que obraban con lealtad, sinceridad y valentía.


Un ejemplo esto lo vemos en lo sucedido con el oficial Eustaquio Frías, quien tuvo destacada actuación con los granaderos en las guerras de la independencia en el Alto Peru, participando junto a Lavalle en las batallas de Pasco, Callao, Riobamba y Pichincha. 

Regresado al país, se incorpora al ejército en la campaña del Brasil y participa en las batallas de Ombú e Ituzaingó, alcanzando el grado de Capitán.

Participa luego en las guerras civiles, acompañando a Lavalle en la revolución decembrista de 1829 contra Manuel Dorrego y en la lucha contra Rosas. Participó en las acciones de Navarro y Puente de Márquez. 

Pase a retiro

Tras el exilio de Lavalle, Estaquio Frías permanece en Buenos Aires y siendo del partido unitario le solicita a Rosas el retiro del ejército en los siguientes términos:

“Pertenezco al partido contrario al de V.E. y mis sentimientos tal vez me obliguen a traicionarlo, y para no dar un paso que me degrade, suplico a V.E. se digne concederme mi retiro.”

Rosas mandó a llamarlo, y le manifestó que le agradaba su franqueza. Le dona quinientos pesos y le concede el retiro, aunque le advierte que cuando se halle necesitado, busque, no al gobernador, sino a Juan Manuel de Rosas.

Frías emigró en el año 1839, “no por temor al gobierno, que no me perseguía, sino a un enemigo de bastante influencia en la mazorca.”

Sin embargo, sus “sentimientos”, posteriormente lo obligaron traicionar a Rosas, y faltando a su palabra al no cumplir con el retiro concedido por Rosas, según se desprende de su actuación posterior.

Segundo pase a retiro

Desde su exilio voluntario en Uruguay, pasó a la provincia de Entre Ríos incorporado incorporándose al ejército de Lavalle en su “cruzada libertadora” contra Rosas. Fue uno de los oficiales del segundo ejército correntino contra Rosas, combatiendo en las batallas de Don Cristóbal, Sauce y Quebracho Herrado.

El general Lavalle lo nombró segundo jefe de la división del coronel José María Vilela, destinada a la campaña de Cuyo, con el grado de teniente coronel. En la derrota de Sancala fue tomado prisionero y conducido a pie hasta Buenos Aires, permaneciendo ocho meses encerrado en un calabozo del cuartel de Retiro. Fue liberado por pedido expreso del jefe de la escuadra francesa del Río de la Plata.

En marzo de 1842 se fugó a Montevideo, donde participó de la defensa de la ciudad durante el sitio impuesto por el general Manuel Oribe. Luego pasó a Corrientes a órdenes del general José María Paz, y se quedó allí después de las desavenencias entre éste y los Madariaga. Participó en la batalla de Vences, y tras la derrota, huyó al Paraguay.

Regresó al Uruguay cuando le llegó la noticia de la rendición de Oribe, incorporandose al Ejército Grande de Urquiza. Participó en la batalla de Caseros contra Rosas.

Apoyó la revolución del 11 de septiembre de 1852 y la defensa contra el sitio de Buenos Aires impuesto por los federales.

Fue destinado como comandante a la frontera oeste, con sede en Salto, y realizó varias campañas contra los indígenas a órdenes de Emilio Mitre. Mandó en jefe una importante campaña hacia la sierra de la Ventana en 1858. 

Participó en la sospechosa victoria porteña en la batalla de Pavón, tras la que fue ascendido al grado de general, y regresó a la frontera.

No fue admitido en la guerra del Paraguay por su avanzada edad, salvo en breves misiones de intendencia y administración. Después de la batalla de Tuyutí fue ascendido al grado de general de división. Pero, molesto porque no se le permitía luchar, pidió nuevamente el pase a retiro.

Tercer pase a retiro

Fue ascendido a Teniente General en retiro en 1882. Dos años más tarde, fue nombrado comandante de la guarnición militar Buenos Aires, un cargo puramente administrativo. Ocupaba ese cargo cuando la revolución radical de 1890, pero no tuvo actuación alguna en la misma. Pasó definitivamente a retiro en diciembre de ese año.

Falleció en Buenos Aires en marzo de 1891. Sus restos descansaron en el Cementerio de la Recoleta durante 40 años, y actualmente están en el Panteón de las Glorias del Norte, en la ciudad de Salta.

Eustoquio Frías, también citado como Eustaquio Frías, militar argentino, que participó en la campaña del Perú, en la guerra del Brasil y en las guerras civiles argentinas, en las que militó en el partido unitario. Wikipedia


Fuentes: 

- Apuntes autobiográficos del general Eustaquio Frías. Revista Nacional. T.XIII
- Ibarguren Carlos. Juan Maneul de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo.p.232

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De Rosas en 1831 tenemos un esbozo que nos ha dejado el general Eustoquio Frias, su enemigo, en unos apuntes que dicto, ya en su vejez, a don Benjamin Villafañe que fueron publicados en la Revista Nacional, y dicen así: 

Mi retiro 

(1830)Concluido el convenio entre el general Lavalle y Rosas ´(Frias) se retira del servicio. El año 30, solicito del gobierno su absoluta separación, habiendo conseguido un informe del cirujano mayor coronel N. Rivero, para fundar su petición en su quebrantada salud. El inspector , que era el coronel don Castro Caceres, al elevarla, hizo presente sus servicios en la guerra de la independencia y de Brasil y de la ley del año 26 que decia que todos los que se inutilizasen gozarían del sueldo integro de su clase. Pasada la solicitud al auditor de guerra don R. Escarratea, en su dictamen dijo "No perteneciendo el recurrente al ejercito de la provincia, y solo al ejercito nacional, no lo considero digno de la consideración de este gobierno.Con este informe, recogió la solicitud y se retiro.A los pocos meses fue llamado al servicio y se excuso haciendo presente su mal estado de salud; mas uno de los edecanes del general Rosas le aconsejo que se presentara personalmente, prometiendole proporcionar el modo para que Rosas lo recibiese. A los pocos días de esta oferta, se resolvió a presentarse. El edecan lo anuncio y lo condujo a una pieza donde debía esperar al general. el que poco tardo; porque al momento se presento en mangas de camisa, calzoncillo, con chinelas y sombrero de paja con anchas cintas punzo. Después del saludo, pregunto cual era el objeto de la visita, a lo que contesto Frias que el año 30 había presentado al gobierno las solicitudes que tenia el honor de mostrarle. La tomo (Rosas) y dio principio a la lectura, diciéndole al sirviente que le trajera mate. Después de haber leído parte de la solicitud dijo:

Usted ha sido oficial de Lavalle 
No, señor he servido bajo sus ordenes como militar que soy ... 
Pero, ¿usted no querrá servir con los federales? 
No, señor, no es que no quiera, pero es que mi salud no lo permite. 
Pero usted es joven y puede hacer carrera. 
Ruego a usted me conceda mi retiro, porque mi capital consiste en una peseta, y creo que de changador, en los años que he servido a mi patria tendría diez pesos. 
Todo porque siempre he servido gobiernos ingratos 
Si el señor gobernador me permite que le hable con franqueza, le diré los motivos que me obligan a no servir. Primero, lo quebrantado de mi salud; segundo, la ingratitud de los gobernantes y tercero que pertenezco a un partido contrario a V.E. y mis sentimientos tal vez me obliguen a traicionarlo. Para no dar un paso que me desagrade, suplico a Vuestra Excelencia se digne a concederme mi retiro. 
Me agrada la franqueza de usted... A las dos véame en mi despacho ..

Al dia siguiente, al entregarle al general Rosas la cédula de invalido le dio quinientos pesos diciéndole: 
Cuando usted se halle necesitado, busque, no al gobernador Rosas, sino a Juan Manuel de Rosas ... 

Le dio los agradecimientos del caso y no volvió a verlo mas.


Eustoquio Frias

Fuente:  Jose Luis Busaniche "Rosas visto por sus contemporáneos.  Hyspamerica, octubre de 1985.  Pag. 42 y 43 

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Eustaquio Frías
Por Bernardo González 
para El Tribuno
publicado el 29 de septiembre de 2009

Eustaquio Frías fue el último de los jefes del Ejército de los Andes que vio Buenos Aires. Un día le preguntó el presidente Pellegrini si conservaba alguna de sus espadas usadas en las campañas de la libertad, y Frías le contestó con voz pausada: "No, aunque he cuidado mucho mis armas, porque la Patria era pobre y yo también. El sable que me regaló Necochea en Mendoza, lo rompí en Junín. Ya estaba algo sentido...." La respuesta vale por toda una biografía.

Era de Cachi, lugar que escasos argentinos conocen. Nació en 1801, el 20 de setiembre. Era hijo de Pedro José Frias, que en la batalla de Tucumán perdió una pierna y de doña Loreto Sánchez. No tenía cumplido los quince años de edad cuando Eustaquio, en Mendoza por padrinazgo de Mariano de Necochea sentó plaza de cadete en el Regimiento de Granaderos. Hizo toda la campaña del Perú, fue de la primera y segunda expedición a la sierra, a las órdenes de Arenales, se batió en Nazca y en cerro de Pasco. Concurrió al asalto del Callao, a la campaña de Quito y fue uno de los noventa y seis granaderos con que Lavalle cumplió la hazaña de Riobamba. Lo condecoraron en Pichincha. Volvió a Lima conduciendo a los granaderos que habían quedado en la capital del Ecuador. A mediados de enero de 1823 combatió en Chunchanga, donde una bala le cruzó el brazo derecho. En 1824 formó entre los 120 granaderos que se incorporan al Ejército de Bolívar en Huarar. Con ellos llegó hasta Junín.

Ochenta lanzas en Ayacucho

Ochenta lanzas argentinas participaron de la batalla final en Ayacucho. Frías fue una de ellas. Volvieron a herirlo; un bayonetazo en una rodilla.

Cuando el 25 de diciembre de 1825 se publicó la noticia de que había llegado a Mendoza, conducido por el coronel Félix Regado, el "resto del Ejército de Los Andes, después de nueve años de campaña", se dio la lista de los diecinueve o veinte "sobrevivientes". Allí figura el portaestandarte Eustaquio Frías.

Enseguida le tomó el conflicto con el Brasil. Figuró en el Regimiento Nº 16; se batió en Ombú con Olavarría; en Ituzaingó con Lavalle. Con ese antiguo jefe de Riobamba se vino a Buenos Aires; corrió las desventuras de la guerra Civil; lo siguió con fidelidad admirable en su campaña contra el gobierno de Rosas.

Mano a mano con Rosas

La anécdota se reproduce -no sé si entera- de unos apuntes del mismo Frías. Al principio de la era rosista le pidió al gobernador Rosas su retiro, por la razón de que "pertenezco al partido contrario al de V.E. y mis sentimientos tal vez me obliguen a traicionarle, y para no dar un paso que me desagrada, suplico a V.E. se digne concederme el retiro".

Rosas lo llamó -según Ibarguren- para manifestarle "que le agradaba su franqueza", le donó quinientos pesos, le concedió el retiro y le aseguró que en caso de necesidad lo buscará -"no al gobernador, sino a Rosas"-, pues no lo iba a olvidar.

Pero Frías, que conocía a aquellos hombres, emigró, dicen que no por temerle al gobierno sino a un enemigo que tenía bastante influencia en la mazorca. Porque, a la sombra del árbol grande, algunos arbolitos venenosos despedían "para el otro mundo" para su costo y riesgo.

La anécdota no es mala, y es raro que los rosistas no la aprovechen más.

La defensa de Montevideo

Después de desaparecido Lavalle, don Eustaquio se fue a Montevideo y participó de la defensa. Acompañó luego a Paz a Corrientes y debió irse al Paraguay. Regresó a la patria con tiempo para compartir la gloria de Caseros. Una batalla más, la batalla que le faltaba añadir a su foja.

Siguió después con Emilio Mitre, en las batidas al indígena del malón: una campaña larga, de tremenda pobreza, derrochando heroísmo en encuentros verdaderamente bárbaros, sin disminuir el tropezón diario con la traición y la muerte, el mano a mano con el frío y el hambre.

Se volvió a batir en Pavón, en defensa de Buenos Aires. Fue al Paraguay, cuando la invasión de Corrientes. Actuó en Tuyutí e Itapirú.

Pasó al retiro con el grado máximo, revistando como "guerrero de la Independencia". Fue en 1890 y la planilla que lo registraba no tenía más que su nombre.

"Era alto y macizo, de ojos claros, de barba entera, muy blanca y fina, hecha para dejar ver en el pecho, los días de gran parada, el escudo de Pasco, la medalla de oro de Ayacucho, los cordones de Ituzaingó.

Vivió noventa años, hasta el 16 de marzo de 1891. Sus restos los llevó el ejército en una cureña a la Recoleta


Cuarenta años después, los Arsenales de Guerra fundieron una urna de bronce y en ella se veneran sus restos, los cuales hoy descansan en el Panteón de las Glorias del Norte.