Presagio. Adolf Hitler y Stefan Zweig

Por Vicente Battista
para Pagina 12
publicado el 25 de enero de 2019

Ambos habían nacido en Austria: uno en Viena, en 1881, el otro en Braunau am Inn, en 1889. Es posible que veinte años más tarde los dos se hayan cruzado por alguna calle de Viena. Uno se había Doctorado en Filosofía, el otro, en tanto, soportaba el tercer rechazo en la Escuela de Bellas Artes. Uno era un asiduo visitante de los salones que reunían a los notables de la vanguardia artística e intelectual de aquellos días y rápidamente logró celebridad, el otro, por el contrario, se ganaba malamente la vida limpiando la nieve y cargando valijas en la estación central de trenes. Uno había publicado poemas, cuentos y novelas, el otro había comenzado a pintar cuadros decididamente mediocres que, no obstante, le permitían alquilar una pieza en una pensión miserable. 

Tanto el escritor célebre como el pintor mediocre participaron en la Primera Guerra Mundial. El escritor célebre fue considerado no apto para el combate y ocupó un cargo menor como empleado en la Oficina de Guerra del ejército del Imperio Austrohúngaro. El pintor mediocre se alistó como voluntario en el Ejército Alemán. El escritor célebre, profundamente antibelicista, optó por exilarse en Zurich; el pintor mediocre, declaradamente belicista, fue destinado al frente occidental como mensajero de la Primera Compañía del Décimo Sexto Regimiento de Infantería Bávaro de Reserva. El 11 de noviembre de 1918 las fuerzas aliadas firmaron el armisticio con Alemania. El escritor célebre pudo regresar a Austria y se radicó en Salzburgo, el pintor mediocre volvió del frente y se estableció en Münich, ostentaba el grado de cabo y dos cruces de hierro. A partir de ese momento, el escritor célebre dedicó su tiempo a la literatura: ya había publicado cuatro obras de teatro, dos libros de poemas, dos novelas y numerosos cuentos. La crítica lo consideraba uno de los más importantes autores en lengua alemana de la época. El pintor mediocre permaneció en el ejército y operó como espía de la policía del comando de inteligencia, integró los Freikcorps, una fracción paramilitar ultranacionalista de extrema derecha, célebre por su declarado odio a los comunistas, a los judíos, a los negros, a los gitanos y a los homosexuales.  En 1920 el pintor mediocre abandonó las filas del ejército y comenzó a militaren el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Desde esa organización, que adhería devotamente a las propuestas de los Freikcorps, el pintor mediocre se dispuso recuperar el quebrantado orgullo bávaro.

El escritor célebre fue testigo de cómo aquel pintor mediocre, con quien alguna vez pudo haber coincidido en una calle de Viena, el 2 de agosto de 1934 fue proclamado presidente de la república alemana, ostentando el título de Führer. El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán eligió llamarse Partido Nazi y adoptó la Cruz Gamada como su emblema. El escritor célebre fue testigo de cómo su admirado Albert Einstein debió exiliarse en Estados Unidos de Norteamérica, un camino que se vieron obligados a transitar otros escritores amigos: Thomas Mann, Klaus Mann, Heinrich Mann, Robert Musil, Bertolt Brecht, Erich María Remarque. El escritor célebre se exilió en Londres, desde allí, a pedido de Richard Strauss, escribió el libreto para la ópera “La mujer silenciosa”, que se estrenaría en Dresde. Las autoridades nazis le exigieron a Strauss que eliminara al escritor célebre como autor de la ópera. Strauss se negó, la ópera estuvo tres días en cartel: fue levantada y se impidió  su representación en todo el país. Las cartas estaban echadas: en 1936 todos los libros del escritor célebre fueron prohibidos en Alemania. En ese momento supo que ya nunca podría regresar a su tierra. 

El pintor mediocre, ahora convertido en Führer, transformó a Alemania en una formidable fábrica de destrucción: el 1º de septiembre de 1939, el ejército nazi invadió Polonia, el 9 de abril de 1940 tomó Dinamarca y veintiún días después Noruega, el 14 de junio ocupó Francia y un año más tarde avanzó hacia la URSS. En ese tiempo, el escritor célebre continuó con sus novelas y cuentos, con sus poemas, sus piezas teatrales y sus ensayos y biografías. Fue a Estados Unidos de Norteamérica con el fin de presentar sus libros y realizar ciclos de conferencias, por las mismas razones, visitó también la República Dominicana, Venezuela, Uruguay y Argentina, aquí ofreció conferencias en Buenos Aires y en Rosario, que reunieron a miles de espectadores. Finalmente, en 1941 se estableció en Brasil. Ese mismo año escribió La tierra del futuro, el libro postulaba que mientras Europa se destruía, Brasil podría ser la esperanza. Una esperanza que el escritor célebre hacía mucho que había perdido: el fantasma de aquel pintor mediocre lo acosaba sin descanso. En 1942, los británicos reconocieron que en ese momento las tropas aliadas no estaban en condiciones de doblegar al invencible ejército nazi. Convencido de que el espanto del nazismo se extendería por todo el planeta, el escritor célebre dijo basta: el 22 de febrero lo encontraron muerto, abrazado a su esposa. Dos vasos con veneno sobre la mesa de luz eran la prueba definitiva del suicidio de ambos.

Stepan Zweig erró en su vaticinio: tres años más tarde, el 30 de abril de 1945, Adolf  Hitler se suicidó junto a su esposa, ellos no utilizaron veneno sino una pistola Walther PPK de 7.65 mm. Muchos imaginaron que esa muerte significaba el final del nazismo. Setenta y cuatro años después advertimos, con espanto, que Stepan Zweig no se equivocó del todo: hace pocos días, el ex capitán del ejército Jair Bolsonaro asumió la presidencia de la Republica Federativa de Brasil.