Juan Velasco Alvarado. Ultima entrevista
Concedida a César Hildebrand
Publicado
por vez primera: En revista Caretas, 3 de febrero de 1977
(Lima).
Fuente del texto digital: Peru, hatun llacta, blog de Omar Tam.
Transcripción y HTML para marxists.org: Juan Fajardo, 2012
Fuente del texto digital: Peru, hatun llacta, blog de Omar Tam.
Transcripción y HTML para marxists.org: Juan Fajardo, 2012

Sí, lo he
hecho.
¿Cómo
calificaría ahora ese objetivo?
Hacer del Perú
un país independiente y cambiar las estructuras para que el Perú se
desarrollara con independencia, con soberanía. No un país vendido, de rodillas.
¿Cómo era aquí? ¡Aquí mandaba el embajador americano! Cuando yo era presidente,
el embajador tenía que pedir audiencia y yo lo manejaba a seis pasos. Yo los
fregué. Yo boté a la misión militar americana.
Aquí había 50
ó 60 jefes americanos y el gobierno peruano tenía que pagarles sus sueldos, el
pasaje hasta para el gatito que traía la familia. Y formaban parte de la
información para la CIA.
Nosotros no lo
necesitábamos, ya habíamos crecido bastante como para no tener que consultarle
todo. Aquí nuestras escuelas de guerra son muy buenas. Nosotros les podemos dar
vacantes, más bien.
Mucha gente
considera que usted está lleno de rencor, ¿qué piensa de eso?
¿Rencor?,
¿contra quién? ¡Contra nadie! Yo no di ningún golpe. Yo llevé una revolución.
Fue una revolución bien planteada. Porque nosotros entramos de frente a actuar,
a operar con velocidad. Nosotros hemos hecho cuántas cosas a una velocidad
espantosa. Yo sabia que en cualquier momento me botaban. Porque aquí en el
Perú, fatalmente, la oligarquía nunca muere.
¿Usted qué
cree?
Bueno, al
menos durante mi gobierno a la oligarquía le hemos dado forma tal que la hecho
desecho. Muchos han dicho que una de las cosas que hizo la revolución fue
terminar con la oligarquía. Bueno, yo creo que no hemos terminado con la
oligarquía. Han quedado restos. Y estos restos, están creciendo otra vez. Yo
tengo mi conciencia tranquila, excepto por una cosa. Porque no terminé la obra
de la revolución. No hicimos lo de la salud y lo de la vivienda. Y no lo
hicimos porque me sacaron.
Y ¿por qué
cree que lo sacaron? La ambición política, la ambición del poder... Algunos
sectores le reprocharon siempre el que usted fuera amigo de los comunistas, el
que fuera blando con ellos.
No sólo eso,
me han dicho que oficialicé el comunismo. Y eso es una brutalidad. Eso lo dice
mi amigo Frías. Eso lo he leído en "X". ¿Por dónde voy a salir comunista?
Yo he sido militar toda mi vida. Había algunos medio rojos en el gobierno, que
eran pasables. Ustedes me hubieran acusado de macartista si yo hubiera
perseguido a los comunistas. Yo mas bien he dicho que los comunistas se
infiltraron. Hubo infiltración. Y sin embargo, el guerrillero, este muchacho
guerrillero, ¿cómo se llama? ¿Béjar? Béjar. Bueno, Béjar dice en su libro
"La revolución en la trampa", que no hubo infiltración comunista.
¡Cómo que no hubo infiltración comunista! Hubo infiltración comunista en todas
partes, viejo. Y en SINAMOS, donde trabajaba Béjar, hubo más infiltración que
en ninguna otra parte.
¿Y usted
combatió esa infiltración?
En cierta
forma. Yo no les hice la guerra, no salí a cazar guerrilleros como hicieron una
vez acá. Yo no los he perseguido. Yo no he perseguido tampoco al APRA. A ningún
partido he perseguido yo, viejo. Un hombre es dueño de sus ideas y es libre de
expresarlas como le dé la gana. A no ser que lo hagan cambiar a la fuerza. O
que le hagan lavado cerebral.
Uno de los
puntos de nuestra revolución era: Pluralidad política. De manera que la
revolución peruana era para todos los peruanos, no era para unos cuantos. Yo
decía que aquellos que no querían estar con la revolución, la revolución les
iba a entrar por los poros alguna vez.
¿Con algún
partido sintió alguna aproximación? Libros como "El poder invisible",
lo han descrito a usted como un hombre resentido, lleno de amargura por su
infancia tan pobre, tan dura. ¿Qué le suscita eso?
Hubiera sido
como el alacrán. Me hubiera metido la ponzoña yo. Cuando yo hice la revolución,
ya era general de división. Había llegado a lo más alto de mi carrera General
de División.
¿Qué puesto
tenía?
Mandaba al
Ejército y mandaba a la Fuerza Armada. Era comandante general del Ejército y
presidente del Comando Conjunto. ¿Dinero? Yo no necesitaba dinero, viejo. Yo
había estado como agregado militar en Francia, donde gané bastantes dólares
como diplomático. Después fui miembro de la Junta Interamericana de Defensa y
ahí gané también buena plata. Ahorrábamos, yo nunca he sido botarate. Esta casa
me la hizo mi hijo, el arquitecto. De manera que esta casa es antes de... De
manera que dinero tenía, lo suficiente para vivir una vida cómoda. Yo no hice
la revolución para llenarme los bolsillos. ¿Dónde está el dinero que me he
robado? Yo no tengo plata. Yo vivo con las justas. Vivo de mi pensión nada más.
Como todavía estoy enfermo no puedo trabajar en otra cosa.
Si no es
indiscreción, ¿a cuánto haciende la pensión de un general de división? ¿Cuarenta
mil?
Nunca llegó a
cuarenta... De manera que yo no hice la revolución para mí. Había viajado,
conocido el mundo, ¿qué más quería?
General,
usted dice que la revolución está detenida, porque no ha habido ninguna medida
de transformación. Pero ante la crisis económica, ¿qué hubiera hecho usted?
Arreglar la
crisis económica.
Sí, pero
¿cómo?
En principio,
viejo, hay una tanda de mocosos en las entidades claves. Así no se puede
arreglar la economía del país. He visto que acaban de botar a Guiulfo, un mozo
inteligentísimo, botan del Banco de Reserva a Barreto, que es un tipo de mucha
experiencia. ¿Así se hace patria? A la buena gente la han botado y ha quedado
una partida de mocosos.
¿Mocosos,
general?
Para mí,
mocosos, viejo.
Usted
recibió una deuda de 800 millones de dólares. Y cuando salió está en 4 mil
millones. ¿Cómo un gobierno como el suyo pudo producir una deuda tan alta?
Depende de lo
que se haga. Si usted va al gobierno y no hace nada, no gasta un centavo. La
revolución fue para hacer un nuevo Perú. Había que expropiar las tierras y
había que pagar esas tierras. Cada transformación costaba al país, las cuentas
están claras.
Yo le pongo el
oleoducto Poechos, Cuajote, Bayóvar, Olmos, la fabrica de papel, fertilizantes.
Actualmente no va a apretar el botón a hacer inauguraciones.
¿Inauguraciones
de qué?
De obras
importantes que hizo la revolución.
Hace un
rato le pregunté y usted no me contesto esto: ¿Cuál fue el peor defecto de su
gobierno? Digamos, ¿cuál fue su mayor virtud y cuál su peor defecto?
La mejor
virtud fue que fue el primer gobierno que luchó por las grandes mayorías que
estaban oprimidas.
¿Y su peor
defecto?
El peor
defecto de la revolución, bueno, tenía muchos defectos. Porque yo actuaba con
gente que era enemiga de la revolución. Había Belaundistas, apristas,
comunistas. Teníamos opositores por todos lados, inclusive ya está usted
viendo, viejo, que mis ministros me traicionaron. ¿O no? Me traicionaron porque
me sacaron, traicionándome. Eso fue una traición.
¿Cuáles
eran sus relaciones con expreso?
"Expreso"
nos defendía. "Expreso" defendía a la revolución peruana. Todos los
del "Expreso" defendían a la revolución.
¿Por qué?
No sé, pero la
defendían. Cuando la "prensa" nos atacaba, el único que salía y nos
defendía era "Expreso". Cuando "El Comercio" nos atacaba,
el único periódico que salía en defensa de la revolución era
"Expreso". Se les prendía como un perro y les decía pestes. Nos
defendía bravamente, nos defendía con valentía. Ahora, yo sé que había comunistas,
claro. Estaba Moncloa, Roncagliolo, había varios, había un grupo. Pero nos
defendía, viejo, era el único...
Pero
digamos que esa defensa solitaria se acaba cuando se expropiaron los
periódicos...
Bueno, no,
porque en buena cuenta no se trató de una expropiación. Los periódicos no se
quitaron para que el Estado los manejara, para que el gobierno los manejara a
su gusto...
Pero así
fue y así es...
Ahora yo no
respondo por nada. Ahora todo es una mierda, viejo... (con Morales Bermúdez)
Sus
palabras parecen expresar a veces amargura general...
Amargura de
qué. Amargura contra qué. Absolutamente, viejo...
"Esta
con el mejor genio del mundo". Interviene su esposa, que hace cinco
minutos escucha la conversación.
La única
amargura que tengo es no haber completado las transformaciones. Nos faltó no
sólo la salud y la vivencia sino el crédito, la banca. No queríamos apoderarnos
de los bancos para apoderarnos de sus utilidades. Lo que queríamos es que el
Estado fuera dueño de la banca para poder manejar el crédito con un criterio
revolucionario. Prestarle al zapatero, al gasfitero, al campesino. ¿Qué yo
quiero cuarenta mil soles? Aquí está señor. Yo quería que el banco agrario
comprara cuarenta camionetas y que todos los días esas camionetas recorrieran
los valles para prestar plata. ¿Señor, usted siembra? Tal cosa, tal cosa.
¿Cuánto necesita? No quiero. ¿Qué no quiero? Si señor, aquí tiene usted:
meterle por la boca la plata, aquí tiene usted. Porque la plata iban a mejorar.
Oye viejo, no había plata, a esta pobre gente le compraban las cosechas por
cinco años. Esta gente era estafada, les robaban su dinero... Nos faltó tiempo,
porque me botaron.
Yo hice lo que
pude. Más no puedo. Y mire cómo he salido...
Ya, que no
te suba la presión. Interviene, doña Consuelo.
Mira lo que he
ganado; una pierna menos, enfermo...
Pero todo
tiene sus compensaciones. Usted ha ganado...
¿El amor de
la gente?, pregunta llena de ironía, doña Consuelo.
No diría eso,
respondo.
¿No cree
usted que ha ganado, más allá de las pasiones y cuando las esencias se
sedimenten; digamos, un puesto en la historia?
La gente
más ingrata no puede ser, dice Consuelo. Después de tantas amarguras ¡un puesto
en la historia!
La revolución
se ha dado el gusto de hacer las transformaciones que no hicieron los civiles.
Los civiles tuvieron 150 años en el gobierno y no las hicieron. Por eso es que
la Fuerza Armada tuvo que hacer la revolución. El consuelo que tengo es que la
revolución hizo vibrar. Porque hasta los enemigos nuestros vibraron de contento
cuando... (Velasco llora discretamente, apenas tiene voz para terminar)
recuperamos Talara. Cuando recuperamos Talara hicimos vibrar hasta al mismo
Ulloa... ¿Qué yo tenga amargura contra nadie...? ¡Contra nadie!
¿No cree
que en algún caso fue usted, excesivamente autoritario, rígido, despótico?
¿En qué caso?
Por
ejemplo: deportar a Armacanqui, deportar a Duharte, deportar a Zileri.
Yo no era
ministro del Interior... Zileri nos atacaba continuamente, nos paraba, nos
frenaba... El gobierno tiene también que sancionar a quienes lo atacan. La
revolución tenía que defenderse. No iba a cruzarse de brazos para que le
dijeran falsedades. De manera que ellos mismo se la buscaban, por locura....
Una última
pregunta, general: ¿Cuál es según su punto de vista la salida política para el
país?
Si ya no hay
revolución, entonces el gobierno militar ya no se justifica. Debía haber pues,
un gobierno democrático, ¿no?
¿O sea
virtualmente, una convocatoria a elecciones?
Bueno, eso es lo único
hasta la fecha inventado, ¿no?
Fuente: marxists.org