Ramón Carrillo. El exilio de Belem

“… necesito tener este desahogo en su confianza, para que sepa que este viejo amigo suyo, que jamás apareció para las buenas, que aguantó en silencio cuantos ataques injustos se le hicieron, siempre estuvo a su lado en los momentos difíciles, porque amo su obra titánica, porque la he visto nacer y crecer…”
Al poco tiempo de su estadía en
nueva York, la situación política se complica en Argentina. Tres meses después
del cruento bombardeo de Buenos Aires, Perón es derrocado y, al igual que a
otros funcionarios, la nueva dictadura decide la inhabilitación de Carrillo
para disponer de sus bienes y lo acusa de enriquecimiento ilícito. En la
mentalidad de los “militares libertadores” y de sus apoyos civiles, la
venalidad del peronismo debía saltar a la vista no bien pudieran tener acceso a
las pruebas que demostrasen la flagrante corrupción que habían denunciado en su
campaña golpista. Ese fue el papel que le asignaron a las “comisiones
investigadoras”, que empezaron a actuar de inmediato. En el recuerdo de los
peronistas quedaron grabadas las imágenes de los allanamientos nocturnos, las
detenciones arbitrarias, los interrogatorios realizados a cualquier hora, las
detenciones sin juicio, las torturas. En octubre se creó la Comisión
Investigadora especial nº 14 para obtener pruebas de los ilícitos cometidos en
el Ministerio de Asistencia Social y Salud Publica durante las gestiones de
Carrillo y de su sucesor. Fue presidida en primer término por el Coronel
Enrique Rottjer y, luego de varios reemplazos, por Julio Martínez Vivot. Fue el
propio coronel Rottjer, quien además había sido nombrado como nuevo Ministro de
salud Pública por la dictadura, el que dirigió el asalto a la casa de Carrillo
mientras él y su mujer se encontraban en el exterior. En una solicitada
publicada unos días después, Susana Pomar denunció a Rottjer por haberse tirado
“…en una cama y revolcándose con las botas puestas pedía a los gritos whisky
importado y discos”. De acuerdo al relato de Pomar, la patota dio vuelta la
casa y, con expresiones irónicas, sacaron su ropa interior de los cajones y
“levantándolas en alto como trofeos de victoria, acusó al nylon y a la seda de
ser productos de contrabando”. Al final, se robaron la colección de corbatas,
las lapiceras de oro, las medallas y las condecoraciones. Lo mismo hicieron con
una pistola Browning, con un tocadiscos Webster y con el contenido de cuatro
bolsas que se llevaron.
El 16 de febrero la comisión elevó sus conclusiones. Una parte de ellas ya habían sido dadas a conocer hacia fines del año 1955, lo que motivó una respuesta de Carrillo desde su exilio. Según el informe final, unas setecientas personas habían sido citadas a declarar. Varios fueron detenidos e inmediatamente se ordenó la captura internacional del ex ministro y su extradición desde Brasil; y la detención de Raúl Bevacqua, quien había sido su sucesor y se encontraba asilado en una embajada. Pese a las acusaciones, el propio Vivot reconoció en su nota de presentación de las conclusiones que “…la cantidad de expedientes elevados a esta Comisión con la debida comprobación de delitos no es numerosa”. Durante el gobierno peronista, y agravado en sus últimos años, la oposición civil y militar que luego se conoció como la “Revolución Libertadora” fue elevando sus expresiones de odio contra todo lo que oliera a peronismo. En los considerandos de la comisión investigadora, los partidarios de Perón eran delincuentes de antemano. Se acusó a Carrillo por:
El 16 de febrero la comisión elevó sus conclusiones. Una parte de ellas ya habían sido dadas a conocer hacia fines del año 1955, lo que motivó una respuesta de Carrillo desde su exilio. Según el informe final, unas setecientas personas habían sido citadas a declarar. Varios fueron detenidos e inmediatamente se ordenó la captura internacional del ex ministro y su extradición desde Brasil; y la detención de Raúl Bevacqua, quien había sido su sucesor y se encontraba asilado en una embajada. Pese a las acusaciones, el propio Vivot reconoció en su nota de presentación de las conclusiones que “…la cantidad de expedientes elevados a esta Comisión con la debida comprobación de delitos no es numerosa”. Durante el gobierno peronista, y agravado en sus últimos años, la oposición civil y militar que luego se conoció como la “Revolución Libertadora” fue elevando sus expresiones de odio contra todo lo que oliera a peronismo. En los considerandos de la comisión investigadora, los partidarios de Perón eran delincuentes de antemano. Se acusó a Carrillo por:
- La utilización de enfermos mentales para su
provecho personal y para la construcción y cuidado de su quinta en Adrogué;
- la facilitación de inmuebles del Ministerio para
uso particular de determinadas personas;
- el negociado de la comercialización de la coca en
el Norte del país;
- el uso indebido de automotores y vales de nafta por
reparticiones ajenas al Ministerio y especialmente por entidades
políticas.
Los “investigadores” prestaron
atención a las sumas que el ex ministro había utilizado para la construcción de
miles de metros cuadrados de establecimientos sanitarios en todo el país. Es
sabido que una parte considerable de la acción del Ministerio comandado por
Carrillo se dedicó a la construcción de la infraestructura necesaria para la
universalización de la salud pública. Un listado incompleto da cuenta de 363
obras, sin contar las del Segundo Plan Quinquenal, entre centros de salud,
institutos de especialización, centros de higiene materno-infantil, 140
hospitales, hogares escuela, escuelas y laboratorios. Al respecto, la comisión
investigadora afirmó:
“La mayoría de los grandes
negociados denunciados, especialmente para mencionar concretos los relativos a
construcciones sanitarias y a especialidades medicinales y antibióticos,
presentan gravísimas dificultades de prueba, pues se han realizado guardando
todas las apariencias legales y, sobre todo, porque las empresas o personas que
han tenido que ceder a la coima del funcionario, o que en muchos casos la
buscaron para lograr sus propósitos, no pondrán de manifiesto tal circunstancia
pues bien saben que son partícipes en el cohecho. Además, no existiendo, como
es natural, constancia documentada al respecto, el inconveniente se torna
prácticamente insuperable.”
“Los grandes negociados se han
realizado guardando todas las apariencias legales” es una frase para la
antología del ridículo. De todas maneras Vivot concluyó que, si bien no hay
pruebas para que todos los culpables vayan a la cárcel:
“Mostremos sus lacras para los que creyeron y aún creen en ellos observando la verdadera piel de estos falsos corderos. Especialmente para que las generaciones futuras no se dejen impresionar por cantos de sirenas y recuerden una época nefasta y oprobiosa por la que el país ha pasado y que nunca ha de volver a repetirse, Dios mediante”.
“Mostremos sus lacras para los que creyeron y aún creen en ellos observando la verdadera piel de estos falsos corderos. Especialmente para que las generaciones futuras no se dejen impresionar por cantos de sirenas y recuerden una época nefasta y oprobiosa por la que el país ha pasado y que nunca ha de volver a repetirse, Dios mediante”.
Carrillo, que pasaba privaciones
en Nueva York, consiguió un puesto de médico en el norte de Brasil, en la
compañía minera norteamericana Hannah Mineralization and Co. El 1º de noviembre
llegó a su nuevo destino, a unos kilómetros de la ciudad de Belem, estado do
Pará, en el Amazonas. Desde allí, preocupado por la ofensa que le estaban
haciendo en Buenos Aires, envió una primera respuesta a algunas de las
acusaciones de la comisión, todavía presidida por el coronel Rottjer. Se
refiere principalmente a la acusación de enriquecimiento ilícito y la de usar
internos del neuropsiquiatrico para provecho personal.
En su carta compara su declaración jurada de bienes antes de asumir el ministerio con su situación actual, y denuncia que se ha inflado el valor de su quinta de Adrogué la que “…no puede tener un valor tan considerable, como afirman los diarios haciéndome aparecer como un “príncipe” archi-millonario.” Los muebles no son de lujo como dice el diario, sino viejos y pintados y “…todavía adeudo gran parte de las mejoras; que sigo con mi deuda hipotecaria y que debo más del 80 por ciento del valor de los lotes anexos que forman parte de la quinta y que pago en cuotas mensuales”.
En cuanto a la utilización de enfermos mentales como empleados sin sueldo, Carrillo se explaya en una lección magistral sobre los tratamientos neuropsiquiatricos. En su respuesta a la comisión, describe que los cuatro pacientes que vivían en su casa habitaban dos dormitorios, comedor y cocina propia. Que ellos formaban parte del plan de colocación familiar que se había iniciado por la superpoblación de los hospitales mentales, “cuando en Buenos Aires teníamos en el hospital [hoy Borda] 4.200 enfermos y sólo 1.200 camas para hospedarlos.” Mientras se iban realizando las obras –dice Carrillo-, el proyecto para beneficiarlos fue intentar dar el alta a la mayoría de los que “tuvieran aptitud para la vida familiar”:
En su carta compara su declaración jurada de bienes antes de asumir el ministerio con su situación actual, y denuncia que se ha inflado el valor de su quinta de Adrogué la que “…no puede tener un valor tan considerable, como afirman los diarios haciéndome aparecer como un “príncipe” archi-millonario.” Los muebles no son de lujo como dice el diario, sino viejos y pintados y “…todavía adeudo gran parte de las mejoras; que sigo con mi deuda hipotecaria y que debo más del 80 por ciento del valor de los lotes anexos que forman parte de la quinta y que pago en cuotas mensuales”.
En cuanto a la utilización de enfermos mentales como empleados sin sueldo, Carrillo se explaya en una lección magistral sobre los tratamientos neuropsiquiatricos. En su respuesta a la comisión, describe que los cuatro pacientes que vivían en su casa habitaban dos dormitorios, comedor y cocina propia. Que ellos formaban parte del plan de colocación familiar que se había iniciado por la superpoblación de los hospitales mentales, “cuando en Buenos Aires teníamos en el hospital [hoy Borda] 4.200 enfermos y sólo 1.200 camas para hospedarlos.” Mientras se iban realizando las obras –dice Carrillo-, el proyecto para beneficiarlos fue intentar dar el alta a la mayoría de los que “tuvieran aptitud para la vida familiar”:
“En los casos en que los
familiares no quisieran hacerse cargo de ellos, lo que desgraciadamente era la
regla, autoricé a colocarlos entre los vecinos del pueblo, ciudades próximas o
en la Capital Federal, entre funcionarios, empleados y gente de buena voluntad,
de acuerdo al sistema de otros países y que en el Uruguay, donde yo aprecié “de
visu” el método, daba excelentes resultados. La familia donde se colocaba el
enfermo asumía la responsabilidad de su alojamiento, de su alimentación y de
proporcionarles trabajo y quehaceres domésticos, quedando a cargo del
Ministerio proveer la ropa. Un diputado de la oposición destacaba el sistema de
colocación familiar en sus libros y presentó un proyecto de ley sobre la
materia.”
Los pacientes que le habían
tocado en suerte –sigue- no tenían en la casa obligaciones ni trabajos
impuestos, tenían las puertas abiertas y habrían podido irse cuando quisieran,
pero jamás lo intentaron. Uno de ellos, “que tenía veleidades artísticas” como
escultor, le había hecho un busto. Para ello, Carrillo le facilitaba los
materiales y discretamente desaparecía las obras, que eran bastante
impresentables. El busto lo había conservado para no ofender al artista y,
aunque “era más bien la imagen verdadera, del pitecantropus erectus […] el
“maestro” me “veía” así y nada pude intentar contra este dogmatismo estético.”
Sin embargo –comenta- su proyecto era mucho más ambicioso. En su nota a la
Comisión argumentó que en Estados Unidos y Alemania entre el 40 y el 60% de los
enfermos mentales podían trabajar si se procedía a su reeducación, y que ello
era beneficioso para su socialización. El problema era saber cómo, por lo que
había debido elaborar un manual de procedimientos que se adecuara al país. Por
lo tanto, había instalado en la quinta una suerte de laboratorio. Dos veces
había ordenado la concurrencia desde Open Door de enfermos aptos para el
trabajo. Estos rendían el 90% en relación a un obrero normal, por lo que no los
pidió más dado que no necesitaban reeducación. Luego, pidió que le enviaran los
semi aptos, que rendían solo entre el 1 y el 15%. Mediante una reeducación
habían logrado que rindieran entre el 75 y el 80% de un obrero normal. Con
ello:
“En pocos años, del 6 al 8 por ciento de aptos se pasó al 40 por ciento, es decir, que sobre un total de 15.000 internados teníamos 6.500 trabajando, en lugar de 800 ó 1.000 de antes. Comprendí que era posible llegar al 60 por ciento o más si disponíamos de personal especialmente entrenado.”
“En pocos años, del 6 al 8 por ciento de aptos se pasó al 40 por ciento, es decir, que sobre un total de 15.000 internados teníamos 6.500 trabajando, en lugar de 800 ó 1.000 de antes. Comprendí que era posible llegar al 60 por ciento o más si disponíamos de personal especialmente entrenado.”
A partir de esta experiencia,
había planificado formar la Escuela de Laborterapistas, para lo cual había
dejado el edificio en construcción. Y finalizaba diciendo:
“Demostré en la práctica experimental y en su paulatina aplicación general que era exacto lo que yo afirmaba en mis publicaciones, es decir que “en los casos donde no es posible la curación clínica (casos irreversibles) era posible llegar a la curación social por readaptación a la vida familiar, rehabilitación por el trabajo o reeducación por arte o por una técnica de aprendizaje.” Pero una cosa es hacer esta afirmación teórica y otra “instrumentarla” para que sea realidad en la práctica.”
“Demostré en la práctica experimental y en su paulatina aplicación general que era exacto lo que yo afirmaba en mis publicaciones, es decir que “en los casos donde no es posible la curación clínica (casos irreversibles) era posible llegar a la curación social por readaptación a la vida familiar, rehabilitación por el trabajo o reeducación por arte o por una técnica de aprendizaje.” Pero una cosa es hacer esta afirmación teórica y otra “instrumentarla” para que sea realidad en la práctica.”
Unos meses después de estos
hechos, su salud se agravó, lo que se sumó a sus ya serias necesidades
económicas. Igualmente siguió viajando dos veces por semana hasta el campamento
de la empresa en Aurizonia, en helicóptero o en pesadas barcazas. Además, desde
su llegada a Belem, había estado colaborando ad honorem como médico en el
Hospital de la Universidad, la Santa Casa de la Misericordia. En marzo de 1956
se realizó un examen médico por el que se enteró que sólo le quedaban nueve
meses de vida. Ese año, la compañía minera levantó el campamento y Carrillo
quedó desempleado. Sólo la ayuda económica de su amigo y colaborador, el
también médico Salomón Chichilnisky, le permitió seguir. El 6 de septiembre de
1956 le escribe a su amigo el periodista Segundo Ponzio Godoy:
“Yo no sé cuánto tiempo más
voy a vivir, posiblemente poco, salvo un milagro. […] Ahora estoy con todas mis
facultades mentales claras y lúcidas y quiero nombrarte el albacea de mi buen
nombre y honor. Quiero que no dudes de mi honradez, pues puedes poner las manos
en el fuego por mí. He vivido galgueando y si examinas mi declaración de bienes
y mi presentación a la Comisión Investigadora, encontrarás la clave de muchas
cosas […] No tengo la certeza de que algún día alcance a defenderme solo, pero
en todo caso si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre mi
gigantesco esfuerzo donde dejé mi vida. Esta obra debe ser reconocida y yo no
puedo pasar a la historia como un malversador y ladrón de nafta. […] Poco a
poco mi organismo ha comenzado a desintegrarse definitivamente. […] El tiempo y
solo el implacable tiempo, dirá si tuve razón o no al escribirte esta carta, ya
que en el horizonte de mis afectos, no veo a nadie más capaz que vos de tomar
esta tarea cuando llegue el momento, que llegará, cuando las pasiones
encuentren su justo nivel”.
Será su última carta. El 28 de
noviembre sufrió un accidente cerebro vascular. Todavía estaba vigente el
pedido de captura internacional para su extradición. Pero el gobierno de
Juscelino Kubitschek no hizo nada para detenerlo sino que, en un gesto de
solidaridad, le proveyó los medios para que recibiera diariamente el
medicamento que necesitaba. La embajada argentina en Brasil elevó en vano
enérgicas protestas.
Ramón Carrillo, el negro, santiagueño de nacimiento, amigo de Homero Manzi, “el hombre más sabio que conocí”, al decir de Perón, falleció el 20 de diciembre de 1956. En el diario La Prensa, como no podía ser de otra manera, le dedicaron un infame obituario: “El ex ministro de Salud Pública de la dictadura argentina, Ramón Carrillo, falleció a consecuencia de una hemorragia cerebral. Había estado enfermo 22 días y dejó de existir en su residencia de Belem, en el estado de Pará.” Susana Pomar, su esposa, recién pudo disponer de sus bienes diez años después, y recién en 1972, dieciséis años después de su muerte, otra dictadura militar permitió el regreso de sus restos al país.
Ramón Carrillo, el negro, santiagueño de nacimiento, amigo de Homero Manzi, “el hombre más sabio que conocí”, al decir de Perón, falleció el 20 de diciembre de 1956. En el diario La Prensa, como no podía ser de otra manera, le dedicaron un infame obituario: “El ex ministro de Salud Pública de la dictadura argentina, Ramón Carrillo, falleció a consecuencia de una hemorragia cerebral. Había estado enfermo 22 días y dejó de existir en su residencia de Belem, en el estado de Pará.” Susana Pomar, su esposa, recién pudo disponer de sus bienes diez años después, y recién en 1972, dieciséis años después de su muerte, otra dictadura militar permitió el regreso de sus restos al país.
*Ernesto Salas-Licenciado en Historia, Universidad de Buenos Aires. Director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Investigador de la historia argentina reciente en el campo de los conflictos sociales y políticos de las décadas del cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. Es autor de los libros: La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico Lisandro de la Torre (1990), Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (2003); Norberto Habegger. Cristiano, descamisado, montonero (2011, junto a Flora Castro) y De resistencia y lucha armada (2014).
Fuente: revistamestiza.unaj.edu.ar
Ramón Carrillo y la historia de los hdp, sumada a la comparsa de boludos que hacen coro.
Por Sergio BursteinDel Facebook del autor
“A fin de mes nos echan de la pieza, departamento en el que vivimos amontonados. No tengo con qué pagar los comestibles. Nadie ayuda aquí. Vivo con dolores de cabeza. De allá la noticia más alentadora es de que en cuanto llegue me meten preso, no sé por qué carajos. No tengo plata para volver. Podría trabajar de mozo de café o de ayudante de cocina, si consigo. Pero realmente, desde el punto de vista físico no estoy capacitado”.
Carta del Dr. Ramón Carrillo a su hermana. 1955.
El golpe fusilador lo acusaba de “malversación de fondos públicos y de enriquecimiento ilícito”.
Ramón Carrillo fundó ciento cuarenta y un hospitales, sesenta institutos de especialización, cincuenta centros materno-infantiles, dieciséis escuelas técnicas, veintitrés laboratorios e instituciones de diagnóstico, nueve hogares-escuela, numerosos centros sanitarios en veinte provincias y llevó a cabo la duplicación del número de camas hospitalarias en el país. Consiguió erradicar el paludismo de la Argentina, la difteria y reducir en forma drástica la tuberculosis y el Chagas. Creó la EMESTA (Especialidades Medicinales del Estado), la primera fábrica nacional de medicamentos como una forma de ponerle coto a los sobreprecios de la manufactura extranjera. Fue docente, decano interino de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y el primer ministro de Salud que tuvo la Nación, bajo el gobierno de Perón.
*Licenciado en Historia, Universidad de Buenos Aires. Director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Investigador de la historia argentina reciente en el campo de los conflictos sociales y políticos de las décadas del cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. Es autor de los libros: La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico Lisandro de la Torre (1990), Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (2003); Norberto Habegger. Cristiano, descamisado, montonero (2011, junto a Flora Castro) y De resistencia y lucha armada (2014).
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