De la Baring Brothers y Alejandro III a Cristina y Putin

Por Fernando Del Corro
para ALAI
publicado el 20 de abril de 2015

En 1890 la Argentina vivía una profunda crisis como producto de un largo proceso de endeudamiento que se aceleró con los “bancos garantidos” surgidos en 1887 durante la Presidencia de Miguel Ángel Juárez Celman, uno de los cuáles, el Banco Constructor de La Plata quebró en 1888 provocando una hecatombe financiera que arrastró al propio Banco Nacional, resurgido más tarde como Banco de la Nación Argentina, y que llevó al país al default.

Ese default, que estuvo a punto de generar, 125 años atrás, un caos mundial de una envergadura incalculable, constituyó el primer acercamiento económico entre la Argentina y Rusia, el que tuvo múltiples alternativas a lo largo de ese siglo y cuarto las que ahora tienden a profundizarse en el marco de las reformulaciones del sistema económico global y dentro de las cuales encaja el viaje a Moscú de la presidenta argentina Cristina Elisabet Fernández para acordar convenios de cooperación con su par ruso, Vladimir Vladimirovich Putin.

A partir del surgimiento de países independientes en Iberoamérica la banca británica operó con fuerza en la región y a mediados de los años 1820 la misma acumulaba casi el 47 por ciento de la deuda externa mundial con la Gran Colombia a la cabeza por un total de 6,7 millones de libras esterlinas, un 570% más que el millón negociado en 1824 por Bernardino Rivadavia para la Argentina (inicialmente para la Provincia de Buenos Aires) con la Baring Brothers, punto de partida de la referida crisis de 1890.

En esas siete décadas la Argentina se había ido convirtiendo en una plaza favorita para las inversiones británicas en materia de bancos, ferrocarriles, frigoríficos, aseguradoras e, incluso, para las producciones primarias llegando a contribuir en el financiamiento de la “Campaña del Desierto” de 1879 del general Julio Argentino Roca, el luego dos veces presidente de la Nación. Hubo años en los cuales dichas inversiones se acercaron a la mitad del total de las que el gobierno y las empresas del Reino Unido realizaban en todo el mundo, incluyendo sus grandes colonias.

El default argentino provocó una crisis adicional a la que ya se vivía en el mundo cuando se produjera el gran estallido de 1873, a partir de Viena, y que aún no había sido superado. Golpeó a países limítrofes como en los casos del Brasil, de Chile y del Uruguay, pero también en Europa a España y Portugal pero hizo tambalear a grandes grupos financieros europeos y por ello el marqués de Lorna, alemán, solicitó la invasión a la Argentina como se hiciera algo más de una década más tarde con Venezuela por similar razón.

 También, y desde la propia capital argentina, el Lloyds Bank (después Banco de Londres) solicitó a su gobierno una intervención que implicara el manejo de la economía de este país dejándole al gobierno lo relacionado con la cuestión política. En tanto la Baring Brothers estaba al borde de la quiebra (100 años más tarde, la misma se concretó por hechos similares de sus manejos financieros en Singapur) y todo el sistema financiero británico se veía en serios problemas lo que agudizaba los reclamos al gobierno británico.

Por entonces gobernaba en el RU Robert Arthur Talbot Gascoyne-Cecil, más conocido por su título nobiliario de marqués de Salisbury. Este se opuso totalmente a cualquier medida de intervención directa sobre la Argentina pero tenía que resolver el problema de su sistema financiero antes de que éste estallase. Y ahí es cuando aparece Rusia en la historia económica argentina, aunque ya lo había hecho en el ámbito social con la aparición de las migraciones de judíos que huían de los pogromos (matanzas) de los zares.

Lord Salisbury vio que no le alcanzaban al estado británico sus fuerzas para la tarea y para tener éxito en la misma convocó a los gobiernos de Francia y Rusia. En Francia era presidente el popular Marie François Sadi Carnot bajo cuya gestión se construyó la Torre Eiffel y en Rusia era zar Alejandro III (Aleksandr Aleksándrovich Románov). Tanto los rusos como los franceses y los propios británicos se encargaron del salvataje de los bancos evitando el colapso mundial tras lo cual pudo concretarse el acuerdo de 1891 entre el presidente Carlos Enrique Pellegrini y la delegación británica encabezada por el barón de Rothschild cuya familia tenía inversiones en la Argentina, como viñedos en Mendoza. Una negociación seguida en 1893 por el notable Acuerdo Romero (por el ministro de Hacienda, Juan José Romero), teniendo en ambas peso los aportes de los empresarios argentinos Ernesto Tornquist y Jean Silvio Gesell, siendo éste uno de los más reconocidos economistas de la historia mundial y el favorito del inglés John Maynard Keynes.

De ahí en más hubo varias idas y vueltas en las relaciones argentino-rusas. En 1904 el gobierno argentino del mismo Julio Argentino Roca hizo que la participación del país fuese decisiva en la victoria nipona en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) al ceder sus acorazados al Imperio del Sol Naciente. En 1917, durante la Presidencia de Hipólito Yrigoyen, el Congreso de la Nación destituyó como senador al socialista Enrique del Valle Iberlucea por su apoyo a la Revolución Bolchevique y se cortaron las relaciones entre ambos países hasta que fueron restablecidas en 1948 por el general Juan Domingo Perón, durante su primera Presidencia cuando, siendo canciller Juan Atilio Bramuglia, designara como embajador en Moscú al bloquista sanjuanino Federico Cantoni.

A partir de entonces la ex Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas se convirtió progresivamente en el principal socio comercial de la Argentina, al punto de que el gobierno cívico-militar de Jorge Rafael Videla no se sumó al bloqueo contra la URSS impulsado en 1980 por el entonces presidente estadounidense James Earl (Jimmy) Carter a raíz de la victoria electoral de los comunistas en Afganistán y del soporte militar dado por el gobierno soviético a la gestión de Braback Karmal ante los ataques a que se veía sometido desde el exterior.

La importancia de la misión de la presidenta argentina en estas circunstancias la señala la presencia en la delegación de todos los ministros del Gabinete Nacional vinculados con la generación e intercambio de riquezas como Axel Kicillof (Economía), Débora Giorgi (Industria), Carlos Horacio Casamiquela (Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación), Carlos Enrique Meyer (Turismo), Héctor Timerman (Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto) y Julio Miguel De Vido (Planificación, Inversión Pública y Servicios). A ellos se les suman otros altos funcionarios de diferentes áreas lo que muestra la trascendencia de los acuerdos a establecerse.

Y este avance en las relaciones se concreta cuando también desde los Estados Unidos de América y la Unión Europea se aplican sanciones contra Rusia, como antes por el apoyo de la URSS a Afganistán, esta vez por la cuestión de la península de Crimea, recuperada por el gobierno de Putin mediante una reciente anexión después de alrededor de medio siglo desde que Nikita Sergueievich Jhruschov la cediese a Ucrania donde había pasado la mayor parte de su vida.

El comercio bilateral argentino-ruso ronda los 2.000 millones de dólares estadounidenses al año, cifra que se espera incrementar con mayores exportaciones argentinas en tanto se negocian inversiones rusas en proyectos nucleoeléctricos, hidroeléctricos y petroleros, fundamentalmente. En ese marco es que, además de la comitiva oficial que acompaña a la presidenta, decenas de empresarios argentinos participarán en Moscú en una negociación que, como en el salvataje de 1890, ayude a la Argentina a fortalecer su situación internacional en medio de los ataques, entre otros, del Fondo Monetario Internacional, de funcionarios del gobierno estadounidense, de los grupos financieros conocidos como “fondos buitres” y del gobierno británico que incrementa su presencia militar en las irredentas Islas Malvinas.