El 2 de diciembre de 1964 Perón ve frustrado el "Operativo Retorno"

Profesor Daniel Chiarenza 

El retorno era, desde la perspectiva de Perón, una maniobra de vastos alcances.

No buscaba producir la caída de aquella democracia enclenque y gorila, pero sí forzarla a una definición para que el pueblo no tuviera ninguna duda de la calidad moral y la hipocresía de quiénes los estaban gobernando. Illia y el gobierno radical deberían buscar una conciliación que los arrancara de su aislamiento en una falsa legalidad, o bien desnudar su carácter ilegítimo.


Con relación a las filas de su propio movimiento, el conductor exiliado podría reafirmar su autoridad, desalentando las manibras de quienes complotaban con ciertos militares a sus espaldas.

El "presidente" argentino Arturo U. Illia.

El mismo Perón, años más tarde, lo explicaría así:

"En 1964 llegaron a Madrid noticias de que podría producise en argentina un movimiento militar.

Pensé que en esas circunstancias -y en todas, conociendo la médula de los gobierno militares- era lo peor que podía pasarle al país.

Por interpósita persona hice conocer allá esa información, creyendo que así podría solucionarse.

Yo estaba decidido a trasladarme a la Argentina: allá tenía un movimiento con el que podía apoyar al gobierno.

¿Por qué?.

Porque el gobierno de Illia era sólo a medias constitucional, pero mejor que una dictadura [...]

Hice los contactos por intermedio del doctor Jerónimo Remorino, que era un hombre muy vinculado y muy capaz.

Cuando mandé decirlo, a los pocos días salió una declaración del presidente Illia: dijo que los exiliados podían regresar con las garantías de las leyes y del gobierno.

Yo me dije: ésta es la contestación.

Poco después el ministro de Relaciones Exteriores, Zavala Ortiz, dijo lo mismo: que no había exiliados, que el gobierno era constitucional y no tenía exiliados políticos, que los que estan afuera podían volver en cualquier momento.

Y una semana más tarde, ya claramente el ministro del Interior, Palermo, declaró:

-Si el general Perón está en España es porque quiere estar en España.
¿Ah, sí?, dije yo: saqué el boleto por vía aérea y me largué para allá".

Miguel Ángel Zavala Ortiz, asesino de junio de 1955 contra la población civil indefensa.

¿Y Vandor?.

El dirigente metalúrgico había acogido con agrado la iniciativa del regreso y había comprometido sus fuerzas en la campaña previa.

Si advertía que Perón procuraba poner límites a su creciente independencia, sin duda pensaba que la maniobra no sería exitosa.

Estaba persuadido de que los militares, el gobierno, o ambos, evitarían que el retorno se concretara.

Lejos de perjudicarlo a él, eso demostraría que el regreso del líder era imposible, y que el peronismo debía acostumbrarse a manejarse sin Perón, lo cual abriría un ancho cauce a su creciente poder.

La mediación de Jorge Antonio hizo posible conseguir pasajes para Perón y su comitiva en un vuelo de Iberia.

El nombrado se comprometió ante la compañía aérea a hacerse cargo de cualquier gasto inesperado que pudiera surgir.

El 2 de diciembre, en horas de la madrugada, el general y sus acompañantes se embarcaron en el vuelo 991 de la mencionada aerolínea, con destino a Buenos aires.

Perón debió ingresar a bordo a escondidas, evitando la atenta vigilancia de la policía española.

Se trataba, no obstante, de un vuelo regular y el ex presidente tenía su documentación en regla: teóricamente -y teniendo en cuenta las declaraciones del gobierno argentino-, nada debía impedir su regreso.

Sin embargo, no sería así. "Al arribo de la mencionada aeronave a Río de Janeiro -relata Perón- se produjo un insólito espectáculo: el avión fue literalmente rodeado por la tropa armada e inmovilizado en el aeropuerto internacional del Galeao, en tanto un grupo de militares subía al avión intimidando a su personal y declarando detenida la aeronave, con la amenaza de conducirla a la base militar inmediata.

Acto seguido llegaba un representante del ministerio de Relaciones Exteriores brasileños, quien comunicó al comandante que no podía continuar el viaje si antes no le entregaba a los viajeros que constituían el grupo del general Perón.

Perón, en Puerta de Hierro, esperando salir al aeropuerto para abordar el Iberia que lo traería a Buenos Aires (diciembre, 1964)

"En esas circunstancias, tanto el director de Iberia como el comandante manifestaron que no veían razón alguna para semejante atropello y que ellos, de acuerdo con sus derechos, conducían pasajeros que no podían dejar en medio del camino sin que mediara una causa razonable que lo justificara.

Tampoco aceptaban el allanamiento de la aeronave y pidieron al funcionario brasileño la orden judicial correspondiente".

El funcionario no haría lugar a la protesta: los viajeros estaban bajo jurisdicción militar y no les quedaba sino allanarse y cumplir con lo que se les ordenaba.

Perón no puede continuar viaje y debe regresar a España.

Las instrucciones provienen del presidente de Brasil, se les dice.

Perón, igualmente gentil cuando baja a El Galeao, saluda.

No cabe duda que la cancillería argentina ha echado mano de un recurso extremo, pidiendo la colaboración del gobierno brasileño para detener el viaje de Perón.

Un ciudadano argentino, jefe del movimiento político mayoritario, era impedido de regrear a su patria.

De poco valdrían las protestas de "inocencia" del gobierno pretendidamente democrático (para hablar sin eufemismos: gorila).

La UCRP era considerado el partido del "gorilismo".

El grupo de viajeros debió descender del avión y permaneció detenido en la base, hasta que fue reembarcado y forzado a regresar a España.

Previamente, se advirtió que la nave sería derribada en caso de que pretendiera ingresar nuevamente al espacio aéreo americano.

Antes del segundo retorno un Perón cartesiano preguntaba...

Más tarde escribiría Perón:

 "El Derecho Internacional Público ha mantenido como uno de los derechos más elementales del fuero humano, el de transitar libremente y cientos de convenciones lo han afirmado de la manera más rotunda.

Así se lo ha reconocido y respetado desde la más remota antigüedad.

Pues bien, el 2 de diciembre de 1964 viajaba yo hacia mi país, en una línea regular, con mi documentación en regla y legalmente autorizado.

Al llegar a Brasil, en tránsito, se allanó la aeronave, se me detuvo y, conducido a una repartición militar, permanecí trece horas incomunicado.
Luego fui obligado a retornar al lugar de origen. Cuando pregunté porqué se hacía eso e invoqué las leyes internacionales, se limitaron a contestar que era orden del presidene de la República, ya que en Brasil las leyes las hacían ellos.

Supe luego, por publicaciones de Argentina y Brasil, que estas dos "democracias" pentagonianas eludían la responsabilidad de semejante atropello: Brasil declaraba por su cancillería que mi detención y rechazo había sido por expreso pedido del gobierno argentino, en tanto que el canciller Zavala Ortiz [asesino, piloto de un avión bombardero el 16 de junio de 1955] manifestaba a la prensa internacional que no había mediado pedido alguno [¡cobarde!].

Pero nosotros sabíamos de dónde había partido la orden porque, a renglón seguido, el secretario del Departamento de Estado norteamericano hacía llegar una felicitación al gobierno brasileño por la hazaña que acababa de realizar.

¡Y este es el 'mundo libre'...!

Para Perón, el viaje frustrado significó una reafirmación de su autoridad.

Había evidenciado su voluntad de regresar y de continuar ejerciendo su jefatura en forma efectiva.

Vandor, en cambio, no obtuvo los resultados esperados.

Su prestigio no aumentó -como más tarde quedaría confirmado-, porque había sido uno de los organizadores del operativo fracasado.

Y no fueron pocos los peronistas que lo acusaron de no haberse esforzado demasiado en procura del éxito.

No hubo movilización gremial ni se declaró la huelga general, como podía esperarse de las organizaciones que habían evidenciado su capacidad a través del plan de lucha.

En 1974 había que haberle respondido al propio general "¿Esas fueron las organizaciones que se mantuvieron incólumes a través de 20 años de lucha, a pesar de esos estúpidos que gritan...?"

La burocracia sindical no tiene perdón de Dios...

***
A LOS COMPAÑEROS PERONISTAS

Río de Janeiro, 2 de diciembre de 1964.

El gobierno cipayo de este país ha frustrado mi primer intento de cumplir mi promesa de regresar al país. Una verda­dera conspiración internacional dirigida y orquestada por los imperialismos dominantes con el concurso de los países en manos de usurpadores entregados y entregadores de sus pue­blos, ha pedido en esta ocasión más que la razón que nos asiste.


El "Plan para el Retorno", como oportunamente lo ha­bíamos anunciado, es de pacificación hasta el 31 de diciembre, plazo que habíamos establecido para que los enemigos del Pueblo entraran en razón.Hace ocho meses el "Gobierno" por su "Justicia" pedía mi extradicción al Gobierno de España sin éxito. Poco después el Presidente Illía manifestaba que "el regreso del General Perón era solo cuestión del señor Perón. Hace dos días el Ministro de Relaciones Exteriores afirmaba que "si Perón regresaba al país sería detenido de inmediato". Frente a todo ello, yo decidí entrar en el país, para enfrentar esa situación y soy detenido en Río de Janeiro por los secuaces del impe­rialismo y del "Gobierno Argentino".

En esas condiciones, la respuesta de nuestros enemigos al ofrecimiento de paz y al intento mío de entrar en el país para lograrla, es la guerra. La responsabilidad de lo que ha de ocurrir en el futuro recaerá sobre ellos como así las conse­cuencias.

El comportamiento de los compañeros que integran la "Comisión Nacional por el Retorno de Perón" está más allá de toda ponderación desde que lo han expuesto todo con la mayor decisión y valor en los duros momentos que juntos hemos debido afrontar.

La inteligente preparación y ejecución de la "Operación Retomo" realizadas por estos compañeros, con gran espíritu de sacrificio, me persuade de la necesidad de confiarles la con­ducción total de las operaciones que, por designio de nuestros enemigos, se iniciará de inmediato.

La hubiera querido conducir personalmente con la ayuda de ellos, pero la imposibilidad momentánea de entrar a la Patria me lo impide. Por ser una guerra se impone que la disci­plina sea su característica más saliente en lo orgánico y funcio­nal. Ya nadie tiene otro saber que el de obedecer y de coope­rar. Se terminó el tiempo de opinar en disidencias; comienza la etapa de luchar disciplinadamente, cada uno en su puesto. Al que no esté de acuerdo con ésto es mejor que se aparte. La conducción tiene como su exigencia más funamental la disci­plina y sin ella no hay lucha posible. Esta es etapa de mando y el mando se ejerce sin limitaciones derrotistas. El que no de­see someterse a esta perentoria necesidad tiene el derecho a desertar pero no a perturbar.

En cuanto a la acción, se acabaron las contemplaciones. Hay que comenzar la guerra integral por todos los medios, en todo lugar y en todo momento. Alejado momentáneamen­te de esa lucha por imperio de las circunstancias estudiaré mi accionar futuro. Hasta entonces no habrá otro comando que el que antes indico para el cual pido a todos los compañeros, en nombre del futuro de nuestro Movimiento y de la libera­ción del Pueblo y de la Patria, su más amplia y leal subordi­nación y colaboración.

Mi larga experiencia política y mis conocimientos de los hombres y la conducción me capacitan como para poderos aconsejar al respecto. Los compañeros que forman la actual "Comisión Nacional" han sido amplia y profundamente anali­zados en su capacitación, como probados en la forma más fehaciente en su lealtad y sinceridad, por lo que me decido a delegar en ellos el mando, en la seguridad de que con ello aseguro nuestro porvenir y el de nuestro Pueblo.

En la lucha es donde yo he aprendido a conocer a los hombres que realmente valen. Nuestra juventud debe hacer­me caso porque no me equivoco. Los jóvenes deben poner- el impulso y los viejos debemos elegir la dirección. Ese mis­mo equilibrio ha sido logrado en los hombres de la conducción.

Hasta que yo esté en la Patria para luchar al lado de Uste­des, ellos dirán mi palabra.

Un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón